Copenhague

javier payeras 251Este texto-crónica-ensayo-poema sobre la experiencia del escritor guatemalteco Javier Payeras, con motivo de su visita a Copenhague para participar en el IV Festival de Literatura en español de Copenhague del año 2015.

 

“Copenhagen, you're the end”
Scott Walker

 

 

 

Toda la historia se cuenta sola.
Una imagen.
Algo recogido de la realidad para que no duela al perderse.
El sol negro del Mar Báltico.
Aves que giran como peces.
Nube que detiene la tarde y congela su breve luz.
Caminar sobre el agua.
El presente tan intenso. Este lugar. Este ahora y no verlo morirse.
Pero toda la vida se derrama en un día o en una hora o en un minuto.
Vencer la muerte a ratos. Ser testigo del deterioro.

 

*

 

Aquellos edificios son piedras. Frío justo y lluvia. La escritura marca el nivel del mar.
Casas de ladrillo. Casas de Lego. Banderas danesas.
Nada es translúcido. Todo lo cubren ladrillos. Esa es la máscara.

 

*

 

Un poeta medieval. La mente da vueltas. Las comparaciones obligadas. Cierto resplandor que viene del frío.
Las aves se mueven en círculos, vengo de una tierra donde el sol negro no lo hacen los pájaros sino las personas.
Hace frío. Tiempo. El Báltico es una aproximación.
Los barcos no cruzan sin encallar. Lo que flota hundido. Y lo que se hunde caminando.

 

*

 

Caminar.
David Majano, poeta y viajero, como Bowles y Miller. Tal como ellos no puede estar en un solo sitio.
Pero en las calles organizadas de Copenhague y sus semáforos y sus ciclistas. En medio de todo nos sentamos a observar una sociedad ajena.
Hablamos del hospital psiquiátrico de Guatemala, el peor del mundo según la BBC.
Qué infierno brota de nosotros en medio de una ciudad tan hermosa; siempre lo llevamos adentro.
Somos dos compañeros que cargan una cruz invisible.
El castillo de la Reina Margarita. Los monumentos a los caballeros, a los profetas, a los líderes de movimientos derrotados. Los derrotados siempre tienen monumentos.
Banderas danesas por todos lados. La bandera roja y su cruz blanca que cayeron del cielo. Hace frío y sol.
Fotos de Majano, una hermosa cámara Samsung blanca. Cerveza Pilsner. Una ciudad cara. Ladrillos y cúpulas. La gente es distante y sincera. Una cortesía escrita en piedra.
Escribir en las piedras para que algo nazca siendo pasado. Los poemas aquí son una forma de ley.
La luz es azul. Así hemos llegado al palacio de Hamlet.
Torres observatorios. Monedas barrocas con un agujero en medio. Esplendor luterano de la tecnología y de lo esencial.
Borrachos los poetas latinoamericanos en medio de los edificios de Lego.

 

*

 

Canciones rascuaches de amor en una playlist, nuestra nostalgia. Latinoamericanos cursis y borrachos.
Rafael Romero pone canciones desde la infancia. Niños muertos que somos.
Rafa en su ternura hace que la risa baje grada por grada y rebote por todo el departamento. Rafa es un amigo hecho de una arcilla extraña.
Piensa en la literatura más de lo que puede ser sano. Su timidez es muy poderosa. Sus criterios insobornables. Canciones vulgares, machistas, dependencias. No hay nadie que las entienda en Copenhague, nosotros venimos de otro planeta.
Guatemaltecos exiliados sin guerra.
Con Rafael y Amelia llegamos a Christiania. Cervezas, hotdogs y hachís. Drogas inyectadas.
Bebemos cerveza artesanal. Los yonkis son nuestro espectáculo. Venimos de una sociedad de escuadras 45mm, no sabemos de tolerancias, donde la droga debe destruirse y lo diferente debe ser exterminado. La religión de mi tiempo en esas latitudes es el consumo.
Llevo discos usados que me vendió un hipster anciano: The Smiths y Bob Dylan.
Pienso en mi hijo. Saco mi cuaderno y hago notas.
Rafa me habla de España. Nos reímos de los escritores. Bebemos oyendo Alabama Shakes. Deambulamos entre la zona de dealers observando un zoo. Todos con pasamontañas entre letreros Don't take pictures. En la Ciudad de Guatemala llevarían ametralladoras no pasamontañas.
Maldita violencia que traigo dentro. He comido mucha carne, mucho pan negro, mucho queso. Shawarmas siempre son lo más barato. Compartir lo poco entre todos. El vino es muy barato. Exquisito. Cerveza espesa. Luego nuestras palabras se van como dardos contra las sombras.
Leo poemas de Rafa y de Majano. Barrocos. Canciones ajustadas a una métrica escrita en la soledad de estar lejos.

 

*

 

Éfrin González lee en voz alta. Amalia García y yo lo escuchamos. Su voz se hace hermética, científica. Su dolor es una tristeza reflexiva. Una tristeza inteligente. Cuando leemos hay paz, cuando hablamos hay un descaro y una informalidad que encubre lo frágiles que nos sentimos. “La poesía eres tú” repite y nos burlamos de los poetas importantes. Pobres diablos. La felicidad se hace algo normal día y noche. Largas caminatas con Ana Carolina Martínez. Reímos como si fueramos sordos al mundo. Importar sensaciones. Es de noche y llevo en la bolsa de mi chaqueta un poco de monte de la tumba de Kierkegaard. Soy cursi como Enrique Gómez Carrillo, soy guatemalteco, centroamericano, latinoamericano, americano…
Desde que bajé del avión no dejo de pensar en este viaje como una escritura invisible. Recuerdo el tiempo que no ha sucedido. Acá es un sitio distinto a todos los lugares donde he estado, sin embargo lo recuerdo.

 

*

 

Los daneses son provincianos a su manera. Luteranismo. Separan todas las cosas. Su inglés es suave y bien pronunciado. El idioma danés es ríspido, cortante, tenso. Como Kierkegaard o Carl Dreyer son austeros y profundos. Poéticos como un hermoso cementerio. Viven su pasado conscientemente. Sus símbolos. Viven la certeza de no esperar nada de mañana.
Muy nórdico y a la vez muy zen.
Beben mucho, yo vengo de un país de alcohólicos y me sorprenden. Borrachos se mantienen sobrios. El bar donde hemos pasados nuestras horas. Oyendo Arctic Monkeys. Bares llenos de cuarentones como yo. Maestros de universidad, hipsters calvos con muchachas de veinte. Obreros. La cerveza Carlsberg es suave y pasa ligera. La mesa de madera es un espacio compacto para cinco personas. Amalia, Éfrin, Rafa, Carol le gritan “cerotes” a los rubios que se ríen, “pisados”, no oyen, “pisadoscerotescarevergas”. Nada.
Esta es nuestra lengua materna, esa con la que Éfrin alburea a un danés que no se da por aludido y que amablemente nos había invitado a beber.
Los daneses parecen pacíficos. No hacen contacto físico ni visual. No sé si somos distintos pero nos reímos con ganas.

 

*

 

Ana Carolina me lleva a la universidad. Ella es uno de los seres más hermosos que he conocido. No tiene egoísmo, es serena, mira con profundidad. Conozco a su amiga Andrea y recorremos la ciudad para llegar a tiempo.
La Universidad es un filón de concreto, vidrio y pantallas táctiles.
Reunidos varios latinoamericanos y varios españoles.
Ana Carolina da su conferencia acerca de mi novela Limbo. Yo al frente de los estudiantes con una resaca abominable. Echo descaradamente un Alka Seltzer al pichel de agua.
Estos días me agotan de tanta intensidad. Inicio mi conferencia con un poema. Algo vino de no sé donde, casi me pongo a llorar. Soy cursi, soy guatemalteco, se los dedico a los migrantes que conocí.

 

*

 

Es fácil olvidar momentáneamente la amargura.
La neutralidad de los sitios que parecen tan ordenados.
Venir del dolor y sentir un momento de anestesia. Sin humo, bocinas, guardaespaldas, talanqueras y sangre. Las calles sin mierda.
Entiendo la lógica de un lugar que no simula lo bello.
Entonces siento dolor, eso que trato de hacer que no se note. Envidia quizá. He soñado un sitio como este para mi hijo.
Vengo de la patria del criollo. Del indígena herido. El de las mineras. El del hambre. El de la mano de obra barata. Una nación de sobrevivientes de todos los exterminios. De eso que siente la calma como una suerte de anestesia.
Sin embargo la gente se suicida en Dinamarca. En Centroamérica la gente nace, no necesita suicidarse. Conozco el istmo, todas sus ciudades, sus bares, sus poetas. Vivimos en un istmo y en un ismo continuo. San José, San Salvador, Managua, Tegucigalpa, Panamá, Guatemala… Sus edificios, su comida. Amo mis amigos en Centroamérica, allí soy recibido como en mi casa. En Copenhague soy un extraño.
Aquí soy español, aquí soy árabe.
Nadie sabe qué es Centroamérica. Algunos cubanos hablan sin parar. Chilenos, españoles, mexicanos, venezolanos, son tiernos, descampados y solitarios.

 

*

 

Petrificado en el metro. La miseria escondida, africanos, gitanos. Huyen de la policía, piden limosna. Voy con David caminando por el centro y una anciana gitana me pide una moneda. Se cae el telón, aquí también hay una Guatemala.
Todos los países tienen una Guatemala. Pero aquí la miseria está apartada, escondida. La pobreza higiénica.

 

*

 

En una discoteca una adolescente se cae de borracha y quiebra una mesa coctelera. Ninguna de sus compañeras le ayuda a levantarse. Ellas también están pasadas.
La levanto y la ayudo a sostenerse. La música programada fricciona melosamente. Ese es el protocolo de los millennials. Salimos Majano y yo a las tres de la mañana. Afuera la calle es silenciosa, únicamente se oye el sonido del aire arrastrando las hojas en los parques.

 

*

 

Los árabes van y vienen en silencio. Gente serena y amable, me parece. Blanco eterno de las supersticiones europeas.
Toda la superstición alrededor del terrorismo. Las noticias son un cuento de brujas. Una civilización de ojos grandes que se inmola. Un proletariado de la muerte con las dos mejores armas de destrucción masiva que existen: la paciencia y el fanatismo.
Pero las bombas y el Islam. La caligrafía. La ciencia milenaria. El Corán.
¿Dónde nace el odio religioso, si la poesía es el inicio de toda explicación del mundo?
El odio no surge de los libros sagrados, sino de las enormes desigualdades. Del odio pionero que propuso Occidente y de su arrogancia. Desgraciadamente la muerte recae en quienes no están conscientes del poder.

 

*

 

Los daneses tienen consciencia, ellos se toman en serio. Para nosotros tal cosa es una enfermedad, queremos importarle a alguien y no interesarnos en nosotros mismos. En Guatemala tener autoestima es estar enfermo.
Los poetas jóvenes en Europa son marginales, hijos de árabes o africanos.
Los latinoamericanos nos agrupamos alrededor de lo que creemos nos pertenece. Los daneses no urgen transgredir, se apegan al plan. Estos día he pensado mucho en Frantz Fanon.
A menudo vivimos un presente que ya es recuerdo. O recordamos lo que no hemos vivido. Visitar ciudades como Ribe. Sentir contacto con sus piedras, el tacto de su grama en el aire frío y la lluvia.
Aquí la antigüedad es digna. Cuando uno viene de un presente que deshonra a sus antepasados prehispánicos quemando sus códices, me da rabia llevar dentro esa parte de mí. En mi sangre están todas las mezclas, todas las ignorancias.

 

*

 

Anoto todo esto a mano. La caligrafía es meditar, orar.
Transcurre el tiempo entre la llovizna.
Paso la noche en el hogar de Steffan, Nico y Ana Carolina. El amor del padre al niño me lleva a Guatemala y a mi hijo.
Nunca tuve un padre, asunto remediable únicamente siendo uno, descubriendo uno mismo la paternidad.
Acompaño a Ana Carolina al colegio de Nico.
Escuelas de alta tecnología. Arte realizado por los niños. Esas cosas que nunca he visto. Una educación para ser libre. Una educación sin sobreproteger.
No veo en ningún lado madres histéricas ni camionetas agrícolas con guardaespaldas armados. El mundo del niño es su mundo.

 

*

 

Con Ana Carolina vamos a Alemania. Entramos a una pastelería. Todo cambia, el trato es distinto, además es más barato. Los alemanes son más espontáneos. Saludan, dan abrazos, toman fotos.
Visitar a los alumnos del Gymnasium me dio mucha energía. La enorme construcción de ladrillo y las fotografías de las promociones de estudiantes. El labrado en piedra con los nombre de quienes se opusieron a los nazis. Fueron ejecutados luego de su rebelión, a las puertas del liceo.
Cuando hablé de Guatemala los chicos me dicen que no parezco guatemalteco, no como los de los documentales.
Largo de explicar, costó mucho trabajo explicarles nuestro cómo nuestro país se fue separando.

 

*

 

Es tan fácil deslumbrarse. Pienso en los latinoamericanos que se transformaron en falsos exóticos dentro de la cultura europea. Todo con tal de ser aceptados y amados, como pájaros. Muchos tienen la falsa premisa que aquí encontraron su verdadera casa.
Ser un salvaje inteligente. Ser sólo inteligente y venir de “terra ignota” es meterse en un espacio controlado y ocupado por el poder cultural europeo o norteamericano. Incluso en Latinoamérica hay países que controlan tal tema. Ser centroamericano es ser invisible, periférico.
Los centroamericanos somos como una familia numerosa que comparte una sola cama y un solo baño. La casa sin barrer en ciertos rincones, pero salimos al centro comercial y nos vestimos de paseo. Venimos de El Salvador, de Guatemala, de Nicaragua, de Honduras, de Costa Rica, en lugar de decir, venimos de Centroamérica y ubicarnos mejor en el mundo.
En Dinamarca despierto una curiosidad antropológica conmovedora. Saben de la guerra. Un amigo argentino me pregunta, -Ché, pero escriben filosofía, creí que sólo sufrían.

 

*

 

Llueve sobre el viento frío. El cielo plomizo del Báltico.
Recibo la noticia en Twitter: murieron centenas de personas en Guatemala, un derrumbe, soterrados en un área cercana a la ciudad llamada El Cambray 2.
Duele ver y entender. Hay tanto dolor en mi país. Es tan frágil y tan triste. La peor violencia es la pobreza, el no tener a dónde ir.
Acá recorro las carreteras bien cuidadas mientras los molinos Siemens hacen un lento movimiento al girar. Yo pienso en la gente del Cambray. Estando en un bar un chico y una chica daneses con quienes conversaba me preguntaron por el suceso. Me dijeron, “Nosotros podemos viajar el jueves para allá, llevamos una pala, ayudamos, yo tengo algo de plata para el pasaje…”, se me llenaron los ojos de lágrimas, no pude contenerme. La bondad no tiene lugar.

 

*

 

Atravesar el Atlántico es un regalo de Ana Carolina y Éfrin. Están lejos, pero están más cerca de mí que mucha gente. Andrés Pineda es un amigo músico desde hace mucho. Tuvo el valor de venir hasta acá y hacerse camino como músico. Una dignidad que en Guatemala lo hubiera matado de hambre. Trabaja duro. Toca. Tiene fans. Noble sentido del humor. Es tanta la generosidad de todos ellos. Quizá la soledad o el frío los acerca. Nuestro fuego.
Dinamarca es Hamlet. Son las imágenes de caballeros. Hans Christian Andersen. Una cultura ascéptica, nada ostentosa, nada de carros polarizados ni teléfonos te alta tecnología. Muy lejos de la cultura estadounidense, de la que somos chambelánes los guatemaltecos.

 

*

 

Sabiduría de reconocer la diferencia entre lo que inicia y lo que termina. Entre lo que nace y lo que agoniza.
Veo para todos lados y encuentro un mundo viejo, lleno de comodidades, pero menos humano.
¿En qué momentos llegarán todas las consecuencias?
Leer y anotar un libro en el restaurante árabe. Volver en bicicleta sintiendo la brisa de Copenhague.
La pobreza no está desnuda ni el racismo. La belleza es como un cisne de hielo.
Las danesas son mujeres sumamente hermosas, mantienen un reposo protestante y muy racional. Son elegantes y a la vez esconden su belleza. Son amables pero no son variables. Se ven un tanto uniformes en su forma de mostrarse. No buscan llamar la atención. Valoran la mesura, ser directas, sin excentricidades.
Dinamarca es el escenario de un futuro europeo. De los que sobrevivan a la Unión Europea. De los países que puedan sostenerse como la Euorpa próspera, como la potencia cultural y económica.

 

*

 

Leo sin detenerme The collosus of Marousi de Henry Miller, sueño con esa vida de viajante erudite, liberal en todo, explorador de todo, hedonista. Lo que realmente quisiera vivir.
Al viajar uno se da cuenta que el destino es cambiante. Hago estas anotaciones para sentir el viaje como algo interior, no simplemente como un desplazamiento. Sigo triste por la tragedia en Guatemala. Comparo todo esto contra lo que falta en mi país.
Viajo y traigo conmigo una república de montañas. La mirada. Por momentos siento miedo que me guste demasiado Dinamarca. Es incómodo, sólo estoy de paso. No quiero buscar un sitio donde soy ajeno.
Tarde o temprano conocería el racismo y la oscuridad.
Quince días en un país no sirve más que para bosquejarlo. Estas palabras son un diario, una huella, una carta. Estas palabras son para mis amigos que se fueron y se quedaron. Para la diáspora. Soy un pésimo turista, no busco caminos, encuentro senderos.

 

*

 

Nunca le he temido a la escritura
No busco más que lo que puedo encontrar. No me interesa ni iluminar ni entretener. Sólo fabrico. Trato de abrirme brecha hacia el fondo de todo.
La experiencia se vuelve lenguaje. El lenguaje es una luz en los ojos. Despierto y me quedo viendo titilar la pantalla.
A veces al escribir viene el caos o el orden. Pero así entiendo la vida, describiéndola con palabras. Escribo caminando.


Anoto. Dibujo.

*

 

Retomar los asuntos pendientes. Apenas una visión y toda aquella música a fragmentos. Las sombras se mueven por Copenhague. Llovizna de nuevo.
Esta calma nórdica.
Yo no encajo en esta sociedad tan ordenada.

 

*

 

Al declinar existen demasiadas cosas atrapadas en los demás. Pongo Glenn Gould en el Deezer de mi teléfono. Variaciones de Goldberg.
El destino que equivocamos es una torcedura. Tanto acusarse en la vida.
El ruido debe permanecer fuera y no adentro de la cabeza. Acá oscurece hasta media noche. El color de la oscuridad es distinto.
Aquella canción de Scott Walker. Bicicletas y puentes.
Soy un rostro extraño en estas calles: ¿Árabe o español?
Venden café guatemalteco en un restaurante.
Pienso en Gómez Carrillo, Asturias, Monterroso, Cardoza y Aragón. Fueron migrantes distinguidos. Tal cosa ya no existe. Este es el siglo de la xenofobia. No importa tu genio, sino tu origen, tu pasaporte.
No me sumo a la utopía de la migración. Soy un post migrante. Migrar se hace imposible. El mundo se fracciona: los que viven en sociedades protegidas y los que vivimos a la intemperie.
La identidad se reinventa cada segundo.
Los que venimos de países pobres, siempre seremos los otros. Los diferentes.
Es importante que el cielo pueda caminarse. Hipsters, abuelas, cisnes, hot dogs y cerveza.
Uno envejece como el día.
Todo se repite sin decaer. Se reducen las sorpresas.

 

*

 

Sólo sobrevive lo que busca raíces.

 

*

 

Acá me desaparezco en la calle. Escribo sentado en un parque en el Moleskine que me regalaron. No hay ruido, sólo el sonido del agua de la fuente. Luz y silencio. Mañana me vuelvo a Guatemala. El presente de estas horas ya es recuerdo.
No todo lo que amamos debe volver. Es mejor no despedirse.
En compañía el cansancio es mantenerse en guardia.
En la soledad es mantenerse, simplemente mantenerse.
Estar solo en una ciudad desconocida. Estar solo frente a otro idioma.
Una ciudad es significado. No es un lugar.

 

*

 

Terminando estas notas en el aeropuerto de Ámsterdam, rumbo a casa. Vuelvo a Guatemala. Guatemala es un estado mental.
Mi orilla está allá. El mundo es enorme, pero sus fronteras se están cerrando. El siglo XXI será el del encierro.
La identidad y la ideología son nuestras acciones para comprender el mundo. Algunos venimos de naufragios, otros de barcos que comienzan a hundirse. Acá desperté y lo primero que se vino a mi mente es: yo soy el otro.

Octubre 2015

 

 

javier payeras 375Javier Payeras
Guatemala. Poeta, novelista y ensayista. Ha publicado las novelas Imágenes para un View-Master, Limbo, Días amarillos, Afuera y los poemarios Slogan para una bala expansiva, Fondo para disco de John Zorn, Soledadbrother (adaptación al teatro a cargo de Luis Carlos Pineda y Josué Sotomayor), Raktas, Déjate Caer, La resignación y la asfixia Soledadbrother & relatos de autodidactas y Postits de luz sucia.

 

 

"Copenhague" enviado por Javier Payeras a Aurora Boreal®. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Javier Payeras. Fotos Javier Payeras © Lorenzo Hernández.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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