Jorge Valdés Díaz-Vélez - selección de poemas para Aurora Boreal®

jorge valdés 250Jorge Valdés Díaz-Vélez: Torreón Coahuila, México, 1955. Es autor de diecisiete libros de poesía. Entre otros: La puerta giratoria (Joaquín Mortíz-Planeta,1998/ Verdehalago, Colección La Centena, México, 2006); Jardines sumergidos (Colibrí, México, 2003); Tiempo fuera (1988-2005), (Universidad Nacional Autónoma de México, 2007); Los Alebrijes (Hiperión, Madrid, 2007); Kilómetro cero (Universidad Autónoma de Coahuila, Saltillo, 2009) Qualcuno va (―Ed. bilingüe español-italiano―, Sentieri Meridiani Edizioni, Foggia, Bari, 2010); Otras Horas (Quálea, Santander, 2010); Mapa mudo (Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2011); Herida sombra (Posdata Editores, Monterrey, 2012); Nudista (Secretaría de Cultura de Coahuila, Saltillo, 2014) y Parque México, (Renacimiento, Sevilla, 2018). Se le han otorgado, en México, el Premio Latinoamericano Plural (1985) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998) y, en España, el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007) y el Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado (2011). Parte de su obra está incluida en numerosas antologías de poesía mexicana e iberoamericana publicadas en Bélgica, España, Grecia, Marruecos, México, Reino Unido, Italia, y en varios países de América Latina. Ha sido traducido al árabe, francés, griego, italiano, portugués, neerlandés, rumano e inglés. Como Miembro de Carrera del Servicio Exterior Mexicano dirigió el Centro Cultural de México en Costa Rica y el Instituto de México en España. Ha trabajado en las embajadas de México en Argentina, España, Costa Rica, Cuba, Marruecos y Trinidad y Tobago, y en el Consulado General en Miami, Florida, Estados Unidos de América. En la Cancillería fue director de Convenios y Programas, director de Difusión Cultural, y director de proyectos de las Actividades Conmemorativas de 2010 en el exterior. Es Miembro distinguido del Seminario de Cultura Mexicana y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

 

Selección de poemas por el autor para Aurora Boreal®


Aquel Ahora

 

Las posibilidades de volverte a encontrar
eran remotas. Una entre un billón. Y habiendo
infinitos lugares dispersos por los números
de un cálculo improbable, quién imaginaría
que te iba a ver en esa cantina, transformándote
en luz de aquel entonces feliz, o eso quisieron
creer años atrás aquellos dos que fuimos.

Estabas allí, tú de pronto y sin aviso
previo, con una tímida sonrisa, recargada
en el hombro de un tipo de aspecto deleznable
que podría haber sido yo. No reconociste
mi rostro entre la gente del bar. Aunque tal vez,
supongo, pretendías saber adónde y cuándo
miraste mis facciones, en qué sitio más joven
hiciste un alto, bajo qué extrañas circunstancias
coincidiste con alguien que se me parecía
de lejos. Pero no recordaste, si acaso
lo intentabas, a quien le prometiste un sueño
que no ibas a cumplir, cuando nos despedimos
tras una ventanilla. De vuelta en este ahora,
tu cara era la misma donde vi el resplandor
del ángelus y el tacto de un crepúsculo gris
y hermético. Llevabas rubor en las mejillas
y el cabello más negro que alguna vez tocaron
mis manos por el valle lunar de tu cintura.

La bienaventuranza fue nuestra compañera
de viaje a las estrellas tan próximas al hambre
de nuestros corazones y su dolor difuso.
Era la edad del bronce pulido de tus pechos.
Las noches fueron lentas palabras inaudibles
del mundo que brotaba sin encajes. Bebíamos
la vida entre los versos de una poeta árabe
y bailaba desnuda la luz en la terraza.

Tú entonces te encendías y el viento iba contigo
por algún callejón a sórdidas tabernas,
levantando tu falda minúscula, mostrándome
las rutas que de súbito me alzaban al misterio.
Sin duda eras feliz de forma ingobernable.
También lo fui. Lo fuimos. Te dije, lo recuerdo
como si fuera ayer, que un dios haría suyos
los rasgos de tu nombre y el vino tu sabor
de almendra y paraíso. Sigues igual, incluso
me has parecido más hermosa, quizá menos
alegre que la imagen que de ti conservé
todo este tiempo en vano. Detrás de tu mirada
no encontré el resplandor de aquella chica insomne,
sino una palidez ceniza de rescoldos
que aún parecen guardar el vértigo del fuego.

No puedo asegurarlo. Y ya tan poco importa.
.

S. T. T. L.
Sit Tibi Terra Levis


Hoy recuerdo a los muertos de mi casa
Octavio Paz

 

De todos nuestros muertos jamás olvidaremos
al primero. Habita en la raíz del otoño,
debajo de los álamos, el mío. Su memoria
me ofrece un arrayán al tiempo que se inclina
con los brazos abiertos de otros días. Recuerdo
su estatura en penumbras a punto de apartarse
del espejo, su rostro velado, el abalorio
de las tercas lecciones de algún piano. Cruzó
la línea que reúne la vida con la muerte
una tarde sin sol. Su cuerpo era la ausencia
presente, lo nombrado sin nombrar. Era el muerto
primero en estar muerto de súbito, y por siempre
habrá de serlo. El niño que fui entonces ahora
lo distingue sentado en un alféizar. Veíamos
un barco en la pureza impasible de las nubes,
y diásporas de hormigas en los lieder de Schubert;
y me hablaba de Stevenson o Melville, del trayecto
que quiso hacer de joven al fin de la nostalgia
que se alzaba en su voz cuando cantaba. Hizo
aquél único viaje aquella tarde. Hasta entonces
nunca me había asomado a los ojos de un muerto,
al eco inmóvil de dos diáfanos aljibes,
ni al llanto de los míos, perplejos, que eran otros.

Él fue el primer ausente de cuántos y de nadie,
la presencia, el no ser, la fatigada luz
abierta, el que se nombra debajo de los árboles
de pronto, al olvidarnos que ya no sigue aquí
su soledad, su frágil anécdota de buques
invisibles, de arpegios que alumbraron el sueño
de aquella vida nuestra. Le sea leve la tierra
que fecunda, su exilio sin fin tras nuestras hojas.  


La mesa

Para Wislawa Szymborska

 

Me contemplo en las caras ocultas de la noche
sin rasgos de mi acento del sur, sin evidencias
de ser el extranjero que alarga un punto móvil
sobre una servilleta doblada en dos. Estoy
en medio de personas de las que no sé nada
y que hablan de lugares apócrifos, de valles
desterrados del tiempo, distancia o geografías;
me observo desde mi soledad, desde afuera
del aire, de las formas del sillón que soporta
el peso de las vidas que tuve y me contienen
al pie de nuestra mesa. Me reconozco aquí,
con la ingenua cautela con la que se vislumbran
animales fantásticos en un libro de viajes
cuya última página no depara emociones,
ni algún final feliz que salve la memoria
de un bar donde la dicha se mire al otro lado
de esta sombra entre tantas estólidas fronteras.

porque mexico 1

 Selección de poemas por el autor para Aurora Boreal®. Material enviado a Aurora Boreal® por Jorge Valdés Díaz-Vélez. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Jorge Valdés Díaz-Vélez. Fotografía de Jorge Valdés Díaz-Vélez © Jorge Valdés-Iga.

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones