Contra Samuel Johnson
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- Por José Prats Sariol
Disfrutar de los nuevos retos literarios
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- Por José Prats Sariol
El más común es con la bibliografía. No fallan en estar al día, saber exactamente cómo citar un artículo, revista, libro… Un día que suele cambiar según estés en Chicago, Berlín o Madrid. Nunca se equivocan en una coma, abreviatura, mayúscula, cursiva, referencia dentro de cita…
Y desde luego que les encanta corregirte, así ejercen una suerte de venganza filológica. Me ocurrió el pasado año con un ensayo. No fue ni la primera ni la última vez que un meticuloso supo hallar tres o cuatro detalles erróneos en el modo en que yo cumplía con las normas para citar.
Generalmente son ensayistas frustrados, bibliotecarios que equivocaron sus senderos profesionales, víctimas de escasas oportunidades de trabajo o de su propio ego, desbocado mientras han leído a Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Luis Cernuda; donde los infectados observaron que muy pocas veces incluían en sus ensayos una referencia bibliográfica. Y casi ninguna cita bajo las “estrictas” normas de la academia, tan “estrictas” que suelen modificarlas de congreso en congreso.
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- Por José Prats Sariol
Se ha desatado una epidemia de “intelectuales” (sic) creyentes en que cuando le encasquetan un prefijo a ciertos sustantivos al uso y cuando desprecian los estudios clásicos de filosofía, estética y crítica, se vuelven originales. Quisieran competir con aquellos poetas vanguardistas del siglo pasado.
Exégetas del último grito, practican la “pos-memoria” que sigue a la “de-construcción”. El fanguero crece, va de la perpetrada “pos-crítica” a la “hiper-media”, del “sub-texto” al “trans-género”, de lo “a-ficcional” al “supra-verso”… Y por ahí se pierde la serpiente de palabrejas traídas sin ton ni son bajo el aguacero “multi-culturalista”.
Con el permiso de los guiones --colocados aquí para resaltar los pre-fijos-- sugiero que la manía de pre-fijar es una forma de la novolatría cuyo origen se vincula a una peligrosa carencia: perdieron el reloj, creen que el tiempo no “fuga”, no es un delincuente famoso, inexorable.
Ese culto a lo nuevo nada más que por ser nuevo encharca universidades, centros de investigación, revistas, eventos culturales… Son penosamente famosos –dignos de sarcasmos-- los estudiosos de William Shakespeare que ya consideran anticuados los ensayos de Harold Bloom; los que privilegian una tesis universitaria del 2021 sobre las Soledades de don Luis de Góngora, respecto de las “viejas” indagaciones de Dámaso Alonso… Y así se la pasan, de novedad en novedad --de journal en journal-- entretenidos en un almanaque que termina dos o tres años atrás, como si los estudios humanísticos fueran de Física Espacial para el “amartizaje” del Perseverance.
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- Por José Prats Sariol
del 30 de octubre al 3 de noviembre
¿El cara o cruz en la elección presidencial de Estados Unidos?
¡Qué diferencia abismal entre el candidato republicano en las elecciones de 1956, que vi recién llegado a Nueva York, a mis 23 años, a fines de octubre en un mitin en el Madison Square Garden, el prestigioso general Eisenhower, y el actual presidente y candidato en estas elecciones!: el desaprensivo especulador de bienes raíces y actor de un “Reality Show” televisivo, en el cual ha convertido su gobernación del país y que tiene metido en el bolsillo al partido republicano, como si se tratara de los pasajeros de un avión secuestrado, como he leído decir a alguien.
Han pasado 64 años desde aquel mitin en Nueva York. ¿Qué se hizo del progreso? No creo que oyera ninguna palabra fuera de tono o insultos del, tan dignificado, Eisenhower contra su contrincante, el liberal Stevenson. Aparecía en el estrado, con su aureola de haber derrotado al fascismo, lo cual hiciera brillar tanto a la Democracia norteamericana por el mundo, aún con sus defectos, mientras que ahora, y si Trump llegara a triunfar, la llevaría a un aberrante culto autocrático de su persona. Viéndose perder, se ha lanzado en una alocada cabalgata de mítines en la última semana - 14 planeados, entre el sábado y el lunes-, ante sus idolatradas multitudes clamando “We love you” (en el 56, lo que se decía era “I like Ike”) apretados entre si y, la mayoría, sin máscaras, mientras la pandemia hace explosión por todo el país. El viernes se dio el número mayor de contagiados, 90.000. Son millones sus seguidores, una gran coalición, iniciada cuando Obama fue elegido como el primer presidente afro-americano (recordemos que Trump lanzó toda una campaña diciendo que Obama no había nacido en Estados Unidos), en su mayor parte hombres y mujeres blancos, sin educación universitaria, y que se han visto, o se creen, desplazados por la globalización y las nuevas tendencias demográficas del país de una diversidad étnica y cultural. La candidata a la vicepresidencia, Kamala Harris, de ascendencia africana e india, sería un ejemplo de esta nueva realidad. A pesar de su gran número, tal retrógrada coalición es una fuerza menguante en el país.
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- Por Víctor Fuentes
22 de septiembre, 2020.
Retomo hoy el Diario, tiempo ha abandonado, ¿pues para que bracear dentro de esta Contrarreforma --¿paralela a la de España en el siglo XVI?, del America First de la era Trump, con sus inmundas aguas abocadas al sumidero.
Y lo hago con mi pequeño homenaje a la grandiosa Ruth Bader Ginsburg, fallecida a mi misma edad, resplandeciente ícono ¿y uno de los últimos? de una América liberal-social. Hoy también se cumple el 75 aniversario de la ONU.
Ah!, aquel año de 1956, cuando anodino prófugo, un cero sin sombrero entre las encopetadas multitudes de Manhattan, devine ciudadano de las Naciones Unidas, al entrar en el suntuoso edificio, junto al East River, cantado por Lorca, a trabajar de dependiente en su Librería. Allí, junto a tarjetas postales y pesados textos documentales de sus distintas organizaciones, vendía la Carta de las Naciones Unidas, diminuta cartilla, ¿a unos 50 centavos?, que miles de visitantes compraban con el aleteo de que aquellas páginas, en las que se llamaba a la paz y la seguridad mundial, y extendía los derechos humanos a todos los habitantes del planeta sin distinción de raza, sexo, idioma o religión se hicieran realidad. Pero, ¡Ay!, hoy, siete décadas después de su fundación, el Secretario General de la ONU, el portugués, António Guterres, clama, ¿a oídos sordos?, sobre la calamitosa situación mundial en que nos hallamos:
“Tenemos un deficit de soluciones multilaterales. La calamidad climática acecha. La biodiversidad está colapsada. La pobreza crece de nuevo. El odio se expande. Las tensiones geopolíticas escalan. Las armas nucleares siguen en un alerta de gatillo sensible. Las tecnologías han abierto nuevas oportunidades, pero también nuevas amenazas. La pandemia de la Covid 19 ha dejado al descubierto las fragilidades del mundo…
Ante este acabose, me acojo al trabajo en que estoy metido en estos meses una antología Aún. Cien, iluminadores, poemas de la vejez (de Juan Ramón Jiménez a Ida Vitale), y al tema que abordo hoy: la luz, por encima de las sombras y tinieblas de la ancianidad y del mundo en que vivimos, y que ya destella hasta en los títulos de los poemarios, tales como Fustigada Luz, de Alberti, o Otoño y otras luces, de Ángel González. Y evoco, como antídoto a la oscuridad que nos rodea, estos versos a la luz. Los últimos publicados por Ángel González en vida, del libro mencionado: “Aquella luz que iluminaba todo / lo que en nuestro deseo se encendía / ¿no volverá brillar? Y estos otros del grandioso Espacio de Juan Ramón Jiménez, al final de su primer Fragmento: “Amor, contigo y con la luz todo se hace, y lo que hace el amor no acaba nunca”. En el segundo fragmento, canta: “Dulce como esta luz era el amor”. Y salgo a respirar.
Víctor Fuentes salió prófugo de la España franquista en 1954, y se considera parte del segundo exilio español. Anduvo por varios países europeos, con una permanencia de dos años en Inglaterra y, posteriormente, varios meses en Venezuela. Vive en Estados Unidos desde el otoño de 1956. En la Universidad de Nueva York, retomó sus estudios y se doctoró en lenguas romances en 1964. Desde 1965 ha sido profesor en la Universidad de California, Santa Bárbara, donde continua como profesor emérito, desde el 2003. Ha publicado números estudios sobre literatura española del siglo XIX y XX y sobre cine, y cine y literatura. Entre sus libros destacan: La marcha al pueblo en las letras españolas 1917-1936 (1980 y 2006), Buñuel en México (1993) y La mirada de Buñuel: cine, literatura y vida (2005). Ha publicado ediciones críticas de La Regenta y Misericordia (Akal). Bajo el heterónimo Floreal Hernández es personaje la novela Morir en Isla Vista, parte de una trilogía memorialista, cuyos otros dos libros, ya bajo su nombre, son: Bio-Grafia americana (publicado en el 2008, por la Fundación Jorge Guillén) y Memorias del segundo exilio español (1954-2010) . Su última publicación es Buñuel, del surrealismo al terrorismo, (Editorial Renacimiento, Colección Los Cuatro Vientos, 2013). Acaba de publicar sus libros, California Hispano-Mexicana. Una nueva narración histórico-cultural, y la novela To Die in the USA. A fictional memories of a Spanish exile". Sus dos últimos libros publicados por Visor: Antonio Machado para el siglo XXI. Nueva trilla de su poesía, persona y pensamiento (2018) y Galdós, cien años después y en el presente. Ensayos actualizadores (2018), celebrando el centenario de su fallecimiento en 2020. Notas de un Diario pre-póstumo: 2020 enviado a Aurora Boreal® por el escritor y crítico Víctor Fuentes. Foto Víctor Fuentes©Isaac Hernández.
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- Por Víctor Fuentes
El objetivo de este artículo consiste en realizar un estudio comparativo sobre el tratamiento de los personajes en el arte literario vanguardista experimental mediante la examinación de las relaciones entre los personajes principales en La modificación (1957) de Michel Butor y Rayuela (1963) de Julio Cortázar, sin obviar la relación de esos personajes, con el conjunto narrativo de ambas novelas, y con la nueva corriente literaria de esos años, la del Nouveau Roman (Antinovela). En síntesis, esta comparativa procura proporcionar una visión sobre el desarrollo de la narrativa durante los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo veinte, a través de la detección de sus manifestaciones experimentales en cada uno de los personajes principales de las narraciones antes mencionadas.
La literatura vanguardista surgió en las primeras décadas del siglo XX. En general, se trata de una gran cantidad de obras literarias que rompieron con todos los patrones que se consideraban “correctos” hasta ese entonces. Avant-garde es el término francés del que deriva la palabra “Vanguardia”.
La característica principal de la literatura vanguardista fue la apertura a la imaginación y a la creatividad, usando técnicas y modos de expresión novedosos para aquella época:
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- Por Yakoub Abidi