Invitado Especial
El recuerdo recobrado
En aquel entonces, solo era Gómez de Figueroa, hijo de una princesa inca con un notable capitán español. Tras la muerte de éste último, Gómez de Figueroa viajó hasta España, la tierra patria, el reino glorioso del cual con tanto amor le había contado el fallecido capitán. Conoció Extremadura y recorrió Montilla, entusiasmado con haber encontrado a un borroso familiar. En Madrid, aduciendo una desleal falta de su padre, le negaron las mercedes que solicitaba con fervor. Sintió algo más que la afrenta a la memoria de su padre, sintió que se le negaba algo íntimo. Poco a poco, esa tierra con la que desde pequeño había soñado se le reveló como inextricable, arisca. El exilio, voluntario y forzoso, le hizo soñar con regresar a Perú, aquel territorio lejano pero accesible mediante la memoria. Cuando descubrió, atónito aunque resignado, que nunca más vería a los suyos, que tampoco volvería a hablar ese idioma que recordaba desde que tenía memoria, fue que por fin se decidió. No ocurrió de inmediato, claro está, sino que fue un lento proceso, como una decantación del alma. Recordaría a su madre, su familia, su país. Recordaría los olores de las frutas, las caricias de las palabras, el tacto de los animales, la luz del crepúsculo. Recordaría al lejano Perú. Para cuando empezó a hacerlo, a contar la historia de los Incas, su alcurnia y sus obras, fue que por fin sintió que regresaba allí donde en verdad pertenecía.
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- Por Félix Terrones
Si usted no puede verlo ni encontrarlo, lo más probable es que usted no será capaz de usarlo. Lo cual puede ser un problema cuando se está buscando ese vestido de flores que había comprado para la primavera hace semanas y que ha estado guardando hasta que llegue el día perfecto de primavera para estrenarlo. O ¿dónde estará ese collar de piedras turquesa que puede completar el ajuar? Da igual que usted tenga el guardaropa más sofisticado o un pequeño armario a lado de su cama en su dormitorio. Si usted no tiene un buen sistema de organización, lo mas probable es que no encuentre nada en su guardaropa y se enloquezca. Y ninguna chica que se sienta trendy, sobre todo una que vive en una gran ciudad como Washington DC, puede permitirse eso.
Tuve la oportunidad de entrevistar a una compañera bloggera de Washington DC que se especializa precisamente en organización. Kimberly Clark, dueña de Vanchic, me dió algunos consejos muy útiles sobre como organizar el espacio vital.
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- Por Catalina Stack
El arte de viajar exige únicamente una silla cómoda, una pila de libros sobre el destino escogido, -su historia, arte, arquitectura y naturaleza, un par de biografías, una novela y tal
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- Por AURORABOREAL
El esperado placer de leer a Cepeda Samudio como se debe gracias un equipo de escritores, críticos y académicos de siete países convocados por la obra del escritor barranquillero y Fabio Rodríguez Amaya de la Universidad de Bérgamo (Italia).
¡Toda la narrativa del escritor barranquillero Álvaro Cepeda Samudio (Barranquilla, 1926-Nueva York, 1972) publicada simultáneamente en dos ediciones, cada una en un solo tomo! La edición comercial, publicada en Colombia, por Alfaguara, y la edición crítica, publicada en Francia, por la prestigiosa Colección Archivos, del Centre de Recherches Latino-Américaines (CRLA-ARCHIVOS) y la Universidad de Poitiers-CNRS.
Estos libros son un acontecimiento en el mundo literario hispanoamericano. Leer así en la perspectiva de conjunto, los libros inconseguibles Todos estábamos a la espera (cuentos, 1954), La casa grande (novela, 1962) y Los cuentos de Juana (cuentos ¿o novela?, 1972) servirá para apreciar por fin la creatividad de este narrador, sus geniales intuiciones, su absoluta modernidad. Se trata de uno de los más altos exponentes de la literatura colombiana y miembro enucleador del grupo de Barranquilla, en cuyo ideario estético él y García Márquez se identificaron hasta sus últimos días.
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- Por Julio Olaciregui
Ein deutscher Schriftsteller
Cuentan los entendidos que se trata del último gran escritor occidental, el canto del cisne de una civilización que durante siglos buscó lo esencialmente humano; es decir, el amor como instancia de redención; la cultura como aspiración suprema; y el arte como causa última. Por eso, fue mayor el contraste con su tiempo, el oprobioso Tercer Reich contra el cual desde un inicio se enfrentó, con la rebeldía de un niño contra un padrastro abusivo, aquel periodo de sombras que se agitó para insultarlo, difamarlo y, en última instancia, silenciarlo. Casi siempre, según cuentan, el horror absoluto necesita del silencio alrededor para poder imponerse. Sin embargo, el escritor supo mantener sus alturas, nunca decayó, siempre continuó. Eso justifica con creces el premio Nobel que, algunas décadas antes, le atribuyera una rendida Europa.
Cuando cerraba con llave las puertas de su casa muniquesa, gran edificio burgués, expresión refinada de su tradición familiar y su lugar social, el autor no solamente podía sentarse a escribir, leer y responder a sus corresponsales por todo el mundo, sino también consagrarse a su familia. Nadie puede reproducir a ciencia exacta los delicados momentos que el último gran escritor occidental pasó con su mujer Katia y sus seis hijos. Sabemos, eso sí, que uno se suicidó, después de haber sido víctima del alcoholismo y las drogas; otra hizo de su vida un escándalo sórdido; alguna rechazó cualquier vínculo con el adusto padre. Finalmente, uno de sus nietos, no se sabe por qué razón, se negó a leer cualquier obra del fino abuelo, como si en su rechazo lo condenara al silencio y también al olvido. En lo más profundo de la memoria parece agitarse algo desconocido, aunque viscoso y maloliente, que solo podemos adivinar en medio de la armonía familiar.
Thomas Mann murió el 12 de agosto de 1955, en su recámara de Zurich, "y aquel mismo día, un mundo respetuosamente conmovido recibió la noticia de su muerte".
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- Por Félix Terrones
María Mariotti-Luy Librería El Cóndor Zurich. Para un amante de la literatura latinoamericana que se encuentre de paso por la ciudad de Zürich, será una experiencia
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- Por Edimca
En Barranquilla –donde las apariencias indican que no se lee, y hay tres librerías en las que Faulkner se agota en 48 horas– Álvaro Cepeda Samudio, un muchacho de 27 años que por lo menos ha pasado diez en los salones de cine y otros diez en los bares acaba de publicar un libro de cuentos colombianos vividos en Nueva York. Hay algo estrafalario en todo eso, como en la misma persona del autor, que tiene –y él lo sabe, tal vez demasiado– cierto aire de chófer de camión y al mismo tiempo de contrabandista de sueños. Todos estábamos a la espera, se llama el libro, ilustrado con unos extraordinarios dibujos de Cecilia Porras, quien parece haber desentrañado a cada cuento su recóndita esencia autobiográfica, y ha llenado la edición con retratos de Álvaro Cepeda Samudio vestido de payaso, vestido de estudiante de Columbia, vestido de hombre común y corriente. Álvaro Cepeda Samudio vestido de casi todo lo que él ha sido o ha querido ser en la vida.
No ha sido fácil publicar este libro. Quienes conocen a Álvaro Cepeda Samudio apenas superficialmente no entienden cómo hace para escribir sus cuentos. Aunque en alguna parte del mundo haya vivido más de dos años consecutivos, Álvaro Cepeda Samudio no ha permanecido quieto más de una hora en toda su vida. Sus cuentos serían explicables si se demostrara que los ha ido escribiendo de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, en las paredes, en las mesas, detrás de las puertas. Uno no puede entender que un día se haya sentado frente a una máquina y hubiera escrito y luego corregido y por fin puesto en su forma definitiva una cosa tan hermosa y lograda como “Hoy decidí vestirme de payaso”. Pero el caso es que lo ha escrito –y ocho cuentos más– con el mismo cuidado con que ha leído, sin que nadie entienda cómo ni cuándo, a Saroyan y a Faulkner, a Joyce y a Hemingway, y a todo Pío Baroja y Arturo Barea y Benito Pérez Galdós, y a otros muchos escritores heterogéneos, algunos de los cuales tan extraños que parecen inventados por él mismo.
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- Por Gabriel Garcia Márquez
Hola, hoy les voy a hablar sobre la belleza y el cabello.
Quería compartir con ustedes mi acondicionador para cabello favorito, el cual estoy usando en este momento. Se llama Macadamia Oil Deep Hair Repair Masque. Nunca antes había estado tan satisfecha con un acondicionador hasta que probé este producto.
Este producto deja mi pelo muy brillante y suave. Después de utilizar este producto, parece que mi pelo se ha moldeado con una plancha. Otra cosa que me encanta de este producto es su olor increíble. Las instrucciones aconsejan el uso del producto una a dos veces a la semana. Yo prefiero dos veces. Después de lavar el cabello, hay que peinarlo suavemente para obtener una fácil aplicación del producto. Una vez que has cepillado suvamente tu pelo, aplica una cantidad de acondicionador (poca cantidad es suficiente) sobre el pelo. Luego colócate un gorro de ducha en la cabeza. Yo lo dejo actuar de siete a diez minutos antes de enjuaguarlo con agua fría. El producto funciona mejor con agua fría porque el agua fría, en general, es mejor para el aclarado del cabello, ya que promueve brillo y elimina el frizz.
A próposito yo compré mi Macadamia Oil Deep Hair Repair Masque vía Amazon.
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- Por Catalina Stack
Se suele definir o reconocer al verdadero bilingüe por poseer una competencia igual en dos lenguas habladas, leídas y escritas con el mismo grado de perfección. Los profesores de traducción (sobre todo en una ciudad tan internacional como es Ginebra) tenemos conciencia de que los bilingües en el sentido que hemos definido no abundan: muchas
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- Por Américo Ferrari
Chaqueta... bella chaqueta...
Me encantó esta chaqueta que le vi a una chica que se sentó a mi lado en Buzz Bakery. Gran detalle en la parte de atrás y me encanta la franja en la parte inferior.
La chaqueta es de Zara.
¡Prece que puede necesitar en la cabeza a Zara pronto!
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- Por Catalina Stack
Los ríos secretos (que convergen en mí)
"La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo..." releyó el joven y se dijo, no sin cierta vanidad, que no estaba mal. Sentado en aquella tasca donde se reúne con sus compinches ultraístas, recitan versos de memoria, discuten de filosofía, también de los libros que leen, mira al cielo y ve un pájaro pasar. De pronto, alguien le toma del hombro. Es Gómez de la Serna, quien lo enajena de sus reflexiones con un par de esas ocurrencias que ha bautizado con el nombre de greguerías. Ambos, el joven y el hombre, conversan y ríen. Antes de irse, el joven recuerda la hoja escrita con aquella línea, pero Gómez de la Serna ya lo toma del brazo y lo empuja por la calle, directo al olvido. El viento sopla y empuja la hoja, que vuela antes de caer en el río.
Pasan los años - ya se sabe que la memoria es porosa para el olvido - y el joven ha regresado a su ilegible patria, se ha convertido en un hombre que publicó cuentos y poemas de exagerado recibimiento, según piensa él. Aquella tarde, el hombre mira a través de la ventana antes de sentarse a escribir. Un pájaro vuela por los techos de Buenos Aires. Abajo, otro río corre sus aguas idénticas. No sabe por qué pero al verlo se emociona como un joven. Entonces, se sienta a escribir y la pluma, como si tuviera vida, se agita sobre la hoja: "La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió...".
Curioso, piensa, juraría que este cuento ya lo escribí antes.
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- Por Félix Terrones
El 17 de diciembre del 2008 nos encontramos en Ginebra con Rodrigo Díaz Pino, propietario de la Librería Albatros en esta ciudad de la Suiza Francesa. Rodrigo nos recibió en
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- Por AURORABOREAL
Aquí el liminar que acompaña el texto de García Márquez como introducción al volumen de 800 páginas de la edición crítica publicada como n° 66 de la prestigiosa Coplección-Archivos Unesco- CRLA, Nueva serie.
No lo que pudo ser,
es lo que fue:
Y lo que fue está muerto.
Octavio Paz
De y sobre Álvaro Cepeda Samudio, en Colombia, muchos opinan y nadie lee. Los más, buena parte de la corporación de la crítica incluida, al caer en la trampa del facilismo, al loarlo o denostarlo, no van más allá de propiciar la mistificación y la leyenda del “escritor malogrado que desperdició su talento”, sin haberlo leído por supuesto. A rebatirlo, la presente edición que demuestra cómo una novela y dos libros de cuentos de la categoría de los publicados por Cepeda Samudio justifican su existencia para la historia de la literatura, como sucede también con Macedonio Fernández, Fernando Pessoa, Felisberto Hernández, Pablo Palacio y Juan Rulfo, escritores todos del más alto rango, para usar ejemplos sólo del ámbito iberoamericano del siglo XX.
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- Por Fabio Rodríguez Amaya