Mujer en consulta

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Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?


La caricia perdida. Alfonsina Storni.

Tres veces al día, y no dos, me ocupo de aliviar mi enfermedad.
El oftalmólogo me había dicho: "Por la mañana y por la noche límpiese los ojos, párpado superior e inferior". Antes de irme, le pregunté: ¿de dónde es usted?, ya que él no me preguntaba de dónde era yo; de Siria, respondió con su acento árabe en la España ya babélica en la que vivimos extranjeros de diferentes procedencias. Y me diagnosticó conjuntivitis crónica. Todo lo que ahora tengo es crónico: gastritis crónica, conjuntivitis crónica... soy una clónica del dolor y la enfermedad.


"La higiene ocular es muy importante. Cada día se limpia usted los párpados y pestañas para quitar cualquier resto de legañas con toallitas especiales. Aquí le pongo el nombre", y anotó. "O bien", dijo, "puede usar un gel que también es para lo mismo. Pongo todo en la receta. Hasta aquí instrucciones sobre la higiene ocular externa. Para la interna, se echa en cada ojo solución fisiológica. Esto que le digo, siempre. Y para evitar orzuelos se aplica, durante una semana, esta pomada que le indico aquí".
Él aprendió a decir "legaña", le fue más fácil que a mí, precisamente porque su lengua nativa no es el castellano; yo no me acostumbro. Espontáneamente me sale lagaña, como lo he dicho toda mi vida en la Argentina de mi infancia.

 

Reina Roffé nació en Buenos Aires y vive en Madrid desde 1988. Narradora y ensayista, entre sus obras figuran las novelas Llamado al Puf, Monte de Venus, La rompiente, El cielo dividido, El otro amor de Federico, el libro de relatos Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras y el de entrevistas Conversaciones americanas. Es autora, además, de Juan Rulfo: autobiografía armada y de la biografía Juan Rulfo. Las mañas del zorro.

Eso había dicho el oculista, con sus tropiezos y su acento voluptuoso como salido de las Mil y una noches de amor: Para siempre, todos los días, varias veces al día, cuidar mucho la higiene de los ojos. Palabras como maceradas en una bola de hierbas aromáticas, sonaban envolventes, arrulladoras. Pero, inmediatamente, volvió a mis oídos esa fea palabra, crónica, que no se refería a un relato de sucesos ni de testimonios, sino a lo que me he ido convirtiendo: una mujer que padece enfermedades de larga duración y las arrastra de década en década, un lastre crónico.
Ayer tenía arena en los ojos, muy rojo por dentro, una gran molestia y leía cualquier cosa. Cualquier cosa leo desde que tengo presbicia; "para que entienda", me había dicho otro oculista como si yo no fuera capaz de entender, "lo que usted tiene es vista cansada". Y problemas de visión: de cerca, de media, de larga distancia. Ahora ya de todas las distancias. Al pasar por el quiosco de periódicos, leí un titular: "Temporada de insectos aplastados en el paraíso". Quedé perpleja. Volví sobre mis pasos. Decía: "Témpora de insectos aplastados en el parabrisas". Me reí como una loca. Mamá también se reía sola, a veces. Tendría mi edad, quizás incluso algunos años menos que yo ahora, cuando empezó a tener estas irregularidades o faltas. En nosotras, todo se transforma en irregular y deriva en faltas o fallos. No le alcanzaban los brazos para alejar la revista y siempre recurría a quien tuviera más a mano con la finalidad de que le prestara el servicio de sus ojos y le leyera la letra pequeña, fuese en los envases de productos alimenticios o en prospectos, esas cosas aberrantes para la vista cansada. A mí me fastidiaba verla abrir los ojos, como si por abrirlos, pudiera ampliar su visión. Tantas cosas que critiqué en ella. Casi las mismas criticables en mí ahora. No escupas al cielo, te caerá en la cara.
Tres veces, no dos, me limpio los ojos. Ya no siento la arena del desierto en ellos, y parece que, por esta vez, el orzuelo no brotará. Y la caricia perdida, rodará... rodará... Pues mañana, señor oculista sirio, esto habrá pasado un poco, nunca del todo porque es crónico, ya sabemos, y no tendré que volver a su consulta. La caricia sazonada con hierbas aromáticas de sus palabras, ¿quién la recogerá?

 

Mujer en consulta enviado a Aurora Boreal® por cortesía de la escritora Reina Roffé. Foto de Reina Roffé © Silvia Sanz. Foto Reina Roffé © cortesía de Reina Roffé.

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