Madre de arena

david_caleb_acevedo_001David Caleb Acevedo (San Juan, Puerto Rico 1980). Egresado de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras. Ha publicado en revistas tales como Pastiche, Tonguas, Poui, The Caribbean Writer, Contornos, y L'Antesala. Asimismo, su trabajo ha sido publicado en las antologías Nueva Poesía Hispanoamericana, editada por Leo Zelada, Los otros cuerpos, editada por Moisés Agosto-Rosario, Luiz Negrón y el mismo David Caleb Acevedo, Cuentos de oficio editada por Mayra Santos Febres, Open Mic/Micrófono abierto (Hostos Review #2), editada por Mayra Santos Febres, Los rostros de la hidra, editada por Julio César Pol, y From Macho to Mariposa, editada por Charlie Vázquez y Charles Rice-González. Ha publicado sus memorias de sexo, Diario de una puta humilde, a través de su cuenta de facebook. Su primer libro, Bestiario en nomenclatura binomial, fue alegremente acogido por la crítica. Empírea es su segundo libro y poemario. Actualmente se encuentra trabajando en su primera novela El Oneronauta.
 
 
 
 
 
"cuerpo de paloma mensajera tiene mi nieve andina
lleven palomas mi mensaje
fibra violeta de la tierra
hasta el altar en los cráteres
hasta la fosforescencia nevada en el Valle de la Luna"
"8.VIII.74 San Miguel"
-Etnairis Rivera

A Yolanda Arroyo Pizarro

 

I.


Me dijeron que salí del jardín en vergüenza
cuando la costilla del hombre fue despreciada,
que eventualmente, -según las leyendas-
me hice una con Lilith, la primera
y que eventualmente nuestras carnes
se unieron con los 144,000
primeros intentos de mujer
antes de mí, Eva
que llegué de una costilla rota
elevada a cuerpo de mujer.
Dicen que salí de una cueva llena de cuervos
y que ahora sólo resido en pesadillas
que no sé conducer
y que mías son todas las culpas del mundo,
que míos son los desaciertos de los planetas
y el hecho de que sólo se alineen matemáticamente
cada cierto tiempo.
Pero parte de la ley de inercia es la energía cinética
de los muchos cabellos y los pechos dobles
porque fuimos mujer antes que madre
aunque seamos también el perpetuo de la ley de los hombres.
Te digo un secreto, -en voz sumamente baja para no corromper
los tímpanos de los futuros hombres con cojones de oro
y las futuras mujeres vestales de las casas tomadas de Cortázar-
yo salí del Jardín de Edén por voluntad propia
porque siempre fui una, la primera y los miles de primeros intentos de mujer
porque los ángeles y serafines no se atreven a apuntar sus espadas de fuego
a una mujer, -porque no saben lo que es mujer-
y el desconocimiento recaba en miedo, aún entre los que no son hombres
ni cuerpo.
Yo salí del Edén con misión a Empírea
aunque me tomara milenios llegar
y miles de partos prematuros a criaturas con cola de demonio
aunque en el proceso de llegar a la Gran Ciudad
deje mis pechos sembrados en el suelo
y mis cabellos afeitados corriendo en la Delta del Nilo,
aunque éstos fecunden la tierra misma
y sus árboles y hierbas cierren por completo el camino a ésta.

 

II.


Mi camino es el del desierto
como todas aquellas madres que transcriben
la música de las arenas,
cada grano un dios olvidado
cada diez puñados una mujer hecha carroña
en el piso, al lado de la cama matrimonial
todas las arenas que se transcriben en la música de tus pechos
que lleva el timbre que se le olvidó al mar
cuando en el origen elucubraba la forma
de deshacerse del horizonte.
Mi camino es el más solitario de las ciudades
camino por la más vieja de todas ellas, Damasco,
en el planeta de todos
y su tragedia es seguir siendo hermana menor
de la ciudad más vieja, LaPerdida,
a la que se va por el desierto
como una adolescente con hijo adentro
esperando a que Dios me salve de un dragón negro
que pudo fácilmente escapar de la espada de San Jorge.
Con el peso en mi espalda
y la leche materna corriéndose por mis pechos
manchando mis vestiduras
voy quitándome la cruz de encima
porque mis hijos ya han muerto todos
los buenos y los malos
los éticos y los moralistas
Caín y Abel
Hansel y Gretel
Azazel y la Patty, ramera del 666 hace par de años;
mi camino es del desierto
cuando cruzo las Dunas del Este
para hacerme una con el Sahara
mujer de arena sin burka,
tormenta de arena
mujer tormenta de miles de líneas de sangre
que no se redujeron con Sem, Cam y Jafet
soy el perfume del Mar de Calanscio
las bacterias que duermen bajo la arena
desde el día que la mano de Dios dividió el cielo de la tierra
soy la bruja escondida en un bosque
esperando regalarle a Blancanieves
la misma manzana de Edén que llevo siempre en mi vientre,
y con el peso de mi espalda,
mis senos chorreando leche materna manchando mi camisa,
la leche se hace una con la arena
madre de carne, madre de tierra
al fin y al cabo
madre de arena.

 

III.


Culpa a Medea del infortunio del veneno
que corre por la sangre
del que se deleita en los males peregrinos
lentos pero progresivos.
Culpa a Circe de que los hombres
ante el reflejo de la soberanía
y el espejismo del sexo
sean revelados como cerdos.
Culpa a Baba Yaga
de la leche cortada
y los abortos primigenios;
de que las niñas se pierdan en los bosques
y regresen embarazadas por los lobos.
Culpa a la Malvada Bruja del Oeste
de que el Mago de Oz no tenga
poder real o poder alguno;
de la falta de corazón en los hombres de hojalata
y la estrechez de mente de los espantapájaros.
Culpa a la madre,
que somos nosotras las culpables de los árboles secos,
la globalización y el efecto de invernadero,
cúlpanos de todo, hasta de tu astucia de culparnos,
que una mujer aguanta más dolor
que cien hombres que gritan por uñeros en los pies,
cúlpame, que soy Eva, y todas las mujeres se resumen en mí,
aunque en tus designios sólo haya espacio
para la puta y la santa madre
cúlpame, que yo aguanto las blasfemias de Dios y Adán,
sin repostar mi aliento
que yo no salí del Edén
que me lo llevé adentro,
una sola semilla del Árbol de la Vida
en mi esponja de vientre que se burla de las culpas
y la delicadeza original de los pájaros
mientras aquí,
en la ciudad perdida de los ángeles con espada
se me descose la cesárea de más de un millón de años
y sale la semilla que reemplaza los árboles secos
Yggdrasill con mi sangre
mi odio y mi fuego.

Madre de arena enviado a Aurora Boreal® por David Caleb Acevedo. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de David Caleb Acevedo. Foto David Caleb Acevedo © Steven Photo Art.

 

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