El Adán de la caída (sobre Kierkegaard)

ubaldo_perez_002Adán ha trabajado este día intensamente, como todos los días de su vida. Agotado y satisfecho al mismo tiempo, por la labor realizada, se ha sentado sobre un peñasco y medita, terriblemente abandonado a sí mismo.

No sin un dejo de orgullo echa una furtiva mirada a su tienda en medio del claro del bosque que él mismo ha desmontado, a sus hijos que juegan despreocupados bajo los árboles, a su mujer que está terminando de preparar la comida y a su pequeño rebaño de ovejas que tanto le ha costado criar.

 

 

Ubaldo Pérez-Paoli, argentino, Apl. Professor für Philosophie en la Universidad Técnica de Braunschweig, Lehrbeauftragte de Latín y Griego en la misma universidad y docente de Latín, Griego, Filosofía y Español en la Christophorusschule de Braunschweig.

A veces lo invade una sombría incertidumbre cuando trata de llegar con su pensamiento más allá de este limitado paisaje que lo rodea y que conforma la totalidad de lo poco que le es familiar. Más allá del río, de aquel bosque y de aquellas montañas, comienza el desierto inabarcable. A menudo ha incursionado en él, pero después de días enteros de marcha ha regresado, siempre con la misma experiencia de no haber descubierto nada sustancialmente diferente. Cada duna se parece a la otra, cada piedra a cada otra. La extensión se le hace casi infinita, pero bien sabe que en algún lugar tiene que acabarse, aunque probablemente nunca llegue a ver el final con sus propios ojos. ¿Qué habrá más allá de ese límite? ¿Otras montañas, otro río, otro bosque, otro claro? ¿Otro Adán tal vez? ¿Y más allá? ¿De nuevo otro desierto? ¿Cuántos más? Imposible saberlo. Una sola cosa le parece evidente: por encima de todo límite, desde un fondo hasta el otro del horizonte, se extiende el alto cielo que todo lo envuelve, por momentos tan amenazador, y ahora tan callado. Algo dentro suyo le habla de una secreta armonía entre ese cielo impredecible y el centro desde el cual él lo está observando. Una profunda y obscura inquietud le hace presumir, a veces, que hubo un tiempo en que aquella armonía le era tan familiar como el peñasco sobre el que se ha sentado, tiempo olvidado y desterrado por completo de su memoria, pero que le hace palpitar intensamente el corazón con inasible nostalgia. En esos momentos cree adivinar que vendrá otro tiempo en que las cosas volverán a ser como en aquel desconocido entonces. Pero los interrogantes que en tales casos se adueñan de su pensamiento son tan desesperantes que prefiere abandonarlos para no enloquecer. Algo debió haber roto aquella supuesta armonía originaria. ¡Si pudiera saber exactamente qué! ¡Si pudiera hallar algún medio para restablecerla! Todo lo que le ha quedado ahora es este pequeño y limitado mundo que conforma su presente y el ansia casi desmesurada de romper las barreras que lo encierran. "Pero en este ahora vivo", se dice, "ahora estoy vivo y eso es bueno, eso me debe bastar". ¿Bastar? ¿Para qué? "Para seguir viviendo, claro, mientras pueda". Pero no consigue acallar las dudas que lo acechan por doquier. ¿Cómo habrá sido todo antes de este ahora? ¿Cómo habrá de ser después? El deseo de encontrar una respuesta a estas preguntas es tan intenso como el temor ante lo imprevisible de la misma y, más aún, ante la certeza casi absoluta de que nunca la obtendrá. Entonces vuelve nuevamente la mirada a su tienda y a los suyos y siente qué entrañablemente los ama.

El Adán de la caida (sobre Kierkegaard) enviado a Aurora Boreal® por Ubaldo Pérez-Paoli.


Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones