Los secretos del canto*

julio_olaciregui_006 A las cinco de la tarde cuando llego de la escuela el viejo poeta está otra vez en mi casa, sentado frente al ordena-computa, tecleando, su morbo tragado por la pantalla, se levanta de inmediato y me besa el cráneo, pasa la mano por mis crespos, y luego toca las palmas y sigue tarareando, mientras mamy canta en inglés, "give me a chance", "give me a chance"

Ella limpió fregó una gota de sangre que yo no vi sobre el canapé, quizás del tamaño de una moneda de cobre, esa es también una maldición de la mujer, dijo, desde las diez y media de la mañana le dolía el vientre, están juntos, él puede besarle los hombros, pasa el brazo por su cintura y olisquea su cuello, a veces ella misma quiere que la abracen así de súbito, como recibiendo al ansiado muchacho amante que baja del tren y se encuentra con su amiga

 

 

 

-ganas de narrar, de contar algo si tenía -escribo desde que era tan pequeño como un saltamontes ¡! A veces habla como su niño, o él habla como ella, son dulces, cantarines, me miran con esa luz de basalto -no sabes que hay aceitunas negras brillantes

Julio Olaciregui. Colombia, 1951. Periodista y escritor, pasa de un género literario a otro con una gran desenvoltura. Sus obras incluyen la novela, la poesía, la dramaturgia, el cuento. Julio Olaciregui eligió domicilio en Francia desde hace algo más de treinta años. Actualmente trabaja para la Agencia France Presse. Ha publicado Vestido de bestia (relatos), Los domingos de Charito (novela), Trapos al sol (cuentos) y Dionea (mitonovela). Adaptó para el cine La mansión de Araucaima, de Alvaro Mutis, filmada por Carlos Mayolo.

¿Por qué nos abrazamos cantando "give me a chance" ? Somos una familia espontánea, la familia del parque, conocí a mi papá en el parque, en un jardín... son los buenos espíritus, los árboles, pies de madera, raíces en el bosque - Si alguien se muere aparece la religión -usted cree en el espíritu de los espíritus los propiciadores... esos lazos entre los muertos y nosotros los vivientes, ellos se conocieron en el parque y ahora están cantando juntos en la sala de mi casa, la sagrada familia se forma de nuevo, la prueba es que ellos le cantan a Semira, la nigeriana que la policía belga mató, la volvieron una etcétera y ahora mamá y el poeta la están resucitando con esa canción, ella pide que le den un chance, una oportunidad
La sangre roja de mamá se enciende, cómo fue, hay un pasado en el bosque de los caimanes, apenas ahora aprendo a pintar los monstruos, en las iglesias uno canta y se aleja de la desnudez, de la soledad, mamá fue al cuarto y trajo la Biblia, nunca el poeta ha entrado en su alcoba, hay un armario con un espejo en el que a veces ella se mira la cola, tiene un buen rabo, un bicho lindo, dia-bolo, dice, ahora aprendiste esa palabra griega, vos separás, no eres sím-bolo, la moneda de sangre de las mujeres, una mancha, quizás el pecado, nojoda, se levanta de un brinco y trae la Biblia por fin, dónde, dónde dice que los negros somos malditos ¡ dónde ¡ ábreme los ojos - ella friega la mancha en el canapé, el poeta niega, no soy yo quien ha inventado lo de esa maldición, mamá protesta ya en mi escuela hicieron alusión a la maldición de los africanos esclavos, nojoda, dónde dice, dónde
Mi papá Noé se bebió dos botellas de Burgoña borracho se encueró, el negrito se echó a reír, papá cuando está afumao se le caen los calzones, creo que le aprieta el hígado, se desbragueta, sale del baño con esos ojos brotados que no fijan, se pone a toser, qué le pasa...pareces un zombi, fuiste esclavo también, Papá se despertó de mal genio con un guayabo durísimo, la lengua como lija le dolía hasta el aliento, los niños le contaron que el negro chamo se había burlado de él al verlo ahí tirado en el canapé, Papá lucía una minúsculas bragas plateadas de mujer cabaretera, había estado esa tarde en algún metedero, mamá ese día tenía una falda, pasaron los años desde que ella lo dejó por borrachón y ahora vivimos solos ella y yo, a veces creo que tiene novio, pienso en el poeta, será él... mi nuevo padre, se hacen confidencias que no escuchamos, tiene un pretendiente policía de la isla de la Reunión a quien no puede besar aunque le gustaría, que se coma una pera, y un ingeniero de Gabón a quien se le entregó dos días después de conocerlo y piensa que por fácil tras haberla gozado él muy vergajo la trató como una sirvienta
julio_olaciregui_005Mami tu sabes protegerte, ella sabe de lo que habla, por qué hablamos tanto de sexo, me voy a quitar esta falda, no me mires así, por qué los negros tienen esa fama, y es verdad, se les pone duro duro los blancos no logran evitar cierta blandura, y si los negros pueden masajearte adentro durante mucho rato sin venirse, eso es lo que les gusta a las blancas, pueden gozar y desarrollarse varias veces, ella dijo seamos profesionales, se fue a cambiar, después del almuerzo, me sirvió bacalao, arroz con fríjoles y confite de ají, sigamos con el canto, el poeta sintió su humedad y bendijo el seco teclado del ordena-computa
Le trajo de regalo una nueva canción a mamá, "Reírse de miedo", ellos son musicales, qué feliz se pusieron en el aeropuerto de Atlanta cuando conocieron a Mahalia Jackson, se fue lejos la negrita con aquella voz, canta y nos manda al cielo, mamá abraza al poeta para agradecerle esa oportunidad de cantar fuera de la cocina, ahora en un estudio, después le dice tu amor se siente en la canción, pero yo no seré tuya jamás, lee la Biblia, el poeta la invita al cine, me gusta imaginar que mamá fue feliz, esa alegría de oír la respiración del amigo, la respiración de las mujeres en los cines -la mano del poeta en el pubis -algo quise, oleadas intensas de sangre, la semilla de las vocaciones crece en las tardes, ella cuidaba ancianos en París a sus catorce primaveras cuando llegó de Haití, pero su vocación es cantar -el niño me enseñó a encender el teclado japonés, me enseña el tempo, sí, el ritmo, con el ritmo se consigue algo espiritual, como dice Roberto, un amigo del viejo poeta, "quiero es cantar", el niño los mira con sus aceitunas y sonríe, no desconfía, el poeta prueba el bacalao de mamá y sueña con escribir sobre esas tardes, mami lo abraza y bailan como enamorados en una discoteca de la Guayana, frente al mar deseado, eso ocurrirá, quién sabe, hay una pequeña esperanza, cuando salgo del ascensor y voy por el corredor hacia el apartamento oigo los últimos compases de la conga diluirse en el silencio, poco antes de la cinco de la tarde...

 

*De la serie El hombre caimán en el zoológico de Berlín. Y otros cuentos...

 

Los secretos del canto enviado a Aurora Boreal® por Julio Olaciregui. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Julio Olaciregui. Foto Julio Olaciregui©Julio Olaciregui.  Ilustración©Julio Olaciregui.

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