En torno a la poesía de Américo Ferrari

americo ferrari 005Hace uno o dos meses Américo Ferrari me pidió que asumiera el más pavoroso rol que pueda dársele a persona alguna, el de crítico literario, actividad que nunca he ejercido. Acepté, como pueden ver, porque todo el mundo tiene derecho a cometer barbaridades alguna vez en su vida. Pero la escritura tiene sus ventajas, una de ellas, la de poder ser leída. Ocurrió que leyendo me di cuenta que no sé cómo hacer crítica literaria, y ese fue mi primer triunfo, es decir, una manera de venganza contra la amistad que me liga a Américo y a su poesía desde hace más de veinte años.

He venido entonces a compartir con ustedes mi victoria.

Ocurre que también escribo poesía, y como todo poeta soy caníbal y ladrón. Es imposible escribir poesía sin esas dos virtudes que perpetúan un antiguo acto de magia simpática : comer las entrañas del enemigo es apropiarse de su fuerza, de su inteligencia, de sus amores, de su coraje, en cierta medida robarle su esencia, camufladamente, como quien pinta una escena de cacería sobre una pared rocosa donde animales poderosos agonizan atravesados por nuestras lanzas para que en la sopa de la noche alguna chuletita nos venga como caída del cielo hasta nuestra hambre.


En lengua culta, tratándose de letras, eso se llama palimpsesto. Mi abuelo lo aconsejaba a tal punto, que por poco no me tocó escribir de la primera a la última página Don Quijote, como aquel enfantasmado personaje de Borges.

Así que puedo hablar de Américo desde otra experiencia escritural, no desde la biblioteca que desordenamente me he ido apropiando con los años.

Cuando conocí a Américo varias cosas me impresionaron, lo primero era una poesía que resistía toda lectura, y lo segundo el individuo, silencioso o hablando entre dientes en medio de una cantidad de cabello impresionante. Como estamos reunidos para hablar de poesía y no de entomología o de etología, me limitaré entonces a sus versos.

Frente a un texto en verso como frente a una pintura o una escultura, nos asalta, a ustedes a mí, una pregunta sin fin: ¿qué es poesía? ¿Lo que leo es poesía ?
Como se trata de una pregunta imposible nos abandonamos entonces a esa suerte de conocimiento que llamamos gusto o intuición, es decir, entramos en una zona de nuestro ser que pertenece a una era proteica anterior a la cultura, y nos dejamos penetrar del otro, de otra voz, de otra musicalidad, de otra experiencia, y nos escuchamos atentamente por si aparecen resonancias.
Entonces el acto de la poesía se cumple, allí en esa vastedad de posibles, en esa zona indefinible donde el conocimiento cede el paso a otra forma de aprehensión de lo existente, donde, para nuestro desamparo, las palabras no juegan ningún papel, o acaso sólo como soportes que van y vienen de la imagen al sonido, y de ellas a la idea, abriendo campos a visiones y vivencias precisas y sorprendentes. Ese acto estético lo llamamos poesía, pero rehúsa toda definción. Es el acto puro de conocer, sin intermediarios, lo que surge en nosotros e incita a continuar la contemplación a través de la lectura. En ese sentido, desde siempre hasta hoy, la poesía es un hecho trascendente, colinda con lo sagrado.

En la poesía de Américo Ferrari dos cosas asaltan al lector, la presencia de la luz y la forma elíptica, no negativa pero paradojal de conducirla hasta nosotros. Alguna vez dije que la poesía de Américo es la poesía de la esperanza. Es vagamente cierto e incompleto. Lo justo sería decir que es la poesía de la fe en el ser a través de sus espejos más opacos, lo cotidiano, la vivencia de la finitud y la pérdida, y el sinsentido en medio del incomprensible alboroto del devenir instante tras instante.

Allí reside tal vez la dificultad en la lectura de estos textos, como nos resulta difícil entender cómo la compasión de Genghis Khan le conduce, al momento de la muerte, a dar una orden que no deja de sorprender los siglos : deberán ser decapitados todos aquellos que vean pasar el cortejo fúnebre hasta la Montaña de los sueños, el sitio donde la leyenda afirma que fue sepultado.

Dije anteriormente que la poesía de Américo Ferrari es de fe en el ser a través de sus espejos más opacos. Por ejemplo, en una gran poetisa Argentina como Alejandra Pizarnik nada es opaco, todo está directamente nombrado, la intuición del fiasco y la burla implacable de la existencia se dicen tal cual : en el poema HIJA DEL VIENTO, leemos: « Han venido. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencia, a llanto. Pero tú alimentas el miedo y a la soledad como a dos animales pequeños perdidos en el desierto. Han venido a incendiar la edad del sueño. ... Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan. »
También nos dice : « la soledad es no poder decirla ». En ese afirmar se halla la muerte, sin solución, la poesía entera cierra las puertas de la casa y cuenta los muros hasta desaparecerlos. Su poesía propone entonces una lectura lineal que nos recuerda las palabras del Mutamid de Sevilla : « Mi pupila rescata lo que está preso en la página, lo blanco a lo blanco y lo negro a lo negro. »
Dicho sea de paso, parece ser ése el cogito de la civilización que padecemos.

La poesía de Ferrari, en cambio, nombra esquivadamente, como un cangrejo que abriera tres huecos y avanzara hacia el pico del devorador sin levantar tenazas ni esconder los ojos. La pregunta se impone : ¿por qué tres huecos, vanos, si la muerte está ya prevista? La tierra conoce el secreto y lo oculta astuciosamente dejándolos abiertos. Presentimos en la tierra una gravidez, simultáneamente el acertijo de la muerte desconcierta.
Américo Ferrari nos dice : « Quién vive acá ? Naides ( y prolonga lo oscuro hacia lo banal en su país ) así dicen en el Perú los que hablan mal » E insiste para colmar de bruma la bruma primera : « casa de la espera de naides ». Pero de esa casa encantada « donde nadie mora porque nadie allí se demora », nace de repente, en el hueco del cangrejo, la llave del Señor de la Estrella de la Mañana que despierta el tiempo : « Acá no hay nadie y nosotros buscamos allá donde camino a casa tantos nadies nacen de cada paso nuestro.. »
El poema parece completarse páginas más adelante : « De donde vengan, haces de luz nos vacían la vista : bienvenidos, la vista incendiada ve sólo luz ».
Comprendemos entonces que naides es alguien, somos todos, que la mansión es incesante y no se cumple ni en la espera ni en el vacío, que basta la memoria del hombre y su paso para que otras memorias y otros pasos – incendiada vista que sólo ve luz – habiten lo posible. Es decir, nada es ni vano ni vacuo, de donde podríamos extraer una ética. Es la impositiva fe en el hombre pese al hombre mismo, y esa fe abre una ventana : es la poesía como acto bautismal, no como contrición. Leamos el poema :
« Si esta palabra aún no nacida ya está muriendo, cómo dar ahora a luz esta palabra, devolverla de su noche, y qué hace ahí, ni nacida ni muerta, fantasma inane, de ajena voz ».

En el poema CIRCULO DE POETAS NIHILISTAS Y SU GRAMATICA, nos hallamos ante un raro ejercicio alquímico, lo que niega afirma, lo que afirma es negado, una trampilla para atraer luciérnagas a orillas del mar transmutado en una luz sexual e intensa. Nos dice el poema :
« Un surtidor de agua nocturna nos disuelve en una lluvia de dicha y ansiedad – lo cortamos
Un mar de fondo nos arroja a la única playa donde nunca es siempre -lo secamos
Una llama muerde voraz a una mujer o una loba resucitada en el amor - la apagamos »
La lectura lineal nos conduce a lo oscuro, lo subterráneo y fracasado, pero el poema continúa, asentándose en el contraste para que otra forma de entendimiento pueda ser alcanzado : « perennes el color el agua erecta el destellar de la madreperla la ola indetenible el deseo llameante son »
Y el humor burlón nos da la clave definitiva para la lectura, ésta ha de llevarse a cabo cambiando los signos como en una ecuación socarrona, el poeta encierra la sabiduría tras la boca del gato : « un montoncito de polvo calcinado atestigua el tránsito de un verbo conjugado y su escondido pronombre personal ».

Inauguración y contraste, además de humor, hilan el discurso. Así que rescatando la palabra de la noche algo nos es abandonado, pero ese algo llega con vida a través del acto poético de resucitar, de corporizar el silencio y la experiencia y traerlo a nuestros días a través del solo poder que posée el nombrar. Nombrar es animar, dar vida, lo demuestra el Génesis. Lo lunar queda vencido por su propia luz, nos recordaría Robert Graves.
La palabra, el ejercicio de la palabra entonces tiene sentido, y si ella tiene sentido, la historia tiene sentido, el sacrificio del cangrejo es Isaac en manos de Abrahám, pero sin ángel para detener la sangre, como se pasan las cosas entre los hombres. Nuestra civilización se funda sobre ese mito, como en el de Orfeo, los dos son lo mismo hipostasiadamente, uno y otro vencen la nada y fundan la fe.

Les invito entonces a leer esta poesía, con desgano, para que las palabras hallen acomodo sobre una hamaca cualquiera, y cualquier día de la existencia se pongan a canturrear cosas que ya conocemos, que nos parecen obvias, y cuya importancia de repente nos es de nuevo revelada. Es una lectura para alentar otra lucidez.

 

Mario Camelo
Colombia 1952. Estudios de Literatura. Ha publicado varios libros de poesía en Colombia y España. Traductor de varios poetas suizos, italianos y franceses. Vive en Suiza desde 1979. Ejerce como fotógrafo profesional y traductor. Con Aurora Boreal® ha publicado Crónicas Sur que reúne los siguientes libros de poesía del autor: Asuntos Elementales, Cuadernos de poesía Bogotá. Colombia 1973, Las Victorias del Miedo, Ediciones Publitextos, Bogotá, Colombia. 1979, Libro de Conjuros, Edición Libros de la Frontera, Barcelona, España, 1983, Crónica del Reino que a su vez reúne dos libros, Primera Crónica del Reino y Segunda Crónica del Reino, Edición Libros de la Frontera, Barcelona, España, 1997, Luna de las iguanas, Edición ebook Aurora Boreal® 2013 y Encuentros, Edición ebook Aurora Boreal® 2013.

En torno a la poesía de Américo Ferrari enviado a Aurora Boreal® por Mario Camelo. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Mario Camelo. Foto Américo Ferrari © Mario Camelo. Texto leído por Mario Camelo con ocasión a la presetnación del libro de Américo Ferrari Casa de Nadies en la librería Albatros de Ginerbra. Lectura efectuada en Ginebra, Librería Albatros, Noviembre 2000.

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones