Tomás González: esa luz difícil

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La literatura resulta unas rendidas disculpas para revelarse contra el tedio o la muerte. En medio del escenario que vivimos en el país literario, en el que algunos aficionados a la escritura han llegado a hacerse notables hablando disparates, injuriando a todo el mundo que ha nacido, o haciendo el payaso para medios mal conocedores del arte literario, o en el panorama internacional, resulta con un Premio Nobel alguien que no lo merecía (pues muchos otros lo merecían más); de pronto aparece alguien, que alejado de esa necedad y desde el ejercicio de paciente búsqueda y terca laboración logra un objeto literario, que puede ser reconocido como tal.

Tomás González lo ha hecho. Su última novela, La luz difícil, nace de donde nace la literatura: de su propia carne y nada de historias "maxfactorizadas" y revejidas. Tiene una historia. Es una historia intensa. Hace parte del drama de los seres humanos: la muerte. Es como irse librando, poco a poco, del horno crematorio, de una muerte inevitable a una edad inaceptable. El centro de la novela es un drama que se va exorcizando a través de la vida cotidiana. Es una inmersión en el infierno de una espera que debe ser porque es el final de una vida (la del hijo de David el protagonista de la novela) pero es a la vez la liberación. La única liberación del dolor físico, al cual lo ha condenado un accidente ocasionado por un borracho. David logra conducir al lector a través de la narración de ese hecho vivido 18 años antes, como a un estado meditativo, por el que se trasciende hacia la sobrevivencia y la esperanza. La luz que se va encontrando no es cegadora, sino que se va descubriendo, paso a paso. El protagonista no se permite la resignación, pero tampoco hay espacio para la injuria, la imprecación o el reclamo. Dan ganas de preguntarle a Tomás, de dónde ha sacado esas influencias (que no se le notan). Y él tan fresco, como ha aparecido siempre en sus obras anteriores, contestaría: "De la vida, man. De la vida. Seguro".

Laureano Alba. Escritor y periodista. Ha colaborado en Colombia con los periódicos El Tiempo, El Espectador, El País y la revista Diners. Ha publicado las novelas El barrio de las flores (Editorial Plaza y Janez. 1980), Los duros de la salsa también bailan bolero (1989), Amor por siempre (Editorial Feriva. 1998), El silencio de las cosas perdidas (Editorial Pijao. 2008), Biografías fantásticas (Edición Inglés-Español, en convenio con la Universidad de Connecticut. New Haven. USA 2004). Los poemarios Poemas (1972), Averiguaciones (1976), Poemas Eróticos (Colcultura.1978), Golpes de ciego (Universidad del Valle. 1984), Manual para violentos (2002).Tomás González. Escritor y filósofo colombiano. Estudió en la Universidad Nacional de Colombia. Vivió en Nueva York desde 1983 hasta 2002. Con su novela Para antes del olvido, ganó el Premio de Novela Plaza y Janés. Obras: Primero estaba el mar (1983), Para antes del olvido (1987), El rey del del Honka-Monka (1995), La Historia de Horacio (2000), Los caballitos del diablo (2003), Abraham entre bandidos (2010). Manglares (1997 y 2006), La luz difícil (2011).Y claro que sus antecedentes están en la literatura. También y como dice por ahí Truman Capote (ese que supo tanto de literatura), "...la escritura se saca de la música, de la pintura, de la ciencia, de la naturaleza..." (del arco iris, de la ciencia que es la armonía y la locura, le agregaría yo). Tomás tiene sus habilidades. De pronto lanza conceptos sobre la vida y la muerte (haciéndolos sentir) o sobre pintura, en la que es un artista (los más bellos fragmentos de la novela, a pesar de meter a Kandinsky sólo al final, son aquellos en los que habla de la pintura) y en otras ocasiones, su narración parece la de una señora, grande gorda, que vende morcilla y que es buena persona, "venida de Medellín, pues". Tomás hace milagros con el tiempo. Y sabe lo que hace. Hasta donde ha llegado la técnica narrativa que fueron depurando los maestros: Flaubert, Proust, Joyce.

luz_dificil_002Cuando iba por la mitad de la novela tuve el deseo de abandonarla, o mejor, de leer el último capítulo, a ver si me libraba, de ese sufrimiento que me estaba causando. Y lo hice. No aguantaba ya tanta descripción de la tortura (yo que soy padre y sé lo que es el sufrimiento menor de un hijo, mucho peor la muerte que no puedo ni siquiera imaginar). Aunque la había pasado bien con algunas imágenes poéticas que se le colaron a Tomás, al parecer por primera vez (pues no se las había conocido en Primero estaba el mar, una de sus novelas anteriores). Y leí el último capítulo para ver hasta dónde podíamos aguantar. Los lectores. El número treinta y tres (bello número) es un acto de consagración de la primavera. Y ahí estaba el escritor que Tomás ha ido logrando ser. Celebremos la aparición de un escritor en nuestra literatura, que ha sido una luz difícil.

Tomás González: esa luz difícil enviado a Aurora Boreal@ por el escritor y periodista Laureano Alba. Foto Laureano Alba© Laureano Alba.

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