La columna de Víctor Montoya
El bolígrafo, junto al lápiz y la pluma fuente, es el instrumento manual más utilizado por los escritores en el proceso de la escritura, no en vano se dice que si el guerrillero carga su fusil tanto en la trinchera como en la línea de fuego, el escritor carga su bolígrafo tanto en el bolsillo de la camisa como en el bolsillo de la chaqueta; ambos dispuestos a usar sus armas en una contienda donde las balas hacen correr sangre y las palabras hacen correr tinta.
El bolígrafo, a diferencia del fusil, se caracteriza por su punta de escritura, generalmente de acero o tungsteno, que sirve para regular la salida de la tinta sobre el papel, a medida que se la hace rodar como la bola de un desodorante en las axilas. El tubo que contiene la tinta es de plástico o metal, y se encuentra en el interior de un armazón que permite asirlo entre los dedos con cierta comodidad. Dicho armazón está compuesto de base y tapón, con diversos mecanismos que sacan o retraen la punta de la carga para protegerla de golpes y evitar que manche el bolsillo cuando se lo lleva sujeto por su clip.
El bolígrafo se hizo necesario desde el instante en que el hombre se puso a escribir con tinta. En principio se usaron las plumas de aves, con cuyo cálamo se escribía en papiros, pergaminos y papeles. Sin embargo, mientras más se multiplicaban los escritores, las aves corrían el riesgo de pasar a ser especies en peligro de extinción. De modo que, entre las luces y las sobras de la Edad Media, a los amantes de la naturaleza se les ocurrió la brillante idea de inventar las plumas metálicas. El enciclopedista francés Denis Diderot, refiriéndose a la pluma estilográfica en 1757, la describió así: "Es una especie de pluma hecha de tal manera que contiene cierta cantidad de tinta, que escurre poco a poco y permite escribir sin tener que tomar tinta nuevamente".
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- Por Víctor Montoya
Los escritores tienen manías que arrastran a lo largo de la vida, desde el instante en que son una suerte de náufragos que viven recluidos en una isla a lo Robinson Crusoe. El mismo acto de la escritura es, por antonomasia, una manía de solitarios, en cuyo trance nadie puede echarles una mano ni soplarles al oído lo que deben o tienen que escribir.
Las manías de los escritores son tan diversas como las de todos los mortales. He aquí algunos ejemplos: los escritores como Vargas Llosa se parecen a los peones que, una vez aseados y encerrados en el escritorio, se entregan a merced de su imaginación desde las primeras horas de la mañana, sin permitir que nada ni nadie los interrumpa en el instante de la inspiración; ese misterioso soplo que a uno lo toca en el proceso de la creación.
Otros no soportan cambiar de bolígrafo o color de tinta, como José Miguel Ullán y Tom Sharpe, quienes, además de usar estilográficas baratas, escriben primero a pulso y luego a máquina. Cortázar casi siempre leía los libros sorbiendo mate del poro y con un bolígrafo en la mano, para anotar comentarios al margen de las páginas, subrayando algunos párrafos hasta la extenuación o, simplemente, corrigiendo las erratas que en algunas ediciones se esconden como alimañas entre renglón y renglón. Faulkner escribía siempre sobre papel azul, Goethe lo hacía sentado en un caballito de madera, Dostoievski caminando por la habitación, Günter Grass con una estilográfica Montblanc y en un rincón de su estudio de pintura.
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- Por Víctor Montoya
No es frecuente que las obras de autores bolivianos sean vertidas a otros idiomas. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha incrementado el número de cuentistas y novelistas cuyas obras se leen tanto dentro como fuera de Bolivia. Éste es el caso del escritor Víctor Montoya, quien nos presenta la versión alemana de sus libros Erzählungen der Grausamkeit (Cuentos violentos) y Die Legende vom Tio – Gottheit der Minen und dem Bergwerk (Cuentos de la mina), que aparecieron a principios de este año bajo el sello de la editorial austriaca MackingerVerlaget.
Los libros, traducidos por la hispanista alemana Claudia Wente, están a disposición de los lectores de Alemania, Austria, Suiza y otros países de lengua germana. Se los puede adquirir tanto en las librerías como a través del portal digital de la editorial MackingerVerlag.
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- Por Leo Larsen
No cumplí con la solicitud de los torturadores, pero sí con el deseo de usar la literatura como arma de denuncia y protesta. Así empecé a escribir, con letra menuda y apretada, las primeras páginas de Huelga y represión, un libro situado a medio camino entre el testimonio personal y la historia novelada, cuyo primer manuscrito se escabulló por los barrotes de la cárcel gracias a la complicidad de mi madre, quien sacaba las páginas sueltas, bien plegadas y camufladas, cada vez que venía a verme con las esperanzas de que pronto recobraría la libertad.
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- Por Víctor Montoya
Los cuentos de Cáceres Romero, que en el fondo cuestionan la doble moral en torno a la sexualidad y los cánones de un sistema patriarcal, nos revelan la variedad de relaciones que se dan en una cultura compleja y contradictoria. Recrea con conocimiento de causa las historias en las cuales el matrimonio dura sólo hasta la misma noche de bodas o se declara el divorcio seis meses después de una luna de miel apenas disfrutada. Se tratan de parejas que, por motivos de infidelidad, conveniencia, presión social o incompatibilidad, están destinadas a romperse como vasijas de barro antes de que terminen de sonar los valses de Strauss.
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- Por Víctor Montoya
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- Por Víctor Montoya
Los tres números (1982-83), dirigidas por quien firma esta nota y editadas por el Instituto de Inmigrantes de Borås, son una muestra clara del impulso creativo de los implicados, pero también de la sencillez de una empresa sin afanes de lucro y hecho a puro pulmón. No en vano en la presentación del primer número se advierte que PuertAbierta nació como un medio de expresión de un grupo de escritores latinoamericanos en Suecia, con el fin de buscar una "PuertAbierta a la creación y al diálogo, para compartir criterios, preocupaciones, luchas y esperanzas que, al fin y al cabo, serán el reflejo de la creación cultural latinoamericana, para reencontrarnos a nosotros mismos, para llegar a Ser, a pesar de la distancia y la incomunicación. PuertAbierta para todos aquellos escritores, profesionales o no, experimentados o nuevos. PuertAbierta no es un medio de censura, sino un canal que pretende viabilizar la creación artística...".
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- Por Víctor Montoya
María Josefa Mujía (Sucre, 1812-1888), conocida también como la Ciega, escribió versos de dolor y de tristeza en la intimidad de su hogar. Sus biógrafos dicen que perdió la vista de tanto llorar la muerte de su padre a los catorce años de edad. Tenía una formación autodidacta y una inclinación natural a la versificación; único medio que le permitía transmitir con energía y precisión los sentimientos que le nacían desde lo más hondo de su ser.
María Josefa Mujía, considerada la primera poeta boliviana, alimentó su intelecto y su fantasía de la mano de su hermano Agustín, quien, además de leerle las obras de los clásicos del romanticismo español y francés, le dedicó su tiempo durante veinte años, prácticamente hasta el día en que él falleció en 1854. Desde entonces, y por cerca de treinta cuatro años, la poeta chuquisaqueña llevó una vida en soledad, privada del amor fraternal y sincero que le unía a su hermano, a quien le dictaba sus versos bajo la recomendación de no revelar jamás este "secreto". Sin embargo, conmovido por la temática de los poemas, Agustín faltó a la promesa y se los enseñó confidencialmente a un amigo. Ello bastó para que se divulgase la condición poética de María Josefa Mujía, ya que, poco tiempo después, su poema, "La ciega", apareció publicado en el periódico Eco de la Opinión de su ciudad natal.
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- Por Víctor Montoya
La lengua, como pocos órganos del cuerpo, tiene una libertad de movimientos en todos los sentidos y direcciones -proyecciones hacia afuera, retracción, descenso, elevación, desplazamiento lateral, acortamiento, arqueamiento y rotación-. Presenta, asimismo, un revestimiento superficial de mucosa, que rodea completamente su cara superior o dorso, donde están las "papilas gustativas", con sus diversas formas y tamaños.
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- Por Víctor Montoya
-¿Leíste ya el cuento de Alibech narrado en la tercera noche?
Me quedé como alma suspendida en el vacío. No sabía que el Tío conocía el Decamerón, obra medieval censurada por los padres de la Iglesia debido a sus blasfemias y su desmesurado erotismo.
-Y tú, sin ser ratón de biblioteca, ¿cuándo leíste a Boccaccio? -le pregunté a modo de despejar mi duda.
-No hace falta que lo lea -replicó-. Si conozco al dedillo las obras clásicas es porque algunas de ellas están inspiradas en mi existencia y en mi libre albedrío. Soy el protagonista de esas aventuras y de muchas otras que aún no se han escrito. Si gustas, y dispones de tiempo, puedo contarte algunas para que tú, como buen escribano del diablo, les des forma y les pongas color.
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- Por Víctor Montoya
A Mats Andersson lo conocí en el verano de 1983, por intermedio de la amistad de Larry Lempert, el anarcosindicalista con quien tuve la suerte de trabajar en una biblioteca de Tyresö, donde un día, mientras leía un libro sobre el maravilloso mundo de la literatura infantil, se apareció el amigo dibujante, agarrado de una bolsita repleta de medicamentos recetados por el médico. "Me han prohibido tomar vino", comentó con un dejo de resignación. Me quedé callado, pero sin dejar de mirarlo de punta a punta. Me llamó la atención su sonrisa franca, su contextura robusta, su melena y barba alborotadas y, sobre todo, su sencillez y preocupación por la problemática de los países del llamado Tercer Mundo.
Mats Andersson (Estocolmo, 1938 - 86), como la mayoría de los militantes de la izquierda sueca, abrazó la causa de los oprimidos y se identificó plenamente con los movimientos de liberación en Latinoamérica, Asia y África. Sus contribuciones, en su condición de dibujante profesional, se encuentran dispersas en diversas publicaciones alternativas de los años 60 y 70, aunque sus mejores creaciones están en los libros destinados a los jóvenes y niños, que él ilustró con pasión y sentido crítico. No existe niño sueco que no haya gozado con el valor estética de sus ilustraciones ni lectores adultos que no se hayan tropezado con sus dibujos satíricos contra los amos del poder.
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- Por Víctor Montoya
En el primer relato, ambientado en el edificio de un Instituto abandonado, nos permite entrar en un cuarto penumbroso y frío, donde tres amigos experimentan hechos inexplicables y enigmáticos, y en el que un libro abierto sobre una mesa, con una sola frase escrita en sus páginas, parece tener todas las explicaciones de un crimen recientemente ejecutado. Se trata de un suceso recreado al más puro estilo de Edgar Allan Poe y, desde un principio, se puede afirmar que la prosa de John Cuéllar, quien sabe tejer hábilmente los elementos de la realidad y la fantasía, nos hace vibrar con situaciones rodeadas por un halo de misterio y nos entrega una poderosa dosis de terror y espanto.
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- Por Víctor Montoya
El enanismo, conocido por el nombre científico de "dismorfismo", está en la Ceca y en la Meca, en el burdo comentario del necio y en el chascarrillo del gracioso que hace reír a mandíbula suelta, sin advertir que, su "complejo de gigante", es una flagrante agresión contra quienes padecen de esta anomalía involuntaria y acaso congénita.
Estos personajes de complexión diminuta, casi siempre cabezones y paticortas, fueron usados como animales exóticos en el castillo de los reyes y en la carpa de los circos, donde su presencia era tan notable como la de los monos y cacatúas de pintoresco plumaje.
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- Por Víctor Montoya