CARTA DE ALEMANIA (24)

La ópera de los manojos de rábanos

En las emisoras de radio alemanas los manuscritos suelen llevar algunos pasajes encorchetados con la sibilina indicación “k.w.”: el autor toma en cuenta el hecho de que tal vez no sea posible radiar el texto íntegro, e indica desde el vamos los pasajes que “k.w.” [=kann weg =pueden suprimirse]. Ese género de cortesía es el que me parece que practican, con una alta cuota de virtuosismo, algunos intelectuales que protestan contra determinadas situaciones fácticas y carecen de las agallas de un Emile Zola.

Así por ejemplo el bueno de Bertolt Brecht, quien a raíz del levantamiento obrero de Berlín oriental, el 17.6.1953, le escribe una carta a Walter Ulbricht, el entonces jerarca de la RDA; la carta se publica, acortada [cursivas mías], sin que Brecht proteste ni privada ni públicamente. En un escritor que, sin duda de ninguna especie, podemos considerar como uno de los grandes maestros de la lengua alemana en todos los tiempos, se me figura que el arte de la formulación debiera haber estado tan perfeccionado que su texto se hubiese podido publicar íntegro (o bien dejado de publicar íntegramente), ya que el buen lector está habituado, en según qué regímenes, a saber leer entre líneas. La conclusión es que Brecht puso puntos y apartes que equivalían de modo invisible a los “k.w.” de los manuscritos radiofónicos. De otra manera no me lo explico.

Y no me lo puedo explicar de otra manera porque, además, la larga carrera de Brecht como escritor avala el sentimiento de que la política diaria le importaba un rábano... aunque quizá me equivoque al elegir el símil; bien mirada, esa crucífera es roja por fuera y blanca por dentro: casi como Brecht.

Porque, ¿qué hacía Brecht mientras Hitler se lanzaba a las calles de Múnich en su frustrado golpe de Estado del 9.11.1923? Ensayaba en un teatro de esa misma ciudad su pieza sobre el rey Eduardo II de Inglaterra. ¿Y qué estaba haciendo cuando los obreros berlineses orientales se sublevaron el 17.6.1953? Ensayaba en un teatro de la misma ciudad el drama Los fusiles de la madre Carrar, de Benno Besson.

Otro episodio: Brecht se exilia en 1933, a renglón seguido del incendio del Reichstag, y su solidaridad con la República Española le lleva a escribir en Dinamarca un hondísimo poema breve y Los fusiles de la madre Carrar, antes de dar el salto a la “fábrica de mentiras”, Hollywood, en calidad de vendedor (lo cito literalmente), mientras que muchos otros alemanes igual de exiliados que él acuden a España para defender con pluma y/o fusil la causa republicana.

[Vaya acá el poema que menciono más arriba, por ser muy desconocido entre nosotros. Dice así : «Mi hermano era piloto, / llegó un día una postal, / hizo su equipaje y / rumbo al sur echó a volar. // Mi hermano era un conquistador, / nuestro pueblo vive estrecho / y hallar espacio es, / entre nosotros, un viejo sueño. // La tierra que mi hermano conquistara // arriba está en la Sierra Guadarrama, / y un metro ochenta mide en longitud: / poco más que medía su ataúd»].

Lo que sí le importaba a Brecht varios manojos de rábanos era el dinero. ¿Cómo puede, y a quién, extrañarle que al decidir regresar a suelo alemán y elegir como residencia la RDA, se amarrase bien los machos y lo llevara a cabo, a) con pasaporte austríaco, y b) haciéndose girar las regalías a su cuenta en la editorial Suhrkamp, de Fráncfort del Meno, es decir, de la Alemania capitalista? Marieluise Fleißer definió la actitud vital de Brecht con estas palabras: «Su meta final era altruista, sólo que su método para llegar a ella era misantrópico».

Pero claro, está su obra. Sólo a aquellos que seguimos alimentando una desconfianza enfermiza frente a los que predican una cosa y practican otra, se nos puede ocurrir querer ser aguafiestas al hablar de un escritor del tamaño de Brecht. Su obra, su obra... Lo que pasa es que la obra de Brecht que se conoce entre nosotros es bien poca cosa, amén de que al menos en los primeros tiempos lo fue en traducciones que convenía mirar con lupas de muchísimos aumentos.

bertolt brecht 376Entonces ¿de qué obra de Brecht hablar? ¿De la que conocen, cuando la conocen, los alemanes? Habría, pues, que hablar de cómo los alemanes occidentales la aclaman, la veneran y la ensalzan, resultando así que el pobre Brecht se habría equivocado de medio a medio al escribirla, porque ¿cómo es posible que su obra se aclame, se venere y se ensalce por un público a todas luces capitalista?

Tan bien camuflado no está el pensamiento de Brecht en sus piezas, casi se diría que todo lo contrario, que salta a la vista, que su tratamiento del material excluye el camuflaje. Con lo que llegamos a la fatal conclusión de que, ¡ay!, toda la teoría teatral de Brecht, su famoso “efecto de distanciamiento”, su pretensión didáctica, su dimensión épica, no han sobrevivido a las seis décadas de la muerte del autor: habían finiquitado, además, hace por lo menos tres décadas.
El edificio se ha desmoronado porque don Brecht era demasiado buen dramaturgo como para escribir teatro épico, didáctico y/o distanciado. ¡Ahí me gustaría ver al imperturbable capaz de distanciarse de Helene Weigel viéndola arrastrar el carromato de Madre Coraje!

En ese agujero negro que es el público teatral de nuestros días, al que más que Shakespeare, Ibsen o Miller le importan las puestas en escena de los Peter Brook, Giorgio Strehler o Ingmar Bergman, los mensajes marxistas de Brecht se difuminan como epigramas gentiles que hasta pueden citarse en buena sociedad, contando desde luego con el beneplácito de los educados oyentes: «¿Qué es el atraco a un Banco comparado con la fundación de un Banco?», según arguye Mackie Navaja, plausiblemente, en La ópera de los tres centavos.

Brecht, en sus textos, y sobre todo con su sedicente puesta en escena épica, conseguía todo lo contrario de aquello a lo que decía aspirar: conseguía el efecto de consenso. Y además, ¿cómo se puede tomar en serio la pretensión épica de un autor que, según lo demuestra su obra, era un finísimo poeta lírico? Pero este tema del Brecht lírico es tan amplio y tan rico que bien merece una parrafada aparte.

Ricardo Bada
España, 1939. Escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Con una obra extensa: autor de La generación del 39 (cuentos, 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, 1994), Amos y perros (cuento, 1997), Me queda la palabra (ensayos, 1998) y Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, 2000). Editor en Alemania, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea (Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua]), y en solitario, de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, 1991), y en Bolivia de la única antología integral de Heinrich Böll (Don Enrique, 1995) en castellano.

 

 

 

Carta de Alemania (24). La ópera de los manojos de rábanos enviada a Aurora Boreal® por Ricardo Bada. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Ricardo Bada. Foto Ricardo Bada © Ricardo Bada. Fotos cortesía Ricardo Bada. Foto Bertolt Brecht tomada de internet.

 

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