Del cuento y sus circunstancias:

jose cardona 010De dos libros de Armando Romero y Consuelo Triviño Anzola

Lectura y cuento. El cuento en Hispanoamérica y Colombia.
Ante la escasez de tiempo para la lectura que impone el ritmo de vida vertiginoso de las sociedades contemporáneas, suele decirse que el cuento, al igual que la nouvelle, puede ocupar un buen lugar para las opciones de lectura. Con ello coincide el novelista William Boyd, quien señala que en los tiempos actuales habría en el público lector un renovado interés "por las formas artísticas muy concentradas." Y agrega que cuando al lector llega un buen cuento, éste "es como una píldora vitamínica: puede proporcionar una descarga comprimida de placer intelectual selectivo, no menos intenso que el que nos causa una novela, aunque tardemos menos en consumirlo . . . Tal vez sea lo que, en estos tiempos, buscamos cada vez como lectores: una experiencia a modo de bomba fragmentada estética que actúe con implacable brevedad y eficacia concentrada" (William Boyd).
Contrario a lo dicho por Boyd, la realidad parece enseñar que la narrativa breve, que se caracteriza por ser concentrada, de expresión concisa y cargada de significados, poco tiene que hacer en manos del lector común, quien más bien busca y opta por entregarse a novelas de muchas páginas, a lecturas de largo aliento, muchas veces sedante. A este respecto el novelista José María Merino plantea que las características de la narrativa breve son de poco interés en el lector común, que "quiere páginas y páginas, desarrollo minucioso de situaciones, explicación pormenorizada de personajes, que todo sea reconocible fácilmente, que fluya por los canales más perceptibles y que la diversión le dure lo más posible" (26). Por otra parte argumenta que hoy en día existe un desconocimiento de que, como ocurre con la poesía, para la lectura de la narrativa breve es necesaria una preparación: "Ni la poesía ni la narrativa breve son en sí mismos productos literarios aceptados con facilidad por la mayoría, aunque, paradójicamente, acaso sean los géneros más adecuados para penetrar en el territorio de la literatura y para empezar a formar el gusto literario" (27). 1


Si frente a la lectura de la narrativa breve existe la paradoja señalada por Merino, en Hispanoamérica otra acompaña al cuento: desde sus grandes desarrollos alcanzados en el Siglo XX el cuento ha sido primordial para la fundación de la literatura actual de esta parte del mundo, sin embargo allí mismo es tratado como una expresión literaria de orden menor, para lo que ha influido grandemente el desden que frente a esta forma narrativa existe en la industria editorial y hasta en la crítica especializada y académica.2 Inclusive muchos escritores llegan a tener en cuenta el vano y disparatado expediente de medir el valor de una obra literaria por su extensión. 3 Otros ven en el cuento un simple ejercicio de escritura que, de acuerdo con el talento del autor, puede conducir a la novela. De esta manera, aquellos que se dedican a escribir cuentos, se habrán quedado en el ejercicio y no podrán hacer parte del club dorado de los escritores, y ahora estarían condenados a ser una especie de pasajeros de segunda en el viaje alegre que es la literatura, y sus producciones quizá irían en los vagones de carga.
Continuando con la metáfora del viaje, cabe recordar lo que el sabio catalán, amigo del último Aureliano de Cien años de soledad, dice en forma airada a los inspectores del ferrocarril de Macondo: "El mundo habrá acabado de joderse ―dijo entonces― el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga" (338). ¿Podrá decirse que el día en que el cuento viaje en vagones de carga, la literatura estará jodida? Sí, pues toda literatura de cualquier país o cultura necesita pasar por las parrillas del cuento, de la narrativa breve.
Además del tratamiento desdeñoso que de manera general la industria editorial brinda al cuento, en el campo de la academia y su crítica especializada la novela es la expresión literaria que goza de mayor prestigio y dedicación. Esta forma narrativa ha terminado por ser la muy amplia arena en que, según las necesidades, en congresos y revistas especializadas se blande una u otra herramienta del profuso arsenal del sistema crítico que el siglo XX produjo.

José Cardona-López. Profesor titular de español, literatura hispanoamericana y creación literaria en Texas A&M International University. Ha publicado la novela Sueños para una siesta (1986), y los libros de cuentos La puerta del espejo (1983), Siete y tres nueve (2003), Todo es adrede (2009, 1993) y Al otro lado del acaso (2012). Cuentos y poemas suyos han sido incluidos en antologías publicadas en Canadá, Colombia, España, Estados Unidos y Perú. Ha publicado Teoría y práctica de la nouvelle (2003), libro en el que de manera amplia presenta, discute y aplica la teoría sobre la nouvelle (novela corta).

Ya respecto del escritor que se dedica a escribir cuentos, la situación puede llegar a ser desconsoladora. Según lo plantea Marco Tulio Aguilera Garramuño, en Hispanomérica hay cuatro destinos que esperan al escritor con el cuento que acaba de terminar luego de trabajarlo arduamente: publicarlo en el suplemento literario de un diario y gozar de una fama de días; mandarlo a un concurso con la esperanza de que sea premiado; guardarlo para incluirlo en un libro de cuentos que se escribe y organiza lentamente; no lograr ninguno de los tres anteriores y archivarlo junto a otros cuentos. Estos cuatro acaban por ser muy desafortunados, pues según Aguilera Garramuño "lo más probable es que efectivamente el cuento no se publique, el concurso no se gane, nunca se reúna un libro de calidad pareja o el volumen quede como alimento de la amargura" (53). 4
Expuestas las circunstancias actuales que rodean al cuento en Hispanoamérica, habrá que decir que él, al igual que la poesía, todavía puede ser una expresión literaria de alguna manera libre de las veleidades del mercado de la escritura y la lectura que patrocina la industria editorial. Y ello es conveniencia primordial para esta forma narrativa y el autor.El deseo de escribir un cuento, con todo el arte y la dedicación que exige la concentración, la depuración de lo que no sea indispensable en las estructuras y el discurso narrativo, podrán llevarse a cabo con el único compromiso frente a la palabra y según la voluntad del autor. En últimas, la discriminación existente contra el cuento o el libro de cuentos una vez sale de las manos del autor, y que muestra sus dientes en cada porción de la cadena que lo conduce al lector, pasando aún por el desdén de la crítica especilizada, habría que verlo como un factor que acaba por favorecer la libertad creativa del escritor que hace cuentos.
Luz Mary Giraldo ha dedicado labores al estudio del cuento en Colombia. Producto de su trabajo ha sido la publicación de su selección de Cuentos y relatos de la literatura colombiana, dos volúmenes en los que incluye textos originados en las culturas indígenas, hasta los de autores de aparición reciente. 5 Su interés por examinar la evolución del cuento en Colombia nació en la polémica que sobre ésta propiciara el Magazín Dominical del diario El Espectador en agosto de 1990. Esta polémica iba dirigida a debatir sobre el estado del cuento en Colombia, "cuyo punto de partida tuvo como presupuesto la decadencia del género o su ausencia en la literatura más reciente" (Giraldo, "Cuento colombiano" 10), y a ella fueron invitados a participar escritores, editores y lectores. A pesar del poco desarrollo que tuvo la propuesta, sobre ella Giraldo señala a modo de conclusión:

Algunos de los participantes refutaron el valor de las nuevas tendencias, otros se refirieron a una literatura inédita poco favorecida por la industria editorial y los periódicos u otros medios de comunicación, no faltaron quienes acusaron el desdén por el género. Los editores hablaron de la dificultad no sólo de mercadear libros de cuento dada su escasa recepción, sino de publicar autores poco conocidos . . . Indudablemente, la polémica mostró en algunos casos el desconocimiento de nuestra propia literatura y en otros sirvió de acicate para que los escritores se concentraran más en su oficio ("Cuento colombiano" 10).


El balance de la polémica que en 2002 hace Giraldo en buena parte coincide con lo que Merino argumenta respecto de la manera como ahora se le considera al cuento literario, el que frente al lector termina por ser "el hermano menor, y hasta menesteroso, de la novela larga, la novela canónica, la novela por antonomasia , y que la mayor parte de los lectores privilegiados y magistrales que deberían ser los críticos suelen conceder más valor a la novela larga que a la breve, y no digamos al cuento" (24). Más allá de lo que puedan plantear las discusiones promovidas por medios de comunicación, en el quehacer literario colombiano del siglo XX, al igual que en el resto de Hispanoamérica, muchos escritores han destacado por la escritura de cuentos. 6 Con su labor, esta forma narrativa ha pasado de textos que dan cuenta de la violencia partidista y rural de los años cincuentas y sesentas del siglo pasado, a los de la vida actual y esencialmente urbana de Colombia, con otras violencias y tan compleja en vivencias colectivas e individuales.

Cuentos de Armando Romero y Consuelo Treviño Anzola
Si desde la segunda mitad del siglo XX hasta lo que va corrido del XXI los temas del cuento colombiano han variado y su amplitud de registros es mayor, al nivel de los tratamientos literarios de los mundos imaginados o de referencia con la realidad objetiva ha habido experimentación con las estruturas narrativas y la palabra, juego con el lenguaje, parodia e ironía. El discurso narrativo ha favorecido la presencia de la cultura popular y una voluntad por la indagación del ser en tiempos que van de crisis en crisis. En este marco de desarrollo y logros del cuento en Colombia, sobresalen La esquina del movimiento (1992) de Armando Romero y La casa imposible (2005) de Consuelo Triviño Anzola, libros que representan el estado del cuento en Colombia durante la década que cierra el Siglo XX (misma que corresponde a la del balance de la polémica sobre el cuento que menciona Giraldo) y la que abre el XXI. Romero es también poeta, y los dos son novelistas y ensayistas. Con sus obras, mayoritariamente publicadas y reconocidas en el extertior, ellos ocupan un lugar destacado en el mundo actual de las letras colombianas. 7
esquina movimiento 001En La esquina del movimiento se recrean realidades narrativas en las que la violencia y la muerte, acompañadas por las inefables lógicas del deseo, son los elementos dominantes. En unos cuentos los personajes son seres socialmente marginados, en otros están aislados del mundo porque se lo han buscado. En el primer caso, es el barrio el espacio donde ellos construyen el día por día al amparo de unas condiciones de orilla social. En el segundo, el retiro que los personajes se construyen para sí está legitimado por un convento, por el encierro en una casa, o por un simple embovedado.
Los personajes de barrio o pueblo destacan por su condición de antihéroes. La alienación y el fracaso son sus patrimonios, y la derrota es el grito que testimonia sus existencias. Desde los muros a los que han sido llevados, su permanencia en el mundo es "negociada" mediante un lenguaje que subraya sus condiciones de seres marginales. En estos cuentos la voz narrativa está en primera persona, y ella corresponde a la del protagonista. Una realidad narrativa en que destaca la ciudad con sus aristas inclementes es recreada en el cuento que da título al libro y en "Semana Santa", "La piel del diablo", "Una mariposa en la escalera", "Cuando entre el aceite mueren las moscas", "Solo bajo tierra" y "Yo no he visto a Linda".
En los cuentos en que los personajes viven en sus retiros, la voz narrativa toma distancia frente a la realidad objeto de ficción y frente al protagonista. El lenguaje de los textos favorece el acecho de implicaciones religiosas o filosóficas. El encuentro consigo mismos a través de las proyecciones del deseo conduce a los protagonistas a sus pequeñas victorias, en las que siempre un grupo de personas está comprometido.
Toda religión, al igual que los mitos, genera y consagra metáforas, las que luego serán motivos de incontables conjugaciones literarias. En Romero las metáforas religiosas son de orden cristiano y van asociadas a la violencia, a las desgracias, a ecos de la pasión de Cristo: "Semana Santa", "Historia de dos en el cenobio", "El etiope de cuatro ojos", "Una mariposa en la escalera". En este último cuento la escalera por la que se sube no es para bajar. Un hombre sube al abovedado y desde ahí afirma un sermón silogístico entre números y aguardiente (58). En estos cuentos, los personajes van hacia un lugar de encierro, y en la ida buscan alcanzar la consagración cristiana, o viven en el encierro con la consagración ya lograda para provocarse la tentación. Las posturas religiosas de estos personajes habrán de terminar con el triunfo del deseo y, finalmente, del mal. Afuera queda el mundo, se huye de él, pero en las alforjas del retirado quedan el demonio y la carne, de los que, según prescriben las religiones cristianas, se debe huir. De todo podrán desprenderse ellos, mas no del demonio y la carne. El motivo del retiro se repite también en "El etíope de cuatro ojos".
"La esquina del movimiento" es narrado en primera persona por el protagonista de la historia, quien cuenta las acciones de un guapo de barrio en procura de la carne amorosa de una mujer. 8 El hombre es un informante en la red de los destinos que tienen los objetos robados en el barrio, a él le pagan por sus servicios: "al bar me mandaban la moneda, y yo pedía cervezas, comida y allí dormía más unos centavos para ellas" (34). Desde esa esquina donde permanece el narrador, desfilan voces diversas: las prostitutas que eran "la flor de los andenes en mi ciudad, en mi barrio de puertas al sol y canícula naciente" (33); la vendedora de frituras que oficia de celestina; la dueña del bar; el basuriago o recogedor de basuras útiles que luego vende. Bajo luces, sombras y pormenores del espacio donde acontece la historia, un muchacho se inicia en el mundo del sexo, entre los encuentros con la carne y la violencia. El revólver en la mano del narrador confirma su dominio sobre Ramiro, el muchacho que también quiere tener acceso a esa casa de la esquina.
En razón del espacio donde transcurren las acciones, en este cuento la muerte es también alguien que anda por ahí. Su ronda fatal adquiere registro de patente mediante la huella de sangre que en la noche deja y que a la luz del sol es ya "mancha negra en el asfalto" (34). Aún en el cuento "Solo bajo tierra" ella vuelve a aparecer: "una mancha negra de sangre, precisa donde él se paraba a esperar por su madre" (66). En esta mancha está contenida toda la gramática gestual de la muerte, dinámica mayor en las vidas del barrio, la cuadra, la esquina y el bar en los sectores populares y marginados.
En "Yo no he visto a Linda", Linda es una mujer "que todos los días venía a urgar (sic) furias en el pelo revuelto de los hombres de la cuadra ... Le decían mamita me como tu cocinado, y la raspa, me gusta tu cuerpo más que mi balón, estoy como un timbal por tí, y todo al vacío; pobres muchachos, decían las viejas" (68).9 Linda es el deseo y la provocación del barrio, similar a Ninola en Amarcord de Federico Fellini.
Luego de sus ablusiones matinales, Linda se calza una ropa que contribuye a aumentar el deseo que provoca, y a la calle va, rumbo a su trabajo. Es la secretaria de un médico del barrio, quien se caracteriza por su procacidad de ética non sancta. En el consultorio, luego de ser examinados por el médico, todos saben del "manotazo sobre el dinero, la lista de remedios infinita y el ataúd acolchado" (68). A él lo llaman el médico asesino, con el mismo nombre de combate que durante los años cincuentas y sesentas ostentara un luchador mexicano que con vestido y maletín de doctor subía al cuadrilátero. Linda desaparece, y el narrador relata el desarrollo de las pesquisas por hallarla.
La presencia de la bicicleta (vehículo de locomoción definitivo en los barrios populares) ayuda a completar la postal de imágenes callejeras desde cuando para Linda, en su desdén por las miradas de los hombres, en los andenes ellos eran sólo fantasmas "aceitando las bicicletas" (68). La bicicleta y la narración de una acción con ella, tiene como principal objeto el introducir el dispositivo con que se dará cuenta del paso del tiempo.
A medida que avanzan las inquietantes pesquisas para hallar a Linda y surgen más desconsuelos, los hombres "le cambiaban los frenos otra vez a las bicicletas" (70); el despecho acude a la gente del barrio "por todo el tiempo que se hizo necesario para volver a cambiar los frenos de las bicicletas, enderezar los rines o darle lustre al manubrio" (71); buscando en la casa de Linda "todo era lento, tan minucioso, aceitados trabajando como lo harían las balineras de las bicicletas" (71). El reloj, el almanaque, el reptar de las sombras a la luz del sol en la calle, el cambio del día, está representados por la acción del paso del tiempo en y con la bicicleta.
Las horas y días de búsqueda, medidos por el péndulo del desgaste y el deterioro en las bicicletas, tendrán su final cuando a Linda la hallen dentro de su nevera, "congelada, y todavía masticaba el mismo mango, parece mentira" (72). Final de cuento, y final de partida para la memoria del lector, pues entre las nítidas luces de los fosfenos de las recordaciones el telón ha bajado con dos versos del bolero de Daniel Santos: "Yo no he visto a Linda/ parece mentira." Al promediar la narración, estos versos han sido cantados también por el poeta del barrio, otro enamorado de Linda. Para la policía, aquellas palabras contienen un enigma que los desespera, y por eso maltratan al poeta.
En las realidades narrativas urbanas presentes en La esquina del movimiento, la vida en el barrio está marcada por el palpitar del sol en la calle y las aprensiones que trae la noche. Calle y noche, espacio y tiempo principales para el trasegar de seres que en sus condiciones marginales acaban por sucumbir a los proyectos de vida que sus destinos les ofrecen. Son personajes aferrados a su mundo de marginalidad sin enfrentarse a preocupaciones mayores a las de ocupar su lugar en el aire adonde la ciudad los empujó, y allí quieren tener toda su vida, como pequeños héroes de esquina, bar o prostíbulo, o sólo como caminante de su barrio.
casa imposible 002Los protagonistas de los cuentos de La casa imposible de Consuelo Triviño Anzola, la mayoría de ellos mujeres, viven y conviven en espacios asfixiantes, y ahora desean transformar sus vidas. Mientras avanzan hacia sus logros, la voz narrativa, bien en primera o en tercera persona, reflexiona y elabora una especie de poética de la contestación. La palabra se hace canto y exclamación amargos en una prosa limpia, inteligente, lúcida, que al trascurrir se hace idea, muchas veces acierto poético.
Esta colección se caracteriza por la presencia del motivo de la búsqueda. Muchos de los protagonista buscan algo que pueda cambiarles las rutinas y angustias de sus vidas y lograr así tranquilidad, y quizá la felicidad. En algunos cuentos, lo que se busca está afuera y el personaje protagonista va hacia ello; en otros está en el mismo mundo de él; en otros la búsqueda sólo es el objeto del mundo de las fantasías de los personajes.
"La casa imposible," cuento que da el título al libro, trata de una casa en la que nadie se pone de acuerdo ni para hacer un café, y ni siquiera hay con qué prepararse ese café. Esta situación acaba por ocasionar que todos estallen en odios, enconos e improperios. Por fin la madre decide abandonar esa casa, dejando atrás esposo e hijos, y se va a un hogar de ancianos, donde tendrá asegurada su comida en horarios convenientes. Los que se quedan en aquella casa imposible estarán sometidos a que sus corazones se encojan "como los frutos secos en los costales dentro de un cuarto oscuro donde acechan las ratas" (53). Este cuento plantea el motivo esencial de la búsqueda que se desarrolla en la colección.
En "Una va sola" y "Carpe Diem," lo que busca la mujer está afuera, en las calles de una ciudad inombrada, que al parecer es Bogotá. En "Una va sola" una mujer camina y deberá quitarse "la bufanda porque el sudor, la humedad y la rabia del cuerpo la abochornan y eso es insoportable" (9). Respuesta del cuerpo que es también del alma, del espíritu ante una sociedad fatal. Mientras narra lo que ve, ella busca algo para ser contado, es lo que ahora necesita su ser, y eso que busca aparece encarnado en un hombre desconocido que habla una lengua que no es la de ella y los dos terminan por ascender las gradas de un edificio. Al final del ascenso ya no hay nada que contar, que narrar, el miedo la entumece a ella y comprende que "por más que una quiera vivir aunque se muera, siempre es cobarde cuando la muerte se asoma" (16).
En "Nunca es demasiado tarde," "Valeria en su jardín," "La puerta cerrada" y "La desaparición de la abuela," lo que se busca está en el mismo mundo de la protagonista. En "Valeria y su jardín," Valeria es una mujer que ha dejado su país, ha quemado las naves, y luego de vivir en diversos lugares, de sufrir los menosprecios entre la gente, ha ido a parar a casa de Stella y ahora debe soportar su autoridad. Stella tiene muchas manías, está enferma y reclama todo el día la atención de Valeria. En tres oportunidades se muestran diálogos entre ellas, los que son breves y contundentes para dar una idea del mundo que habitan. En ellos predominan las preguntas de Stella, quien inquiere a Valeria por lo que en esos momentos hace o piensa. Sólo quiere que esté dedicada a ella a toda hora.
Stella desea que Valeria olvide su pasado y amistades, y se dedique sólo al mundo que ella le brinda, que acaba por ser el de los cuidados y atenciones que Stella necesita y reclama. Ahora el encierro de Valeria es la casa, más esa quinta pared que desea imponerle Stella. Y Valeria quiere huir, regresar a los espacios de su pasado, hasta que lo logra el día que desde su ventana ve "con horror al gato doméstico castrado que empezaba a engordar y tuvo pena de sí misma y de ese animal desmemoriado que cebaba grasa en el vientre, absorviendo hasta las enfermedades de su ama" (37). Y sale, huye, a pesar que ya habían brotado las flores del jardín que ella misma diseño y construyó.
En "La puerta cerrada" una mujer está condenada a cuidar ancianos, que son su padre y los abuelos. Ellos están próximos a la muerte, pero no se mueren, y desde sus postraciones de moribundos siguen dominando, aniquilando la familia. La protagonista vive perseguida por la muerte, y ésta es una presencia atroz que se ha "quedado a vivir con ella para chuparle la energía" (19). En todo lo que la rodea está la vejez, con sus voces, manchas, costras y olores. Primero mueren los abuelos, luego el padre, y con la muerte de éste llega por fin la tranquilidad a la protagonista.
En "La desaparición de la abuela" el mundo de la ancianidad corre a cuenta de una abuela déspota, altiva, que no sabe disimular su intolerancia por las nietas. La abuela suele escaparse de casa para vivir momentos en los que se libera, en que recupera porciones alegres de su pasado. En esta actitud de la abuela hay un ajuste de cuentas con la felicidad alcanzada en el pasado, en los años en que con su actitud cuestionaba el mundo de sus mayores. Es el último cuento de la colección, y con él, con lo que se cuenta, se regresa al punto de partida, ese que es la calle, las salidas de la casa que oprime para ir en busca de algo, pero ese algo forma parte del mundo de la abuela. La abuela lo ha tenido en el pasado, ahora va po él para recuperar felicidades.
Lo que se busca está en el mundo de las fantasías de los protagonistas que provoca el espacio en que viven, como en "Libertad, " "La sonrisa de Lilith" y "La muñeca." Estos cuentos son los mejores de la coleción. "Libertad" es un hermoso y amargo relato en que una mujer cuenta de su prisión que es la casa que habita con su esposo, un mundo de lujos costeadao a punta del dinero plástico de su pareja. La mujer, bella y joven, víctima de un matrimonio afortunado y envidiado por sus amigas y familiares, está cansada de aquella rutina de tantas satisfacciones materiales. Su único refugio son los sueños que siempre la visitan, y que al revés de Scherazada que contaba historias de noche al califa, Lola le cuenta los sueños a su esposo en las mañanas, mientras éste se viste apurado para irse a trabajar. El esposo deja de interesarse en esos sueños, aunque Lola sigue contándoselos. Ella está aburrida con ese matrimonio y hasta desea hacer la tarea cívica y conyugal de acostumbrarse a tanta normalidad, como la que tienen sus amigas con sus esposos, pero no puede, su humanidad no da para hacerlo.
En el contraste de la vida de Lola y la de sus amigas descansa la primera aparición de la ironía en la historia, "[s]us amigas la envidiaban a ella, pero ella las envidiaba mucho más por estar tan conformes con su vida y por convivir en armonía con sus quejas" (76). Ya la segunda aparición de la ironía se dará al final de la historia, la que también compromete al lector. Lola ahora está en otra parte, ha dejado atrás su matrimonio y todos los últimos regalos tan costosos que le ha dado ese marido que ronca. Pero todo acaba por ser sólo un sueño, justamente el primer sueño que no le contará a su esposo. Desde entonces con su imaginación habitará aquel mundo soñado, y en él se refugiará de su vida matrimonial y hasta de sus amigas.
La situación de la mujer en la sociedad y lo que ella representa para el mundo de los hombres, circunstancias que en todo el libro también está presente, se exponen en dos excelentes cuentos: "La sonrisa de Lilith" y "La muñeca." En ambos, la imagen literal de una mujer ideal para las necesidades sexuales y amorosas del hombre es el objeto principal de la narración. Los hombres de ambos cuentos hacen sus vidas íntimas a partir de ver a la mujer como objeto. Un fotógrafo pornográfico que también es pintor es el personaje principal del primero. El vive en un edificio en el que una mujer con su taconeo diario al bajar las gradas le proporciona un gran morbo que lo lanza a observarla por el ojo de la chapa de la puerta de su apartamento. Luego, con esas porciones del cuerpo que de ella ha capturado, se dedica a pintarla. Por varios días ejecuta esta labor, tiempo en el que Lilith y él llegan a conocerse y conversar. El fotógrafo sabrá más de ella, de sus salidas a la calle y por fin de sus relaciones con otro hombre. Se instalan en él los celos, con lo que se aumenta aún más la distancia entre el ser real que pinta, y la imagen que de ella tiene. La mujer acabará por irse del edificio y en el fotógrafo quedará el conjunto de líneas y formas, la figura de una mujer imposible que ya ha suplantado a la de la realidad. El círculo de la historia insiste en cerrarse, pues él ahora espera la llegada de otra mujer al edificio que alimente sus sueños y fantasías, y sin embargo de vez en cuando va a contemplar el retrato de Lilith, "para encontrarse con la dorada miel de sus ojos que aún lo perturbaban" (95).
Los rituales cotidianos, amorosos y sexuales de quien ha comprado una muñeca inflable adquirida en una tienda de artefactos sexuales se muestra en "La muñeca." El hombre la sacó de la prisión que era la vitrina de la tienda, y en la vida suya le instala otros barrotes. Desde el primer día con él, la muñeca asume que su "misión era servirle de consuelo en sus noches de soledad, que eran todas," por lo que siente compasión y "por eso oculté mi verdadera naturaleza, para no decepcionarlo, en caso de que llegara a descubrir que yo no era objeto solamente" (80). Ella se hace voz humana, y piensa, elabora las quejas y reproches, siente la necesidad de un amor que supere lo sexual.
La narración muestra el proceso de humanización de la muñeca, el que sólo acaba por revelar que quien narra es una mujer. La muñeca habla y hasta se burla del comportamiento brutal de su hombre en las jornadas de sexo, y siente necesidad de amor. Es justamente ante la necesidad de amor que ella siente que su vida puede complicarse, pero es lo que reclama, lo que requiere. El lector acabará por saber que la muñeca es en verdad una mujer que piensa en su marido y reprocha: "No vuelvas a decirme que soy la muñeca más dulce que has conocido. No te quedes mirándome como si fuera de plástico. Soy yo, recuerda, soy frágil, delicada; y tú una bestia. Un día vendrás y ya no estaré aquí. Entonces tendrás que comprarte una muñeca de plástico para satisfacer tus necesidades" (85). La muñeca inflable, el objeto sexual es la metáfora a la que acude la mujer para reclamarle al hombre que por su parte haya un trato que contenga humanidad en las relaciones de pareja.
Otra característica de estos cuentos es la exploración de condiciones anómalas del ser. Es lo que se expone en "Sólo para hombres" y "Prisionero." El sadismo en un mundo elegante de prostitución y drogas, es la realidad narrativa mostrada en "Sólo para hombres," en la que una mujer cobra venganza de su humillante condición de objeto sobre el hombre. En "Prisionero" el lector asiste a un relato gótico cargado de la parafernalia de la utilería para el horror. Juan sin Miedo, Pía y Chiqui son tres hermanos que esperan la noche para hacer ceremonias en las que huyen y se desquitan del mundo de los adultos, jugando a ser adultos. Juan sin Miedo, igual que Lalo en La noche de los asesinos de José Triana, es el hermano que dirige el juego y lo lleva hasta situaciones límites. Sin embargo no hay lugar para la magia paralizante del teatro de la crueldad en esta historia, pues todo es real y el chico acaba por concentrar en sí toda una tradición de locura en la familia, con lo que deberá pasar por todos los endilgamientos infames de que en el barrio lo vean como un Anticristo, un perverso y luego irá a dar a la cárcel, único lugar donde puede pensar tranquilamente en Chiqui, a quien adoraba y había matado sólo por accidente.
En La esquina del movimiento los personajes viven sus destinos a golpe de calle y barrio, en tanto que los de la La casa imposible construyen sus búsquedas a golpe de calle y casa. Y en todos ellos la vida los pone a prueba. Son dos libros en que los cuentos le entregan al lector historias redondas y completas, elaboradas con el arte y la técnica de la concisión que desecha lo que no es esencial. Historias en que de nuevo la sociedad aparece con sus opciones complejas y difíciles para vivirla, para habitarla. Con los logros alcanzados en este par de colecciones, ellas se ubican como representativas del estado reciente y actual del cuento colombiano. Y al igual que lo hacen otros autores, Armando Romero y Consuelo Triviño Anzola confirman y afirman sus excelencias en la escritura del cuento, en los desarrollos y alcances que esta forma narrativa ha logrado en Colombia.

Obras citadas

  • Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Poéticas y obsesiones. Xalapa: Universidad Veracruzana,
  • 2007.
  • Boyd, William. "Larga vida al cuento." Trad. Zoraida J. Valcárcel. La Nación 26 diciembre
  • 2004. 22 octubre 2009..
  • Fuentes, Carlos. La nueva novela hispanoamericana. México: Joaquín Mortiz, 1972.
  • García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Buenos Aires: Sudamericana, 1997.
  • Giraldo, Luz Mary. Cuentos y relatos de la literatura colombiana, 2 tomos. Bogotá: Fondo de
  • Cultura Económica, 2005.
  • _ _ _ . "Cuento colombiano: un género renovado." El cuento en red 5 (2002): 1-18. 25 marzo
  • 2010. .
  • Poe, Edgar Allan. "Hawthorne." Trd. Julio Cortázar. La máquina del tiempo sin fecha. 27
  • noviembre 2009.
  • Merino, José María. "Un viaje al centro." Revista de la Cátedra Miguel Delibes, 1 (2003): 25-32
  • Pachón Padilla, Eduardo. El cuento colombiano, 2 tomos. Bogotá: Plaza y Janés, 1985
  • Romero, Armando. La esquina del movimiento. Caracas: Alfadil Ediciones, 1992.
  • Triana, José. La noche de los asesinos. Ed. Daniel Meyran. Madrid: Cátedra, 2001.
  • Triviño Anzola, Consuelo. La casa imposible. Madrid: Verbum, 2005.

 

Notas

  1. Llama la atención que estas opiniones tan contrarias provengan de dos novelistas, quienes a su vez en sus argumentos muestran un marcado interés por valorar el cuento, la narrativa breve
  2. La narrativa moderna o contemporánea de Hispanoamérica es altamente deudora de la cuentística desarrollada por Jorge Luis Borges, Juan José Arreola y Juan Bosch. También de la de Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Cabe recordar que ya en los años sesentas del siglo pasado, Carlos Fuentes consideraba la narrativa breve de Borges como primordial para la existencia de la novela moderna hispanoamericana (Carlos Fuentes. La nueva novela hispanoamericana. México: Joaquín Mortiz, 1972)
  3. En un comentario a un libro de cuentos de Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe expresa que "[d]urante largo tiempo ha habido un infundado y fatal prejuicio literario que nuestra época tendrá a su cargo aniquilar: la idea de que el mero volumen de una obra debe pesar considerablemente en nuestra estimación de sus méritos" (Poe, Edgar Allan. "Hawthorne." Trd. Julio Cortázar. La máquina del tiempo sin fecha. 27 mayo 2009 ). <http://lamaquinadeltiempo.com/Poe/Hawthorne.htm >). Precisamente esta observación es el punto de partida para los planteamientos de Merino sobre la actitud del lector y de las editoriales respecto del cuento. Las palabras de Poe son de impresionante vigencia, pues todavía aquel 'fatal prejuicio' no ha sido aniquilado por el paso de los años y continúa haciendo carrera en escritores, editores, críticos y lectores.
  4. Ante este escenario tan ingrato, debe reconocerse que hoy en día el escritor de cuentos encuentra otros lugares en los que, por lo menos, le permiten seguir aceitando su orgullo antes de pasar a la definitiva 'amargura,' son los que brinda el ciberespacio, pues revistas virtuales aparecen con frecuencia. Por otra parte abundan las ediciones virtuales de libros, también las de papel hechas sobre pedido, y tanto en un caso como en el otro muchas de ellas son costeadas por el mismo escritor. Por último, el autor que lo desee puede diseñarse un "blog" y desde allí enseñar lo que escribe a otro tipo de viajero, ya no el del tren de la literatura contemporánea con sus vagones segregantes, sino a otros, hasta al lector furtivo, posiblemente internauta profesional.
  5. Su labor como antologista ha incluído a autores de la más reciente narrativa colombiana, como los que se encuentran en Cuentos caníbales. Antología de nuevos narradores colombianos (Bogotá: Alfaguara, 2003). Entre las otras personas que en Colombia se han intresado por conocer la evolución del cuento, destaca Eduardo Pachón Padilla, quien publicara su antología El cuento colombiano, 2 tomos, Plaza y Janés, Bogotá, 1985.
  6. Además de autores como Hernando Téllez, José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Manuel Mejía Vallejo, Gabriel García Márquez, Carlos Arturo Truque, Policarpo Varón, Gustavo Alvarez Gardeazábal, Pedro Gómez Valderrama y Darío Ruiz Gómez, nombres canónicos para muchas antologías del cuento colombiano, sobresalen también Fanny Buitrago, Nicolás Suescún, Armando Romero, Oscar Collazos, Roberto Burgos Cantor, Fernando Cruz Kronfly, Germán Espinoza, Andrés Caicedo, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Umberto Valverde, Triunfo Arciniegas, Márvel Moreno, Jaime Echeverry, Consuelo Triviño Anzola, Roberto Rubiano Vargas, Julio Olaciregui, Carmen Cecilia Suárez y Octavio Escobar Giraldo.
  7. Entre la obra narrativa de Armando Romero destacan los libros de cuentos: El demonio en su mano (1975) y La casa de los vespertilios (1982), y la trilogía de novelas: Un día entre las cruces (1993), La piel por la piel (1997) y La rueda de Chicago (2004). Consuelo Triviño Anzola ha publicado los libros de cuentos Siete relatos (1982) y El ojo en la aguja (2000) ; las novelas Prohibido salir a la calle (1998) y La semilla de la ira (2008); ha publicado ensayos sobre José María VargasVila, Germán Arciniegas, José Martí y Baldomero Sanín Cano.
  8. "La esquina del movimiento" es también el nombre de una canción de Nelson Piendo con la orquesta La sonora matancera.
  9. El nombre de este cuento corresponde al de un bolero interpretado por Daniel Santos, cantante de música caribeña nacido en Puerto Rico. Su presencia en el mundo musical fue y ha sido un ícono de la cultura popular hispanoamericana, al igual que Celia Cruz y Héctor Lavoe.

 

consuelo trivino 020Consuelo Triviño Anzola. Es doctora en filología románica por la Universidad Complutense de Madrid. Reside en España, donde ha sido profesora de literatura hispanoamericana. Está vinculada al Instituto Cervantes. Colabora con la crítica de libros del suplemento Lunes de El Imparcial. Ha colaborado con la crítica de libros del suplemento cultural «ABCD las Artes y de las Letras», del diario ABC. Obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad del Tolima con Cuantos cuentos cuento (1977) y fue finalista del Premio Nacional de Novela Eduardo Caballero Calderón (1997). Ha publicado Siete relatos (cuentos), El ojo en la aguja (cuentos), Prohibido salir a la calle (novela) y La casa imposible (cuentos), La semilla de la ira (novela), Una isla en la luna (novela) además de libros de ensayo sobre autores como José María Vargas Vila, Germán Arciniegas, Pompeyo Gener y José Martí, entre otros.

 

 

armando romero 035Armando Romero (Cali, Colombia, 1944) perteneció al grupo inicial del nadaísmo —movimiento colombiano de vanguardia de la década de los 60—. Viajó y residió en varios países de América, Europa y Asia, entre ellos México y Venezuela; también en Grecia donde escribió su primera novela, Un día entre las cruces (1993) y varios libros de poemas. Actualmente vive en los Estados Unidos. Entre sus libros figuran los poemarios Los móviles del sueño (Premio Mérida de Poesía, 1975), El poeta de vidrio (Caracas, 1979), A rienda suelta (Buenos Aires, 1991), Agion Oros- El Monte santo (Caracas, 2001), De noche el sol (Medellín, 2004) y Versos libre por Venecia (Venecia, 2010); los libros de cuentos El demonio y su mano (Caracas, 1975), La casa de los vespertilios (Caracas, 1982), La esquina del movimiento (Caracas, 1992) y La raíz de las bestias (México, 2005); y las novelas Un día entre las cruces (Bogotá, 1993) ; La piel por la piel (Caracas, 1997) y La rueda de Chicago (Bogotá, 2004), que recibió el Premio a la mejor novela de aventura en el Latino Book Festival (Nueva York, 2005) y fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. En 2011 obtuvo el Premio de Novela Corta Pola de Siero, España, con su novela Cajambre. Es también el antólogo del libro Una gravedad alegre. Antología de poesía latinoamericana al siglo XXI (DIFÁCIL, 2007) . Su obra ha sido traducida al inglés, italiano, francés, portugués, griego, árabe, rumano, hindi y alemán. Ha sido distinguido con el título de Charles Phelps Taft Professor de la Universidad de Cincinnati. En 2008 la Universidad de Atenas le nombró Doctor Honoris Causa. La revista literaria Aleph (Colombia) le dedicó un número crítico completo (160) a su obra.

 

"Del cuento y sus circunstancias: dos libros de Armando Romero y Consuelo Triviño Anzola" enviado a Aurora Boreal® por José Cardona-López. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de José Cardona-López. Publicado originalmente en "El cuento en Red"  Revista Electrónica de Teoría de la Ficción Breve: http://148.206.107.15/biblioteca_digital/articulos/10-531-7571cxr.pdf. Foto José Cardona-López © Beatriz Leonora Cardona.

 

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