Gabriel García Márquez, periodista

jos_luis_daz_granados_001Debo aclarar que en el caso del ciclo anterior, "Pablo Neruda, periodista", se trató de algo muy especial, pues me atrevo a afirmar que nadie ha dictado ni ha escrito ni se ha referido nunca al periodismo ejercido por el gran poeta chileno, quizás por haber sido éste un oficio aparentemente cirncunstancial en su vida. Incluso, se han referido a él como

novelista, por una novelita que publicó en 1926 que se llamó El habitante y su esperanza. Pero nunca jamás se le ha estudiado como periodista, habiendo sido, como fue, un periodista excepcional.
¿Por qué? Yo lo atribuyo a que es tan inconmensurable la grandeza de su poesía, que ésta eclipsó totalmente y dejó sepultado en lo más profundo del subsuelo el oficio periodístico que con tanta gracia ejerció. Entonces, fue un caso excepcional, fue un gran periodista, lo vimos, y un cronista de extraordinarias cualidades.
El caso de Gabriel García Márquez es diferente. Lo vamos a ver en el curso de estas charlas, porque paralelamente a su espléndida carrera de narrador, este gran novelista, este gran cuentista, es también un gran periodista, es un maestro de maestros del periodismo. Un hombre que sabe a profundidad lo que es una crónica, lo que es una noticia, un simple reportaje, una nota, una reseña, y que además es un obrero raso del oficio y a la vez un maestro, un buceador incansable, un hombre que se ha sabido sumergir en lo más hondo de cada uno de estos subgéneros y los ha sabido encarar con grandeza.

 

José Luis Díaz-Granados.               Nació en Santa Marta, Colombia, en 1946. Poeta, novelista, periodista cultural y profesor universitario. Fue comentarista bibliográfico de Lecturas Dominicales, suplemento literario de El Tiempo de Bogotá (1979-2000). Ganador del Premio de Poesía “Carabela” (Barcelona, España, 1968); finalista del Premio “Rómulo Gallegos”, por su novela Las puertas del infierno (1985), en 1987; Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, por su entrevista al poeta Luis Vidales (1990); Premio Nacional de Novela “Aniversario Ciudad de Pereira”, por su obra El muro y las palabras (1994). El gobierno chileno le otorgó la Medalla de Honor Presidencial “Centenario Pablo Neruda” (2004). El 2008, el XVI Festival Internacional de Poesía de Bogotá lo escogió como Poeta Homenajeado. Es autor de 28 libros (poesía, novela, ensayo, periodismo, teatro y libros para niños), entre los cuales sobresalen: El laberinto (poesía, 1968-1984); Las puertas del infierno (novela, 1985); Rapsodia del caminante (poesía, 1996); Cuentos y leyendas de Colombia (1999); El otro Pablo Neruda (ensayo, 2004); Los años extraviados (novela, 2006). Sus primeros libros de poesía se hallan reunidos en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).

Gabriel García Márquez daría para una cátedra infinita. Ustedes han oído hablar de la cátedra Cervantes, de la cátedra Shakespeare, la cátedra Dostoievky, en fin. La cátedra Gabriel García Márquez existe en universidades londinenses, norteamericanas, españolas, en universidades de otras latitudes. El periodista, el escritor, el narrador. Incluso, el no muy bien logrado hombre de cine,que es en lo único que no ha tenido la misma suerte que con la escritura literaria y que por lo tanto es la mayor atracción que ha tenido siempre García Márquez en su vida.
Pienso en primer término el por qué se produce un fenómeno literario llamado Gabriel García Márquez. Quienes conocemos su obra, ya sea de manera profunda o superficial, sabemos que ella es como una una fuerza motriz llena de fosforescencia desbocada y prodigiosa imaginación y por eso creemos que deben existir circunstancias muy especiales para que ello sea posible, de que no hay nada gratuito en el nacimiento de un hombre tan excepcional.
Como habría que mirar ahora, 400 años después de la primera edición de Don Quijote de la Mancha, de dónde salió ese genio tan controvertido, tan extraordinario, tan descomunal como fue Don Miguel de Cervantes Saavedra. ¿De dónde salió? ¿De dónde pudo brotar y cómo diablos pudo escribir una obra tan excepcional un hombre que cuando ya pisaba el umbral de los 60 años todavía era considerado por sus contemporáneos un mediocre escritor?
Decían los Argensolas que este Cervantes ni siquiera sabía expresarse bien, porque era tartamudo, y además, era el más opaco de todos en las tertulias. Era un hombre que no tenía carisma personal, ni simpatía, que carecía de todo tipo de atractivos y para colmos era paupérrimo, al contrario de su archienemigo Lope de Vega, que tenía ademanes principescos y un gran dominio tanto de la palabra como del poder financiero, y que además era un hombre de enorme talento literario, reconocido por todos los peninsulares de su tiempo.
Pero nada de eso es gratuito. Habría que examinar su entorno. ¿Por qué surgió El Quijote? ¿De dónde  vienen esas raíces? No son solamente de Castilla o de La Mancha, sino de los ancestros moriscos y judíos. Hay que remontarse más atrás y a otros antecedentes, psíquicos, geográficos, históricos, anatómicos, que tenía este hombre extraordinario, para llegar a ese momento estelar en que escribió ese libro maravilloso.
Algo similar nos pasa con Gabriel García Márquez. Por eso me parece una idea genial del director del Instituto, el Licenciado Guillermo Cabrera Álvarez, que las charlas que se dicten en adelante sobre determinado escritor-periodista las dicte una persona oriunda del país de ese autor, porque eso facilita el conocimiento espacial sobre el entorno geográfico, histórico, social y humano en que se desarrolló la travesía vital del personaje.
Ese fue el caso del profesor Guillermo Alvarado con su clase sobre Miguel Ángel Asturias, que fue realmente magistral. Alvarado es guatemalteco, admira profundamente y conoce la vida y la obra de Asturias y conoce la tradición más profunda de la historia de Guatemala.

Lo de Pablo Neruda fue una excepción, porque hace más de 35 años yo vengo estudiándolo, y a riesgo de pecar de inmodesto, me considero un experto ---con  lagunas, desde luego--- en la vida, obra y milagro del chileno, lo cual me otorgó una cierta facultad para poder venir a hablarles a ustedes del poeta y de descubrir y revelar para ustedes su desconocida dimensión de periodista.
En el caso de Gabo y de Colombia es distinto. Colombia es mi país, es el país que conozco y que amo con todas las potencias de mi alma, que lo tengo aquí en la cabeza, que lo estudio cada día de mi vida. Desde que era niño tuve el privilegio de conocer y tener muy de cerca a grandes ¿cómo se dice? figuras representativas de ese país, en todos sus campos, en circunstancias familiares o personales que hicieron que yo tuviera ese acceso a muchas cosas de mi patria y a muchas personas interesantes.
Durante muchos años he dictado cátedras y conferencias sobre la narrativa de García Márquez. Además, he disfrutado de su amistad y afecto, desde que lo conocí cuando yo era apenas un adolescente y él un reportero no muy conocido del diario El Espectador de Bogotá.
A eso se suman muchas y variadas circunstancias. En la década del noventa, por ejemplo, su hermano menor, Eligio García Márquez, que era un extraordinario periodista, un auténtico maestro de periodismo ---naturalmente opacado por la gloria de su hermano---, y un gran narrador también, se dio a la tarea de escudriñar de dónde venían las claves de Melquíades, ese famoso gitano que es como el hilo conductor de Cien años de soledad, claves que están plasmadas en unos manuscritos que son los que determinan el destino total de la historia y que logran descifrarse casi al final, cuando Macondo es arrasado por un viento ineluctable, luego que el último de la estirpe, el de la cola de puerco, se entrega a la lujuria sexual con su tía Amaranta.
Pero eso no es gratuito. Esa saga, esa epopeya bíblica, esa historia todopoderosa, ya no es solo de Colombia. Es algo que ya trasciende más allá de las fronteras de la costa caribe colombiana, del Valle de Upar, Colombia y de las Américas, porque ya pertenece al mundo,  ya es del planeta tierra, universal, intemporal, de cuando existan otras cosas. Entonces hay que ver qué hizo posible no sólo la composición de Cien años de soledad, sino que hizo posible a Gabriel García Márquez, el narrador que llega  a ser cronista y el cronista que llega a ser narrador.

En 1928, un poco antes de el ascenso del liberalismo en Colombia, cuando estaba por caer la hegemonía conservadora (que duró más de 45 años), los trabajadores de la United Fruit Company, que era la compañía norteamericana que manejaba la riquísima producción y exportación bananera en el norte de Colombia, realizaron una huelga en demanda de mejores salarios y servicios sociales. La respuesta fue una represión militar sin precedentes con un saldo de más de un centenar de trabajadores muertos y millares de heridos, acontecimiento conocido en la historia nacional como "La masacre de las bananeras".
Por otro lado, la United (que también existía en otros países de Centroamérica y el Caribe, léase por ejemplo la novela Mamita Yunai, del costarricense Carlos Luis Fallas), era una especie de ciudadela gringa con viviendas limpias y cómodas, servicios sanitarios modernos y almacenes muy bien surtidos con toda clase de mercancías, a los cuales solo tenían acceso los americanos de la compañía y los empleados nacionales con sus familias.
En este ambiente es en el que nace Gabriel García Márquez, es decir, en un ambiente en el que él después va a encontrar como los vasos comunicantes de la influencia recibida por la obra de William Faulkner, que está llena de personajes del sur de los Estados Unidos, del Mississipppi, de Nueva Orleáns, muy parecidos a los caribeños, con aristócratas en decadencia, hombres y mujeres de raza negra, alcohólicos, músicos de jazz y los rags con que Scott Joplin hacía las delicias de los prostíbulos de mala muerte de esos sitios. Entonces el Gabo ve la proximidad con estos pueblos del Caribe Colombiano llenos también de influencia norteamericana y siente desde muy joven la hondura de esa identidad.

Volviendo al tema de la masacre, que está recreada de manera magistral en Cien años de soledad, con nombres propios y con la transcripción literal del decreto del tristemente célebre coronel Carlos Cortés Vargas, jefe civil y militar de la zona, declarando a los huelguistas "cuadrilla de malhechores”, debo decir que ésta fue silenciada durante 50 años por los historiadores oficiales y los profesores de historia en los colegios y en las universidades colombianas.
Es decir, todos sabíamos que en 1928 había ocurrido esa masacre, pero nunca en los colegios se nos habló de estos acontecimientos. Se tapaba deliberadamente éste y muchos otros hechos efectuados por la barbarie estatal. Cuando alguien preguntaba por estas cosas al profesor, éste evadía el tema, siempre. Pero afortunadamente, desde los años 60, comenzó a producirse una revisión de nuestra historia y comenzó a funcionar una cátedra más libre, más amplia, en la que ya estos hechos y muchos otros están divulgados. Y desde luego, gracias a novelas como Cien años de soledad y La casa grande de Alvaro Cepeda Samudio (1926-1972), que recrearon estas horrendas realidades sociales.
¿Pero qué es esta zona? ¿Por qué era tan poderosa la zona? ¿Qué significa esta zona donde nació García Márquez, donde se denomina Macondo, qué es en realidad?
Macondo es en primer lugar y ante todo, un estado del alma. Macondo puede estar en Cuba, Australia, Cambodia o Surinam. Dicen que en todos los lugares del mundo, los lectores se conmueven leyendo Cien años de soledad como si estuvieran reinventando su propio territorio.
Pero hablando en términos geográficos, Macondo es un territorio que comienza en Santa Marta, la capital del Magdalena, un bello puerto del Caribe colombiano que se extiende hacia el interior por vía férrea. El único tren que había entonces, era un tren moderno fabricado e instalado por norteamericanos, que recorría la Zona Bananera: Santa Marta, Ciénaga ---que es la capital obrera, la ciudad obrera de donde salía la mayoría de los trabajadores de la zona---, Aracataca, Fundación, Sevilla y Tucurinca, poblados por donde fluían unos ríos con enormes piedras redondas y pulidas como huevos prehistóricos.
Me contaba hace poco García Márquez, aquí en La Habana, que cerca de la Zona Bananera, en la Ciénaga de Zapatosa, se ven muchas mariposas amarillas y que los turistas extranjeros se enloquecen tomando fotos, descubriendo abismados el universo mítico de Macondo, y filman y los directores de turismo dicen que realmente es un fenómeno, un milagro que ha acontecido porque nunca había habido por allí tantas mariposas amarillas. Pero Gabo sostiene que siempre las hubo, lo que pasa es que nadie había caído en cuenta de ello hasta que Mauricio Babilonia apareció en la novela con las mariposas amarillas rondando el sitio de sus pasos...
Entonces en 1928 se llevó a cabo la mencionada masacre de las bananeras. Ustedes dirán por qué en todas las biografías de García Márquez aparece como nacido en 1928, cuando en realidad él nació en 1927, ya eso se sabe. Él toda la vida inventó, como buen fabulador, que había nacido en el 28, para acomodar la fecha, para ponerla como símbolo, para que coincidiera con el hecho histórico más importante, más cruel y más simbólico de la zona bananera, que es la masacre de los trabajadores de la zona acaecida el 6 de diciembre de 1928.
Pero en realidad, Gabriel García Márquez, nació en Aracataca el 6 de marzo de 1927.                        
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El abuelo materno de García Márquez era un veterano coronel de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), última contienda civil declarada en Colombia, en la que se enfrentaron los revolucionarios al mando del general Rafael Uribe Uribe y los llamados legitimistas, que defendían el régimen conservador imperante.
En 1902 se llegó a un acuerdo entre los contendientes y el primer paso para lograr la paz, sobre centenares de miles de muertos, se hizo a través del histórico Tratado de Neerlandia, el cual se llevó a cabo en la finca de ese nombre, situada en la Zona Bananera del Magdalena.
El general conservador Florentino Manjarrés nombró Parlamentario de Paz a un joven oficial llamado José María Valdeblánquez, que entonces contaba dieciocho años de edad, para que viajara en misión secreta hasta el campamento del general Uribe con la propuesta de armisticio. Aceptados los términos por parte de Uribe, se firmó la paz en la citada hacienda bananera en octubre de 1902.     En el momento solemne de la firma, el precoz mensajero de la paz se hallaba al lado del general Manjarrés. Al lado de Uribe Uribe, custodiaba el coronel Nicolás Ricardo Márquez, padre del joven Valdeblánquez.
Este acontecimiento ha sido contado por García Márquez en múltiples ocasiones, la última de ellas en su libro de memorias Vivir para contarla (2002). Nicolás Márquez tuvo muchos hijos antes y después de su matrimonio con Tranquilina (Mina) Iguarán Cotes, los cuales llevaron los apellidos de sus respectivas progenitoras: José María y Carlos Alberto Valdeblánquez, Esteban y Elvira (Tia Pá) Carrillo, María Gregoria Ruiz, Sara Noriega y Remedios Núñez. Con Mina tuvo a Juan de Dios (Juanito), Margarita Miniata (fallecida en la infancia) y Luisa Santiaga, la futura madre del escritor. Es de anotar que entre todos los hijos del coronel Nicolás Márquez hubo siempre verdadera hermandad, armonía y abundante afecto.
Cuando nació Gabriel, sus padres viajaron a otros municipios de la costa caribe, por lo cual el niño se quedó al cuidado de los abuelos. Por un lado, Gabriel acompañaba al coronel a todas sus faenas y diligencias, mientras le oía contar anécdotas de la guerra o veía cómo pulía sus pececitos de oro en la oficina casera o le acompañaba una vez a la semana al puerto en busca de una carta que jamás le llegó. Por otro lado, el niño tímido y miedoso escuchaba las conversaciones de su abuela Mina con las parientas y las sirvientas guajiras, donde se hablaba con mucha seriedad de los asuntos más irreales y de las supersticiones más inverosímiles.
En ese ambiente de realidad y ficción permanente se forjó la imaginación de este niño inteligente y receptivo, que años más tarde volcaría en las prodigiosas crónicas y novelas que le conocemos.
Al morir el abuelo en Santa Marta en 1937, el niño fue enviado a estudiar los primeros años de la secundaria en el Colegio de San José de Barranquilla, regentado por los padres jesuitas. Allí se destaca como buen alumno al mismo tiempo que escribe coplas y versos festivos para el boletín escolar (1940-1943).
A los 15 años obtiene una beca para estudiar al otro extremo del Caribe colombiano. Realiza un viaje a través del río Magdalena, desde Barranquilla hasta Puerto Salgar y La Dorada, en la región andina. Por vía férrea y terrestre llega a Bogotá, la capital del país, cuyo contraste con la costa resulta extremadamente fuerte para la sensibilidad del niño Gabriel.
En Bogotá ve a los cachacos (término con que se designa a los bogotanos, corteses y ceremoniosos) siempre vestidos de negro, con sombrero, bajo una llovizna persistente, más sombría aún por el hollín predominante, por lo cual el niño se siente desolado y se agarra a llorar amargamente.
De Bogotá se dirige a la población de Zipaquirá (al norte del Departamento de Cundinamarca, famosa por la inmensa y hermosa Catedral de Sal, única en el mundo), donde ingresó al Liceo Nacional, en carácter de alumno interno, para terminar su bachillerato. La soledad de esos años llevó a Gabriel a concentrarse aún más en la lectura de los autores clásicos (Julio Verne, Emilio Salgari, Alejandro Dumas, Víctor Hugo, etc.) y en la tentativa de hacer poemas de estructura tradicional y cuentos ingenuos.
En 1946 recibe el grado de Bachiller y al año siguiente ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, donde tiene como condiscípulos a Camilo Torres Restrepo, Luis Villar-Borda y Eduardo Santa, entre otros. Por esos días recibe el impacto de la lectura de La metamorfosis de Kafka, y bajo esa influencia escribe sus primeros cuentos.
En 1947 publica La tercera resignación, cuento de clara estirpe kafkiana, en el suplemento "Fin de Semana" de El Espectador. Su inusitada imaginación, que hace que un niño siga creciendo y monologando dentro de un ataúd, provoca admiración entre el exigente círculo de intelectuales y escritores de la capital colombiana. Estimulado por esta recepción, publica nuevos cuentos al tiempo que descuida los estudios jurídicos.
El 9 de abril de 1948 es asesinado en pleno centro de Bogotá, el caudillo Jorge Eliécer Gaitán, lo cual precipita un multitudinario levantamiento popular con saldo de miles de muertos reprimidos por las fuerzas gubernamentales, y las labores normales quedan suspendidas por largas semanas. Gabriel abandona los estudios, viaja a Cartagena donde viven sus padres y hermanos, y se dedica al periodismo como redactor y articulista del diario El Universal, donde se da a conocer con su columna "Punto Aparte".
Un año más tarde se radica en Barranquilla, puerto principal del caribe colombiano y sede cultural importante. Ingresa a la redacción de El Heraldo donde escribe una columna diaria de comentarios literarios, culturales, sobre acontecimientos internacionales y de la vida cotidiana, titulada "La Jirafa", que firma con el seudónimo de "Séptimus", en homenaje a un personaje de Virginia Woolf.
En ese ambiente conoce al maestro catalán Ramón Vinyes, dueño de la Librería "Mundo", donde se reúnen jóvenes intelectuales y artistas (Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor, Orlando Rivera "Figurita", Alfredo Delgado, Julio Mario Santo Domingo, Alejandro Obregón, Jorge Child, Cecilia Porras y Vidal Echavarría, entre otros), con quienes intercambia conocimientos sobre las novelas de Joyce y la Woolf, Faulkner, Hemingway, Steinbeck, etc., lo mismo que cambian ideas sobre las técnica del periodismo y la narrativa.
Entretanto, vive en un hotelucho al que llaman "El Rascacielos" donde también residen prostitutas y aventureros, y al término de su trabajo en el periódico y de la tertulia en la librería del sabio catalán, concurre con sus amigos a la tienda de la Negra Eufemia, donde la ficción y la realidad se confunden a través de las palabras y las vivencias nocturnas.
Con sus contertulios de parranda y periodismo funda Crónica, una revista literaria y deportiva, donde Gabriel no solamente publica textos de su autoría sino que ilustra con dibujos suyos otras publicaciones. Entretanto, escribe secretamente una novela sobre su familia, titulada La casa, notoriamente influido por la lectura de las novelas de Faulkner.
Esta novela es destruida pocos meses después, pero escribe otra que con el título de La hojarasca, se dará a conocer años más tarde como excelente novelista en el ámbito nacional.
Esta obra la escribe Gabriel como un poseso, al final de las jornadas en El Heraldo, en los reversos de las hojas con las noticias internacionales. De manera paralela, su copiosa obra periodística va creciendo, logrando introducir en cada crónica y en cada comentario editorial pequeños ingredientes de literatura narrativa.
En enero de 1954 viaja a Bogotá, llamado por el joven periodista Guillermo Cano, director de El Espectador (diario de la familia Cano, fundado en 1887 por el abuelo Fidel Cano). Allí, García Márquez trabaja como comentarista cinematográfico y más tarde como cronista, editorialista y reportero. Con la experiencia del periodismo de palabra e información inmediatas, adquirida en El Universal de Cartagena y El Heraldo, Crónica y El Nacional de Barranquilla, realiza en el importante diario bogotano la más completa e intensa faena periodística de su primera juventud.
Entre las crónicas y reportajes más conocidos de su autoría en este período, se destacan los textos sobre la vida de Ramón Hoyos Vallejo (cinco veces campeón nacional de ciclismo), "El Chocó que Colombia desconoce" (sobre el olvidado y pobre Departamento, aunque rico en producción de oro y platino, donde predominan los habitantes de raza negra), "La marquesita de La Sierpe" y "La verdad sobre mi aventura", serie de catorce crónicas escritas en primera persona donde un marino de la Armada Colombiana cuenta su naufragio y odisea en el mar Caribe durante diez días, y que 15 años más tarde será publicada en libro con el título de Relato de un náufrago.
Esta pequeña obra maestra del periodismo, escrita por un joven reportero de 28 años, enseña cómo puede contarse un hecho real utilizando las técnicas y los malabares de la ficción literaria. Pero además, cómo, de una odisea marina que podría hacer las delicias de los lectores, especialmente de los jóvenes, se puede desarrollar también un periodismo de denuncia.
En la edición posterior de las crónicas, García Márquez cuenta cómo se llevó a cabo este reportaje-entrevista que, al ser publicado en El Espectador en abril y mayo de 1955, agotó durante cada uno de los catorce días de su publicación las ediciones correspondientes del diario capitalino.
"Lo que no sabíamos ni el náufrago ni yo ---escribe García Márquez--- cuando tratábamos de reconstruir minuto a minuto su aventura, era que aquel rastreo agotador había de conducirnos a una nueva aventura que causó un cierto revuelo en el país, que a él le costó la gloria y su carrera y que a mí pudo costarme el pellejo".
La serie de episodios la firmaba Luis Alejandro Velasco, que tal era el nombre del marino. Cuando se publicó en forma de libro, apareció con el nombre de su verdadero autor: Gabriel García Márquez. ¿Y el título? Un tanto desmesurado, En lugar de "La verdad sobre mi aventura", como había salido en el diario en 1955, se tituló: Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre (Barcelona, Tusquets Editores, 1970).
"Mi primera sorpresa ---explica Gabo en el prólogo del libro---, fue que aquel muchacho de 20 años, macizo, con más cara de trompetista que de héroe, tenía un instinto excepcional del arte de narrar, una capacidad de síntesis y una memoria asombrosas".
De manera que el reportero y el marino se dedicaron, en un período de seis horas diarias durante veinte sesiones, a trabajar con intensidad inusitada.
"Era tan minucioso y apasionante ---recuerda Gabo--- que mi único problema literario sería conseguir que el lector lo creyera. No fue sólo por eso, sino también porque nos pareció justo, que acordamos escribirlo en primera persona y firmado por él".
La segunda sorpresa fue que no existió la tal tormenta, lo cual fue confirmado por los servicios meteorológicos. "La verdad, nunca publicada hasta entonces, era que la nave dio un bandazo por el viento en la mar gruesa, se soltó la carga mal estibada en cubierta, y los ocho marineros cayeron al mar. Esa revelación implicaba tres faltas enormes: primera, estaba prohibido transportar carga en un destructor; segunda, fue a causa del sobrepeso que la nave no pudo maniobrar para rescatar a los náufragos, y tercero, era carga de contrabando: neveras, televisores, lavadoras. Estaba claro que el relato, como el destructor, llevaba también mal amarrada una carga política y moral que no habíamos previsto".
Fue así como Velasco se convirtió en "ex héroe", privado de todos los honores y hasta del trabajo, y el periodista colgando de un hilo por la persecución de la dictadura (del general Gustavo Rojas Pinilla, 1953-1957). El periódico se dio a la tarea de buscar a los compañeros de Velasco para recabar fotos tomadas durante el viaje.
"Una semana después de publicado en episodios, apareció el relato completo en un suplemento especial, ilustrado con las fotos compradas a los marineros. Al fondo de los grupos de amigos en alta mar, se veían, sin la menor posibilidad de equívocos, inclusive con sus marcas de fábrica, las cajas de mercancía de contrabando. La dictadura acusó el golpe con una serie de represalias drásticas que habían de culminar, meses después, con la clausura del periódico". Y con el periodista exiliado en París.

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Relato de un náufrago se inscribe en el género del relato periodístico (también llamado periodismo literario), que cobra gran auge en los países anglosajones, especialmente en los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX y al cual se dedicaron casi todos los escritores de la llamada Generación perdida (Ernest Hemingway, John Dos Passos, William Faulkner, John Steinbeck, Erskine Caldwell, etc.) y años más tarde llevado a las más altas cumbres del género por autores como Norman Mailer, Gore Vidal, Truman Capote y el propio García Márquez (especialmente en su crónica Noticia de un secuestro).
El periodismo literario ha sido cultivado por muchísimos autores de nuestra lengua, en busca de trascender en plano meramente informativo y de comentario, y dotar sus textos de valores y esquemas literarios que lleven al lector a dimensiones más profundas de la simple y llana información.
En el caso del Relato de un náufrago, que está escrito en primera persona (el propio personaje narra lo ocurrido y nos ofrece todos los detalles de la historia, objetivos y subjetivos de la trama y de la acción), el lector puede percibir de manera inmediata la mano del escritor-periodista detrás de los minuciosos pormenores, incluso psicológicos, que nos ofrece el marino-narrador.
Se trata en este caso de una tarea harto difícil, tanto o más que la una obra de ficción, ya que el periodista debe ceñirse con absoluta fidelidad a los datos aportados por el protagonista.
Claro está que esos datos que integraron la forma literaria del relato fueron organizados por el joven reportero García Márquez ---narrador nato desde años atrás---, guiando por una parte, la memoria de su entrevistado, extrayéndole hasta el menor detalle, y por otra, dándole un orden y una progresión coherentes, de modo que adquiriera dimensiones y profundidades altamente humanas y éticas, hasta convertir el relato en una verdadera narración literaria, sin por eso dejara de ser una crónica periodística.
Cabría en este punto recordar el experimento llevado a cabo por Truman Capote en su obra estelar A sangre fría (1965), a la que llamó con sobrada razón "novela sin ficción". A partir del relato confesional de dos criminales, el autor reconstruye el crimen realizado por éstos a una familia de clase media norteamericana, con todos sus antecedentes y las circunstancias que lo rodearon, incluídas las condiciones meteorológicas, el color de las ropas, las sensaciones más insignificantes, la personalidad de cada uno de los implicados (todo ello abonado con investigaciones adicionales a fin de verificar la exactitud de las informaciones y enriquecidas con los datos no aportados por los protagonistas),  en fin, todo un minucioso recuento de lo ocurrido. Esto, en más de trescientas páginas que se leen como una amena crónica policial o como una novela fantástica.
Y eso es precisamente lo que hace García Márquez en los catorce episodios de su maravillosa aventura periodística.
Las horas, las fechas, el estado del tiempo, las características del accidente, la naturaleza de la carga y un sinfín de detalles aparentemente intrascendentes, son los datos que aportan la veracidad que el lector encuentra a todo lo largo de la historia. Todo ello, sin olvidar la parte humana, el estado psicológico del náufrago en cada momento de la odisea, la que a veces nos hace recordar momentos de Moby Dick de Melville y de El viejo y el mar de Hemingway, tanto por el escenario marino como por la tenacidad con que lucha el personaje contra la adversidad y por su seguridad en el triunfo de la vida.
García Márquez logra transmitir en su crónica esa voluntad sobrehumana del héroe sobreponiéndose a todas las visicitudes, en la lucha constante por sobrevivir.
En este sentido, el Relato de un náufrago es algo más que la crónica de un naufragio y los consecuentes avatares del protagonista por sobrevivir. Es, además, una lección sobre la capacidad del ser humano para vencer las más terribles pruebas de la naturaleza y para superar los más difíciles contratiempos, y al mismo tiempo, una forma de poner de manifiesto con su capacidad, potencializada, y su tenacidad, los más altos valores de eso que denominamos la condición humana.

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Ante la persecución desatada por el gobierno militar, mediante amenazas soterradas contra el reportero García Márquez, los directivos de El Espectador deciden enviarlo al exterior.
Meses atrás, ha obtenido el Primer Premio de la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia, con su cuento titulado Un día después del sábado, y en mayo de 1955 publica su primera novela, La hojarasca, bajo el sello editorial de S. L. B., iniciales de Samuel Lisman Baum, un misterioso editor judío que a las pocas semanas desaparece, dejando en un depósito la totalidad de ejemplares de la novela junto con otros libros editados por él (de León de Greiff, Manuel Zapata Olivella, Jaime Ibáñez y Carlos Castro Saavedra, entre otros).

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El joven reportero de 28 años llega a Ginebra, Suiza, donde cubre para El Espectador la Conferencia de los Cuatro Grandes (Eisenhower, Eden, Bulganin y Auriol), de donde se derivan varias crónicas certeras y picantes, y de allí se dirige a Roma, donde alterna su función de corresponsal del diario bogotano con la de alumno del Centro Sperimentale di Cine. Este curso, orientado por el genial guionista y director Cesare Zavattini, colma una constante aspiración del colombiano: agregar a su fantasioso mundo narrativo el cinematográfico, del cual ha dado muestras rotundas con sus comentarios cotidianos sobre el séptimo arte en El Espectador.
El curso de dirección de cine dura un año (también, en diferentes fechas, están cursando en el mismo centro en Roma sus estudios iniciales del arte del celuloide, los jóvenes cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Julio García-Espinosa y el argentino Fernando Birri, quienes junto con García Márquez coincidirán treinta años después en la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana y de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños).
Al terminar el curso, García Márquez se traslada a París. Desde allí continúa enviando puntualmente textos, crónicas y reportajes para el diario bogotano y al mismo tiempo escribe febrilmente una novela en la que la poética emblemática de La hojarasca es reemplazada por un realismo dramático más acorde con la realidad inmediata de Colombia.
Son años febriles de militancia política, en los que los cafés de la orilla izquierda parisiense hierven de exiliados latinoamericanos que conspiran día y noche contra las dictaduras militares de sus respectivas naciones y en donde crece la admiración por la Unión Soviética y la naciente China, en medio de un aire enrarecido por la llamada Guerra fría.
Aprovechando circunstancias diversas, García Márquez se desplaza por varias ciudades europeas, enriqueciendo ávidamente su obra periodística. Conoce la legendaria Venecia, se interna en Viena, entonces un espeso nido de espionaje universal y de allí pasa a Polonia y a Checoslovaquia.
En 1956, la dictadura militar de Rojas Pinilla clausura El Espectador, y el joven García Márquez se queda cruzado de brazos, sin un centavo, acosado por el hambre y las dificultades elementales para sobrevivir en un mundo desconocido y hostil. Son tiempos duros en los que escribe incansablemente como única manera de enfrentar la depresión y la soledad.
Sus amigos del diario de Bogotá le habían prometido que le girarían un dinero para que pudiese subsistir durante algún tiempo. Entretanto, el escritor se refugió en la buhardilla de un hotelucho de mala muerte en los suburbios de París y sólo salía de allí cada lunes cuando bajaba a la recepción para preguntar si había llegado el giro.
El dinero de Colombia no llegaba, entonces García Márquez recordó las tardes de fin de semana cuando acompañaba a su abuelo al puerto de las lanchas en busca de la carta con la pensión prometida, carta que jamás llegaba, lo cual ocasionaba en el niño una recurrente risa burlona.
Ahora en París, bajo un crudísimo invierno decembrino, el escritor vivía un momento similar, sólo que la risa infantil se le había convertido en un presente brutal.
Entonces decidió encerrarse en su buhardilla y olvidarse por algún tiempo de la novela en la que se hallaba concentrado para trasladarse mentalmente a su Aracataca natal y así dar comienzo a una novela que expresase de manera certera y leal la dramática realidad por la que estaba pasando.
Fue así como brotó su célebre obra El coronel no tiene quien le escriba, novela que escribió once veces antes de ponerle punto final y darla a conocer a sus lectores y en la cual hace notar una asimilada influencia del estilo preciso y mesurado de Ernest Hemingway, poniendo freno a la ficción poética propia de William Faulkner, que había influido notoriamente su novela anterior.
Entre 1957 y 1958, García Márquez realiza un recorrido por los países socialistas de Europa del Este, en compañía del periodista Plinio Apuleyo Mendoza. Conoce la República Democrática Alemana y Hungría. De nuevo en París, se encuentra con su amigo el novelista Manuel Zapata Olivella, quien dirige el grupo de danzas folclóricas de su hermana Delia. El conjunto se prepara para asistir al VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, a celebrarse en Moscú, la capital de la URSS.
Zapata Olivella, conociendo la curiosidad política y periodística de su viejo amigo, no vacila en integrarlo al conjunto folclórico en calidad de maraquero, y así parten para la capital soviética en un accidentado viaje por los territorios del Este europeo que más tarde hará las delicias de los lectores de García Márquez cuando éste da a conocer su serie de crónicas sobre estas estancias en el mundo socialista en la revista Cromos de Bogotá.
Algunas de ellas son verdaderas obras maestras del periodismo. Allí se muestra certero, agradable y crítico. Sus títulos de por sí atraen al más desprevenido de los lectores: "URSS: 25.000 kilómetros cuadrados sin un solo aviso de Coca-Cola"; "Yo visité Hungría" (publicada en los momentos en que el Ejército soviético acababa de aplastar un levantamiento popular); "En Checoslovaquia las medias de nylon son un artículo de lujo"; "En el mausoleo de la Plaza Roja, Stalin duerme sin remordimientos", etc.
Estos artículos se publicaron en 1959 en diversas revistas de Colombia y Venezuela. En forma de libro, De viaje por los países socialistas, se publicaron en Bogotá en 1976. También aparecen en su totalidad en Obra periodística. De Europa y América, compilación realizada por Jacques Gilard, publicada en 1981-1982.
En la Navidad de 1957, García Márquez se traslada a Londres y de allí pasa a Caracas, Venezuela, donde trabaja en diversos medios periodísticos como la revista Momento y los periódicos El Nacional (dirigido por Miguel Otero Silva), Élite y Venezuela Gráfica.
En Caracas escribe algunos de sus mejores cuentos: "La siesta del martes", "En este pueblo no hay ladrones" y "Un día de estos".
En enero de 1958 vive como reportero los días cruciales de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, cuyos textos recoge en un volumen titulado Cuando era feliz e indocumentado.
En marzo de ese año hace un viaje fugaz a Barranquilla, Colombia, y allí se casa con su novia de siempre, Mercedes Barcha Pardo, con quien se traslada a Venezuela. En la capital sigue trabajando en labores periodísticas y escribe los cuentos "La viuda de Montiel", "La prodigiosa tarde de Baltazar", "Rosas artificiales" y da los primeros trazos a "Los funerales de la mamá grande".
Entretanto, en Bogotá, la revista Mito, dirigida por el poeta Jorge Gaitán Durán, publica El coronel no tiene quien le escriba. También se publican textos suyos en Cromos y Sucesos, este último periódico dirigido por el poeta Rogelio Echavarría.

*  *  *

El 1° de enero de 1959 se proclama en Cuba el triunfo revolucionario de Fidel Castro y los heroicos combatientes de la Sierra Maestra contra la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista.
García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza y otros periodistas suramericanos se trasladan a La Habana y asisten a los actos fundacionales de la Revolución. De regreso a Bogotá, organizan la agencia cubana de noticias Prensa Latina y a esa función dedica el escritor sus mejores energías.
A mediados del año nace su primer hijo, Rodrigo, y Gabo alterna sus labores periodísticas con las de escritor y narrador. Retoma su antiguo proyecto novelístico comenzado en París y lo convierte en una novela realista, algo así como "la dictadura de Rojas Pinilla en un pueblo", según sus propias palabras, que años después ganará el Premio Literario "Esso" y se titulará La mala hora.
En 1960, Gabo es trasladado a la agencia en Nueva York. Allí es permanentemente hostilizado por los enemigos de la Revolución y más tarde, por contradicciones internas con empleados de la agencia, decide retirarse de ella y trasladarse a Ciudad de México donde se instala con Mercedes y su pequeño hijo, no sin antes realizar con ellos un recorrido en automóvil por los territorios de William Faulkner al sur de los Estados Unidos.
A México llega el 2 de julio de 1961, exactamente el mismo día en que se conoce la noticia del suicidio de Ernest Hemigway. Gabo escribe su famoso texto periodístico "Un hombre ha muerto de muerte natural". Veinte años después, el narrador colombiano escribirá una remembranza de su llegada a la capital azteca, en la cual encontramos estas precisiones:
"La fecha no se me olvidará nunca, aunque no estuviera en un sello de pasaporte inservible, porque al día siguiente muy temprano un amigo me despertó por teléfono y me dijo que Hemingway había muerto. En efecto, se había se había desbaratado la cabeza con un tiro de fusil en el paladar, y esa barbaridad se quedó para siempre en mi memoria como el principio de una nueva época...     Llegamos a la Ciudad de México un atardecer malva, con los últimos veinte dólares y sin nada en el porvenir. Sólo teníamos cuatro amigos. Uno era el poeta Álvaro Mutis, que ya había pasado las verdes en México, pero que todavía no había encontrado las maduras (...). El cuarto era el escritor Juan García Ponce, a quien había conocido en Colombia como jurado de un concurso de pintura.     Fue él quien me llamó por teléfono tan pronto supo de mi llegada, y me gritó con su verba florida: 'El cabrón de Hemingway se partió la madre de un escopetazo.' Ese fue el comienzo exacto ---y no las seis de la tarde del día anterior--- en que llegué de veras a la Ciudad de México".
En México se dedica a trabajar en cine y publicidad. Termina su volumen de cuentos Los funerales de la mamá grande y la novela La mala hora. (Esta se llamará inicialmente Sin título, con el cual ganará el Premio de Novela "Esso" en Bogotá, 1962, y más tarde Este pueblo de mierda).
El día en que García Márquez recibe la noticia de que había ganado el premio, consistente en 25 mil pesos colombianos, nació su segundo hijo Gonzalo, por lo cual Gabo comentó con júbilo: "Llegó con su pan bajo el brazo".
Tanto Los funerales de la mamá grande como La mala hora serán publicados por la Universidad Veracruzana, en 1962 y 1966, respectivamente.
Vinculado al mundo cinematográfico mexicano, conoce a Luis Buñuel. Gabo le enseña sus primeros guiones y el genial director español los desdeña. Pero Gabo insiste. Buñuel torna a criticarlos. Un buen día, irritado, el colombiano le dice: "Lo que pasa es que usted no sabe nada de cine!", a lo cual el autor de Un perro andaluz y Viridiana, responde tranquilamente: "En cuarenta años, es la única persona en el mundo que me ha dicho la verdad". Ese día nace entre los dos una sólida amistad, a tal punto que en la película En este pueblo no hay ladrones (basada en el famoso cuento de García Márquez y dirigida por Alberto Isaac), Buñuel hará el papel de cura, en tanto que el propio Gabo será el taquillero de un cine de pueblo. En esa pequeña joya del cine también actúan Juan Rulfo, Eleonora Carrington, José Luis Cuevas, Carlos Monsivais y Abel Quezada.

Entretanto, el colombiano prepara su primer guión cinematográfico: Tiempo de morir (que bajo la dirección de Arturo Ripstein, Jr., se estrenará con honores en Bogotá y Cartagena en 1965). Con Carlos Fuentes escribe el guión basado en el texto El gallo de oro, de Juan Rulfo, y colabora en innumerables películas mexicanas durante esos primeros años de la década de los 60's.

*  *  *

Los primeros cinco años en México son aparentemente años de esterilidad literaria. Algunos dirán que García Márquez trata de sublimar ese "infierno exquisito" escribiendo guiones y argumentos para el cine, notas para revistas frívolas y textos publicitarios.
Es posible que fuera cierto. Un día, mientras se dirigía a Acapulco con su familia para disfrutar de una semana de vacaciones, sintió una súbita iluminación en la mente: algo en lo más profundo del inconsciente le reveló que la totalidad de la historia de Macondo, su pueblo mítico, podía contarla con la misma forma narrativa con que su abuela materna contaba las historias de su cotidianidad.

Sin más procedimientos técnicos ni asimilaciones forzosas de sus maestros literarios, podría contar de manera infinita los mil y un acontecimientos reales y ficticios que desde hacía más de veinte años guardaba en su cabeza y se moría por contarlos. García Márquez no vaciló un solo instante. Le explicó a su esposa de manera rápida la epifanía que acababa de sentir y dio un viraje al automóvil rumbo a la Ciudad de México.

Canceló trabajos y compromisos, se encerró en su estudio de la Calle 19  en San Ángel Inn, y después de planear cuidadosamente la estructura de la novela, se sumergió día y noche durante dieciocho meses ---entre julio de 1965 y marzo de 1967---, dejando en manos de Mercedes el mantenimiento de la casa, quien tuvo que empeñar los electrodomésticos y fiar más de una vez el mercado familiar.
Cuando terminó de escribir la prodigiosa saga de los Buendía, envió el original al editor argentino Paco Porrúa, director de la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, quien quedó deslumbrado cuando terminó de leer los primeros capítulos. El 30 de mayo de 1967 apareció la primera edición de Cien años de soledad, la cual se agotó durante las semanas iniciales. El éxito mundial, no solo en lengua española, sino en las principales lenguas del mundo, es inatajable.
Desde la publicación de la novela, los críticos y lectores comienzan a hablar del "realismo mágico", o sea el conjunto de asuntos aparentemente irreales, que por ejemplo, para un europeo, resultarían totalmente inverosímiles. Esto es producto de la multiplicidad de razas, etnias y costumbres existentes en América Latina, pero específicamente en un país como Colombia, en el cual confluyen habitantes, leyendas, mitos y hábitos del Caribe, la cordillera de los Andes, el Amazonas, los Llanos Orientales, el océano Pacífico, el Chocó afroamericano, la montaña antioqueña y las juglarías vallenatas.
Todo lo anterior suma una riquísima imaginería popular, llena de ficciones y realidades que provienen de ancestros africanos, moriscos, judíos, españoles, indígenas y sajones.
Cien años de soledad, desde el punto de vista histórico, y Macondo, desde el geográfico, son un comprimido que en sí contiene todos estos elementos y aun otros de la cosecha de García Márquez, recogidos de esa siembra multifacética.
Así, en una narración en apariencia lineal, el lector se va dando cuenta de que el tiempo se ha detenido, o que transcurre a saltos de rana, unas veces hacia adelante, otras hacia atrás y una y otra vez nos hallamos de pronto en el punto de partida.
Y así continuamente se dan adelantos de lo que va a ocurrir o antecedentes de lo que sucede en un instante del que nunca estamos seguros de si es éste, el de más allá u otro cualquiera que nos obliga a mantenernos en una alerta constante, y nos sumerge en un mundo que termina por ser el nuestro sin que apenas nos demos cuenta.
Es el mecanismo de la memoria, individual y colectiva, que recuerda sin orden ni concierto aparentes, pero ceñida a una lógica inviolable. Todo está ahí, sólo que no se presenta a través de una organización cronológica sino a trancos, obedeciendo a estados de ánimo, a estímulos tanto externos como internos.
Cada personaje está encerrado en sí mismo aunque participe de la vida de todos los demás. Cada uno tiene su universo propio, que a la vez influye sobre el de los otros, y viceversa, pero las relaciones están siempre signadas por el hecho de que la soledad de todos y la de cada uno, gira en círculos concéntricos, o mejor, en un solo círculo que envuelve a los demás, y desde luego, a nosotros los lectores, que de una u otra manera pasamos también a ser parte de Macondo.
La fama universal corona a Gabriel García Márquez. La vida se parte en dos, y para escapar al precio de la celebridad, se ve obligado a viajar a España y radicarse en Barcelona, ciudad donde vivirá con su familia durante ocho años.
Entre 1967 y 1975, sus libros se reeditan. Pablo Neruda declara que "Cien años de soledad es el Quijote de América" y años después, cuando le es concedido el Premio Nobel al chileno, dice que García Márquez es quien merecía el galardón.
Por su parte, el novelista peruano Mario Vargas Llosa hace un viaje al corazón de Macondo, investiga archivos y bibliotecas en Colombia, indaga amistades y familiares del escritor de Aracataca, y en 1971 da a la luz un voluminoso ensayo titulado García Márquez. Historia de un deicidio.
En 1970 publica el Relato de un náufrago y dos años más tarde da a conocer un libro con siete cuentos, escritos para adolescentes, con el estilo periodístico y al mismo tiempo cautivante en su reinvención de la realidad, que lo caracteriza. Se titula La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, en el cual se destacan relatos como Un señor muy viejo con unas alas enormes (llevado al cine bajo la dirección de Fernando Birri), El ahogado más hermoso del mundo y El último viaje del buque fantasma. En este cuento, García Márquez experimenta la prosa de múltiples voces en un solo párrafo extensísimo, que luego llevaría a territorios narrativos más vastos como en la novela El otoño del patriarca.
Para la redacción de esta obra de ambiente caribeño, Gabo hace una minuciosa travesía por las islas del Caribe, pasando por Surinam, Guyana, Venezuela y el Caribe colombiano.
En los años setenta, García Márquez recibe diversos reconocimientos. Al delirio poliglota por su obra se suman doctorados como el Honoris Causa otorgado por la Universidad de Columbia, en Nueva York, el Premio Chianchiano en Italia y el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia.
Durante estos años vuelve al periodismo y ejerce una decisiva influencia en América Latina y el Caribe, a través de sus escritos políticos y su "periodismo militante". Vuelve a Colombia y funda en Bogotá la revista "Alternativa" en donde da a conocer sus textos y crónicas sobre asuntos sociopolíticos del Tercer Mundo. Y es en esa misma época cuando declara su adhesión cotidiana a la Revolución Cubana.
En 1972 recibe en Caracas el Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos" por Cien años de soledad. El 2 de agosto de ese año, en ceremonia pública, recibe el galardón y enseguida hace pública donación del monto al Movimiento al Socialismo (MAS), partido de orientación marxista dirigido por Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez. Por esta misma época, en Venezuela le publican su libro Cuando era feliz e indocumentado, que reúne crónicas escritas durante su estancia en el país bolivariano.
Estrecha sus lazos de amistad con el Comandante Fidel Castro, con Omar Torrijos, Julio Cortázar, Graham Greene y multiplica sus actividades periodísticas y políticas, a favor de los sandinistas en Nicaragua.
En 1975, luego de la publicación de El otoño del patriarca, García Márquez y su familia retornan a su casa de México. Durante la segunda mitad de la década viaja a Angola y escribe sobre la "Operación Carlota" (los cubanos en Angola). La izquierda de su país lo proclama candidato presidencial, pero el escritor rechaza el ofrecimiento, alegando "timidez para hablar en público".
Entretanto, en Bogotá, el Instituto Colombiano de Cultura (COLCULTURA), publica una selección de textos periodísticos del novelista, titulada Crónicas y reportajes, bajo la dirección del poeta, ensayista e investigador literario Juan Gustavo Cobo Borda.
En 1976, en una sala de cine de Ciudad de México, Gabo es agredido físicamente por el escritor peruano Mario Vargas Llosa ---de quien lo separa una seria divergencia ideológica---, por razones personales nunca reveladas.
En 1977 acompaña al general Torrijos a Washington a la ceremonia de la firma de devolución del Canal de Panamá. Como en años anteriores el Gobierno norteamericano le ha negado la visa, Torrijos lo disfraza (lo mismo que a Graham Greene) de oficial panameño y así logra burlar a la inmigración gringa.
Viaja a la Unión Soviética, a países de Europa Oriental y a Vietnam. Reasume su viejo oficio de columnista de opinión en el diario El Espectador de Bogotá y publica libros y folletos como De viaje por los países socialistas, La batalla de Nicaragua, Los sandinistas y Así es Caracas. Por esos días, bajo la dirección del cineasta mexicano Jaime Humberto Hermosillo, se filma María de mi corazón, con guión y argumento del autor colombiano.
Dirige una entidad de carácter humanitario llamada "Habeas", lo cual lo lleva a entrevistarse con el rey Juan Carlos de España. Durante su visita al papa Juan Pablo II, García Márquez y el Sumo Pontífice se quedan encerrados, sin llaves, en la Biblioteca Vaticana.
En 1980 viaja a Nicaragua para participar enla celebración del primer aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista. Allí se encuentra con los presidentes Fidel Castro, Yasser Arafat y Daniel Ortega y departe con Tomás Borge Martínez, Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez. De regreso a Colombia, comienza a publicar una columna semanal en El Espectador de Bogotá, la cual aparece de manera simultánea en otros diarios del mundo.
Estando en la capital colombiana, a principios de 1981, García Márquez se asila en la Embajada de México en Colombia, tras conocer una amenaza de allanamiento a su residencia, acusado de guardar armas para la guerrilla del M-19. Ese mismo año, el presidente de Francia, Francois Mitterrand le otorga la Orden de la Legión de Honor, en el grado de Comendador y publica su novela Crónica de una muerte anunciada, magistral recreación de una historia real, en donde Gabo da una lección de cómo se puede escribir bien una crónica roja y una novela policial.
Publica también un hermoso y patético cuento titulado El rastro de tu sangre en la nieve (recogido años después en Doce cuentos peregrinos) y el primer volumen de su Obra periodística, titulado Textos costeños, fruto de la investigación y compilación del profesor francés Jacques Gilard.
Entre 1982 y 1983 aparecen la segunda y tercera parte de su Obra periodística, con los nombres de Entre cachacos y De Europa y América y un texto de conversaciones con su colega y amigo Plinio Apuleyo Mendoza, titulado El olor de la guayaba.

El 21 de octubre de 1982, Colombia y el mundo vibraron de emoción unánime al conocerse la noticia de que Gabriel García Márquez había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura en reconocimiento a su obra creadora. Entretanto, el gobierno cubano le otorga la Orden "Félix Varela". El 10 de diciembre del mismo año, Gabo hizo en Estocolmo un Brindis por la poesía y pronunció también un discurso que se conoce como La soledad de América Latina.
Allí, el novelista y periodista colombiano expresó:
"América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.
"No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
"Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios".
Y culmina diciendo:
"Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en el trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.
"En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la  existencia del hombre: la poesía".

*  *  *

Después de la obtención del Premio Nobel, García Márquez vive y escribe, repartiendo su tiempo entre la Ciudad de México, La Habana, Cartagena de Indias y Bogotá.
Dedica todas sus energías al periodismo testimonial y publica un guión cinematográfico titulado El secuestro, basado en acciones de los sandinistas contra la cruenta dictadura de Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua. El cineasta colombiano Jorge Alí Triana estrena una nueva versión de Tiempo de morir y la Editorial Seix Barral de Barcelona publica en dos volúmenes Narrativa completa de Gabriel García Márquez.
A finales de 1985, aparece en Oveja Negra de Bogotá su novela El amor en los tiempos del cólera, considerada por el propio autor como su mejor logro narrativo.
Al año siguiente se traslada a La Habana y con el apoyo entusiasta del Comandante Fidel Castro, preside la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y más tarde funda la Escuela Internacional de Cine y Televisión, de San Antonio de los Baños, donde se capacitan en todos los secretos del "séptimo arte" millares de estudiantes de América Latina, el Caribe y el Tercer Mundo.
Publica una crónica titulada La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, considerada una obra maestra del género periodístico y a la vez una sátira a la grotesca y sangrienta dictadura de Augusto Pinochet. El escritor anglo-hindú Salman Rushdie saluda el libro como "una cola de asno para Pinochet".
En 1987, intelectuales y lectores en Europa y las Américas celebran el vigésimo aniversario de la publicación de Cien años de soledad y ese mismo año, termina de escribir su primera obra de teatro, Diatriba de amor contra un hombre sentado (la cual sólo se estrenará hasta 1994) y se proyectan las series filmadas de Amores difíciles y la película Crónica de una muerte anunciada, dirigida por el realizador italiano Francesco Rossi.
Durante un viaje a la Unión Soviética, sostiene un encuentro con el presidente Mijaíl Gorbachov, quien ha manifestado en varias oportunidades su admiración por el escritor colombiano. Al estrecharle la mano, el autor de Cien años de soledad le expresa:
--- Es la primera vez que un secretario general del Partido Comunista Soviético es más joven que yo.
Al terminar la década de los ochenta, se estrena la película Un señor muy viejo con unas alas enormes, dirigida por el poeta y realizador argentino Fernando Birri. El colombiano Cobo Borda edita Los cuentos de mi abuelo el coronel y el 6 de marzo de 1989 ---día de su 62 cumpleaños--- aparece su novela El general en su laberinto, basada en los últimos días del Libertador Simón Bolívar. Este libro enciende arduas polémicas a todo lo largo del continente americano.
La década de los noventa es de gran actividad literaria y periodística por parte de García Márquez. En La Habana, el poeta Víctor Rodríguez Núñez publica La soledad de América Latina. Escritos sobre arte y literatura, 1948-1984; en Madrid, España, aparece Notas de prensa, 1980-1984, como cuarto volumen de su Obra periodística, y el libro Doce cuentos peregrinos, en donde muchos de los relatos allí incluídos resultan ser variaciones de crónicas y noticias publicadas en periódicos años atrás.
En 1993 funda y dirige en Cartagena de Indias la Escuela de Nuevo Periodismo Latinoamericano, con miras a formar periodistas ágiles, modernos, carentes de prejuicios académicos y anquilosamientos sectarios, porque como bien dice el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, hay dos facetas fundamentales en García Márquez: "por un lado, el cronista vital de lo inmediato, preciso y minucioso, que hace un uso certero de cifras, horas y fechas, con un respeto maniático por los detalles, y por el otro lado, el narrador que reinventa el tiempo con sus cronologías circulares, con sus eternos retornos, sus conversaciones de difuntos y sus maravillosas desmesuras. Estas desmesuras, sin embargo, no son caballos desbocados. Al contrario, el gran narrador traslada del periodismo a la literatura muchas armas de la verosimilitud: es más fácil creer en lo maravilloso, en lo inventado, si alguien nos lo cuenta con precisión de cronista".
En 1994 publica una nueva novela, Del amor y otros demonios, donde hace gala una vez más de un estilo elegante y ameno y donde (también, una vez más) la realidad "real" y la realidad ficticia se confunden en una deliciosa totalidad narrativa en donde se pierden los linderos de la novela y del periodismo.

* * *

En 1996, García Márquez publica Noticia de un secuestro, su obra periodística más completa y extensa, un libro en el cual su autor despliega todo lo mejor de sus energías como reportero y narrador.
En ella, Gabo reconstruye minuciosamente , con lujo de detalles, los secuestros de Diana Turbay Quintero (periodista, hija del ex presidente Julio César Turbay Ayala, desafortunadamente muerta durante el operativo de rescate), Maruja Pachón de Villamizar, Francisco Santos Calderón (entonces jefe de redacción del diario El Tiempo, hoy vicepresidente de la república de Colombia), y otros destacados periodistas y personalidades de la vida nacional.
En este libro, verdadera obra maestra del periodismo universal, los acontecimientos de la realidad se confunden con los de la ficción, para felicidad del lector, pues cada detalle de los secuestros son relatados con tal veracidad que parecen mentira.
Con Noticia de un secuestro, Gabo consolida su convicción de que el periodismo en un género perteneciente al reino de la literatura. Recordemos que ya antes, había publicado un relato (de un náufrago) y una crónica (de una muerte anunciada).
El 28 de agosto de 1999, el lector Camilo González Díaz le pregunta en carta publicada en la revista Cambio, si en base a lo anterior, se podría esperar de García Márquez un libro que sea una entrevista. La respuesta de Gabo es rotundamente negativa. Pero aclara:
    “He omitido a conciencia la entrevista como género, porque siempre la he tenido aparte, como esos floreros de las abuelas que cuestan una fortuna y son el lujo de la casa, pero nunca se sabe donde ponerlos. Sin embargo, es imposible no reconocer que la entrevista ---no como género sino como método--- es el hada madrina de la que se nutren todos. Pero no me parece un género en sí misma, como no me parece tampoco que lo sea el guión en relación con el cine”.

Y agrega:
"Mi problema original como periodista fue el mismo de escritor: cúal de los géneros me gustaba más y terminé por escoger el reportaje, que me parece el más natural y útil del periodismo, el que puede llegar a ser no sólo igual a la vida, sino más aún: mejor que la vida. Puede ser igual a un cuento o una novela con la única diferencia ---sagrada e inviolable--- de que la novela y el cuento admiten la fantasía sin límites, pero el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma. Aunque nadie lo sepa ni lo crea.
"Nunca se aprenderá a distinguir a primera vista entre reportaje, crónica, cuento y novela. Pregúnteselo a los diccionarios y se dará cuenta de que son los que menos lo saben. Es un problema de métodos: todos los géneros mencionados tienen sus puertos de abastecimiento en investigaciones y testimonios, en libros y documentos, en interrogatorios y encuestas, y en la creatividad torrencial de la vida cotidiana. Y sobre todo en entrevistas hechas no para publicar dentro de los formatos convencionales del género, sino como viveros de creación y de vida de todos los otros. Y dicho esto habría que reconocer que la entrevista es el género maestro, porque en ella está la fuente de la cual se nutren todos los demás.
"Esto podría ser una demostración más de que las definiciones de los géneros periodísticos son aproximadas o confusas, pero la finalidad primordial de todos es que el lector conozca a fondo hasta los pormenores ínfimos de lo que pasó. Todos ellos comparten entre sí la misión de comunicar, y el problema esencial de los comunicadores no es ni siquiera que nuestro mensaje sea verdad, sino que nos lo crean".
En lo referente a su libro Noticia de un secuestro, García Márquez expresa lo siguiente:
"Noticia de un secuestro es en efecto la reconstrucción completa de una noticia espantosa que estuvo viva y dinámica en Colombia durante doscientos sesenta y dos días, por los secuestros continuados de diez personas importantes con una finalidad única: impedir que la Asamblea Constituyente aprobara la extradición de colombianos a los Estados Unidos. La clasificación estructural sería válida como un reportaje puro, porque todos los datos son verídicos y comprobados. Pero también el título se puede sostener, porque es una sola noticia basta y compleja desde sus orígenes primeros hasta sus últimas consecuencias".
Y termina diciendo:
"No usamos grabadoras, porque las mejores de aquel tiempo eran tan grandes y pesadas como una máquina de coser, y el hilo magnético se embrollaba como cabellos de ángel. Aún hoy sabemos que son muy útiles para recordar, pero nunca hay que descuidar la cara del entrevistado, que puede decir mucho más que su voz, y a veces todo lo contrario.
"(En el caso de Relato de un náufrago)... Tuve que tomar notas en un cuaderno de escuela y eso me obligó a no perder una palabra ni un matiz de la entrevista, y a tratar de profundizar a cada paso. Gracias a esos cuidados, tropezamos de pronto con la causa del desastre, que hasta entonces no se había dicho: la sobrecarga de aparatos domésticos mal estibados en la cubierta de una nave de guerra. ¿Qué fue esto sino una entrevista exhaustiva en más de veinte horas de interrogatorios para averiguar la verdad? Sin embargo, yo la había conocido mejor que el lector en un cuento contado de viva voz con suspensos diarios: un relato fascinante".

* * *

En 1999 se convierte en presidente del Consejo Editorial de la revista Cambio, con lo cual cumple un sueño de dedicarse por completo al periodismo. En su oficina del norte de Bogotá, rodeado de jóvenes y entusiastas reporteros y bulliciosos buscadores de noticias, quebrantando su costumbre de escribir absolutamente concentrado en un estudio solitario a prueba de ruidos, García Márquez volvió de nuevo a publicar deliciosas crónicas semanales e incluyó una novedosa sección, "Gabo contesta", en la cual se propuso responder cartas de los lectores acerca de su relación entre el periodismo y la literatura.
Por aquellos días sufrió serios quebrantos de salud que lo obligaron a guardar reposo durante largos meses. Su vida transcurrió entre Ciudad de México, La Habana y Los Ángeles (ciudad donde reside su hijo, el laureado cineasta Rodrigo García Barcha) y fueron estos años durante los cuales escribió el primer volumen de sus memorias, a las cuales tituló Vivir para contarla, cuya edición inicial se lanzó en Bogotá el 8 de octubre de 2001.
Entretanto, se publicó el tomo quinto de su monumental Obra periodística, titulado Por la libre y en 2003 publicó Memoria de mis putas tristes, un hermoso homenaje al maestro japonés Yasunari Kawabata, Premio Nobel de Literatura en 1968, cuya novela La casa de las bellas durmientes había conmovido años atrás al novelista colombiano.
En la actualidad Gabo perfecciona un libro de cuentos y prepara la segunda parte de sus memorias, situadas entre su partida para Europa en 1955, la escritura y publicación de Cien años de soledad y la obtención del Premio Nobel, máximo galardón de la literatura, en 1982.

Resumen de la cátedra "Gabriel García Márquez, periodista", dictada en el Instituto Internacional de Periodismo "José Martí" de La Habana, Cuba, durante el I Semestre de 2005 por José Luis Díaz-Granados

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