Veinte mil leguas de viaje submarino - homenje a Jules Verne

20000 leguas 250Tal vez pase mucho tiempo para reconocer de una vez y para siempre que la convivencia es un acto de fe que a cada minuto es sometida a prueba. Y tal como si fuera éste escrito un silogismo, se podría concluir, a pesar de la falta de una premisa, que la convivencia o mejor, la vida, es una dura prueba. Y es que una vida en solitario, digna de grandes novelas y espectaculares monólogos quizá, sólo es sacada a la superficie para que quede bien expuesta a el vitrinismo o al voyerismo, o al morbo o a la crítica o todas las anteriores: la realidad del solitario, qué no debe entenderse como un estado alterado, de locura; eso sí, es un riesgo escritural que debe asumir, por supuesto, el escritor para darle forma a algo que tal vez no lo tenga; es, a mi manera, un esfuerzo inane. La vida necesita referentes, y no sólo simbólicos sino humanos, que a todo momento sean examinados para que el devenir de la especie supere realidades y cree otras que tal vez, sí rayen en la locura. Por eso cuando uno se encuentra frente a novelas monumentales en las que se funden y se decantan las soledades y las comuniones de manera magistral, no queda sino dejarse llevar por el camino seguro del embeleso donde la razón no tiene nada que ver, no tiene nada seguro.

Ahora bien, la multiplicidad de lecturas que surjan del ejercicio individual son afectadas por las vivencias de cada lector, es él el llamado a continuar o completar la obra, de tal manera que las experiencias individuales, las subjetividades son las que comprenden la obra. La clasificación de ellas se debe a cánones propios que van creando inconscientes colectivos, que en primera instancia claro está, son convincentes y conscientes, pero en la medida en que uno se vaya apartando de las clasificaciones (cuyo carácter tiene ya un sesgo prejuicioso per se), puede uno transgredir o encontrar mundos vedados muy ricos en ficción, en literatura. Y para ello tengo un ejemplo: cuando uno lee la monumental obra de Julio Verne Veinte mil leguas de viajes submarino muchos se retiran de ella por ser ésta una obra de aventuras que tiene entonces un público ya determinado: los jóvenes, parece entonces una herejía acometer una acción emancipadora en términos de lo literario, quiero decir, si pasas ya de cierta edad limítrofe, invisible, entre adolescencia y juventud y leer esta clase obras es una total pérdida de tiempo: “porque a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”.

Las clasificaciones son necesarias sin duda, pero en terrenos en los que se hace necesario como en la botánica, en la biología, en la ingeniería etc…, y bueno, en la literatura; mas al lector de obras literarias esas cosas son las que menos le deben importar porque si por ejemplo en una de las obras clasificadas como de autoayuda, el lector encuentra una analogía de su vida o de la vida contada de otros o una vivencia que lo sensibilice y le dé un rato de ocio, de divertimento y/o de todo lo que se nos venga a la mente: el objeto de la lectura se ha cumplido. Y entonces usted se preguntará, cuál es el objeto de la lectura? La respuesta es nada fácil o por lo menos no puede ser condensada y ni siquiera sincretizada, pues el objeto de la lectura es un acto individual que ha servido para la concentración, para la comprensión del mundo, para el acercamiento de aquello que hace rato dejaste ir por arrogancia y por el embeleso más rapaz: la publicidad, hablo, de lo que dejaste atrás: el yo, tu esencia, tu espiritualidad, por ejemplo.

Es claro que éste escrito no existiría sino hubiere un tipo absurdo de clasificaciones y sé que algún lector desprevenido zanjaría éste reclamo diciendo:” pues lea lo que se le dé la gana y punto final”; sin embargo, insistiría afirmando lo que dije segundos atrás: quien lo dice no es más que un lector desprevenido. Hablando con un viejo amigo, lector contumaz, es decir, rebelde, me contó una anécdota interesante. A jovencitas entre once y trece de un curso del bachillerato les empezó a leer El diario íntimo de Anaís Nim. Cabe recordar que una vez escrita la obra entra ésta en el terreno de la ficción, la cual, trabajada con profesionalismo puede entrar en terrenos vedados y ejercer entonces su función educadora y así, la realidad cruda, erótica y descarnada de la protagonista queda como la simiente de una búsqueda inacabable; pero la Directora del curso al darse cuenta de ello, suspende de inmediato la lectura y claro, al profesor, mi viejo amigo. Desde luego, El diario íntimo de Anaís Nim, no es una obra sencilla de abordar y se necesitan calidades y competencias para hacerlo, pero, cómo clasificaríamos esa lectura: “para mayores de 18 años?” cuando a esa edad y hasta las edades de la muerte, hay muchos que andan perdidos en el objeto pulsional sexual y van por el mundo reproduciendo histerias y perversiones.

Y no es con esta reseña que se esté llamando la rebeldía total, al caos, a leer lo primero que se aparezca, a leer por leer: es que todo lo escrito está hecho para ser leído; iniciar la lectura es un acto metodológico que vale la pena realizar a cualquier edad.

Me resisto a creer entonces, que solamente Veinte mil leguas de viaje submarino sea una lectura de aventuras. Acaso es una simple aventura saber que el capitán Nemo es un ser que no quiere nada o poco con la especie humana? Y que prefiere las aguas, las profundidades oceánicas a tener que vérselas con los hombres de la superficie, seres éstos generadores de la vileza; la caza indiscriminada de especies marinas; la mentira; el engaño y un largo etcétera. Es acaso una aventura saber que el mismo capitán Nemo apoya con lingotes de oro, toda una revolución? Es tal su rechazo, que hasta se inventa otro idioma. Dentro del Nautilus todo es novedoso o por lo menos exquisito, elegante, pertinente, apropiado. El científico Aronnax (que todo lo sabe) intenta inútilmente develar el origen del idioma, pero su fonética tiene un timbre y modulación tan igual a todos, que queda desconcertado y prefiere abandonar su intento de conocer. Su chambelán, llamado Conseil y el arponero Ned Land, prisioneros también, al parecer son los alter egos del profesor y quizá por eso, están dotados de poesía, es decir, de vida. Se puede uno envilecer por momentos con alguno de ellos o solidarizarse al punto de querer abrir la escotilla y perderse para siempre de ese habitáculo.

Caben todos los análisis a esta obra. La genial caracterización de los personajes y los entresijos de sus mundos que salen bien dosificados en cada encuentro, y a cada capítulo, le imprime entonces una tensión desbordante que hace que no se desprenda uno de la magnífica y voluminosa obra. Más allá de lo que era el insondable mundo submarino: las riquezas de sus aguas, la tranquilidad y los paseos a varios metros de profundidad, la contemplación y el silencio al que se ven abocados los prisioneros y ese mirífico y vasto conocimiento del Profesor Aronnax y su discípulo Conseil, la destreza y furia reprimidas del arponero Ned Land, la acritud en ciertos casos de la mar océano en el impensable polo sur y en fin, las veinte mil leguas de recorrido no son más que un pretexto o podría ser un experimento en el que el Maestro, Julio Verne, mete a ciertas tipificaciones comportamentales y va tomando nota capítulo a capítulo. Diría que antes de la novela de Eric Arthur Blair (George Orwell), 1984, el Maestro Julio Verne es el precursor del concepto de Gran Hermano.
Allí conviven la novela utópica y la distópica, lo real y lo ficticio. Es a todas luces, una novela para todas las edades, que debe quedar libre de las clasificaciones, y sus implicaciones son tan complejas que puede dar para múltiples análisis fundamentados desde todas ciencias. Clasificarla es adocenarla.

No es sencillo hablar de Veinte mil leguas de viaje submarino y no sentir el Agnus Dei de Mozart y no cantar “ Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis”*

*(Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros)

 

danilo alban 008Danilo Albán
Colombia, Director desde hace siete años del Colectivo Literario Sábados Literarios. Además es reseñista y cuentista.

Reseña enviado a Aurora Boreal® por Danilo Albán. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Danilo Albán. Foto Danilo Albán  ©Danilo Albán.

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