Un registro de las geografías hechas metáforas en jaulas y balcones, cuevas y refugios y que van marcando territorios estéticos tanto de la palabra como de la pintura. Las casas de Teusaquillo, el Chicó, el Country Club, el apartamento de Álvaro, la clínica Quinta Blanca, las sucursales del 5 y 10, la finca El Refugio, el apartamento de Ginebra, son los puertos de la vida de Zana. Mientras Myriam, Inés y Tita viven para 'entretenerse', ella esquiva mandamientos estúpidos como hacer floreros, jugar tenis y portarse bien en las visitas. Se siente impulsada a proteger lo más auténtico de su esencia. Zana observa y examina, y esa observación se transforma en palabra, en trazos y colores. La escritura desparpajada fluye con la naturalidad de esas cuitas que se escriben con afecto, pero también dando un valor expresivo a los episodios; la palabra sincera y coloquial redime. Y leemos las cartas no sólo como si fuéramos la querida Eli, sino como si fuéramos la misma Zana, porque también identificamos en ella a mujeres cercanas, y quizás, a nosotras mismas. Nos hace cómplices y protagonistas. Y el mismo efecto opera para la obsesión por la pintura: pintamos con ella naranjas, toronjas, hojas de otoños lejanos y también ilustramos libros infantiles. Nos embriagamos con su vitalidad en el doloroso proceso para desahogar angustias y miedos, y para sonreír ante sus deleites. Zana va convirtiendo su existencia en materia manejable. Así el amor, el sexo, el matrimonio, la maternidad, la depresión, la militancia política, el feminismo, y el arte se le van revelando en su propio testimonio con sus enigmas y certezas. Zana examina sus relaciones y con fina ironía reconstruye su vida cotidiana, buscando liberarse del lastre de la sociedad bogotana de mediados del siglo pasado en la que no se acomoda. Los hombres que se cruzan en su historia reafirman en ella sus convicciones producto del lento aprendizaje hacia la libertad. Esteban su marido; Álvaro, su amante; Basilio Garzón, Jorge Galindo, Eseoese, el doctor Puig, Felipe...le sirven para medir sus emociones y finalmente, buscar salidas no convencionales.
Lina María Pérez. Colombia. Escritora y docente universitaria. Su primer libro, Cuentos sin antifaz, (2002), incluye 'Silencio de neón', ganador del Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo en 1999, en la modalidad de cuento negro, convocado por Radio Francia Internacional, y 'Sonata en mí', Premio Nacional de Cuento Pedro Gómez Valderrama en 2000. Ha publicado, A la sombra de una nínfula, biografía de Vladimir Nabokov (2004), la antología Cuentos punzantes (2006), y los relatos para niños Martín Tominejo (2006) y El cazador de ruidos (2010); su primera novela, Mortajas cruzadas, (2008); Cuentos colgados al sol (2011).
A su vez, Elisa, siempre lejana en el espacio pero tan cerca de su corazón le dará la pauta de un coraje alumbrador. Las cuitas de Carlota, caramba, son un ejemplo certero del género epistolar. Los epígrafes tomados de poemas de Ida Vitale, Martha L. Canfield, María Mercedes Carranza, Anabel Torres y Montserrat Ordóñez abren el sobre que contiene un testimonio inquietante de ironía y acción.
Helena Araújo - Las cuitas de Zana enviado a Aurora Boreal® por Lina María Pérez Gaviria. Publicado originalmente en Aurora Boreal® Nr. 5 de Mayo 2009. Foto Lina María Pérez Gaviria © Lina María Pérez Gaviria.