Eugenio Montejo: para que el canto permanezca

Por varias razones la obra poética y ensayística de Eugenio Montejo (1938-2008) constituye una rara avis dentro del panorama poético hispanoamericano que surge a partir de la segunda mitad del siglo XX. Aquí mencionaremos sólo

algunas de sus características con el propósito de dar cuenta de su marcada singularidad y extraña vigencia. Desde sus primeros libros, Elegos (1967) y Muerte y memoria (1972), su poesía encarna tanto la búsqueda de un universo poético plenamente consciente del legado de su tradición (la poesía en lengua castellana, tanto en su vertiente española como hispanoamericana) como la persecución de una tonalidad propia, singular dentro del coro de su generación, desconfiada de las modas y proclamas poéticas que dentro de las particulares circunstancias históricas, culturales y políticas latinoamericanas de los años sesenta propiciaron un renovado fervor por la poesía de corte social y las variadas formas de experimentación verbal, deudoras de las prédicas vanguardias de comienzos del siglo. Lejos de toda tentación rupturista, la modernidad para Montejo vendrá a ser "una innovación desde la poesía, justificada por sí misma antes que por alegatos o manifiestos explicitadores", un "modo distinto y específico de prolongar una tradición, de formular desde ángulos inéditos su relectura". Y al hablar de tradición, en su caso, hablamos sobretodo de la materia viva con la que trabaja el poeta: su lengua; pues como bien decía Jorge Luis Borges: "una idioma es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos". Si nos viéramos en la necesidad de ubicar la obra de Eugenio Montejo dentro de una particular "familia", ésta estaría constituida por poetas como el español Antonio Machado, el franco-uruguayo Jules Supervielle, el griego Constantino Cavafy o el italiano Umberto Saba, todos ellos poseedores -como en otra parte diría Montejo- de una "modernidad conquistada antes que deliberada", refractarios a la imaginería cerebral, el intelectualismo y el cálculo lírico y más bien proclives a una concepción poética donde la magia verbal se emparenta con la inocencia. Quizás esa "sed de inocencia insaciada" a la que el mismo Montejo se refiriera al valorar la poesía de Ungaretti. Inocencia que ligada a la memoria (tal como el título del libro, Inocencia y Memoria de Ungaretti) intenta resguardar la pureza espiritual nacida del recuerdo. Pues como afirma el propio Montejo en un ensayo sobre Ungaretti: "la memoria será útil para reencontrar la inocencia, porque 'es a fuerza de memoria como uno se halla o tiene la impresión de hallarse inocente'".

Arturo Gutiérrez Plaza. Nació en Caracas en 1962. Es poeta, ensayista y profesor universitario. Ha publicado Al margen de las hojas (1991), Principios de Contabilidad (2000) y Pasado en limpio (2006). En 1995 obtuvo el premio de poesía de la III Bienal Mariano Picón Salas y en 1999 ganó el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz. Poemas suyos se han incluido en varias antologías venezolanas e hispanoamericanas y han sido traducidos a diversos idiomas. Fue becario del Programa Internacional de Escritores de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, en 1997. Entre 1995 y 2000 se desempeñó como director general del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Es profesor de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas.

Tras esos primeros libros, en los que su universo poético está signado por el entorno familiar y la presencia acechante de la muerte, etapa de fuerte introspección, donde la angustia del yo y la visión piadosa nos recuerdan con frecuencia esas "caídas del alma" de las que hablara el poeta peruano César Vallejo, la voz poética de Montejo se abre al mundo, a partir de Algunas palabras (1976). Desde ese momento su poesía será una constante pesquisa por alcanzar la armonía vital con la tierra y el cosmos, todo ello en correspondencia con el aprendizaje de la "media vida" jungiana, tal como él mismo lo admitiera en sus ensayos, entrevistas y poesía. A partir de Algunas palabras la relación bipolar vida-muerte se invierte, cambia de signo. Palabras asociadas a "vida": En Élegos (14), en Muerte y Memoria (10), en Algunas Palabras (21).  Pero además, este cambio viene acompañado de la aparición de dos palabras casi inexistentes en sus primeros poemarios: "palabra" y "deseo", las cuales alcanzarán una notoria y significativa presencia en el resto de su obra. Será entonces cuando aparezca también el poeta como "anotador":

Es difícil llenar un breve libro
con pensamientos de árboles.
Todo en ellos es vago, fragmentario.
Hoy, por ejemplo, al escuchar el grito
de un tordo negro, ya en camino a casa,
grito final de quien no aguarda otro verano,
comprendí que en su voz hablaba un árbol,
uno de tantos,
pero no sé qué hacer con ese grito,
no sé cómo anotarlo.

("Los árboles". El subrayado es nuestro)

"Un libro con pensamientos de árboles", en esta frase se compendia una parte sustantiva de su poética. Traducir en palabras la experiencia sensible del poeta en el mundo. Árboles, pájaros, cigarras, piedras, sapos, gallos, ríos, ciudades, viajes, paisajes ajenos y propios, la luz y feracidad del trópico, los astros y planetas, entre otras, son las presencias reales por anotar, que interesan a Montejo en su constante celebración de la vida terrestre. Pero por supuesto, lo que el poema intenta no es simplemente "inventariar" esos elementos, es algo más relevante: encontrar en ellos lo que los hace próximos a una experiencia íntima. Anotar -verbo humilde y exacto- dicho diálogo con el mundo, tal es la tarea del poeta. La palabra es así, no sólo el vínculo posible entre el poeta y lo que lo rodea sino también parte del mundo que se intenta "anotar". De esta relación entre el entorno vital y la palabra se derivará una noción medular de la obra de Montejo: la terredad (neologismo entrañable de su poesía). Término que servirá de título a su cuarto libro de poemas, publicado en 1978. La huella de lo esencial y lo permanente, el contacto con la vida "bajo forma terrestre", por encima del vértigo de la era contemporánea, donde persiste la amenaza de la destrucción atómica, es lo que se busca nombrar con esta palabra, pues en ella se encierra, a la vez, una crítica al hombre histórico y una exaltación al mundo natural. Esta terredad supone, igualmente, una dimensión de lo cósmico. La Tierra en su órbita planetaria también se incorpora a un orden mayor, una totalidad de la cual depende su curso. Así el hombre, ese "cosmos habitado", comparte con la Tierra su devenir: "Estar aquí por años en la tierra,/.../A bordo, casi a la deriva,/más cerca de Saturno, más lejanos,/mientras el sol da vuelta y nos arrastra/ y la sangre recorre su profundo universo" ("Terredad"). El poeta más que creador se sabe creación. Su canto es constatación de ello: "estar aquí en la tierra: no más lejos/que un árbol, no más inexplicables". Es eso lo que hará en sus restantes libros, bien sea para explorar la "geografía anímica" de su espacio natal, como en Trópico absoluto (1982) o para celebrar la existencia mediante el canto, la escritura y deseo amoroso, en Alfabeto del mundo (1986), Adiós al siglo XX (1997), Partitura de la cigarra (1999), Papiros amorosos (2002) y Fábula del escriba (2006). El hombre se reconoce en la tierra, aunque, como diría en otro poema, "las migas sean amargas". Su esencia planetaria lo define, más allá de la circunstancia particular de su estancia en ella, manifestada en un tiempo y espacio particulares. El canto representa, a su vez, lo esencial, lo que trasciende la materia y el tiempo, lo que, escondido en las cosas, permanece. La terredad se asocia de tal modo al canto: aquello que perdura más allá del efímero paso por la vida, la inmanencia de lo terrestre que nutre a los árboles, a los pájaros y a todo lo que en ella habita. El poeta, ahora, a través del pájaro trata de cumplir con su deseo órfico, ya no como anotador del mundo sino más bien como cantor de éste. Pues el pájaro es gracias a su canto; es, porque por él permanece. El canto es la fuerza vivificante que se materializa en toda presencia que habita en el mundo. Así dice:

La terredad de un pájaro es su canto,
lo que en su pecho vuelve al mundo
con los ecos de un coro invisible
desde un bosque ya muerto.
Su terredad es el sueño de encontrarse
en los ausentes (...)
. . .
una persecución sin tregua de la vida
para que el canto permanezca.


("La terredad de un pájaro". El subrayado es nuestro)


Permanencia y ausencia son dos de los términos que constantemente convergen en la poesía de Montejo. En su caso, valiéndonos de las palabras de Michaux al referirse a la poesía de Supervielle, el poeta se convierte en el buscador de esa "ausencia esencial donde todo estaría presente-ausente". Toda noción de fijeza dentro de este universo poético, empezando por el tiempo y el espacio, y pasando por el "yo", se desdibujan, dando lugar a la simultaneidad de lo que "está y no está", como ha de decir en "Final sin fin". Toda presencia evoca su complemento y viceversa. La ausencia de los ancestros no es sino una forma de aludir a esa presencia que constantemente rodea al hablante poético. Así encontramos también la "contradicción ecuatorial/ de buscar una nieve/ que preserve en el fondo su calor". Nieve que luego en el poema "Tal vez": "oculta sus copos y no cae", convirtiéndose en culpable de tanta ausencia. Contradicción que encontramos de nuevo en una "Islandia" que se sueña con fiordos y palmeras. Pues, en efecto, cada elemento en esta obra remite a otro, ausente, que lo implica, cumpliéndose un eterno ciclo de reencuentros entre lo que está y lo que falta. Oposición que se resuelve en el deseo de ser en lo otro como parte de una totalidad. "A veces creo que soy un árbol" nos dice en "Creo en la vida", poema que se abre también como espacio de interrogación de lo sagrado, cuando afirma: "Creo en la duda agónica de Dios,/ es decir, creo que no creo,/ aunque de noche, solo,/ interrogo a las piedras,/ pero no soy ateo de nada/ salvo de la muerte". Y es que para Montejo:

La poesía no está sólo en la palabra, aunque en ella pueden llamear sus destellos: la hallamos en la vida, en las acciones de cada ser, como una profunda sed de armonía. Visto así, el comportamiento del poeta es necesariamente religioso, religioso en el sentido primigenio del término y no en el sentido actual, rebajado por la política de las iglesias. Es así como muchos pueblos, por lo demás, no establecen distinción entre el poeta y el sacerdote.

En esta obra el poema se concibe como reducto de la experiencia religiosa desde el mismo momento en que su poder de significación trasciende, se hace manifestación, revelación de algo que va más allá de la pura verbalidad. De esta suerte, la escritura se convierte en rito celebratorio de la hechura del poema. De allí, tal vez, su afirmación de que la poesía en tanto combinatoria de palabras que dialogan con el misterio "es un melodioso ajedrez que jugamos con Dios en solitario". Pero más que combinatoria, para Montejo el poema es convocatoria, pues como en otra parte ha dicho, "se trata de una oración dicha a un Dios que sólo existe mientras dure la oración". Esa será la tarea del poeta en su eterno canto por la vida, hacer sentir la presencia de lo trascendente mientras dure la celebración de la existencia del hombre sobre la tierra, más allá de su tiempo físico en ella y de su eventual ausencia, eso es lo que nos dice en su poema "Labor":

Para que Dios exista un poco más
-a pesar de sí mismo- los poetas
guardan el canto de la tierra.
Para que siempre esté al alcance
la cantidad de Dios
que cada uno niega diariamente
y puedan ser al fin ateos
los hombres, las nubes, las estrellas,
los poetas en vela hasta muy tarde
se aferran a viejos cuadernos.
...
Son poca las lumbres encendidas
que tiemblan a esa hora
en la intemperie,
son pocas, pero cuánto resisten
para inventar la cantidad de Dios
que cada uno pide en sueño.

Y esa es quizás, también, la mejor forma de hacer presente la voz del poeta Eugenio Montejo entre nosotros, ahora, a poco tiempo de su partida.

 

 

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones