José Viñals - Domingos de poesía

José Viñals (Argentina, 1930 - España, 2009). Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista hispanoamericano. Obtuvo los premios Villafranca del Bierzo y Jaime Gil de Biedma en 2000. Su poesía, de linaje vanguardista, es transgresora y heterodoxa y se ve enriquecida por el uso de vocablos de ambos lados del Atlántico. Su hibridación expresiva explora desde un punto de vista inusual e inconformista temáticas sobre la condición humana que incluyen aspectos sociales, sicológicos, sentimentales y fisiológicos. En cuanto a la forma, prevalecen los poemas en prosa en los que se aprecia el uso de la ironía matizada con cierta amargura. Entre sus referentes están Vallejo, Huidobro, Lautréamont, Rimbaud, Saint-John Perse, Michaux o Bertrand.

ASÍ SE INICIAN SIEMPRE LAS GRANDES CONVERSACIONES

Tengo puestos los mismos zapatos, mis viejos zapatos de gamuza, mis zapatones del exilio. Exilio no es precisamente la palabra, pero bueno, al menos es una palabra que conviene a mis zapatos.

Llevaba puestos estos zapatos la primera vez en mi vida que me sentí extranjero. Fue en el aeropuerto Jorge Chávez, de Lima. Entre la tierra de Perú y mis pies que contrabandeaban calles del país más incurablemente enfermo de soledad del mundo, estaban, estuvieron estos aduaneros de gamuza.

Llevo en la muñeca un reloj que, según dicen, ha dado la vuelta al mundo; que, al parecer, estuvo en todos los sitios conspicuos que no puede desconocer ningún viajero que se precie: estuvo en una casa de té de Okinawa, en un burdel de Taipeh, en una fonda del Trastévere, en el Mesón del Segoviano, en la calle Cava Baja 17, en Madrid, mirando a su dueño tragar sin alegría una sopa de ajos; estuvo en Baalbek, en el valle de los Reyes, en Disneylandia, en un museo de erotismo de Amsterdam; ante la tumba de Romeo y Julieta en Verona; ajustándose al minuto sagrado de Greenwich; arruinándose en agua de mar, por simple olvido, a pleno mediodía, en Copacabana; a punto de ser robado en un subterráneo de Nueva York; olvidado en un hotel de Madagascar; reparado por un yogui relojero, en una joyería llamada Hora y Oro, en Córdoba, Argentina, el país más incurablemente enfermo de soledad del mundo.

Y ahora aquí (en mi brazo izquierdo) por primera vez mío y quieto en medio de tanta trashumancia epidérmica, dándome unos pocos minutos y algunas anécdotas itinerantes como pretexto para eludir tus ojos y el musgo de tus ojos y la tierra de tus ojos y la inmovilidad de tus ojos observando sin entusiasmo mis ingenuas mentiras

la verdad con la que trafico sin darle demasiada importancia ni a mis zapatos ni a mi reloj.

Dicho en pocas palabras: Te amo.

 

 

EL AMOR EN CARNE Y HUESO

Digo: es de día. Digo: el mundo es absolutamente ilimitado. Digo: he descorrido la cortina y veo, sin moverme de mi sitio, la cordillera de los Andes a cuatrocientos metros de mi mano. Digo: eso, a mi derecha, porque frente a mí solo adivino, entre los edificios y los árboles, la plaza de toros de Santamaría. Digo: precisamente ahora veo cruzar el cielo dos, y enseguida uno más, de estos escasos pájaros bogotanos, de esta ciudad sin pájaros. Digo: Buenos Aires está tan lejana que nada significa el número de kilómetros; y estos pájaros, sean lo que sean, jamás llegarán a mi país.

Digo: alguna vez regresaré, pronto tal vez, con mi niña curada de su mal, mi hija herida en lo secreto de su cerebro alborotado por imaginaciones sencillas. Y lo digo creyendo, a pesar de la razón, que algún día recuperará (ella también, como yo a mi país) su muñeco feo y maloliente que fue una de las últimas cosas que tiramos a la basura antes de salir de Buenos Aires.

Digo (para que se entienda hasta qué punto tu persona, tus hábitos, cuentan en este mundo ilimitado —el mundo que es así y se da así, ilimitadamente, al que no se va, del que no se viene, el que nos ilimita y es del todo inconcebible para la razón sedentaria—, para que se vea hasta dónde de tu propio ser dependen los climas, horas, dimensiones e historias de este mundo), digo: esperemos a que sea de noche (si es de día) o a que sea de día (si es de noche) y releamos juntos el comienzo de este texto. Y sentirás tu día o tu noche tan distintos de los míos, tan distintos, tanto como que quizá no estés en Buenos Aires y ni siquiera en Bogotá; tanto como que jamás fuiste extranjero; tanto como que tu hija (si hay una hija) podría estar haciendo ahora mismo el amor con todo el esplendor de su vida, como me gustaría que hiciese el amor mi hija, el día (¿o la noche?) en que lo hiciere, con su cerebro en calma ya, desalojados esos huéspedes contrahechos, grotescos o malignos.

En su nombre, en el mío, digo: muñecos de mierda. Y te lo digo, hija: así ocurrirá; así llegará el esplendor a tu mundo y alguien convivirá tu mundo, ilimitado y raro, a tu medida.

Digo: mierda, el amor qué estragos puede hacer en cada límite.

               (Jaula para Juan)

 

 

EL ARTE DE FORJA

Se te acabó la calma, amiguito. Los compañeros dinamitaron ya el refugio de tus ojos cerrados. Y aquí estoy para abrírtelos. A golpes de martillo en la frente lograré que se abran. Un modo tan bueno como cualquier otro de dar prestigio al martillo.

Apenas tus ojos abiertos vean el descomunal martillo en su pornográfico trabajo, te repugnará el martillo y rechazarás a quien se atrevió a abrirte los ojos.

Hasta que tus ojos se abran realmente por primera vez. Hasta que vean por sí mismos que nadie puede abrir los ojos de nadie. Hasta que comprendan que nadie puede instaurar en los propios la visión de otros ojos. Hasta que tus ojos se atrevan a cerrarse por primera vez, en la primera tregua que consienta tu cabeza machacada.

Hasta que el martillo vuelva a su doméstico tamaño. Hasta el momento en que, desvanecido el miedo a su falso poder, vaya a parar al desván de los objetos amorosos e inútiles.

Junto al barco en la botella. Junto al cofre que contuvo la carta. Junto a la carta que contuvo el amor.

Junto al amor que fue incapaz de manejar, con locura y a ciegas, el descomunal martillo que te abriera los ojos.

               (72 lecciones de ignorancia)

 

 

ESFERA

     Estalló la preciosa calabaza.
Pulcramente un enano recoge los fragmentos.

     Va desnudo el enano.
Sus portentosos genitales son acaso mayores que su brazo.
Razona con presteza: He aquí los parietales,
la frente, el occipucio,
los delicados huesos temporales.
     Reconstruir un cráneo es tarea sencilla;
     entero un hombre, lustros son de trabajo.

     Si valiera la pena… El enano razona.
     Y no carece de serios argumentos.
Primero el esqueleto, luego la hermosa carne.
     (Como mandan los cánones,
     va graso sobre magro).
¿Y la vida, y la sangre, el alma, la memoria?
¿Y la saliva dulce
de labios que han chupado de otros labios?
Años de ardua paciencia,
Mecánica infinita.

     Más todo se andará.
Saldrá por pies el hombre de los laboratorios diminutos:
la nariz en el pecho, las manos en el culo.
Rehecho a la manera de los sueños dogmáticos.

     La química secreta es inasible
     pero no impenetrable.
El buen guiñol será dotado de jugos razonantes.
     Y alguna noche clara
le comerán la boca los duendes de la risa.

     Ten confianza, amor mío,
seré un engendro puro,
sin maldad ni pecado,
una crisálida perfecta
sin otro parecido con mi padre horroroso
que el grueso de mi pene
y su ceremoniosa compostura.

     Tendremos grandes horas de lujuria,
tú, en intenso silencio,
yo, colgado en un clavo en las paredes del retrete
cuyas emanaciones serán, como los libros,
     a mi cabeza, dulces,
     a mi dolor, aciagas.

               (Doble concierto para laúd y fémur)

 

 

BIOGRAFÍA DE LA BESTIA

El mescal y el peyote, la sangre y la saliva, el aguardiente y el coñac, el sopor y el insomnio,
     la sombra y el desnudo, el opio y la morfina, entran como parejas en el Arca del Tiempo.
     Entre el millón de especies, nadie discute su presencia, ninguno pone obstáculos, no se
     cuestiona su prestigioso señorío.

Soy yo el exonerado y el paria y el sin par. Yo soy el esqueleto prodigioso, el numen
     arqueológico del último, el sin continuidades, el bestial aparato originario, el aparcado,
     el odioso carnero y príncipe carnudo de las historias singulares, el incompleto, el culo de
     las defecaciones moribundas.

Soy el engendro, el monstruoso unitivo, la Bestia solitaria sin esperanza de completamiento.
     Soy el extinto, el museable, la pieza rara de las colecciones.

Pero es más: soy tu sombra; soy el reguero de tus genitales, la huella de la cola de la iguana,
     la bosta ciega del escarabajo.

Y soy tu mestrua y tus jugos lascivos. Y soy la piel que cambias en cada primavera. Soy el
     botón de tu bragueta y hasta el collar de perro de tus leves paseos por los prolijos
     bulevares.

Y nada soy de nada ni de nadie. Mierda inconsútil de un intestino imaginario, vómito
     hastiado de tristeza y olvido.

O bien soy el opiófago de los tugurios alfombrados, el sacerdote de los humos sutiles, el tan
    castrado alcohólico suicida.

Mas no estaré en el Arca. Yo seré el desdeñado sin pareja, pese a la que formamos tú y yo,
     en el tinglado abstruso del poema. Persona sin persona, animal andrajoso sin cuerpo y
     sin olfato, coleóptero sin cáscara, bicho de insoportables metamorfosis, reloj sin
     minuteros.

O la Bestia del verso, la mosca de las sílabas, el parasol de la sintaxis, el huevo ciego de la
     ortografía.

O la barca sagrada de Caronte sin remos. O la fisonomía de la muerte. O el idolillo del
     escapulario. O el diente sin veneno del ofidio extinguido de la vida.

 

 

DINASTÍAS

Los nervios pesan y Artaud, el desmesurado, lo sabía.

Hay cabellos de dios en el prostíbulo y Leatréamont lo sabe.

Hubo berlinas detenidas en lo secreto de la noche, y Milosz, ya en su tiempo, lo contaba.

Hubo gallinas en los cementerios, cuervos en los trigales, minotauros, leprosos, parturientas,
     ahorcados en la Torre de Nesle, enanos góticos como Scarbó, y un misógino loco en el
     castillo de Braganza. Hubo, al menos, tres estupendos alucinados; uno era un Rey; otro,
     Alonso Quijano y, el tercero, un marqués sifilítico que estudió los rebrotes de la crueldad.

Y luego vengo yo, que como gallina en pepitoria y eructo sin piedad contra el rostro pulido
     de la luna.

 

 

INDICACIONES

Limpiar el pecho con escoba y creolina. Quitar los cortinados. Sacudir las alfombras.
     Eliminar hollín y restos de ceniza de la historiada chimenea. Fregar arañas y cristales.
     Raspar el coágulo de sangre.

Dispersar a los huéspedes antiguos y disuadirlos de volver. Descolgar cuadros y fotografías.
     Trasladar los trofeos al desván. Desnudar las paredes de rudas taxidermias. Quitar las
     telarañas. Borrar las huellas de objetos y recuerdos y de ornamentos y fetiches. Lavar el
     piso con lejía, y en especial las hornacinas y rincones. Eliminar los muebles y abrir bien
     las ventanas.

Y cuando todo se haya hecho, si queda un ángel, retorcerle el pescuezo.

Luego sentarse en el umbral a contemplar las destrucciones y la pirámide de escombros.
     Después amar, si queda tiempo. Después reír, si queda vida.

               (Alcoholes y otras substancias)

 

 

MAESE QUITAPENAS

Nadie se altera; me ven matar como si nada. Ya para ellos soy el asesino, y me saludan
     cordialmente, a veces con respeto, siempre con suaves inclinaciones de cabeza.

Sé que me consideran un maestro, no un aprendiz adelantado; de allí sus altas
     consideraciones. Pero amigos no tengo, y así bebo mi vino en soledad, tan circunspecto
     y rudo, tan delicado de alma.

               (Animales, amores, parajes y blasfemias)

 

 

VISITANTE

Veo a los hombres que fuman y beben; alguno tiene sombrero, otros gorras o boinas negras.
     Veo a las mujeres con collares de baratijas y cuellos de falsos zorros, y las bocas con la
     pintura corrida y ojeras hondas bajo la luz cenital de la taberna.

Veo el labriego solitario de ojos viejos y dorados. Veo a su perro dormido bajo la mesa. Veo
     al mesonero gordo con mandil a rayas azules y verdes. Veo a la coqueta del barrio
     desplegando sus estrategias ante un extranjero escuálido de uñas corvas y nuez
     prominente. En un cartel raído veo un toro.

Me veo a mí mismo casi llorando por mi madre muerta hace tres horas; llevo palillos de
     dientes en el bolsillo pequeño de mi chaqueta de pana; tengo una mancha en la solapa.
     He visto al dios del catecismo comiendo setas a la plancha. Y, de golpe, he descendido a
     los infiernos y he montado una juerga con rameras, sacerdotisas y contrabandistas.

He jugueteado con el dedo en la cerveza derramada; he descubierto un ratoncillo andando
     por las vigas, y me has besado con toda la elocuencia de tu boca de mujer olvidada y
     lejanísima.

No soy digno de ti; indigno soy de tus labios de frescor ambiguo; indigno soy de tu cuerpo
     absoluto, indigno de tus vocales leves y tus incandescentes consonantes, indigno de tus
     blandas caricias.

Pero es de noche y aunque es muy cierto que soy de raza indigna, igual saldré de esta
     taberna cogido a tu cintura pues es honor muy alto que la Señora Muerte nos visite y
     tenga tu sonrisa y tu mirada.

               (Aduana)

 

 

AQUELLOS ANDENES

Sin ninguna destreza, como recién llegados a la ciudad, acometimos los asuntos urbanos;
     primero las ventanas y después las maletas. Descorrí las cortinas, quité la funda de los
     muebles, encendí el tocadiscos, eliminamos telarañas, prendimos los sahumerios,
     renovaste las flores secas, regaste las macetas de los balcones, preparé o preparaste el
     desayuno.

Luego salimos al jardín: no había jardín. Entramos a la casa: no había casa. Rehicimos las
     maletas que nunca debimos deshacer: no había maletas. Nos miramos sesgada,
     tristemente: no estábamos allí ni tú ni yo; tan sólo estaba el perro recostado en la
     alfombra de la sala: no había sala ni alfombra roja y negra de vago acento persa, y el perro,
     un dálmata de ojos infortunados, llevaba muerto algo más de diez años.

Subimos pues al tren. La estación era Atocha, llamada antiguamente del Mediodía, en
     Madrid; pero aquello era Roma visiblemente; Roma o tal vez Lisboa; o acaso era Retiro,
     de arquitectura levemente inglesa, y el tren iba o venía de Bogotá o de Lima.

Ya no había tiempo de pensar: descendimos, y nos quedamos donde estamos, en una sala
     gris de espera para viajeros de segunda clase, considerando, ya sin dolor ni
     aturdimientos, las astutas patrañas de la vida.

Había, a tu izquierda, algo como una cuna de mimbre con encajes celestes; a mi derecha, un
     libro encuadernado que trataba, si no recuerdo mal, de la caza del ciervo o de la búsqueda
     de Dios, libro de viaje apenas, materias vanas poco interesantes.

Hacia la medianoche apagaron la luz. Tú te quitaste los zapatos. Y aquí estamos, a tientas
     buscándonos el cuerpo, con el anhelo de los ojos en la penumbra helada buscándonos el
     alma.

 

 

ESPEJO ESPEJO

Bastaría la urraca, aquí blanca, allí negra: ¿Dónde es aquí y allí? Bastaría la urraca, si sólo se
     tratara de ornitologías. O de faunas y floras. Bien, aquí la clemátide, allí la madreselva.
     ¿Dónde aquí, dónde allí? Aquí el ciervo y el lobo; allí la llama y el guanaco; aquí el ñandú,
     allí la ardilla y la cigüeña, allí la ruta de las migraciones. Bastarían sin duda, ¿pero cómo
     pueden bastar cuando no bastan?

Ni siquiera unos pocos, menudos mas solemnes actos definitivos: aquí el nacer, allí el morir
     o viceversa. La tumba aquí del padre, allí su cuna; allí la densa ternura del hermano, aquí
     su suave, persistente memoria. Y aquí y allí, bello y odioso e insondable, el océano grande,
     callado como bestia que ruge para adentro.

A esta orilla, los hijos; el hijo a aquella orilla; ambas orillas, los amigos, y las cosas del alma,
     ya las antiguas, ya las incipientes.

A esta orilla el amor, como una mancha luminosa en el pozo del pecho; la amada, a la otra
     orilla, entretejiendo la ansiedad y las urgencias del retorno.

¿Y dónde el animal desollado? ¿Dónde la media res derecha o bien izquierda? ¿Dónde el
     doble coleóptero que vuela apareado consigo? ¿Dónde las fuentes breves y variadas de
     la alegría sostenida? ¿Dónde la dura cantera del dolor, y dónde la agonía?

¿Dónde, en qué orilla, lo que estaba en los libros, y dónde lo que estaba y está en la vida?
     ¿Dónde los heroísmos y las cobardías, la afirmación y la renuncia, el coraje y el miedo?

¿En dónde lo escindido flagrante que con diestros, sinuosos costurones no se cierra de
     prisa? ¿Dónde la flor del verbo, mitad luz, mitad sombra?

¿Dónde el caballo de la infancia? ¿Dónde la espera serena y a la vez agitada de la nieve?

No más preguntas; bastaría la urraca blanca o negra. Bastaría el espejo caligráfico en dos
     mitades roto. Bastaría la sombra de la sombra. Bastaría la lágrima unitiva, mitad de
     cuarzo y mitad de hoguera.

O bastaría ver la comadreja y su trabajo apresurado del agujero en tierra —¿en qué tierra?—
     al borde mismo de mis viejos zapatos, o bien de mi descalzo de uñas frías, tenuemente
     moradas.

               (Milagro a milagro)

 

 

FUGITIVA

De lugar en lugar, de mundo en mundo. Buscándote. De un oficio a otro oficio buscándote.
     Con veinte años, con sesenta, buscándote. En los escaques negros del ajedrez, vestida de
     noche amarga o mañana huidiza, buscándote.

Buscándote en el reverso de la sombras; en las salas de fiesta iluminadas por la frivolidad y
     las risas; en tabernas de poca monta; en cementerios de celebridades; en parques, cines,
     bibliotecas, balnearios, buscándote.

Buscándote en tugurios, en trenes, en prostíbulos. En prisiones, en barcos, en pequeñas
     ciudades de provincia, buscándote. Enferma o muerta, comida por la sífilis o la angustia,
     buscándote. Buscándote entre las modelos de pintores famosos, probablemente tísica.

Buscándote en un circo procedente de Hungría en donde quizá fuiste la ayudante de un
     prestigioso mago y transfuguista.

Jamás tan cerca, tan cerca respirando.

               (Prueba de artista)

 

 

LOS TRES PIES DEL GATO

El lomo de la yegua partido en dos, sus curvas exquisitas. Metáforas para el potro, luces
     nocivas para el semental de belfos rápidos. Si viniera el gato, el pestífero, cruza
     infortunada de ángel y batracio, si viniera a percutir la noche de la potranca en celo. Gato
     miserable, animalillo sin candor. Si viniera. Yo le daría de comer trocitos de hierro sin
     forjar, ardientes aún. Pero no viene, no viene el gato con su rabo esmirriado, con sus tres
     patas, cojo inmundo. Me da pesar tomar en cuenta estos melindres yeguarizos y
     pseudofelinos por no mirar el ojo extático de la muerte, su pupila morada. Por no mirar
     el astro violento de la guerra, la gangrena del soldado, la pústula sifilítica del coronel. Si
     viniera el gato y me arañara la gargantilla de la risa, la bola roja de la locura, ¿eh,
     Maldoror?

               (Arte de forja)

 

 

ZOOLOGÍAS

Málaga, calle de San Bernardo El Viejo; las 10 y 12. Me vendrán a buscar, bebo, pienso en ti. Y en tu cocodrilo y tu pareja de tucanes parloteadores. No tengo tiempo de detallarlo: me vendrán a buscar. Pienso en tus ardillas marrones, en tu boa vieja. Dentro de media hora vendrán a por mí. Debería haberme afeitado, cambiado de camisa. Pienso en tu orangután blanco. Está fresco el día y algo ventoso. Tomé el desayuno en Plaza de la Marina. Pienso en tu curioso mariposario y, sobre todo, en aquella fíngula verde de alas como pay-pays japoneses. Ya están a punto de llegar, mañana seguiré con mis sueños. Mañana. Con mis sueños. Contigo en aquellos años del zoo, cuando te amaba.

               (La prosa del bastardo)

 

 

1

Monté a mi caballo y me fui a recorrer el mundo. Por el ventanuco de una casa de adobe vi a una parturienta. En la cuneta vi una guitarra rota. A la entrada del bosque vi a una pequeña bruja —o lo que fuera— orinando sobre una rana viva. Ya no tengo tiempo de volver a mi país: soy demasiado viejo. ¿Qué haré con mis visiones?

 

 

25

Seguí las huellas. Eran de unos pies pequeñitos, como de zorro, pero humanos. No sé adónde me llevaban. Cuando sobrepasaron la frontera de la razón, me dije: Quizá sea hora de regresar. Pero las huellas se habían borrado y yo desconocía el rumbo. Ahora confío en el instinto de mi caballo. O no habrá retorno.

 

 

63

He llegado a la orilla del gran río. Aguas turbias y turbulentas como las del río de la conciencia que, como él, también arrastra limo y materiales indiscernibles del origen y el trayecto. Allí, sobre el inmenso camalote como una isla vegetal, van el jaguar perdido y la soberbia lampalagua. ¿Llegarán hasta el mar o antes habrán resuelto la ecuación del misterio?

 

 

76

Ha cruzado la bandada de cuervos. ¿En qué latitud estoy? Mi aguja imantada dice que en el norte, mi instinto perruno dice que en el sur. Vendrá la noche y todo me será revelado, hasta los vocablos cardinales.

               (Elogio de la miniatura)

 

 

DE PROMETEO

Retorna el buitre, el carroñero. Viene a por su ración de vísceras civilizadas, a por mi hígado selecto.

No lo espantes, bella mía, déjalo que me coma los órganos sutiles, déjalo que me horade cavernas en la tripa. Yo creceré, yo seré recreado sin sosiego, sobre abundante de estulticia y dolor.

Tú mira simplemente, invitada de privilegio, espía del banquete y de la gloria funeraria.

Déjalo que me devore con lentitud y precisión, ahora que estoy vivo, ahora que copulo simulando la vida.

               (Las piquetas de los gallos)

 

 

PERTENENCIAS

Tuyos son la circunferencia, el círculo y la esfera, la dimensión dorada, el alfabeto de oro de
     Fra Lucca Pacioli que dibujaste letra a letra, los círculos polares, el ecuador, los trópicos,
     el eje perturbado de la esfera armilar, la anatomía precoz, los ojos del caballo.

Tuyos son la geodesia de los astros y el insoluble enigma de la risa.

Tuyos son la violeta de los Alpes, las cuerdas de la viola y el cencerro de bronce.

Tuyas son las mareas chupadas por tu luna, tuyas la proa de los barcos, tuyos los pedestales,
     el anteojo, el agnus dei, el corderillo blanco, los sufrimientos del Crucificado.

Lo que te pertenece, lo que yo te adjudico sin rigor, el licor de los sueños, el vuelo de los
     hombres, todo es tuyo, tuyos los eclipse, tuya la cabecita del alfiler.

               (El silencio y las grietas)

 

 

EQUIVALENCIAS

               A M.B.
               In memoriam

Damasco o albaricoque; durazno o melocotón; frutilla o fresa; arveja o guisante. Mi lengua y mi lengua. Acabo de ver un alcaucil o sea una alcachofa. Pero a ti, amigo mío, te lloro muerto o muerto.

               (Pan)

 

 

jose viñals 375José Viñals (Argentina, 1930 - España, 2009). Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista hispanoamericano. Obtuvo los premios Villafranca del Bierzo y Jaime Gil de Biedma en 2000. Su poesía, de linaje vanguardista, es transgresora y heterodoxa y se ve enriquecida por el uso de vocablos de ambos lados del Atlántico. Su hibridación expresiva explora desde un punto de vista inusual e inconformista temáticas sobre la condición humana que incluyen aspectos sociales, sicológicos, sentimentales y fisiológicos. En cuanto a la forma, prevalecen los poemas en prosa en los que se aprecia el uso de la ironía matizada con cierta amargura. Entre sus referentes están Vallejo, Huidobro, Lautréamont, Rimbaud, Saint-John Perse, Michaux o Bertrand.

 

 

Material de consulta:
Animales, amores y blasfemias seguido de El cielo. Valencia: Germania, 2000; He amado. Barcelona: La Poesía señor hidalgo, 2006; Pan. Valencia: Pre-textos, 2009; Caballo en el umbral: antología poética 1958-2006. Benito del Pliego y Andrés Fisher (Eds.). Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2010; Alcoholes y otras substancias. Madrid: Once, 2012; Milagro a milagro. Argentina: Alción Editora, 2013. 

 

"Domingos de poesía" es una idea original del poeta Sergio Laignelet, colaborador de Aurora Boreal®. Se publica semanalmente. Toda la selección y cura de los materiales por Sergio Laignelet.

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Sobre Sergio Laignelet
Bogotá, 1969. Poeta colombiano residente en Madrid, editor, corrector de estilo y ortotipográfico de publicaciones educativas y culturales. Libros publicados: That's all Folks! (poemas animados). Madrid, 2017; Cuentos sin hadas. Canarias, 2010; Carnaval (plaquette). Bogotá, 2007; Malas Lenguas. Bogotá, 2005. Ediciones bilingües de CSH: Danés: Omvendte eventyr. H. Krarup trad. Copenhague, 2017; Francés: Contes á l’envers. R. Durand trad. Toulon, 2015, y Colomiers, 2017 (además, poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, sueco, finés, polaco y japonés). Antología editada: Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos. Madrid, 2013.

Poemas de José Viñals. Selección de poemas: Sergio Laignelet. Material enviado a Aurora Boreal® por Sergio Laignelet. Publicado con autorización de Gabriel Viñals. Fotografía José Viñals inédita cedida por Gabriel Viñals. Archivo familiar. Fotografía Sergio Laignelet © Lorenzo Hernández.

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