En espera del bus

horacio pena 002Aquí estoy, otro día en la plaza, esperando ese bus que me lleva siempre a la casa de la señora rica. Hace un poco de frío, y una tiene que ponerse mucha ropa encima. La señora me dio una chaqueta y un pañolón, y los uso cuando se nos viene el mal tiempo, como ahora.
Cuando vengo a la plaza ya están otras personas esperando el bus. La mayoría son mujeres, entre los 25 y los 40 años, que se ganan, la vida de la misma manera que yo: limpiando casas. Pero también hay hombres en el grupo, entre los 40 y los 45, y jóvenes, de 16 a 20 años, nos subimos, y el bus nos va dejando en las mansiones que hay en el trayecto, y en los hoteles, hasta que llegamos a esa pequeña ciudad que está a la orilla del mar. "Carmel junto al mar" se llama la ciudad, y es muy bonita y muy limpia, con muchas tiendas, y vitrinas en las aceras, y restaurantes.


Subimos al bus y nos saludamos, casi siempre somos los mismos, aunque algunas veces veo un rostro nuevo, alguien que acaba de llegar, que cruzó el muro, el río, y se ha venido a esta ciudad, donde dicen que la gente tiene mucho dinero, y es verdad, porque todo es muy lindo aquí. No he visto todavía ningún pobre en la ciudad, los pobres que miro, somos nosotros mismos, pero siempre estamos hablando en los buses y en las calles. La gente de aquí dice que somos muy ruidosos. Cuando uno se sube a un bus donde van sólo ellos, es muy tranquillo, nadie se saluda, ni se abraza, nosotros vemos a alguien sentado y a veces, aunque no lo conozcamos, lo saludamos y empezamos a conversar.
En cierto modo, somos diferentes a ellos, ellos hablan inglés, y nosotras español, son ricos, nosotras pobres, pero en el fondo somos lo mismo, ellos también se mueren y sufren y se preocupan. Yo sólo tengo buenos sentimientos para la señora y el señor. Son buena gente. Los niños, tienen dos, una niña y un niño son muy simpáticos. Muchas veces nos dan la comida que queda después de una fiesta. Es buena comida, en mi pueblo no comí nunca cosas tan deliciosas.

 

Horacio Peña Poeta, narrador, ensayista y crítico de arte. Nacido en Managua, Nicaragua. En 1967 ganó el Premio Internacional de Poesía en el certamen Centenario de Rubén Darío. En la actualidad es catedrático en Houston-Tillotson College, en Austin, Texas. Escribe una poesía llena de alusiones y mitos en la que trata de revelar el misterio del ser y del tiempo. Entre sus libros se cuentan Ars moriendi y otros poemas y Antología del inmigrante. Es miembro correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua.Es raro, no ha venido nadie todavía, a estas horas casi están todas aquí, algo habrá pasado, tal vez el frío, o perdieron el bus. La Rosa no limpia casas, trabaja en un hotel y hace las camas de los cuartos. Va como tres meses que trabaja ahí. Una amiga, creo que fue la Gloria, le dijo que necesitaban alguien en el hotel y la Rosa fue, y le dieron el trabajo, así no más. Sin preguntarle nada. La gente que va al hotel son turistas ricos y la Rosa esta muy contenta porque le dejan su buena propina, "los verdes", como llamamos a los dólares, y hasta le dan alguna ropa cuando se van.
A la Rosa la conocía desde mucho antes, somos del mismo pueblo y las familias se conocen, la de ella y la mía. Se vino con un grupo y tuvo que pagar "al coyote" que los pasó. Se vinieron en un camión todo viejo, sucio y todo el tiempo "el coyote" les decía que bajaran la cabeza, porque "la migra" podía aparecerse. Gracias a Dios no hubo problemas, y aquí están, yo no sé como, pero aquí esta la Rosa, la Virgen de Guadalupe, supongo.
Ahora es mucho más difícil venirse, porque "la migra" está por todos lados, y hay unas grandes luces que tratan de ver a los que se están pasando. "La migra" los agarra y los echa presos y luego los devuelven. Pero lo mismo, intentan regresar, una y otra vez, pues ni modo, allá no hay trabajo y no te pagan nada. Tortillas y frijoles es lo que se come. Aquí estoy muy bien, me gusta, ahorro y mando dinero a mi madre.
Fue la Tomasita la que me dio "el soplo" de esta señora rica, vio que necesitaba a alguien y me lo dijo, me llevó donde la señora, y así fue la cosa. Se llama Jelen, pero yo le digo Doña Elena, y a ella le gusta. No todas las familias son como ella. Yo he oído cosas malas de otras familias. La Felicia me contó que su señora es muy exigente y a veces le grita, pero la mía no. Es muy "nice".
Ya comienzan a llegar, ahí vienen todas. Emilio viene abanicándose los brazos para darse calor, es buena gente, a veces me invita a comer donde los mejicanos o donde los chicanos, y me toca la mano, pero de ahí no lo dejo pasar. A ese joven no lo conozco, probablemente es amigo o pariente de alguno de los del grupo, porque cuando se viene uno, se quieren venir todos, se corre la voz de que hay trabajo, de que hay una "buena chamba" y aquí están, a los dos días.
Si yo tuviera trabajo allá, no me hubiera venido, pero ni modo, el gobierno no hace nada por nosotros, y luego está protestando que aquí no nos tratan bien, si se interesaran por nosotros, el gobierno nos daría trabajo, para que no nos vengamos, pero allá es la pura robadera, como aquí, pero diferente.
Ya viene el bus, ya todas están aquí. Voy a subir, la "Chayo", ya se sentó. A veces se pone cerca del chofer, cuando el chofer es uno de los nuestros y habla español, pero yo quiero guardar la distancia con Emilio y con los otros muchachos.
Ya se va el bus. Mañana será el mismo día.

En espera del bus enviado a Aurora Boreal® por Horacio Peña. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Horacio Peña. Foto Horacio Peña © Horacio Peña.

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