Ya leídas unas pocas páginas de esta novela, Personae su segunda propuesta narrativa lo que queda en claro es que estamos ante un narrador que reafirma los territorios colonizados por su prosa y su capacidad para el relato polifónico, lo que señala la presencia de una mirada que escruta con ojo certero aquello que enfoca. Y que las palabras de las cuales se vale para convertir este enfoque en un relato, son las exactas, escritas con el cuidado de un forense que termina por comprometerse sentimentalmente en cada corte de realidad escogido, es la lección de Robbe Grillet permitiendo que la mirada que desvela, se permee de sentimentalidad, precisión narrativa abrumadora que no se reduce a quedarse en la neutralidad moral ante lo que ve sino que se preña de sugerencias, de vacilaciones, propias de aquel que al mirar asocia. O sea que aquí la narración es un encadenamiento de metáforas mediante las asociaciones que establecen las preguntas. Indagar consiste en encadenar las preguntas sabiendo que al final de éstas se abrirá no lo que llamamos verdad sino un espacio que puede ser el umbral hacia algo que siempre nos será desconocido, incierto. No confundamos este método de acorralar el lenguaje para exigirle todas sus posibilidades con el deslumbrante buceo en la conciencia que hace Gaddis para cada personaje pero sí lo que llamaría estrategia de aburrir al mal lector, aquellos que se arredran ante la primera dificultad y que Baudelaire llamó “lectores perezosos”.
De la Pava nació y se formó en el idioma inglés lo que le concedió de salida el poder contar con el distanciamiento necesario para escapar del magma de las literaturas nacionales, de esas anémicas fórmulas narrativas de la narrativa comercial, de la Pava es lo que Steiner llama un escritor extraterritorial. En Personae la detective Trame personaje que sirve de guía consciente en esta bajada a los infiernos y es quien descubre el cadáver e inicia las conjeturas, comienza por poner en duda la eficacia del lenguaje escrito para certificar las circunstancias que han rodeado una muerte y para describir el cadáver. Series de t.v algunas películas de Lumet han ahondado en esta relación de lo que ha sucedidocomo un hecho de violencia y la credibilidad y las hipótesis sobre una muerte y sobre esas atmósferas pesadas, amoniacales donde discurre la justicia. Pero lo hace con el catártico humor que Becquet incorporó a través de su inolvidable Belacqua, el detective capaz de entender que para describir los sucios entresijos de una ciudad se necesita de un estilo análogo al propósito de destrucción, de absurdo que es propio del crimen bajo las apoyaturas que le conceden estos escenarios. La necesidad de fracasar y de volver a fracasar para no llegar a ninguna conclusión. Templar abre el abanico de otras consideraciones afines a las hipótesis que surgen del caso Arce: la dolorosa experiencia de un genio como Glenn Gould a quien Thomas Bernhardt dedicó un inigualable texto, “El malogrado”. Este irse hacia los lados o sea apartarse de la tiranía del final de una trama permite al conocimiento de de la Pava darnos una reflexión extraordinario sobre el arte de la fuga, sobre los límites exasperados de quien se embarca en una búsqueda formal y trata de llegar hasta sus últimas consecuencias. Esto lo hace en “Océano” un capítulo magistral sobre lo absurdo buscado, lo hace en la genial obra de teatro, reconocimiento de la carcasa que nos habita, de la desolación de la muerte como ausencia definitiva, pero hay en este fracasar la oculta esperanza de que, precisamente el lenguaje sea quien recoja y mantenga vivas los rastros de las ínfimas huellas que cualquier vida anónima ha querido dejar.
De la Pava incorpora así a nuestra mustia narrativa una tradición contemporánea que la ignorancia le ha negado por causas inconfesables a las nuevas generaciones de narradores. Elegir una tradición es negarse a aceptar que sólo existen las llamadas tradiciones nacionales, ya que un texto acude a nuestro llamado para iluminarnos, para ayudarnos a decir con claridad lo que nuestra confusión no era capaz de decir sobre la vida de un personaje detrás del cual estamos nosotros mismos. El obituario sobre Antonio Arce quien murió desconocido como escritor y como persona se hunde en las tierras salvajes donde supuestamente estaría su origen, pero su origen es este que la milagrosa prosa de de la Pava le concede para que sea el lenguaje quien pueda rescatarlo del olvido y concederle una identidad. Con de la Pava se abre por fin una tradición narrativa largamente negada en Colombia.
Darío Ruiz Gómez
Colombia. Se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid en 1961. Estudios de Urbanismo y de Estética. Colaboró como crítico de arte y literatura en la revista Acento, fue director de las páginas culturales del periódico Hierro de Bilbao. A su regreso a Colombia ha sido colaborador de El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, y actualmente es columnista de El Mundo. Fue durante treinta años profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Medellín. Miembro fundador de las Bienales de Arte. Tiene grado de Escritor de la Universidad de Iowa. Obra narrativa - Cuentos: Para que no se olvide su nombre, La ternura que tengo para vos, Para decirle adiós a mamá, En tierra de paganos, Sombra de rosa y vino. Novela: Hojas en el patio, En voz baja. Poesía: Señales en el techo de la casa, Geografía, A la sombra del ángel, La muchacha de la leyenda, En ese lejano país en donde ahora viven mis padres. Ensayos: De la razón a la soledad, Proceso de la cultura en Antioquia, Tarea crítica sobre arquitectura, Tarea crítica sobre literatura, Tarea sobre arte, Literatura, historia y circunstancia, Diario de ciudad. Ha publicado numerosos ensayos sobre urbanismo, teoría del espacio. Poemas y cuentos suyos han sido traducidos al inglés, francés, árabe.
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