Los cuentos de Lucía Donadío: de vivencias y moriencias.

lucia_donadio_002Cambio de puesto
Lucía Donadío
Prólogo de Consuelo Triviño Anzola

Este volumen hace parte de la Colección El Solar, que acaba de lanzar la Escuela de Estudios Literarios perteneciente a la Universidad del Valle, en Colombia.




La vida como moriencia diseña una borrosa frontera entre la vida y la muerte, por mejor decir, entre vivos y muertos. Todo cuento es dos cuentos: historia y mito, aquella evidente, éste solapado.
Blas Matamoro


Con Cambio de puesto Lucía Donadío nos enfrenta al destino que aguarda a todo ser humano: la muerte que asociamos al encierro, la asfixia, el abismo o la nada. Pero la muerte va con nosotros y nos es posible eludir ese momento en que la vida se concentra en un instante, antes de que se apague la llama que se agita en nuestro interior. Incluso, en ocasiones, los seres humanos la buscamos, aunque en apariencia tratemos de esquivarla con mapas, guías y manuales, en un obsesivo deseo de llegar a ese lugar "seguro" donde queda lo que amamos, y que imaginamos detenido en el tiempo, es decir, muerto, quieto, como la niña del primer cuento de este volumen, "Estatua", muda sorda, rígida, antes que sometida a las imposiciones de una educación basada en normas tan absurdas como estrictas. No en vano el cuento tiene como epígrafe una frase de Silvina Ocampo, que se refiere a la fuerza interior de cada ser humano, ese poder que se rebela cuando es capaz de desafiar el mal. Y es que cuando deseas morir ya nadie puede obligarte a hacer nada que no desees.


"Moriencia" concepto que da título de un libro de cuentos de Roa Bastos es el que más se ajusta para abordar al género, ese arte de contar como una forma de morir, o de aplazar la muerte, desde Las Mil y una noches. Morencia podría ser, valga el oxímoron, la vivencia de la muerte. Quien habla de la muerte va a una orilla de la que regresa para renacer con la palabra, con el recuerdo de una vivencia / moriencia. Y es que en el ser humano yace la capacidad de recordar, a la que debe cuanto lo constituye, el lenguaje, los actos cotidianos, la consciencia de quién es y de dónde viene. Tan poderoso es su influjo que después de la muerte solo queda la memoria. Contar, en últimas, es recordar algo que pasó y ya no es, pero que revive gracias a la magia y el poder de la palabra.

Consuelo Triviño es doctora en filología románica por la Universidad Complutense de Madrid. Reside en España, donde ha sido profesora de literatura hispanoamericana. Está vinculada al Instituto Cervantes. Colabora con la crítica de libros del suplemento Lunes de El Imparcial. Ha colaborado con la crítica de libros del suplemento cultural «ABCD las Artes y de las Letras», del diario ABC. Obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad del Tolima con Cuantos cuentos cuento (1977) y fue finalista del Premio Nacional de Novela Eduardo Caballero Calderón (1997). Ha publicado Siete relatos (cuentos), El ojo en la aguja (cuentos), Prohibido salir a la calle (novela) y La casa imposible (cuentos), La semilla de la ira (novela), Una isla en la luna (novela) además de libros de ensayo sobre autores como José María Vargas Vila, Germán Arciniegas, Pompeyo Gener y José Martí, entre otros.

consuelo_trivino_020Lo más influyentes cuentistas en Latinoamérica desde Horacio Quiroga, teórico y maestro del género, pasando por Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos o Jorge Luis Borges, nos han acercado al misterio de la muerte. Tanto es así que en Historia de la Literatura Hispanoamericana, el crítico Daniel Balderston considera paradigmático del género en Latinoamérica la pieza "Contar un cuento", incluido en el mencionado libro de Roa Bastos, que trata de aquel hombre que describe el sitio donde va a morir, que resulta ser el cuarto donde se encuentra con quienes lo escuchan. Al final del relato el narrador está muerto, lo que plantea más de un conflicto que involucra tanto al autor como al lector: el problema de que el muerto no puede hablar, ni decir que está muerto, la imposibilidad de decir lo que solo puede ser dicho por otros.
Sin embargo, hay que morir un poco, sumergirse en lo desconocido en busca de las claves de la historia, para resurgir en la narración, y al escribirla también morirse palabra a palabra, frase a frase, hasta disolverse en la página. Este cuento de Roa Bastos, a juicio de Balderston, "reúne mucho de los elementos de la tradición dominante del cuento en nuestro continente, el interés por la relación entre la vida y la muerte y el interés análogo por las relaciones entre la escritura y el silencio, el uso de las narraciones superpuestas, el intento por recuperar el habla y la memoria en la escritura" (T. II, pág. 469)
Así, este conjunto de cuentos de Lucía Donadío, aborda temas paradigmáticos de nuestra narrativa. Basadas no solo en vivencias, sino en moriencias, algunas de estas historias son estremecedoras, como "Cambio de puesto" donde se nos va preparando para un final con el que chocamos, un accidente de coche, suceso común en las carreteras. Pero las circunstancias en que se desarrolla y las cartas con las que se juega el destino del personaje, son lo verdaderamente significativo. Inspirado, sin duda en un hecho "real", no por ello deja de sorprendernos la forma como se presentan esas circunstancias de su muerte, la insistencia del muchacho en cambiarse de puesto, como si una fuerza secreta y poderosa lo empujara a dar el paso fatal, ansioso por cumplir una cita con el destino, lo que lo mueve a forzar los hechos. Al otro lado de la muerte, es decir, en el aquí de los suyos, queda el dolor por no haber sido capaces de impedirle que se cambiara de puesto.
En la línea de Poe, delgada, precisa y firme, parece que avanza el cuento "Esa señora tan buena" en la que la lógica de la situación nos presenta como normales ciertos actos a los que nos empuja la necesidad. Pero aún sometidos a la necesidad no se puede vivir sin unos límites morales. Esta es la lección que hemos de aprender, si no de los vivos a los que engañamos, sí de los muertos cuyos ojos encierran una verdad terrible. Lo que puede verse a través de ellos es la falta, esas oscuridades que se agazapan en lo más profundo y que llamamos consciencia. ¿Qué es la consciencia si no el lugar donde se encierran las culpas, las penas, los turbios sentimientos que acaso liberan al ser en el momento de la muerte? Y es que lo que la mujer ve en los ojos de la patrona muerta es la propia muerte.

Lucía Donadío. Colombia. Es antropóloga, editora y coordinadora de talleres literarios en la Biblioteca Pública Piloto y la Universidad Eafit en Medellín. Es codirectora de la revista Odradek, el cuento. Ha publicado el libro de poemas Sol de estremadelio. Hombre Nuevo Editores, 2005. Poemas y cuentos suyos han aparecido en diversas revistas y publicaciones culturales.Lucía Donadío explora con una gran riqueza de lenguaje esa zona de dolor que evitamos por miedo y a la que hace referencia con finos perfiles. Lo importante y esencial en estas narraciones es lo que no se dice. Con tal sutileza de detalles la autora nos devuelve la felicidad de leer o de escuchar historias, por terribles y temibles que éstas sean, o precisamente por ello. Cercana resulta la familia con sus silencios en el cuento titulado "Una fecha en la libreta", donde la protagonista siente la presencia de la muerte y se prepara para ese momento, sorprendiendo a la familia con un comportamiento inusual. Viva, pero en otra dimensión, la mujer repasa las fechas de sus muertos y se sitúa en relación a ellos, alejándose cada vez más de los vivos. Así se arma de valor para fijar la fecha del momento definitivo. Mientras aguarda, agarra una libreta y un lápiz en su necesidad de dejarles a los suyos las cosas que ha poseído y de las que se desprende; las escribe en esa lista donde une a tales cosas los nombres de los seres queridos.
El poder de la escritura como huella y legado, como los testamentos en los que queda constancia de la voluntad del ser, es también el poder del cuento como testimonio, como memoria de los seres que ya no están, pero que viven en nosotros: "Somos azar, vida y muerte. También somos semilla, fruto y algún día recuerdo en un portarretratos de un escritorio [...]", se nos dice, en este relato que trata de la resistencia a aceptar la muerte de los seres queridos, de la negación de este momento ineludible y de lo que nos remueve, cuando los que amamos empiezan avisarnos que se acerca su hora.
cambio_puesto_002La muerte, por tanto, puede ser un deseo cuando se ha vivido bajo el signo de la ausencia no solo en la orfandad, sino alejado de las raíces, de una patria perdida y desconocida, que se parece entonces al territorio de la muerte. Una infinita nada ignota se abre en el horizonte del desarraigado, del emigrante o del hijo que hereda la añoranza del origen, como promesa, o como amenaza. "Querer morirse" es el título de ese cuento que resume nuestro destino, el de no poder regresar jamás al sitio del que procedemos. Benito, el personaje de este cuento va a Roma en busca de unos parientes que lo rechazan, y que solo lo aceptan muerto, porque a su funeral asisten todos los que un día le cerraron las puertas de su casa.
Este cuento se abre un epígrafe demoledor de Clarice Lispector, muy propio de ella: "Todos estamos bajo pena de muerte". ¡Cuánta verdad encierran estas afiladas palabras! De una clarividencia y crueldad inhumanas, como la muerte, ese lugar donde ya no somos, la frase resume a mi modo de ver, la íntima y profunda verdad de estas moriencias.

Los cuentos de Lucía Donadío: de vivencias y moriencias enviado a Aurora Boreal® por Consuelo Triviño Anzola. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Consuelo Triviño Anzola. Foto Consuelo Triviño Anzola © Consuelo Triviño Anzola.

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