Por la memoría: Retratos y versos para los fusilados cubanos

tras rostros 250Tras los rostros
Orlando Rossardi
Editorial Aduana Vieja, Valencia
2017

 

Orlando Rossardi hilvana esta elegía con la endecha de quien se sabe testigo y anhela ser voz, romper cualquier silencio cómplice con la larga dictadura cubana que aún nos avergüenza. El poeta inspira la tristeza que desea transmitir sobre los impactantes retratos de los fusilados por el castrismo, que a diferencia de las tumbas de los soldados desconocidos sí tienen nombre y apellido para imponerse a la desmemoria histórica. Sus versos nacen desde los retratos que singularizan a cada fusilado; tal como los pintara –y pinta desde su exilio en Barcelona— el talentoso Juan Abreu.

La melancólica evocación logra en sus versos ser una estremecedora sinécdoque, parte por el todo donde un fusilado representa a todos los fusilados, donde un dolor asciende o desciende a ser el dolor, lo doloroso, la tragedia. Porque en este cuaderno que publica la Colección Atril de la cubano-hispana editorial Aduana Vieja, no se encuentran ni proclamas ni consignas. El recuerdo de los cientos de fusilamientos de disidentes elude los lugares comunes de las arengas políticas. Apenas, es decir, casi implícitamente, condena la violencia fanática, la venganza criminal. Y de ahí su mayor fuerza expresiva.

Elude Rossardi la tentación de seguir las evidencias históricas que, por ejemplo, condenan a guerrilleros desalmados como el Che Guevara, tras comprobarse que ordenó cientos de fusilamientos en juicios sumarios de cinco minutos, desde su hamaca y con un tabaco en la boca. Su intención poética va por los senderos que verificamos en sus epígrafes. Sobre todo en los versos de Gastón Baquero --tomados del poema “El álamo rojo en la mirada”--, que dicen: “Porque sí Porque si nadie muriese / Quién olvidaría a quien / Qué semilla qué torre no sería / Con sólo un helecho que sobreviviese / Toda cadena estaría confirmada”.

Y el lector siente, experimenta, que el tono elegíaco precisamente exige tal contención, en la fuerte tradición occidental de la elegía, que como se sabe se remonta a Solón y Teognis, a Horacio y Propercio, para no ir más atrás o hacia el Oriente, para no reseñar la saga hispana que sigue teniendo desde el siglo XV a Jorge Manrique como su mejor representante, en virtud de sus conocidas “Coplas a la muerte del maestre don Rodrigo” (su padre).

Tras los rostros, aparece dividido en tres secciones, precedidas no sólo por el epígrafe del poema de Gastón Baquero, sino también por unos versos de Juan Ramón Jiménez (del poema “Romances de Coral Gables”), escrito en el mismo hermoso barrio del gran Miami donde ahora reside Orlando Rossardi; de ahí la pertinente referencia que une a los dos exiliados, con dos versos clave que llevan la respuesta implícita: “¿Desde aquí se va también –pregunta el gran poeta andaluz— a la eternidad sin patria?” Además, tres versos de la también exiliada cubana Magali Alabau, del poema “Amor fatal”, que dan el leitmotiv de su elegía, el empuje motivacional con otra pregunta decisiva: “¿Por qué una canción, / un rostro nos arroja hacia el pasado / que ya no puede recorrerse?”


Tras las notas introductorias que contextualizan la exposición de retratos de Juan Abreu y la subsecuente elegía de Rossardi, entra la zona I: “Todos los rostros”, donde el juego con “todo” recuerda a sor Juana Inés de la Cruz, se inscribe en el serpenteante río del neobarroco poético, que convive controversialmente con ríos coloquiales y recreaciones métricas, dentro del eclecticismo que parece predominar después del fin de las post vanguardias del siglo pasado.

Ese neobarroquismo decide el timbre de Tras los rostros desde “los rostros que nos miran”, se abre en la zona II, dividida en cuarenta partes. Allí el poema cruza por el difícil borde ante el precipicio del énfasis. Logra salvarse de la hinchazón explicativa y sobre todo de las empecinadas trivialidades… La 14 quizás sintetice la melancólica evocación de cada fusilado, la 16 de su dolor, angustia donde el recuerdo cristaliza con la misma fuerza de los museos judíos que guardan las pesadillas del holocausto. En la 14 los “hasta luego” salen “a rodar por la memoria”. En la 16 “la noche es ámbar”. Y más adelante, en la 21 –quizás la de mayor intensidad—, logra intimar los tributos a los fusilados, a una “mañana” donde recibirán en Cuba el justo homenaje que merecen. Porque –dice en la parte 33— “Más allá de este no ser / vive en vilo el haber sido” de cada uno de ellos. La capacidad del pintor Juan Abreu para que cada uno de aquellos hombres se inmortalice en su retrato, se vuelve metáfora antes de retornar al silencio, al tópico del callar que forma la tradición elegíaca.

La zona III --titulada “Calendario de rostros”-- es la coda turbadora, aunque de nuevo un duro sentido de la contención impida despeñarse en gritos. “Antes” “y después” son sus dos partes sobrias, donde el luto parte de cuando estaban vivos y se abrían a la vida desde la infancia en los años 40 y 50, entre juegos y canciones… Para cerrar con el triunfo de la revolución y la rápida instauración de un terror jacobino, de los fusilamientos para reprimir a los osados y amedrentar a cualquiera que decidiera enfrentarse a los guerrilleros en el poder.

“Y los gritos salían de sus bocas, / de sus ojos, / de su lengua resolviendo primaveras” –dice el poema. Y así la palabra que hoy, casi cerrando la segunda década del siglo XXI rompe los olvidos, traspasa los muros de la tenebrosa fortaleza de La Cabaña -donde cada día había por lo menos un fusilamiento--, en la orilla este de la bahía habanera, en lo alto del caserío de Casablanca con el pueblo de Regla al sur.

La actitud elegíaca prevaleciente en Tras los rostros cumple su cometido, desafía al castrismo y atestigua la rebeldía contra la nauseabunda historia de Cuba de los últimos sesenta años. Tanto Orlando Rossardi como Juan Abreu, dueños de su tristeza ante los fusilados, logran hacernos partícipes. Logran conjurar las amnesias y omisiones que pretenden saltar hechos, evadir responsabilidades, ocultar desmanes y crímenes. Al entrar Tras los rostros vemos y leemos distinto. Por unos minutos tal vez seamos menos olvidadizos, reales defensores de los derechos humanos que aquellas balas cercenaron, donde un rostro es cada rostro.

 

jose prats sariol 351José Prats Sariol
La Habana, 1946. Hizo estudios de literatura en la Universidad de La Habana con una tesis sobre José Lezama Lima. Es crítico literario, novelista, ensayista y catedrático universitario. Actualmente es profesor principal de literatura en la Arizona State University. De José Prats Sariol (La Habana, 1946) dijo José Lezama Lima: “Armado de un sentido crítico que colma en la balanza la trenza de la lechuza y el arcoíris del sunsún”, para caracterizar su internacionalmente reconocida obra. A sus novelas Mariel, Lila y Guanabo gay, se suman varios libros de cuentos, en el 2013 publica su libro de cuentos Por si o por no en Editorial Aurora Boreal®. Ha publicado también libros de crítica literaria: Por la poesía cubana, Criticar al crítico, Estudios de poesía cubana, Pellicer río de voces, No leas poesía y Lezama Lima o el azar concurrente; se enriquecieron en 2016 con dos nuevos títulos: Leer por gusto y Erritas agridulces. En el 2016 también apareció Sangre en Níjar (cuentos) y en 2017 publicará su nueva novela Pobre corazón.

Material enviado a Aurora Boreal® por José Prats Sariol. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de José Prats Sariol. Foto José Prats Sariol © José Prats Sariol. Carátula del libro Tras los rostros © y tomada de la página de internet de la Editorial Aduana Vieja.

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