El álbum

Un golpe fuerte en la ventana y una suerte de crujido leve -sonido casi imperceptible- sacó de concentración a la madre. Fue hacia la ventana, la abrió, y antes de gritarles a los niños que tuvieran cuidado porque iban a quebrar en cualquier momento un vidrio, se percató primero de que sus dos hijos estuvieran en algún punto de su observación: profirió entonces lo que en repetidas semanas venía advirtiendo con tono inseguro pero alto: "o hacen caso o se entran."

La madre volvió a la mecedora y continuó mirando, abstraída, las imágenes que el televisor le mostraba. El volumen estaba en cero. Pero eran tan fuertes y tan claras las imágenes que reproducía su memoria, que le llevaron de nuevo, como hacía varias semanas, al cuarto, para sacar del closet el álbum del matrimonio. Lo miraba y lo repasaba con tanta ansiedad como quien quiere encontrar algún secreto, qué por fin lo hizo: uno de sus ojos se veía triste. Segundos solamente bastaron para que dos lágrimas gruesas y aceitosas recorrieran su rostro, mientras en tono de susurro decía": Si le hubiera aceptado el consejo a mi madre". Fue en ese momento, donde dos sonidos se escucharon al tiempo: el sonido agudo y seco de las llantas de un carro y el portazo metálico de la puerta. Salió entonces deprisa hacia la ventana, la abrió, y como si el golpe hubiera sido justo allí, los vidrios se le vinieron encima, cortándole el antebrazo, ella ni siquiera se percató, la mirada de los vecinos y los niños se dirigieron hacia el segundo piso pero la muerte en el primero, en la calle, le quitó audiencia. La madre no entendía lo que pasaba e intentó gritar pero su boca se cerró cuando vio que en la acera del frente estaban sus dos hijos, sanos, observando como moría el perro de la vecina bajo las llantas de un carro: "se entran ya", gritó colérica. Entonces, volvió a la mecedora, aún sin sentir que por el antebrazo bajaba ligero y tenue un hilo de sangre. Abrió de nuevo el álbum y lo puso entre sus piernas y poco a poco, mientras trataba de reponerse del susto, fue sintiendo que ellas pesaban toneladas y que sus ojos se iban cerrando plácidamente como hacía varias semanas no lo hacían y entonces, un rato después entre luces blancas y brillantes y figuras ya muertas pero muy vivas de sus abuelos y su madre escuchó con toda nitidez: "los errores no son para toda la vida". En ese momento, con ojos felices, tomó las manos de su madre.

 

Danilo Albán
Colombia, Director del Colectivo Literario Sábados Literarios. Además es reseñista y cuentista.

El álbum enviado a Aurora Boreal® por Danilo Albán. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Danilo Albán. Foto Danilo Albán  ©Danilo Albán.

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