Siempre fue un solitario, y siempre ha escrito, desde que era chico, y ahora tiene setenta años. Se ha ayudado de su oficio de editor freelance en Ecuador, “y de una herencia que me dejaron. Por ejemplo, gracias a que vendí una lámpara de Baccará en París escribí mi novela La sombra del apostador”. Esa novela fue finalista del premio Rómulo Gallegos, y se junta a otros libros suyos: El hombre de la mirada oblicua, El viajero de Praga, La piel del miedo…, hasta llegar a esta que publica Pre-Textos y que presenta este jueves en Madrid (Librería Alberti, con Javier Rodríguez Marcos y José Andrés Rojo).
En su adolescencia madrileña se hizo apasionado de las papelerías, y una papelería y un hotel, o unos hoteles, forman parte de la geografía urbana de Hoteles del silencio, el que vierte un terror onettiano que incluye celos, secuestros, llantos de niños… “En los hoteles, que son mi fascinación, puede ocurrir cualquier cosa; según en qué hoteles, hay drogatas, amantes, trasnochadores sin escrúpulos ni pudor… Y hacia el amanecer se condensa una atmósfera de crímenes. ¡Si un hotel hablara!”
Pues este hotel habla en su libro. “Me encantan los hoteles, como a Nabokov, a Somerset Maugham o como a Tennessee Williams, o a Truman Capote, que se servía de una pieza en el Waldor Astoria para ambientarse”. Es un solitario habitando en hoteles. “Ser solitario hoy, con tanto ruido al lado, es como ser escritor con pluma”. En sus novelas (y en esta también) hay solitarios como él. “Mientras están solos los solitarios son felices. Cuando salen al mundo es cuando están verdaderamente solos. Y en la soledad se hace la buena literatura. La literatura es soledad, y nada es mejor que la soledad en los hoteles”.
—¿Y el horror?
—Hay alguna escena de horror en la que hago un homenaje al Infierno tan temido de Onetti: un personaje manda unas fotos…, y ya sabes lo que pasa.
Cuando se va hacia el taxi, con su primer iPad en la mano, este solitario sonriente y a la vez esquivo como Onetti o como Rulfo, que fue objeto de su primer trabajo académico, se adentra en la ciudad, “donde los solitarios estamos más solos”. De esos caminos urbanos salen sus novelas. Las escribe cuando ya descansa solo y solitario en los hoteles del silencio.
Material enviado a Aurora Boreal® por Javier Vásconez. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Juan Cruz y Javier Vásconez. Foto Javier Vásconez © cortesía Samuel Sánchez. Publicado originalmente el El Páis, octubre 12 de 2016.