Tres mujeres para una (los poemas de Magali Alabau)

magali_alabau_001Algo del espíritu que animó a Les trois mousquetaires de Alexandre Dumas todavía necesitan las mujeres para exterminar las discriminaciones que sufren, sobre todo las solapadas. Las poetisas de cualquier ámbito también. No es casual que los tres mejores estudios sobre Magali Alabau sean de mujeres.

Exacta evidencia, aunque me desagravian mis críticas literarias sobre Carilda Oliver Labra, Fina García Marruz, Belkis Cuza Malé, Nancy Morejón, Lina de Feria, María Elena Blanco, Reina María Rodríguez...
Cuando me emociona una obra literaria, suelo buscar las críticas que ha recibido. Cualifico mi placer confrontándolo con las opiniones ajenas, leyendo biografías, visitando sus casas, como hice con Virginia Woolf en Londres y con Carson McCullers en Columbus... Y no sólo para la alegría de aprender, sino para volver a los textos desde ángulos desconocidos o apenas entrevistos.


Así me acaba de ocurrir con Magali Alabau y tres de sus exégetas, que por el orden de mi lectura han sido: Mabel Cuesta (El caracterizador ensayo en Indómitas al sol, Ed. Betania, Madrid, 2011); Milena Rodríguez Gutiérrez (El inteligente y documentado prólogo y la nota a Magali; en general la polémica Otra Cuba secreta, Antología de poetas cubanas del XIX y del XX, Ed. Verbum, Madrid, 2011); y Carlota Caulfield (El proemio a Dos mujeres, Ed. Betania, Madrid, 2011, que la reafirma como su mejor estudiosa).
Cuando la presenté hace unos días aquí en Miami, junto a Pepe Triana en el ya legendario La otra esquina de las palabras, observé cómo entre los daños ocasionados por lo que alguna vez fue la revolución cubana (1959-1968) y su secuela de horrores, se halla la incomunicación entre escritores y artistas de "dentro" y de "fuera", como parte de la insalvable división de la familia cubana. Nuestra generación -la misma de Magali Alabau- nunca la leyó hasta entrados los años 80. Y viceversa.
Después, ya entrando en mi lectura de sus poemas, recordé una anécdota de Marguerite Yourcenar para caracterizar la voz de Magali Alabau, en el sentido de su ethos, a través de lo que sus poemas logran proyectar. Cuenta la gran escritora belga que su padre acababa de perder en Montecarlo sus últimas propiedades. Ella, angustiada, le preguntó qué sería de ellos. La respuesta de Michel-René Cleenewerck de Crayencour la acompañó como guía durante toda su vida. Dijo: "No es nada. No somos de aquí. Nos vamos mañana".

José Prats Sariol. Cuba 1946. Hizo estudios de Literatura en la Universidad de la Habana con José Lezama Lima. Crítico literario, novelista, ensayista y profesor universitario, ha publicado una extensa obra entre la que se cuentan las novelas Mariel (1997, 1999), Guanago Gay (2001) y los Estudios sobre poesía cubana (1988), Criticar al crítico (1983), Fabelo (1994) y Lezama Lima o el azar concurrente (2010). José Prats Sariol emigra a México y luego a Estados Unidos.Prats Sariol hizo parte del grupo de críticos literarios que preparó la edición cumbre de Paradiso, la novela de José Lezama Lima para la UNESCO en 1988. Ha ofrecido conferencias en universidades y centros culturales de Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Alemania, Holanda, Italia, México, Noruega, Rusia, España, Suecia, Suiza, Estados Unidos y Venezuela.prats_003

La marca que logra transmitir se corresponde con la "guía" presocrática de Yourcenar. Y es sesgo de su proyección estilística, claro está, no de sus "experiencias". Su más reciente cuaderno reafirma esa suerte de excursión suelta -sin ataduras- por la vida, siempre conversando con ella misma. Dos mujeres dialoga con la actriz que no ha dejado de ser, con los personajes que ha ido dejando en los vericuetos de su andar, "ligera de equipaje" -como leyó en Antonio Machado.
De Electra, Clitemnestra (1986) a hoy, la también directora teatral poco a poco ha añadido un sutil ingrediente a su espíritu de no dejarse amilanar por tropiezos y escollos, discriminaciones y traiciones. Ella siempre -como Odiseo- llega. A Ilión o a New York, a Woodstock o a la Escuela Nacional de Arte de La Habana, donde comenzó a estudiar teatro... Pero esos tumbos lejos de endurecerla hacia un cinismo escéptico y desalmado, progresivamente la han llevado -como demuestra su dedicación a los animales- a un toque amoroso, perceptible en el arco o espiral de sus poemas, donde logra atemperar la alteridad, la sombra y el ritual, que como señala Mabel Cuesta consolidan su voz.
Poetisa entre los más fuertes dentro de los poetas cubanos de ahora mismo, no necesita divisiones de género o exilio o ciudad para erigirse entre los mejores de la poesía de habla hispana actual. Hemos llegado a Ilión (1995) mantiene un vigor expresivo que salta sobre su locación, sobre las referencias a Cuba. Dos mujeres consolida entre los círculos de lectores no sólo su constante afición transgresiva sino -como bien señala Carlota Caufield- la "intrincada oralidad de Alabau".
Esta sagaz observación me dio el placer de releer los tres actos en que divide el largo poema autobiográfico: I. Al espejo vuelves; II. La más heroica de las amazonas; III. Adioses diferentes. Pude verificar que la "pasajera inútil" no sólo gusta mucho de las paradojas existenciales -donde estamos inmersos-, sino de que el texto parezca tan espontáneo como la reacción de un transeúnte cuando le preguntan una dirección.
La tonalidad confesional del diálogo tiende un puente entre las dos tendencias fundamentales que enmarcaron a los poetas nacidos en torno a la Segunda Guerra Mundial, que surgen a fines de los años sesenta. De una parte los "coloquialistas" o "exterioristas" o "antinerudas" y "antilezamas" -ya presentes en la promoción anterior-; y de otra los que atemperan los manierismos versales, tropológicos y culteranos, sin salir de ellos. Ella se sitúa por predominio en los "conversacionales", pero como sucederá muchos años después - a partir de fines de los 90- con la generación biológica de nuestros hijos, ya tiene mucho del eclecticismo posmoderno, de no rehusar ninguna línea expresiva.

Magali Alabau. Escritora, poetisa, actriz y directora de teatro, nacida en Cienfuegos, Cuba, en 1945. Ofrece una obra lírica de sostenida calidad desde que publicó su primer poemario Electra y Clitemnestra, premio de poesía latina del Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York. Ha publicado también los poemarios La extremaunción diaria, Hermana, Hemos llegado a Ilion, y Liebe. La editorial Betania tiene en imprenta su libro Dos mujeres. Sus poemas han aparecido en diversas antologías, entre las que destaca Indómitas al sol. Cinco poetas cubanas de Nueva York (Betania, Madrid, 2011). Reside en Woodstock, New York.

Un ejemplo nada espontáneo -salvo en versos irónicos- dice: "Oh, Ifigenia, / ¿qué ómnibus te espera para llevarte / hacia el aprendizaje de la piedra?" Otro, de sugerente riqueza metafórica: "¿Quién es ese que se ha hecho / testigo, / que no opina / ni maldice, / que se hace pasar / por un mueble callado / o un mendigo oyendo los susurros / del viento?" En efecto, es muy "intricada" (Carlota Caufield, p. 7) la oralidad de Magali Alabau, y por ahí hallamos mucho de su singularidad estilística, como parte de su aptitud -con pe- transgresora, sin muros berlineses en lo filosófico o fronteras académicas en lo estético y en lo artístico.

Porque Dos mujeres -no además sino a la vez- dialoga sin prejuicios con la existencia, con la suya que se pluraliza. Y no se escurre ni de erotismos ni de desafíos ontológicos, aunque forme una paradoja, porque no es verdad que estemos "en este planeta tan binario". Erotismo más allá de géneros, cuando "empujan el deseo / que desliza la palma / de mi mano a tu cintura, / a la noche festiva, / hacia el baile, / cadencia de tu cuerpo / haciendo mi lengua / miel y sal." Desafíos al tiempo inexorable cuando "los objetos vueltos testimonio / parados en el cuarto / no te dejan ir, te echan".
No creo que el dolor -como afirma Carlota Caulfield- sea el signo de su discurso... Me parece que Magali Alabau al conocerlo logra vencerse en la caricia a una imagen de sor Juana Inés de la Cruz o al hocico alegre de un perrito. Sus "llamas" -las del "corazón" en el epígrafe de Ana Ajmatova- prosiguen ardiendo, viviendo, escribiendo.
¿Acaso no es nada porque no somos de aquí y nos vamos mañana? Con tal guía se inventa a sí misma y nos inventa, cuando dice: "Pero todavía no, / no todavía".

EL AMOR ESCAPA

El amor escapa,
las palabras se vuelven callejeras
y cansadas
se distribuyen en otros hallazgos
en el día ocupado
en trincheras diarias.

Sientes como huye aburrido,
te deja abandonada.
Mejor no atiendas su intención
ni la bocanada de aire que se va
con él hacia otro lado.

¿Dónde estoy?
¿En qué árbol?
¿En qué bosque?
En algún sentimiento,
en la ventana mirando
todo cubierto de nieve.
En una nota
que rasga algún recuerdo,
algún camino, algún paseo
donde sentiste otro
que no es nadie
pero que está
acompañando tus pasos,
ese yo pero gigante
oliendo asfalto.

Flotar en el espacio,
imaginar el lado de algún rio,
el principio de la noche.
No tener que volver
a ningún sitio.

Yacer ensimismada en ese espacio
donde la luna abierta plateada plenitud
posará sus pedazos en el agua.
No pensar en nada,
sólo en ese puro espacio
de luz aguardándote.

Es hora de irse,
de apagar las luces,
fijarte aunque no quieras
en lo que has de usar,
en lo que tendrás que llevar
aunque no quieras.
En las fotografías que puedan contar
la historia de tu vida.
¿Qué colocar en este cuadrado de maleta?
Una sola dijiste o te dijeron.
Todavía es mucho para cargar un rato.

Antes de irte
quema los libros.
No querrán el maltrato
de otro dueño, no querrán servir
ni ser rehenes de estaciones,
del frio invernal, de la humedad
del abandono.

¿Cuál llevas?
¿Alguno preferido?
¿Cómo dejar los otros?
Mira la estancia
por primera vez vacía.
Te velarán como a los muertos
y en algún instante
el aire entrará por la ventana que inventaste,
donde viste trenes y trenes,
donde fuiste un pasajero
caminando con lentitud
las calles de algún pueblo.

Dejaste la puerta entreabierta
y el radio puesto.
Aún engañabas a los que dejabas,
a lo que quedaba,
de lo que ya no dispones.
Entre la puerta y la salida a la calle
está esa escalera estrecha y sucia
en que alguna vez sentada
esperabas por las llaves,
por alguien que abriera las cobijas,
por un vecino que dijera la palabra adecuada.
Ahora tus pasos son firmes y apurados.
Ya no habrá más esperas.

Todo es fácil porque nadie espera.
Ya ni siquiera el perro pequeño y negro
que te acompañaba.
Un amigo, como dicen siempre,
se lo llevó al campo.

Nadie te espera
pero como has decidido
no montar el tren equivocado
has inventado personajes que te recibirán,
aunque no quieras, en ese lugar improvisado.
Has evitado las despedidas,
ese círculo de piel y sangre
que es tuyo y de los otros.
Le has dado un beso escurridizo
como esos que se dan cuando corres
y no quieres ver el horror en otros rostros.
Pero está en la sala la gran comitiva
de tus alianzas mirándote, están serios
como en las funerarias.
Nada miro, nada puedo, esas miradas
son golpes en el vientre.
Cierro las mandíbulas, algunos adioses
me sorprenden a pesar que he dicho
no a las lágrimas,
brotan de tantos ojos.
Corro, corro, hasta esconderme.

Corro a la calles
que el viento me atragante,
áspero viento que rompe las páginas,
que rompe el recuerdo de esos otros.

Las puertas se cerraron
el olor a esa tranquilidad del día,
a ese tiempo sin fin, eternidad de infancia
cerró aldabas, el féretro, la caja de pino
que querías.

Y en qué transporte
indagas por los seres que quieres encontrar,
que aún no existen
pero que inventarás
porque necesitas un suelo,
una llave que abra el corazón,
que haga olvidar esos recuerdos.

Eres el cero, la nada, un hotel
deshabitado con luces de neón.
¿Cómo te llamas?
Lo único que tienes es este rostro
oscuro que se escapa,
que no es posible detenerlo.

En este hotel te amparas.
Esta cama manchada de tantas suciedades
es la nube que te duerme, que da paz.
No hay pasado ni futuro,
solamente el presente mudo
donde el alma duele.
Me ha dolido siempre.
¿A qué hospital puedo ir a que me operen,
a que me saquen el corazón?
Yo quiero otro,
otro perfumado
que pueda trasnochar
ante las luces del hotel de Dios
y los desamparados.

Este hotel de gratis
que debo olvidar en cuando pueda.
No debo recordar ni las horas
ni los movimientos extraños del pasillo
donde creí que moría
que no estoy viva, con los nervios veraces,
con los ojos tan abiertos recibiendo
lo que siempre he buscado,
esta verdad que no puede contarse,
que nadie contaría,
este hielo tan frágil,
entre la muerte y la muerte,
este tramo
que hay que sobrepasar
porque de no hacerlo
te encontrarás mañana como el hielo
en esta cama sin identidad
y sin nombre.
Y sí, buscar un árbol
volver a la raíz,
a la simiente,
unirte a todos lo que como tú
se preguntan,
disipar con ellos las astucias,
con ellos ser total
porque en sus desolaciones
está la vida, alguna fuerza
unida a la esperanza.

No te necesita,
se esfuma,
crece sin ti,
desaparece.
Se hunde en el hueco,
en la cueva,
la caricia que
nunca pudiste tocar
se escapa entre los dedos.

©Magali Alabau 2011

Tres mujeres para una (los poemas de Magali Alabau) enviado a Aurora Boreal® por el escritor José Prats Sariol. Foto  José Prats Sariol©José Prats Sariol.Foto Magali Alabau © Magali Alabau.

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