Ensayo
¿Cómo un aforismo de Elías Canetti pudo servir de leitmotiv para la escritura de un cuento? ¿Qué relación establezco entre un aforismo –frase que sugiere pauta-- y un leitmotiv –motivo central, tema dominante de alguna obra musical o literaria--? ¿Puede mostrarse que una parte significativa –por no decir decisiva-- de las obras de arte literario se inspiran en otras obras y no en sucesos de los llamados reales; aunque tan real sea la llamada Sonata Facile (No.16, K 545) de Mozart, como la agobiante situación económica del genial músico cuando la compuso?
El aforismo de Elías Canetti --“Sólo cuenta el saber oscilante”-- aparece en sus últimos Apuntes (1992-3) y él mismo puso oscilante en cursivas para resaltar su carga de ironía y desenfado, de atrevimiento y sugerencia. Su principal editor al español --Mario Muchnik-- no exagera en la nota de solapa cuando lo caracteriza como un “gran solitario inadaptado”. Y señala que “este libro póstumo ha de leerse como el legado de un hombre familiarizado con muchos mundos, el de los mitos y literaturas de todo el planeta, pero también el de nuestra actualidad, que él analiza, interroga y condena con mirada fría y a la vez compasiva”. Esa mirada del autor de la novela Auto de fe llegó a mis libretas de apuntes en forma de citas, paráfrasis y comentarios. Su re-creación de oscilar se convirtió en uno de mis lemas. Dio pie –leitmotiv— a varios proyectos, entre ellos el cuento que aquí incluyo.
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- Por José Prats Sariol
Ponencia de la escritora Menchu Gutiérrez realizada durante el VI Festival de Literatura en español de Copenhague, el día jueves 27 de septiembre de 2018 en las instalaciones de la Universidad de Copenhague.
A una conferencia, como a un libro, como a una casa, se puede entrar por la puerta principal o por una puerta trasera; también es posible entrar por una ventana, como quien ha perdido la llave; o por una grieta, como los que escudriñan el tiempo.
El título de una conferencia, como el título de un libro, se pregunta, entre otras cosas, por dónde realizar esa difícil entrada.
Cuando la invitación a dar una conferencia lleva asociado un título más amplio, en este caso, el título en torno al cual se convocan estas jornadas “Letras viajadas”, nuestro título, hijo pequeño del título más grande, se pregunta cómo prestará servicio a este gran enunciado, de qué modo le será fiel o infiel.
“Letras viajadas", decía la invitación que recibí de la Universidad de Copenhague:. “Letras viajadas”… título ambiguo donde los haya, en el que caben barcos, aviones, submarinos, tranvías… y en el que coexisten los antiguos carromatos con los modernos drones.
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- Por Menchu Gutiérrez
La Antología del modernismo que José Emilio Pacheco publicó en 1970 (reeditada en 1978, 1999 y 2012) es fruto de su faceta de estudioso pues, como es bien sabido, además de poeta, narrador, ensayista y cronista fue también profesor de literatura. Esta antología comienza con una valiosa introducción que compendia lo que supuso el modernismo como movimiento histórico-literario.
Basándose en gran medida en Ángel Rama y en Walter Benjamin pero sobre todo en lecturas de primera mano de los poetas de este movimiento estético, Pacheco realiza un catálogo, que a día de hoy sigue vigente, de las ideas clave en torno al modernismo. Así, el modernismo como acta de independencia cultural y literaria de Latinoamérica; la renovación de la métrica que llevaron a cabo estos autores; el reflejo indirecto de las transformaciones económicas y sociales en los textos modernistas así como la nueva posición socio-económica del artista y la obra estética; la relación con la modernidad científica y técnica; el modernismo como una tendencia eminentemente urbana; su autocomprensión como un movimiento nuevo o moderno; su internacionalismo; su predilección por la expresión ambigua e indefinida, etc. Pacheco afirma, además, que el modernismo fue la entrada de la literatura hispánica en la modernidad literaria: “El modernismo tiene que cubrir en cuarenta años el camino que la literatura europea recorrió en una centuria: ser al mismo tiempo romanticismo, parnasianismo y simbolismo. Tres modalidades que si en Europa fueron sucesivas y excluyentes son tres caras de un mismo fenómeno: la revolución romántica del siglo XVIII cuyas consecuencias aún no terminan y reaparecen con nuevas características en el arte de nuestros días.” (pp. xx-xxi).
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- Por Julio Jensen
Para Ivet Kamar
Uno empieza conociendo la ciudad de Asunción, capital del Paraguay, desde Buenos Aires—, asegura el viajero. En buena medida sucede lo mismo con Montevideo, que bien podría ser una extensión del populoso barrio de Palermo—el viajero encuentra rasgos provenientes de un mismo ecosistema urbano. Son expresiones relativas para afirmar que el mundo no puede ser representado en su totalidad. La metáfora del mundo se constituye de cruces tangenciales y confluencias provocadas por culturas en movimiento.
De modo que todo está en todo. Sin embargo, ante la imposibilidad de conocer esa totalidad, está el fragmento, vuelto crisol por las confluencias, y útil para evitar el caos. Gestiona una síntesis orgánica de lugares y sujetos. Hacerlo trascender es una aventura porque se alimenta de la realidad real. Este verano, el viajero se hospeda en la casa de huéspedes de Facundo Arnosi, situada entre las calles Ruggieri y Cabello, a una cuadra del parque Las Heras, uno de los varios pulmones ecológicos con los que cuenta el barrio; bajo esa superficie verdosa del parque se edificó la Penitenciaria Nacional, en funciones hasta mediados de siglo XX; en ella estuvo recluido el gaucho Juan Moreira, inmortalizado por el cine y la literatura.
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- Por Antonio Moreno
Per Wätsberg consideró su silencio más que un desplante. Ese mismo silencio que hacía eco por todos lados una vez que la noticia del premio le dio la vuelta al mundo entero, hasta entumecer a los apostadores más gárrulas y poner en evidencia a los críticos literarios menos progres, le impedía percibir el verdadero mensaje de Bob Dylan (1941), nacido en Minnesota y registrado como Robert Allen Zimmerman, que un compositor y cantante como él, de jipi en conserva, le arrebatara el Nobel de Literatura a novelistas y poetas consagrados como Alí Ahmad Said Esber (Adonis), Philip Roth o a Ngugi wa Thiongo. Un hecho inesperado que no sólo podía ser interpretado como la reivindicación de un género popular, sino como la impugnación hacia la política del canon occidental, las redefiniciones de lo que es una obra de arte y las escaramuzas alrededor de lo que se llama literatura.
Mientras se sedimentaba ese silencio entre propios y extraños, en uno de los armarios de la Academia Suecia brotaba un hedor repugnante ligado al chivatazo y el acoso sexual sistemático. No era para menos, el depredador estaba en casa: el escritor francés Jean-Claude Arnault, casado con Katarina Frostenson. El escándalo empezó a crecer como una ola y de inmediato hizo mella entre la mayoría del círculo sagrado, conocido como De Anderton, es decir, los dieciocho integrantes vitalicios de la institución que eligen a los galardonados para el Nobel de Literatura. Algunos de ellos presentaron su renuncia, en tanto que la prensa sueca señalaba directamente al responsable: el esposo de Katarina Frostenson, miembro vitalicio de la academia, a quien se le acusaba aparentemente de ser el responsable de filtrar a las casas de apuestas los nombres de los galardonados con mucho tiempo de anticipación: Elfriede Jelinek, Harold Pinter, J.M.G. Le Clézio y Patrick Modiano. Posteriormente, las mujeres agredidas por Arnault revelaron a la prensa sus testimonios, por lo que Frostenson tuvo que renunciar a su cargo. De ese calibre era el culebrón que padecía la generosa e inmaculada Academia Sueca, y para entonces, cuando Bob Dylan fue ungido con el Nobel, aún no salían por completo los trapitos al sol. Después de Dylan, premiaron a Kazuo Ishiguro y, finalmente, los académicos decidieron limpiar la casa a fondo para no quedar ante el mundo como una vulgar pandilla de solapadores, declarando desierto el premio en 2018. Era entendible que Per Wätsberg calificara la actitud del flamante premio Nobel de Literatura 2016, el ya mítico Bob Dylan, propia de un tipo maleducado y arrogante, cuando sus palabras verdaderamente trataban de espantar, con impotencia, no la indiferencia del cantante sino la verdadera tormenta que se les avecinaba a los integrantes vitalicios de la Academia Sueca.
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- Por Antonio Moreno
“No me arrepiento de esas orgías de libros”, dice Elías Canetti en uno de sus apuntes. Y cuando se lee la confesión que enseguida escribe el autor de Masa y poder, uno se siente libre de cualquier culpa, no sólo de haber gastado en libros muchas veces el dinero que tenía reservado para comer, vestir o hasta pagar la renta; sino de que unos cuantos de los libros comprados nunca han sido leídos.
Las aventuras con libros merecen siempre no excusas sino aplausos, no remordimientos sino alegría. En La Habana, cuando no tenía dinero, gastaba todo lo que nunca ahorré –con certera e inexorable puntería-- en libros. En mis viajes y en mi primer exilio --en el generoso México--, hasta en los peores momentos conseguía comprar de vez en cuando libros. Con vientos helados de un permanente fin de mes y con marea baja en el bolsillo, aun así triunfaba la adicción: vengan más libros. Casi ni los tacos al pastor de carnitas competían contra los más recientes títulos arribados a la librería Profética, en el Centro Histórico de la ciudad de Angelópolis—Puebla de los Ángeles--, donde se halla una de las mejores bibliotecas coloniales del planeta, la creada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza, que tanto disfrutó sor Juana Inés de la Cruz.
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- Por José Prats Sariol
Inédito
La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto. Embriaga a los pueblos, exagera sus reflejos, mantiene sus viejas llagas, los conduce al delirio de grandezas o persecuciones, vuelve a las naciones amargas, soberbias y vanas.
Paul Valéry
En la última de sus lecciones sobre Lo cubano en la poesía, Cintio Vitier enuncia y argumenta los rasgos que para él modulan lo cubano. Aquel desafío exegético recorre los poemas escritos en Cuba y sus principales autores, hasta algunos de la Generación del 50. El desprecio hacia su visión teleológica, cuando se juzga un texto de 1957 como si fuera de ahora; o cuando se valora en bloque al autor, a partir de su filiación con la dictadura castro-comunista; comete un error donde se mezcla la neofilia –el ridículo culto a lo nuevo y a los jóvenes-- con la pereza –critican sin haber leído y pensado--, la intolerancia –desde las dos orillas-- con el culto a la Historia –con mayúscula trágica-- que criticara Paúl Valéry. Culto a la Historia que paradójicamente también perpetra el ensayista y poeta del Grupo Orígenes.
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- Por José Prats Sariol
Toda obra de arte es un regalo. Y un regalo personal, con nuestro nombre en su tarjetita, como los regalos de Navidad junto al árbol. Si me apuran, en la tarjeta está el nombre y la edad a la que debemos abrirlo. Hay que confiar en que el Destino nos lo entregue en su momento, en el momento oportuno para que lo apreciemos y nos cambie la vida.
Pero los creadores no sólo nos regalan sus propias obras. A veces nos regalan obras ajenas, que descubrimos a través de su mirada. Como si nos invitaran a su casa y nos ofrecieran un plato exquisito desconocido para nosotros.
Álvaro Mutis fue un anfitrión generoso. Gran gastrónomo, supo descubrir y ofrecer platos de gran finura que dejó expuestos en sus ensayos. En mi caso, le agradezco especialmente dos descubrimientos: Aurelio Arturo y Valery Larbaud.
Un breve texto –“Mi verdadero encuentro con Aurelio Arturo”– me llevó al poeta de La Unión. Su Morada al Sur no me ha abandonado desde entonces. He intentado ser digno del regalo ofreciéndolo a mi vez a quien ha podido apreciarlo.
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- Por Diego Valverde Villena
A BOGOTÁ
¡Oh mi ciudad querida! Hoy tan lejana
y tan inaccesible a mi deseo,
que al evocarte en mi memoria creo
que fuiste un sueño de mi edad temprana.
Te evoco así, como a quimera vana,
y al evocarte sin cesar, te veo
resplandecer bajo el ardor febeo
sobre la gran quietud de la sabana.
Y al pensar que en ti van, hora tras hora,
sucumbiendo los seres que amé tanto
y que la tierra sin cesar devora,
surges bajo la nube de mi llanto,
no como ayer: alegre y tentadora,
sino como un inmenso camposanto.
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- Por Gloria Serpa-Flórez de Kolbe
Pasados veinticinco siglos, la heroína trágica de Sófocles ha permanecido como un arquetipo moral y su sombra sigue cubriendo a cuantos seres han vivido guiados por un ideal y han muerto por él. Era una joven, casi una niña, que hizo de la libertad su destino y por cumplir un deber piadoso fue condenada a ser enterrada viva. Sin embargo, no hay poder ni violencia más fuerte que el valor. Y Antígona, encerrada en la oscuridad de la caverna que habría de ser su sepultura, según la orden de Creonte, decidió libremente que no sería la víctima del tirano que la había condenado a morir de esa manera atroz; si hubiera permitido ser castigada por el acto de piedad de cubrir el cadáver de su hermano, ¿dónde y de qué manera podría haber justicia?
Separada de Antígona por miles de años, vivió otra joven cuyas circunstancias históricas y personales eran del todo diferentes a las de la heroína clásica; pero como diría Borges, “Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”. Así, en otro lado del mundo, en la ciudad de Buenos Aires en 1976, María Victoria Walsh se dio muerte frente al escuadrón que iba por ella para castigar su lucha contra la dictadura. Las diferencias no importan, esencialmente el hecho es el mismo y haciendo una paráfrasis de Borges, en la muerte de la joven argentina, como en la que ocurre en el teatro ateniense del siglo V a.C. “…de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches”.
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- Por Helena Iriarte
Pocos son los críticos los que se interesaron en el personaje secundario del Mudo que aparece por única vez en la primera novela de Javier Vásconez editada en 1996, El viajero de Praga. El Mudo es un personaje enigmático que se caracteriza, entre otras cosas, por su silencio verbal, de ahí su apodo. Y el título de la última novela del escritor, Hoteles del silencio (2016) acabó por convencernos de la importancia del tema del silencio, inseparable de la noción de invisibilidad de la que que ya hemos tratado en otra investigación nuestra. (1) Lo que no se ve o no se oye tiene una importancia particular en los textos de Javier Vásconez: las figuras del inmigrado clandestino, condenado al silencio de los hoteles sórdidos, del espía que se mueve con sigilo o de los idiotas que viven en rincones perdidos del páramo y no se expresan sino desatando molestas carcajadas pueblan sus novelas y cuentos. El propio autor se comparó a menudo, en las entrevistas que concedió, al topo (2) que cava en la oscuridad de la tierra o al espía (3) que lo observa todo en silencio.
El personaje del Mudo presenta mucho interés para entender e interpretar la novela: es como un doble del protagonista del Viajero de Praga, el famoso doctor Kronz. Es tan misterioso como otro gemelo de Kronz, un tal Lowell, quien acosa al protagonista a lo largo de la novela y le permite al final enfrentar su destino. Pero el Mudo se diferencia de Lowell en la medida en que no es un extranjero al país de la “línea imaginaria”. Vive en el valle de Los Chillos en donde se sitúa la casa de campo alquilada por el doctor Kronz. Igual que el país al que llega el médico nómada y despistado, el Mudo no tiene verdadero nombre o por lo menos el narrador lo silencia. La ausencia de mayúscula al apodo, tal como viene escrito en la edición de 2010 de la novela (4), “mudo”, a diferencia del Lobo por ejemplo, le quita más importancia aún al personaje, aunque veremos que su breve relación con Kronz les cambia la vida a los dos. Su apodo le viene de su discapacidad que le impide expresarse verbalmente aunque consigue entablar una curiosa relación con el checo. Estudiaremos en este artículo la importancia de este personaje en el relato, su dimensión simbólica y las consecuencias de su encuentro con el protagonista. La relación que van entablando los dos es ambivalente, entre atracción y repulsión por parte del médico quien parece atraído por la incapacidad del Mudo para comunicar con los demás. Es un rasgo que comparte con él y que les va uniendo brevemente durante su estancia veraniega.
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- Por Anne-Claudine Morel
Ponencia completa de la escritora argentina Rosalba Campra, realizada durante el V Festival de Literatura en español de Copenhague, el día viernes 29 de septiembre de 2017 en las instalaciones de la Universidad de Copenhague.
Una anécdota: un congreso internacional, hace unos años. Conversación con colegas conocidos en ese momento. Presentaciones. Una profesora de los Estados Unidos, cuando le preguntan “ ¿Tú de dónde eres?” responde: ”Soy americana”. Me lo preguntan a mí, mi contestación es: “Yo también”. Ella se da vuelta, y corrige: “No, tú no eres americana. Tú eres argentina”.
Recordando esta negación me pregunto aquí qué significa hablar hoy de “Latinoamérica” y si implica acaso (o no) alguna responsabilidad el definirse como “latinoamericano”. Me lo pregunto a partir de mi elección del término “América Latina”, en el título del primer libro que, hace muchos años ya, dediqué a estos problemas: una elección no solo léxica sino conceptual (1). Tomo esa anécdota como un punto de partida para las reflexiones que siguen: sobre los nombres, el objeto que designan, el itinerario recorrido entre el siglo XX y XXI, el replanteo de la identidad... ¡No puedo prometer que sean una respuesta al título que he propuesto para esta conversación!
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- Por Rosalba Campra
Mangroven - Manglares
(Edición bilingüe español-alemán)
Tomás González
Traductores: Karina Theurer, Peter Schultze-Kraft y Gert Loschütz
Portada: Pintura de Armando Williams (Perú)
Editorial: Edition 8, Zúrich, Suiza
ISBN: 978-3-85990-257-2
Páginas: 221
Año: 2015
En sus últimas horas de vida, antes de su ejecución –bebiéndose la copa de cicuta–, le quitan a Sócrates los grilletes de las piernas. El filósofo se sienta, se frota la pierna y cavila: «¡Qué curioso! Hasta hace un momento me dolía la pierna a causa del grillete y paso seguido experimento esta sensación placentera tras haber sido liberado del grillete. Parece que ambas sensaciones –la placentera y la desagradable– no deseasen convivir simultáneamente entre los hombres, pero que, cuando a la una se la persigue y se la atrapa, se está obligado siempre a llevarse a la otra, como si estuviesen las dos sensaciones unidas a una misma cabeza.» Esto sería un tema para Esopo, dice Sócrates, «escribir sobre cómo el Dios quiso ponerle fin a la lucha de lo antagónico y cómo al no lograrlo ató las dos cabezas juntas así que cuando lo uno se va donde alguien, lo opuesto llega fijo.»
No sé si Esopo logró desarrollar algo de este pensamiento socrático. En todo caso y en este aspecto propondría a un autor contemporáneo, el novelista colombiano Tomás González, nacido en 1950, como ejecutor testamentario de Sócrates aunque tal vez él mismo no haya leído el Fedón de Platón. En toda la obra de González podemos observar, como un Leitmotiv, su visión de la convivencia de los opuestos, su convicción de que la luz y la sombra van juntas, de que lo hermoso y lo horrible son las dos caras de la misma medalla, de que la muerte es parte de la vida. En su novela Los caballitos del diablo Tomás González acuñó el término «la espinosa belleza del mundo» para definir ese estar acoplado de lo antagónico y así seguir con la tradición de un William Blake, quien manifestaba que «sin contraposiciones no hay avance: atracción y repulsión, sensatez y energía, amor y odio son necesarios para la existencia humana.» (Matrimonio del cielo y el infierno, 1790).
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- Por Peter Schultze-Kraft