Estamos rozando el 70 aniversario de una de las novelas latinoamericanas más importantes del siglo XX, Al filo del agua, del mexicano Agustín Yáñez, terminada en 1945 y publicada en 1947.
El autor de Tierras flacas comienza aclarando algunas connotaciones del título, la principal de las cuales queda en evidencia al final, pero se adelanta ominosamente en toda la extensa novela. Estar “al filo del agua” implica la inminencia de la lluvia, claro, y también la de algo tremendo, una catástrofe natural o humana. Justamente, la obra cuenta historias de un pueblo mexicano perdido no sólo en el mapa sino también en sus interminables rituales religiosos, en sus hipócritas códigos de conducta, en su mojigatería esencial. Estamos “al filo” del siglo XX, y de 1910, el Centenario del primer grito de libertad, cuando el paso del cometa Halley parece suscitar el mismo (o más) interés que la revolución que se avecina. El cotilleo y los relatos de viejos y dudosos sucesos se mezclan con las noticias sobre los levantamientos; los personajes locales, módicos hacendados y matones frustrados, son más importantes que Madero, Porfirio Díaz o Pancho Villa.
En una prosa todavía algo atada a la gran tradición realista, pero mechada con recursos vanguardistas (como las novelas contemporáneas de Asturias, Carpentier, Uslar Pietri), Yáñez logra transmitir el reverso agobiante de la “suave patria” provinciana a la que cantara, con nostalgia y negación (y quizás cierta amable ironía), López Velarde. No hay tal “suavidad” en Al filo del agua. La sensualidad contenida (sobre todo, en las mujeres) por el dogma y el prejuicio es un explosivo más peligroso que el de cualquier anarquista o “liberal”. Los sacerdotes, con sus matices, pretenden dominar el discurrir de la vida cotidiana, pero la tormenta se los lleva también a ellos. Quedan, inolvidables, esas mujeres tocadas por el fracaso, asediadas por el deseo, que hace(n) avanzar la trama y los acontecimientos: Micaela, Victoria, Mercedes, María, Marta...

Pablo Valle
Argentina,1961. Es profesor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Enseña Semiología en el Ciclo Básico Común y Problemas de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras, de esa Universidad, y Guion en la Licenciatura en Artes Audiovisuales de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es editor independiente, corrector, traductor, redactor, ghost writer. También fue crítico de cine (en la revista La Vereda de Enfrente) y jefe de redacción de la revista de cultura y psicoanálisis El Gran Otro. Entre otras cosas, ha publicado los relatos de Simulacros (1985), Samuráis (2012), Cuentos para misóginos y otros cuentos (2012) y Las otras mitades (2014), y las novelas Ángeles torpes (1995, 2013), Yo, el templario (como Paul Mason, 2006), Los crímenes de la calle Barthes (2013), La carta de Rozas (2013) y .  También escribió los libros didácticos Cómo corregir sin ofender (1998, 2001), Guía para preparar monografías (1997, 2008) y Cómo elaborar monografías y otros textos expositivos (2013), estos dos últimos junto con Ezequiel Ander-Egg. En la actualidad trabaja adaptando al cine su novela Ángeles torpes y preparando una serie de guiones llamada Killers.

Reseña enviada a Aurora Boreal® por Pablo Valle. Publicada en Aurora Boreal® con autorización de Pablo Valle. Carátula de la novela Al filo del agua enviada a Aurora Boreal® por cortesía de Pablo Valle. Foto Pablo Valle © Silvia Inés Tombesi.