¿La fiesta del Chivo o la del mercado editorial? En torno a la novela de Mario Vargas Llosa

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NOTA DEL AUTOR. Permito que se publiquen estos fragmentos de una crítica de la novela publicada en Ventana Abierta, a poco de ser dada a la estampa, consciente de que eligí un mal ejemplo en mi arremetida contra el mercado editorial, como lo demuestra la clamorosa recepción por parte de la crítica y del público que ha tenido la novela del Nobel peruano-español. Quede entonces como un ejemplo negativo de lo que no suelo hacer: críticas o reseñas de obras o autores para intentar denostarlos. Mea culpa. Víctor Fuenes.

La globalización o, mejor, mundialización de la cultura, algo potencialmente tan enriquecedor para quienes disfrutamos de ella, tiene la contrapartida, en su fase actual, de la casi total supeditación al mercado, entre cuyas redes queda envuelto el producto artístico, como una mercancia más. Los grandes monopolios editoriales publican sus novedades simultáneamente en diversas ciudades del mundo, con grandes anuncios publicitarios, llevando a los escritores/as de sus "cuadras", como grandes estrellas, de gran hotel en gran hotel: de Madrid y Barcelona a México, a Bogotá o Caracas, Lima, Buenos Aires, Santiago y Santo Domingo. Ante estos faustos de ostentación, más pecunaria que literaria, nos asaltan aquellos versos del gran César Vallejo, quien muriera al borde de la miseria: "Execrable sistema, clama en nombre del cielo,/ del bronquio y la quebrada/ la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser/pobre..." 
Un ejemplo de esto, lo encontramos en esta novela "bien hecha" de "la firma" del peruano/español Mario Vargas Llosa, sobre los estertores criminales de "la Era Trujillo", centrada en el tiranicidio, el subsecuente cazamiento de los ajusticiadores, más el suspense de una violación no anunciada hasta el climax final, y que extiende el tufillo de machismo que desprende toda la atmósfera de la novela. ¿Se salva de ello el narrador?

La fiesta del Chivo, novela lanzada a los cuatro vientos publicitarios, brilla como un "becerro de oro", en las galas de presentación auspiciadas por la Editorial, quien, usurpando también el papel del crítico nos anuncia, en la misma contraportada (con palabras que encontraran ecos en las múltiples reseñas de los períodicos vinculados a la Empresa) que La fiesta del Chivo es "la magistral" nueva novela de Mario Vargas Llosa: "Un libro para no perder las raíces. Una novela que ya es historia".

VICTOR FUENTES escritor, profesor y miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de Lengua Española. Vive en Santa Barbara, California. Licenciando en Lenguas Romances, Universidad de Nueva York. Maestría y Doctorado en Lenguas y Literaturas romances, Universidad de Nueva York. Cuenta con más de 200 publicaciones, de las cuales 14 libros. Entre ellos destacan: La marcha al pueblo en las letras españolas (1917-1936); El cántico material y espiritual de César Vallejo; Galdós, republicano y demócrata (Selección de textos, 1906-1913); Benjamín Jarnés. Biografía y metaficción; Buñuel, cine y literatura (Premio "Letras de Oro", 1988); Buñuel en México; Antología de la poesía bohemia española; ediciones críticas de La Regenta y de Misericordia (Akal); Antología del cuento bohemio español: La mirada de Luis Buñuel, cine, literatura y vida (2005). Creación literaria: Bajo el heterónimo de Floreal Hernández, la novela Morir en Isla Vista (1999); un relato en el reciente libro, Seis escritores españoles en Nueva York (entre quienes se encuentran Muñoz Molina y Eduardo Lago): Granada, Ediciones Dauro, 2006, y otro, "Reviviendo el terremoto de San Francisco (1906-1975)", en Escritores españoles en los Estados Unidos. Ed. Gerardo Piña-Rosales (2007). Co-Editor, junto a Luis Leal, de Ventana abierta (con 24 números publicados hasta el presente), revista latina de literatura, arte y cultura.

fiesta_chivo_001Habría que añadir que en cuanto historia nada añade esta novela histórica a la comprensión o al esclarecimiento de los hechos que novela ya archiconocidos, a los que sí somete a ciertas distorsiones históricas e ideológicas, según, ya han señalado varios críticos dominicanos. Como novela, en una época en que tanto nos interesa oír
a los sin voz, es bastante discordante (de "mal gusto" diría una preceptiva de tales voces) que se les de la voz -como también se anuncia en la contraportada- a Trujillo y a Balaguer, y a su gestapo tropical, quienes por tanto tiempo ahogaron en sangre (aunque no del todo) las voces auténticas del pueblo dominicano.

Más histórico sería dejar que a Trujillo le siga devorando el olvido, que no revivirlo en papel y lanzarlo a bombo y platillo. Cae Vargas Llosa, en esta novela, en un costumbrismo, a la postre sensacionalista y gratuito, del crimen y de la tortura. Contiene 518 páginas y está llena de escenas de monstruosas atrocidades, cometidas o instigadas por Trujillo, las cuales, por otra parte, ya las habíamos leído, con pelos y señales -todavía mucho más crímenes en menos páginas- en obras escritas cincuentas antes: en, y por sólo citar dos ejemplos, Una satrapía en el Caribe (cuya denuncia le costó la vida a su supuesto autor,el gallego José Almoida) o Blood in the Streets. The Life and Rule of Trujillo, de Albert C. Hiks, quien, al final de su libro, nos da la modesta cifra de tres mil dominicanos asesinados por Trujillo, para 1946, más unos quince mil haitianos. En la actualidad, los medios de información nos saturan con la tortura y el asesinato, convertidos, en muchos lugares del mundo en una práctica cotidiana (por ejemplo, ayer -26-8-2000-, la televisión nos ofrecía la horrorosa imagen de cuatro soldados colombianos, decapitados por la guerrilla). ¿Para qué deleitarse en la página bien escrita con la descripción de tales crímenes?

Parece que Vargas Llosa, quien tiene altas miras ontológicas y epistemológicas sobre la novela, ha tratado de plantearse en ésta el tema del Mal, encarnado en las dictaduras latinoamericanas (tema que ya dio sus grandes obras con Tirano Banderas, El señor Presidente y Yo, el Supremo, obras, contrario a la que nos ocupa, comprometidas con las luchas contra el tirano de turno). De ahí esa figura del chivo, con su antecedente en el Macho cabrio, representado en cuadros y grabados de Goya, en otra época de terror en España. Claro que en el genial pintor aragonés, y para poner un sólo ejemplo, la mirada aviesa del ojo derecho del Macho cabrio, en su cuadro el "Aquelarre", nos contagia un estremecimiento del Mal -el cual transmite tal animal asociado al diablo y a ser portador del mal- lo cual falla a dar el grotesco, y ya anacrónico,chivo de Vargas Llosa, por más que el novelista sondee en su entretela y entrepierna, y lo veamos bailando merengues, meándose en sus impecables uniformes o desflorando muchachitas en este "Aquelarre", a fín de cuentas y, a pesar de sus horrores,formalista del consagrado autor.

Posiblemente sin estar consciente de ello, con sus marionetas de este "ruedo dominicano", y su pujo por el bestseller, sí logra Vargas Llosa, con ésta y su anterior novela, concitar otro chivo o macho cabrio, que ése sí está vivo y coleando en este albor del siglo XXI: el personificado por los efectos deletéreos del mercado. Curiosamente, quien reviviendo, en el siglo XX, procedimientos del Flaubert "realista", de Madame Bovary, nos dio (aquellas sí, "magistrales") novelas como La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en la Catedral en su hora cenital vuelve a Flaubert, pero ahora al de la novela histórica Salammbó. El preciosismo formal del novelista francés da paso en el peruano/español a un virtuosismo de técnicas novelísticas, que tan bien domina: yuxtaposiciones y saltos en el tiempo (analepsis y prolepsis) y espacio, lenguaje visual, escueta objetividad del narrador, profusión de diálogos, etc., que dan al relato novelesco una densidad y agilidad tempo-espacial y una variedad de perspectivas y puntos de vista que, paradójicamente, en este caso, acentúan más el vacío neobarroco de manido contenido de la novela.

Bien podría decir Vargas Llosa de su novela, lo que dijera Flaubert de Salammbó: "El pedestal es demasiado grande para la estatua".  El pedestal, en el caso de La fiesta del Chivo, levantado sobre ese entramado de técnicas narrativas, sería, más bien, un lodazal, cuya figura emblemática la encontramos a la entrada de una base militar: un gran charco de aguas pestilentes, producido por una cañería rota. ¿Para qué extenderse sobre esta pestilencia, a lo largo de más de quinientas páginas de límpida prosa novelesca, cuando su "verdadera" expresión histórica es, por fortuna, un pasado muerto en la historia de la nación dominicana?


Artículo enviado a Aurora Boreal® por cortesía del escritor y crítico literario Víctor Fuentes. Artículo publicado originalmente en revista Ventana Abierta nr. 9, otoño 2000. Foto de Víctor Fuentes©Isaac Hernández.

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