Ensayo
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, escrito por Miguel de Cervantes Saavedra, es una novela avant la lettre que simplemente no pudo haber sida escrita en otro tiempo. Esto se debe a que ella recoge su materia de la literatura leída en la época, es decir, las novelas de caballerías, a las cuales parodia. En El Quijote, Alonso Quijano, el personaje principal, decide armarse caballero andante y salir en busca de aventuras. Parece paradójico entonces que, tras seguir y respetar los ideales caballerescos por incontables páginas, éste muera después de haber “abominado con muchas y eficaces razones los libros de caballerías.” (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, II, LXXIV, 562) Esto verdaderamente se presenta como un non sequitur; en especial cuando consideramos que él permite que estos mismos ideales caballerescos sean los instrumentos de su destrucción: don Quijote es vencido por el Caballero de la Blanca Luna y es el mismo código caballeresco que lo obliga a regresar a la Mancha donde muere, presumiblemente, de melancolía. Pudo haber roto su palabra en cualquier momento y continuado con su “malandante caballería”. Sin embargo, sólo aborrece sus libros cuando esta acción no puede cambiar el curso de los hechos. En este ensayo utilizaré el topos del theatrum mundi como una posible explicación para el problema.
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- Por Ian Iracheta
No hay otra senda.
Me resigno a pisar
las hojas secas.
Wasajo
Quizás el signo más visible para identificar la calidad de un poema sea la sugerencia. Entre los mejores ejemplos de la literatura mundial de cualquier época se hallan los haikus. El refinado arte japonés (3 versos de 5, 7 y 5 sílabas) casi puede considerarse un paradigma de cómo tratar las semillas para que florezcan.
El de Wasajo que reproduje como epígrafe ejemplifica el difícil encerrar para que el lector suelte, expanda. Apenas son once palabras, con las licencias poéticas suman 17 sílabas. De ellas sólo dos son sustantivos: senda y hojas, aunque el infinitivo –pisar— funciona también en calidad de nombre, sin perder su carácter verbal, junto a las dos formas conjugadas: hay y resigno. Si restamos la preposición y el artículo sólo queda un adjetivo –secas—y el pronombre: me. Supongo que el original en japonés exhiba un laconismo aún más intenso... Lo cierto es que el autor –bajo el respeto de suponerle al lector por lo menos su misma inteligencia y sensibilidad-- no necesitó nada más para estructurar su haz de sugerencias.
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- Por José Prats Sariol
25 de octubre, 2015.
(4 tardes después de una cistoscopia en la vejiga que sigue limpia del tumor canceroso).
“En el espejo de un verso de Machado”
Aviva el sexo (perdón) seso y despierta, adormilado Diario y mírame, sin mancharlo mucho, en el espejo de este verso machadiano:
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- Por Víctor Fuentes
Esbozo general del libro que Víctor Fuentes prepara con el título Antonio Machado para el siglo XXI.
“Palabra en el tiempo”, es su definición de la poesía, pero mucha de la inmensa crítica estudia sus libros poéticos pasando, bastante por alto, la serie cronológica de sus publicaciones, donde va atrapando al tiempo, con sus cambios en consonancia con los del propio poeta y los del contexto histórico-cultural y socio-político no solo de España, sino de Europa y del mundo occidental en general, con su continua unidad evolutiva, valga la contradicción, tan valorada en su obra. Con frecuencia, se tratan sus primeros poemarios, difíciles de conseguir, no en sí mismos, sino como aparecen englobados, y transformados, en posteriores ediciones o en la última edición de sus, también cambiantes, Poesías completas.
Soledades, de 1903, con Arias tristes de Juan Ramón Jiménez, del mismo año, nos dieron el fruto más granado del simbolismo-modernismo de la poesía española del siglo XX, frente a la del XIX. Los dos libros se sitúan –y como ya se desprende de sus títulos-- en el ámbito cultural del “Mal del siglo” posromántico, de reacción contra el positivismo y materialismo de la sociedad burguesa Estudiándolo en la literatura europea, bajo el título de Sentimiento de la tristeza en la literatura contemporánea, el hoy olvidado, como su libro, José Deleito y Piñuela, a propósito de los simbolistas escribía: “A la Naturaleza, el Amor y la Muerte, tradicionales temas del lirismo, añaden los simbolistas, uno más; lo inconsciente: y gustan de replegar el espíritu en sus profundidades obscuras, vertiginosas y sombrías” (228). Aunque Deleito y Piñuelas no trata, en su libro, a los literatos españoles, esto es lo que se dio, y hasta el paroxismo, en Soledades, en una época en que Freud publica sus descubrimientos sobre el inconsciente y los sueños: sueño y ensueño, tristeza, y sus derivados, junto a sombra y sombrío son los vocablos que más se repiten en el poemario, el cual, como en Arias Tristes, y junto a sus originales logros poéticos, estaba presente parte de esta actitud que José, Deleito y Piñuela, achacara al simbolismo, pasando por alto su gran valor poético:
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- Por Víctor Fuentes
Son tiempos de pragmatismo y usura; de incertidumbre y desesperanza. Derribadas las utopías y convertidas en ruinas históricas, el hombre contemporáneo carece de un refugio que lo libere de la angustia cósmica. Buscamos paliativos para calmar las dolencias interiores, en una época en la que la tribu planetaria se obstina en la consecución de la riqueza y la acumulación de pergaminos de oropel. Sin quimeras comunes, y herida de muerte la solidaridad humana; los habitantes de la tierra hoy naufragan en doctrinas mesiánicas y credos fanáticos.
Ante nuestra impotencia e insularidad, nos aferramos a fetichismos y amuletos, que prometen asunciones providenciales y milagros en el pantano de la virtualidad. Los dioses, hoy se pasean en mensajes en cadena y supersticiones pintorescas. No obstante, esos actos de fe pública y religiosidad pueril, el vacío y la frivolidad invaden a la especie y nos condena al hombre unidimensional que vaticinó el pensador de Fráncfort.
Si querer cambiar el mundo con la poesía equivale a intentar descarrilar un tren con los pétalos de una margarita; leerla, es un acto de fructífera inutilidad.
En un momento de primacía estólida para la política y la economía, condenas sempiternas de los hombres, esos seres minúsculos destinados a desvanecerse en el aire como un humo sin nombre; la poesía, expresión fecunda y auténtica de la creación, ha de servirnos para liberarnos de las silenciosas cadenas del consumo. Leer hoy poesía, es atisbar la libertad.
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- Por Marcos Fabián Herrera
Miguel Ángel Asturias (19 de octubre de 1899 en ciudad de Guatemala - 9 de junio de 1974 en Madrid, España) fue un abogado, periodista y escritor guatemalteco, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1967 . Entre sus obras más sobresalientes se encuentran El Señor Presidente y Hombres de Maíz. También se hizo acreedor al Premio Lenin de la Paz en 1965 (Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala, 2004). Su niñez y juventud discurrieron por los barrios La Parroquia y Candelaria, que evocó en su producción literaria. Sus estudios de bachillerato los hizo en el Instituto Nacional Central y en la Universidad de San Carlos de Guatemala obtuvo el título de Abogado y Notario en 1923, presentando su tesis El Problema del Indio, trabajo que mereció el Premio Gálvez (Haeussler, 1983). Más tarde, el escritor colabora con el diario El Imparcial y luego en la revista Vida. Después, viaja a París, Francia, e ingresa en la Universidad de París y estudia Los Mitos y Religiones de Centroamérica, con especialidad en la cultura maya. En París, junto a otros amigos edita la revista Ensayos. De regreso a Guatemala en 1933 funda el matutino Éxito y el primer radioperiódico original Diario del Aire (Haeussler, 1983). En el período revolucionario de 1944 a 1954 desempeñó varios cargos diplomáticos. Murió en Madrid el 9 de junio de 1974 pero sus restos reposan en el cementerio de Pere Lachaise, en París. En 1930, Asturias edita en Madrid, España, su libro Leyendas de Guatemala, que de inmediato atrae la atención de los críticos europoes. Pronto es traducido en varios idiomas y señala el inicio de su carrera literaria. El libro está formado por una serie de relatos escritos en un castellano limpio. Toda la obra esta revestida de gracia, fluidez, facilidad para manejar elementos: brujos, terremotos, choques de nubes, lluvias de estrellas e insectos.
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- Por Magda Lago Russo
19 de mayo, 2015.
Acodado sobre el malecón del muelle de Santa Barbara, contemplo el mar. No, no es este el mar modernista del Antonio Machado de Soledades: "El mar lactescente, / el mar rutilante, / que ríe en sus liras de plata, sus risas...risas de plata y de leche.". Es un mar que, al entregar sus olas antes de llegar al muro, se desparrama en un dibujo de archipiélagos blancos, un mapa marino –me parece-- del mundo globalizado, hermanado, repentinamente, borrado por una voraz ola, rutilante como el cuchillo de las grandes corporaciones multinacionales. Pero que, sin embargo, al chocar contra el muro, retrocede transformada, piadosa, cubriendo, y uniendo, todo él, con su dulce manto blanco al archipiélago que antes había desmantelado.
A lo lejos, anclado, un mastodóntico borrón blanco con sus cientos de agujeritos: el transatlántico del turismo marino de la sociedad de las masas y el consumo -- con sus cientos, sino miles, de pasajeros apiñados-- que, a veces, se encalla o se hunde rompiéndose contra una roca, o contamina a la casi total expedición con un flu entrado de polizonte. "No, no mires, ni pienses eso, ni lo otro de las corporaciones. Mira ahí, más cerca de la playa, esa ancha tarima flotante a la que abordan cuatro o cinco fúlgidas focas, dando, un par de ellas, un resonante somnífero rugido de placer antes de, una tras otra, tumbarse a la bartola sobre la tarima a dormir su siesta, mientras las gaviotas pasan, de puntillas, a sus costados".
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- Por Víctor Fuentes
La violencia es un fenómeno que ha hecho parte de la constitución de las sociedades americanas y que aún permanece con una increíble ferocidad en algunos países de este continente. Las guerras intestinas entre las distintas tribus que habitaban estas tierras antes de la llegada de los europeos explica, en gran medida, el éxito de la Conquista. La Colonia, los procesos independentistas, la constitución de las naciones estuvieron atravesados por una constante confrontación armada. Pero esto no es una novedad, la constitución de las naciones en todo el mundo se cimentó siempre sobre múltiples violencias. Sin embargo, en algunos países de América Latina la violencia se renueva con igual o mayor ferocidad.
El caso de Colombia es especialmente dramático. Desde el siglo XIX hemos tenido tres períodos de violencia generalizada: las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX, la Violencia política de mediados del siglo XX y la violencia actual, que no ha menguado desde los años setenta del siglo pasado. Aunque entre uno y otro de estos períodos ha habido años de tranquilidad o las expresiones de violencia que pervivían se restringían a ciertas regiones, los colombianos (y esta parece ser una percepción compartida por el resto del mundo sobre nosotros) tenemos la idea de que la violencia permanece de manera ininterrumpida desde el siglo XIX, que la violencia es una y la misma desde siempre, que somos un país esencialmente violento. Sin embargo, un análisis de la violencia en Colombia nos permite concluir que las violencias de estos periodos son distintas, que, aunque tienen vasos comunicantes, son expresiones de realidades socio-políticas diferentes y que la violencia no es una condición de la sociedad colombiana.
Estos tres escenarios de violencia generalizada han generado una ingente literatura que procura la denuncia y/o que intenta registrar o testimoniar el fenómeno y/o que intenta comprenderlo. Por la intensidad y la permanencia en el tiempo de la violencia, este es el tema sobre el que más se ha escrito en Colombia. En el caso particular de la literatura, se ha abordado ampliamente desde todos los géneros: poesía, teatro, cuento, novela, ensayo. Pero es, sin duda, en la novela donde el tema ha hallado su terreno más fértil. Sobre los tres períodos de violencia generalizada ha quedado una ingente literatura: sobre las guerras civiles del siglo XIX, se han recuperado decenas de novelas olvidadas; sobre la Violencia política de los años cincuenta al sesenta, se han examinado más de cien; sobre la violencia de las últimas cinco décadas, también se conocen varias decenas, entre las cuales, la novela atinente a los fenómenos del narcotráfico y el sicariato cuenta con cerca de cincuenta obras.
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- Por Óscar Osorio
1. Un entorno violento
No es fácil crecer en un entorno violento y, mucho menos, quedarse a vivir en él. Éste es el mayor drama colombiano del siglo XX. En tiempos recientes, uno de los factores que más ha determinado esta violencia es la búsqueda de ascenso social a través del narcotráfico. Y como ningún rincón del país permaneció ajeno a este conflicto ―ni a sus cotidianas tragedias―, la región del Valle del Cauca también se vio envuelta en dichas dinámicas. El ascenso propiciado por este comercio ilegal siempre fue rápido y violento. Para los años 90, la producción de esta industria criminal ya no fue sólo de marihuana; también se había iniciado el negocio de la cocaína, la cual terminó siendo mucho más apetecida y costosa. Y a medida que se hacían más conocidos y deseados estos productos en el mercado internacional, las guerras por territorios y poder azotaron el país con mayor crueldad.
En muy poco tiempo, muchos habitantes del lugar donde se instaurara este negocio estaban inmersos en él, muy especialmente los jóvenes de poblaciones marginales. Asimismo, se dio vida al Patrón, un siniestro personaje encargado de manejar la empresa. Su nombre debía ser precedido por la palabra "don", debía estar acompañado por más de dos guardaespaldas; era quien ―según la axiología de este submundo― tenía derecho a la compañía de las mujeres más bellas, las más grandes casas y el mayor respeto en la comunidad; era quien manejaba el dinero y, por esto, a quien se debía obedecer. Por tanto, el deseo final de estos jóvenes era el de llegar a encarnar el Patrón. Este funesto matrimonio entre poder y crimen adoptó la juventud de aquella época, y la condujo a destinos tan rentables como sangrientos.
Hemos de tener en cuenta que, antes de iniciar su recorrido en aquellos caminos criminales, estos jóvenes han sido el objeto de diferentes violencias, las cuales pasan por la exclusión y el abuso. Con frecuencia, su infancia ha sido arrebatada, han dejado atrás su niñez y los juegos inocentes sin siquiera conocerlos. Esta infancia en condición de víctima es la predecesora de la adultez victimaria. A continuación analizaremos esta particular situación social en la novela Nadie es eterno (2012), de Alejandro José López.
Nadie es eterno transcurre en el año de 1990, en un municipio del Valle del Cauca: Tuluá. Los paisajes de esta población y sus alrededores se recorren en esta obra a través de las voces de sus habitantes. Por su parte, los personajes que atraviesan el libro lo hacen por medio de historias y anécdotas que llegarán a cruzarse en algún momento del relato. En éste encontramos expuestos el temor, la venganza y el amor vividos en aquella época caracterizada por la violencia y el negocio de las drogas.
Entre los personajes protagónicos hallamos a aquel que nos dejará ver de cerca la realidad del momento, Pacho Tiro. Su verdadero nombre es Francisco, aunque siempre será conocido por su sobrenombre. Éste se debe al diminutivo familiar que recibió en la infancia, Pachín. Sin embargo, al llegar a la juventud e iniciarse en el sicariato, los otros personajes de su entorno deciden tener en cuenta su buena puntería al momento de apodarlo; por lo cual se le atribuye, además, el Tiro. Al saber ―o creer― que él ya no es un niño, dejará entonces de ser Pachín; ahora se vuelve Pacho: Pacho Tiro. Este joven sicario será el encargado de ayudarnos a entender una vida impregnada por la mafia y por la barbarie que desencadena.
La historia de esta novela está contada a través de cuatro narradores independientes, cada uno con su voz particular. Éstos se alternan y comparten el mismo nivel de importancia a lo largo del texto. En primer lugar nos topamos con Pacho Tiro, nuestro personaje, quien nos revela sus percepciones, sus opiniones y su accionar ―es de esta forma como se cuenta la historia del victimario y el ejercicio del crimen―. Después aparece aquella voz que nos refiere unas breves postales, la cual nos describe los paisajes hermosos y mortales que rodean a Tuluá. El tercer narrador funciona como una especie de vox populi que hace uso del chisme y, aunque se enfoca la mayor parte del tiempo en el accionar del otro protagonista ―Rafico―, es ésta la voz encargada de darnos a conocer la transición que vive Pacho Tiro entre su niñez como víctima y su adultez como victimario. Por último tenemos a un narrador en tercera persona, quien se enfoca en Alba Matienza ―la bruja del pueblo―, su hijo Alberto y sus amigos.
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- Por María del Mar Collazos
"Estaba de acuerdo en morir; pero no en asfixiarme;
la enfermedad nos hace sentir repugnancia de la muerte,
y queremos sanar, lo que es una manera de querer vivir"
– Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano
En aquellos años de intensa producción, alrededor de 1954, Marguerite Yourcenar escribió en su texto "El tiempo, gran escultor":
El día en que una estatua esté terminada, su vida, en cierto sentido, empieza. Se ha salvado la primera etapa que, mediante los cuidados del escultor, la ha llevado desde el bloque hasta la forma humana; una segunda etapa, en el transcurso de los siglos, a través de alternativas de adoración, de admiración, de amor, de desprecio o de indiferencia, por grados sucesivos de erosión y desgaste, la irá devolviendo poco a poco al estado mineral informe al que había sustraído su escultor.
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- Por Wilson Pérez Uribe
El monólogo de Dionea se refiere al santuario de Dodoni, situado al noreste de Grecia, cerca de la frontera con Albania. Allí pueden visitarse aún las ruinas del oráculo más antiguo de Grecia, citado por Homero, Esquilo, Sófocles, Heródoto y Platón, entre otros.
En Las traquinias de Sófocles, donde se escenifica la muerte de Hércules, se hace alusión a la profecía inscrita en unas tablas de arcilla, procedentes de Dodoni, donde está inscrito el destino del gran héroe.
El monólogo comienza con la introducción de Las traquinias.
En el oráculo de Dodoni se confunden la historia y el mito, la religión y el teatro, el culto al cielo y a la tierra. Heródoto cuenta que fue fundado por una mujer-paloma que llegó desde Egipto. A fines del siglo XIX las excavaciones arqueológicas permitieron desenterrar un teatro.
Dionea, una diosa casi olvidada en la época clásica, es allí venerada como la diosa-madre, diosa de la abundancia y la fertilidad, compañera del Dios Zeus.
Como puede leerse en la Ilíada, Zeus y Dionea son los padres de Afrodita, la diosa del amor.
Dionea es también identificada con la madre de Dionisos, el dios del teatro entre los griegos.
En este monólogo Dionea es una « actriz-sacerdotisa » que intenta recordar la historia poética del lugar, donde las respuestas del oráculo a las consultas de los peregrinos eran logradas mediante la interpretación de los sueños, del vuelo de las palomas y del sonido de unos calderos de bronce colgados de los robles sagrados.
Dionea enumera las profecías más célebres del oráculo –entre ellas las concernientes a la princesa Io, amante de Zeus— así como los intentos inútiles de destruirlo y borrarlo del mapa.
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- Por Julio Olaciregui
6 de diciembre, 2014.
La NADA ES LO MEJOR DE todo.
"Todos los días son buenos", me dijo la corretera hormiguita cuando la iba a aplastar con el pie. En la playa, un perrito, con su dentona boca abierta, se avalanza hacia mí... con efusión: "Gracias, por haber sido bueno con la hormiga". Al rato, otro del mismo tamaño, se pone, y alza la vista, a la altura de mi rodilla y hociqueándolo lee en el pequeño libro de haikus que llevo, boca abajo, en el brazo tendido: "After a long nap / the cat yawns, rise, an goes out / looking for love", "Aquí estoy yo", exclama, me da una lamida, toma una carrerita y mea, gozoso, sobre una roquita. "No seas ripioso", me alerta con su eco en el mar... De noche, redonda, oronda, la luna, con su fresco fulgor diamantino, como recién sacada del refrigerador en el esplendente plato del azur. Regalo de la repostería celestial. ¡Me la comería!
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- Por Víctor Fuentes
18 de noviembre, 2014.
"Antes del paseíllo"
Desnudo en la camilla/barrera
me cubro con el amor
A cabeza y cuello
M pecho y corazón
O óvalo del vientre y vejiga tocada
R genitalia y hasta los pies
"La corrida"
Saliendo al ruedo sobre ruedas
Vestido de luces con el foco del quirófano
El anestesista da un pase de mano
Sueño la corrida pitos
Entra el cirujano a ... sanar
Arrastran al toro/cáncer ovillado
Desperté: ¡vive Dios!
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- Por Víctor Fuentes