El enano

enano_001El enanismo, conocido por el nombre científico de "dismorfismo", está en la Ceca y en la Meca, en el burdo comentario del necio y en el chascarrillo del gracioso que hace reír a mandíbula suelta, sin advertir que, su "complejo de gigante", es una flagrante agresión contra quienes padecen de esta anomalía involuntaria y acaso congénita.

Estos personajes de complexión diminuta, casi siempre cabezones y paticortas, fueron usados como animales exóticos en el castillo de los reyes y en la carpa de los circos, donde su presencia era tan notable como la de los monos y cacatúas de pintoresco plumaje.

En la Corte castellana, según refieren los cronistas de la época, había una sola posibilidad de luz y de alegría: la que brindaba el bufón, el enano saltimbanqui y el monstruo que, por serlo, quedaba por debajo de los hombres y casi más allá de la mano del Creador. El enano era la fiel réplica de la aberración hecha carne, el exotismo con patas, la imagen y la semejanza de Dios hechas añicos.

Los caballeros de la Corte, acostumbrados a impresionar a sus damas con la presencia de seres fabulosos, se regocijaban con las ocurrencias de los enanos, quienes, enfundados en trajes de arlequín, emergían de los baúles como muñecos de cal y cartón. Sus representaciones bufas de la realidad eran tan apreciadas que Diego Velázquez, pintor de cámara del rey y sus allegados, fue requerido por Felipe IV para retratar a los enanos que provocaban risas en los salones y corredores de la Corte.

Víctor Montoya, escritor, periodista y pedagogo boliviano. Reside en Estocolmo. Escribió su primer libro en la cárcel. En enero de 1977, por gestiones de Amnistía Internacional, recobró su libertad y consiguió asilo político en Suecia. Es colaborador de publicaciones en Europa, América Latina y Estados Unidos. Su obra principal, en el género del cuento, la novela, el ensayo y la crónica, aborda temas de honda preocupación humana y compromiso social. Sus cuentos han sido traducidos y recogidos en antologías nacionales y extranjeras. Bibliografía: Huelga y represión (1979), Días y noches de angustia (1982), Cuentos violentos (1991), El laberinto del pecado (1993), El eco de la conciencia (1994), Antología del cuento latinoamericano en Suecia (1995), Palabra encendida (1996), El niño en el cuento boliviano (1999), Cuentos de la mina (2000), Entre tumbas y pesadillas (2002), Fugas y socavones (2002), Literatura infantil: Lenguaje y fantasía (2003), Poesía boliviana en Suecia (2005), Retratos (2006), Cuentos en el exilio (2008).

victor_montoya_001El magnífico "Retrato de enano", pintado por Juan Van der Hamen en el siglo XVII, nos revela la grandeza espiritual de quien, luciendo un traje de caballero medieval, nos observa con ojos penetrantes, como exigiéndonos a mirarlo, al menos por el amor al arte.

Este enano, sin capa de terciopelo ni sombrero empenachado, tiene la mano sobre la empuñadura de la espada y las piernas arqueadas como las de un jinete recién desmontado del caballo. Su jubón lleva aros en las mangas y un cuello que da la sensación de ser una guillotina atravesándole de lado a lado. Su chaleco abigarrado, lleno de botones, correas, cordones y brocados, está modelado según sus proporciones anatómicas. Sus pantalones cortos, bombachos, le llegan más abajo de las rodillas, justo allí donde comienzan las polainas para terminar en unos zapatos parecidos a los cascos de un poni.

El cuadro, expuesto en el Museo del Prado en Madrid, es una joya emblemática del arte pictórico de una época en la cual los enanos, con irreverente solemnidad, posaban como modelos ante el caballete de los pintores diestros en el manejo de la paleta y el pincel.

Los enanos, desde la más remota antigüedad, han sufrido el desprecio y la mofa de una colectividad que, acostumbrada a gozar a costa de los defectos ajenos, los redujo a una condición infrahumana, considerándolos un aborto de la naturaleza y una casta de seres condenados al ridículo y el espectáculo. Mas como todo anverso tiene su reverso, no faltaron quienes, con admirable sensatez y nobles sentimientos, intentaron reivindicarlos en sus obras. Ahí tenemos "El enano", de Pär Lagerkvist; "El tambor de hojalata", de Günter Grass; y la afamada "Blancanieves", de Charles Perrault.

El enanismo se presenta únicamente en el retraso de la talla, siendo el desarrollo sexual y psíquico normales. Así de prodigiosa es la madre naturaleza, que concede una ley de compensación a los seres aquejados por sus defectos físicos; más todavía, lo grande en un hombre no siempre se mide por la estatura, pues hay quienes, ostentando una estatura napoleónica, pueden tener ciertos órganos grandes, incluso demasiado grandes en proporción a su estatura. Si no me lo creen, pregúntenles a esas mujeronas de parada alta, quienes, enganchadas al brazo de un marido petizo y barrigón, se pasean orgullosas por las calles y las plazas, como anunciando a los cuatro vientos la suerte que les deparó la vida. Ellas saben que la importancia de un hombre no siempre se mide por la estatura, sino también por el estatus social y económico, por la inteligencia y la potencia viril, que algunos tienen como valor agregado para el goce de las mujeres y la envidia de los hombres.

El enano, aparte de ser un apelativo aplicado cariñosamente a los niños, es motivo de diversos estudios científicos, como el caldo de cultivo de los chistes más corrosivos. Por ejemplo, se cuenta que un enano, disfrazado de angelito y hablando con voz de niño, intentó meterse en el cielo, donde San Pedro, celoso guardián de las llaves del reino de Dios, lo detuvo en seco y, tomándolo por los genitales, le dijo: "Serás pequeño, serás lampiño, pero estas bolas no son de niño".

La estatura de un individuo, como todas las cosas en la vida, es un asunto sumamente relativo, pues para un hombre de regular tamaño es gigante un hombre de dos metros y enano un hombre de estatura menuda. No en vano en "Los viajes de Gulliver", la obra clásica de Jonathan Swift, su protagonista principal, el navegante Lemuel Gulliver, en sus periplos por tierras remotas e imaginarias, constató que la estatura de un hombre correspondía al factor relativo de las leyes de la naturaleza; de modo que él, un capitán inglés de regular estatura, era gigante en el reino de los enanos y enano en el reino de los gigantes. Por lo tanto, es más relativo todavía cuando se quieren medir, con las varas de la estatura, las aptitudes y la importancia de individuos como Napoleón, Toulouse-Lautrec y Chaplin, que, aun siendo pequeños en estatura, fueron grandes hombres en la historia.

La estatura de una persona, medida con la vara de la relatividad, no tiene mayor importancia si se piensa que un pigmeo es más bajo que un hombre de los Países Bajos, donde un investigador en la Universidad de Maastricht constató que la estatura media de los hombres se encuentra por los 1,83 centímetros, en tanto de las mujeres por encima de 1,69 centímetros. El 6% de la población supera la estatura de 1,93 centímetros entre los hombres y el 1,83 centímetros entre las mujeres. Si continúa este desarrollo, en el curso del presente siglo, Holanda será un país de gigantes por encima de los 2 metros.

Según cifras internacionales, los estudiosos del crecimiento genético aportan un dato curioso: en los museos de historia es posible comprobar, observando las armaduras de hierro, que los conquistadores españoles medían en promedio 1,50 centímetros; lo que hace suponer que estas armaduras no cabrían ni siquiera en la mayoría de los sudamericanos de nuestros días, quienes tienen una talla promedio de 1,68 a 1,70 centímetros y las mujeres de 1,50 a 1,57 centímetros.

Otros investigadores aseveran que la estatura de una persona está en relación con su fecha de nacimiento. Se argumenta que los individuos que nacen en el mes de abril son 0,6 centímetros más largos que quienes nacen en octubre. De todos modos, este tipo de especulaciones no son más que una velada discriminación contra las personas de estatura baja, ya que todo individuo, indistintamente de su estatura y condición social, racial, cultural o sexual, tiene los mismos derechos y las mismas responsabilidad en su vida social, por mucho de que los valores respectivos aplicados al varón adulto sean de menos de 1,45 centímetros para el enano y menos de 1,60 centímetros para el individuo de estatura escasa.

¿Cuáles son los factores que determinan la estatura de un individuo? ¡Vaya a saber Dios!, quien, siendo Todopoderoso, fue injusto en la distribución de la estatura. Las especulaciones son tan variadas como la misma estatura de los hombres. Incluso existen quienes, sujetos a seudo-investigaciones realizadas en algunas maternidades, llegaron a la conclusión de que las mujeres de estatura alta dan a luz hijos más "sanos y normales", que las mujeres de estatura baja, como si el nacimiento de un niño estuviese determinado por la estatura de la madre y no por la salud del embarazo.

Los enanos, en todas las épocas y culturas, han sufrido las discriminaciones y desventajas, como si fuesen bichos raros, sin pensamientos ni sentimientos. Por eso mismo, resulta verosímil la historia del enano que, con el apoyo decidido de sus padres, cursó la escuela primaria y secundaria sin mayores dificultades, hasta que llegó el instante de elegir la profesión de su vida. No abrigaba los sueños de llegar a ser jugador de baloncesto ni atleta de salto alto, pero sí un profesional digno de provecho y respeto. El día que asistió a la universidad, se le presentó un profesor que, calculándole más la estatura que las aptitudes y los conocimientos, le aconsejó estudiar para bufón o payaso de circo. Entonces el enano, que jamás se sintió como un monstruo con imagen humana, se retiró pensando en los crímenes cometidos por el nazismo en el campo de concentración de Auschwitz, donde muchos enanos pasaron por las manos y el bisturí del sanguinario Mengele, quien instaló laboratorios de experimentación humana al lado de los hornos crematorios y las cámaras de gas. No cabe duda de que Hitler -bajo para ser de raza aria- sentía desprecio por los hombres de estatura menuda, aunque éstos, amparados en el otro lado de la noche, se sentían seres extraños, como esos duendes de cabezas grandes y piernas cortas que, según refiere la tradición popular, se aparecen con los sombreros alones en las noches de luna llena.

Éste fue el caso de un enano a quien todo le quedaba alto: el agarrador de la puerta, el teléfono automático, la ventanilla del correo, los espejos del lavabo, la taza del baño, los asientos de los autos y, de hecho, los muebles del dormitorio y el comedor.

Desde niño se había considerado diferente; tenía las piernas cortas y la cabeza grande. Era, contra su voluntad, el hazme reír de quienes, en tono de sarcasmo, le gritaban al unísono: "¡Oye, tú! ¿Dónde estuviste cuando Dios distribuyó la estatura?". Tampoco faltaban los bribones que, esgrimiendo los sermones de algún cura trasnochado, consideraban su defecto como un castigo divino. El desprecio de sus semejantes llegó a tal extremo que el enano, sintiéndose un monstruo con imagen humana, se metió en el sótano de su casa y tomó la drástica decisión de colgarse de la viga del techo, donde lo encontraron días después con una nota en el pecho: "A todos nos falta mucho para alcanzar el cielo...".

Sabias las palabras del enano que, quitándose la vida con una cuerda, nos enseñó la gran lección de que todos somos enanos en la inmensidad del universo, incluso quienes, siendo enanos en el pensamiento y las acciones, se atribuyen estúpidamente el triste apelativo de gigantes.

 

Para leer más sobre Víctor Montoya visitar http://www.victormontoyaescritor.blogspot.com/

El enano enviado a Aurora Boreal® por cortesía del escritor Víctor Montoya. Foto Víctor Montoya © José Estay Jeldres. Retrato de enano, pintado por Juan van der Hamen.

 



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