Encuentro casual

marie_rojas_001Para José Luis, por su cumpleaños
ella sospechó que lo amaría siempre.

Querido Platón
Celima Bernal Garcí
a

Volar a la luz de la luna, ¿hay algo comparable? Extendió sus enormes alas, tan semejantes de las de los murciélagos, y voló rumbo a la costa. Le gustaba ser criatura de la noche, si bien le molestaban las costumbres atribuidas a los de su especie, por cuya causa habían sido hostigados, maldecidos, casi aniquilados por los humanos. Su único pecado, "no ser mortal", fue lo que originó la persecución y los abocó al exterminio.
Pero no les guardaba rencor; a veces la realidad se hace tan insoportable que no queda más remedio que reconstruirla, en el fondo le parecía injusto que ellos tuvieran tan poco tiempo para aprender tanto. Había logrado convivir con ellos: de día, tenía mil escondites en la vieja ciudad, de noche...

Enfiló hacia el risco. Le gustaba sentarse a ver el mar desde aquella cima, tan escarpada y agreste que nadie se atrevía a escalarla. A lo lejos la luz del faro hacía piruetas sobre las aguas. Asumía tal estado de contemplación que, de haber sido vista, se le hubiera tomado por una roca en forma de gárgola.

Marié Rojas Tamayo. Cuba, 1963. Libros publicados: Tonos de Verde, 2004 y 2005, Adoptando a Mini, 2005, ed. Fundación Drac, Mallorca. De príncipes y princesas, 2006, Editorial El Far, Colección El Viajante, Mallorca. En busca de una historia, Colección Mundo Imaginario, Editorial Andrómeda, España, 2010; Cinco minutos a solas con las musas, relatos, Viaje a los astros, Locuras temporales, poemarios, Inventiva Social, Argentina, 2010.

Para su sorpresa, había alguien ocupando su lugar.

- ¿Cómo llegaste aquí? - le preguntó.
- Nunca fui el mejor en las clases de vuelo - le respondió él con tristeza -; hoy, para colmo, venía mirando hacia el faro, descendí demasiado y me golpeé con las rocas.

Le mostró un hombro magullado, manchado de sangre seca.

- ¡Espera, eso no puede quedar así!

Se lanzó en picada, sin temor - era una experta voladora -, sumergió su bufanda en las aguas y regresó a la roca. Lavó suavemente la desgarradura mientras él intentaba no quejarse.

- Por suerte descubrí esa cueva - dirigió la vista hacia la cavidad al fondo -, allí pude esconderme mientras duró la luz diurna. Me aterrorizaba la idea de ser visto. No pensé que alguien fuera a llegar a estas alturas, precisamente a medianoche.
- ¿Y pensabas quedarte aquí, abandonado? - le dijo ella vendando la herida con un jirón de su saya de seda - Porque así no puedes mover bien el ala... no podrías bajar, ni subir.
- Pensé dejarme morir.
- ¿Los de tu especie mueren?
- No sé... no perdía nada con intentarlo. Luego de tal vergüenza, no puedo ir junto a los míos. Y los de abajo, jamás me aceptarían.
- ¿Me lo dices, o me lo preguntas? - le sonrió con picardía - Pero reconoce, la visión del faro es tan bella que valió la pena el encontronazo con la roca.
- Más bella es la visión de tu figura recortada contra el cielo estrellado, tus negras alas abiertas, el brillo de tus ojos nocturnos... De no haber caído, no te hubiera encontrado.

Y ella supo que lo amaría siempre, algo que había sospechado al contemplar su silueta desvalida de figurita de iglesia recortada contra el horizonte, su aire de aguilucho caído del nido.

Cada noche fue a cuidarlo. Conversaban, reían a salvo del mundo de abajo y del de arriba, se relataban historias de aquel largo pasado que vivieron lejos uno del otro, contemplaban el faro... hasta que estuvo listo para reemprender el vuelo. Esa noche, a pesar del deseo de abrazarlo y decirle "¡quédate!", no se atrevió siquiera a mirarlo a los ojos, sabía que cuando amamos de veras hay que dejar ir, el amor es libertad, no prisión.

Pero más le dolió que él emprendiera el vuelo sin despedirse, y que lo hiciera tan bien, con tan elegantes piruetas... ¡Le había dicho que era torpe y casi le creyó! Porque si era cierto lo dicho, si eso era torpeza... ¿Cómo volarían los más diestros? Era curioso, pensó mientras lo veía alejarse y el corazón se le encogía hasta hacerse pequeño como una nuez, las criaturas más amadas y las más temidas por los hombres, caballistas del elemento aire, teóricamente opuestas - él era símbolo de esplendor, ella de oscuridad; él encarnaba el bien, ella era tenida como esencia del mal -, unidas por la magia de la luna, un faro visto desde un risco, y algo que ella creyó compartido... ¿Cómo pensar que él renunciaría a la luz? ¿Por qué el tiempo transcurrió con tanta prisa?

Y ahora, ¿qué hacer con tanto amor?

Bajó la cabeza hasta colocarla entre sus rodillas dobladas. Desde esa posición no lo sintió llegar. Él tuvo que rozar su cuello con lo que traía en las manos.

- ¿Qué es eso? - rió ella, intentando disimular el llanto.
- Una pluma de gaviota - rió él también, tendiéndole la mano y señalándole la cueva -, el inicio de nuestro nido. Nuestros hijos tendrán una magnífica vista.
- Había pensado que... - comenzó a decir incorporándose.
- ¿Pensaste lo mismo que yo? ¡Solo nosotros, entre todos los que están despiertos esta noche, podemos jurarnos "amor eterno"!

marie_rojas_002Encuentro casual enviado a Aurora Boreal®por cortesía de la escritora Marié Rojas Tamayo. Fotos Marié Rojas Tamayo © Sarah Graciela Respall.

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