Encuentro

claudio_cifuentes_001...y así, en esa quietud noctura, en el mismo fantasmal ritmo con que se disipa la niebla sobre las aguas del Ronde, en esa misma lentitud majestuosa se desliza una barca guiada por un imperceptible remo. El único detalle que revela su presencia, es el farol de aceite que pende de la proa. El encapuchado, que clava su largo remo en el légamo de la orilla, parece estar de pié y

atisba hacia nuestra margen del río.

No nos habíamos percatado de su presencia. Lo vimos en ese movimiento de tules en que la neblina parece revelar discontínuos trozos de realidad. Apenas pudimos distinguir su rostro. Estábamos casi avergonzados de no haber sentido ese estar siendo observados y sorprendidos en el medio de un beso que se proyectaba eterno. Raro, en aquel refugio de soledad que habíamos buscado. ¡Eh! gritó el hombre, (no supimos si también sorprendido de encontrarnos, o para llamar nuestra atención). Hizo sonar una campana y acercó su barca hasta la orilla. Tomando un extraño farol de aceite, lo levantó iluminándonos y pudimos ver, de paso, su rostro, semi escondido bajo la capucha protectora. Su compañero, permanecía sentado, titubeante y silencioso. Sus largos y anacrónicos atavíos nos produjeron una cierta inquietud, a pesar de la naturalidad pasmosa con que se acercó. Con ojos, un poco desorbitados, y voz temblorosa inquirió: ¿Sois así en el reino de la Muerte?

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