Manuel Zapata Olivella y la afrocolombianidad

eleonoramelani_002Manuel Zapata Olivella fue el primer novelista que exaltó “el ser afrocolombiano” en muchas de sus obras. Su interés se dirige sobre todo hacia el tema de la opresión de los negros y la cultura de los afrocolombianos, argumentos de sus estudios demo-etno- antropológicos. En la trama de sus novelas está presente una denuncia social y realista de la marginación y también una visión mitológica, fuera de la realidad, que parece remontarse a la seductora magia de África. Este autor se concentra en personajes indigentes, pobres, sin pudor, cuando muestran su “etiquetado social” y la

raza a la que pertenecen, y subraya algunos aspectos personales que, si se cultivan, pueden llevar a un cambio personal y social.
El enfoque siempre se queda en el grupo, que generalmente es un colectivo de desheredados, entre los que a menudo se destaca un personaje líder que indica a los demás el camino hacia una mayor justicia. En algunas novelas este personaje muere y el pueblo, que ha recibido y reelaborado el mensaje que ha dejado como herencia, logra construirse su futuro. Entonces es la muerte la que genera un nuevo ciclo de vidas, pero Zapata Olivella no se concentra exclusivamente en un héroe, ni en determinados acontecimientos. La condición de vida de los afrocolombianos, que a menudo está en contraste con las otras dos etnias de Colombia (la europea y la indígena), fue un tema que animó las obras de Zapata Olivella e impregnó también las generaciones siguientes. El autor se solidarizó con las aspiraciones, las dificultades y los dramas de su pueblo, hasta identificarse con la raza, el lugar y la tradición: «What becomes increasingly clear is that Zapata’s works achieve universality not in spite of their blackness, but rather because of it». (Yvonne Captain-Hidalgo, The culture of fiction in the works of Manuel Zapata zapata_001Olivella, Missouri, University of Missouri press, 1993, p. 105).  Es la negritud de Zapata Olivella lo que asegura la universalidad de su literatura. Sus preocupaciones sociales se crean un espacio dentro de sus obras y, como declaró en una entrevista: «me preocupa más el problema social que el problema del estilo» (www.andesmissouri.edu/andes/Cronicas/EDW_Zapata.html). Esto animó sus obras no sólo de un interés por los tormentos sociales, sino también por temas humanos, que se ampliaron a temáticas de gran envergadura, como la fe (“an envolving constant” como la describió Yvonne Captain-Hidalgo), la religión, el hambre, a menudo circunscritos en realidades “black”. Zapata Olivella viajó mucho en su larga vida y visitó los Estados Unidos a mitad del siglo pasado. Siempre había considerado este país como la patria de la democracia y un lugar donde la comunidad africana podía difundirse, pero tuvo que cambiar de opinión cuando asistió a unos episodios de discriminación racial. El racismo y los linchamientos estaban muy extendidos a mitad del siglo XX en los Estados Unidos. Entonces las dificultades para los afroamericanos no existían sólo en el sur del continente, sino también en el norte, donde la libertad y los privilegios se presentaban como caracteres exclusivos de los blancos.

Sobre la temática racial de Manuel Zapata Olivella


Una de las novelas que se basa en la afrocolombianidad es Chambacú, corral de negros (1963). El tema étnico vincula el “ser negro”en la isla de Chambacú con la trama social de la novela. El hecho de que la historia se ambienta en una isla, que se  comunica con Cartagena con un puente, es necesario para subrayar la posición de marginación y alejamiento de la tierra firme. Antonio D.Tillis ha evidenciado tres niveles fundamentales de esta novela: el primero es la descripción de las penas de los afrocolombianos relegados a esta isla, el segundo es el aspecto político y el logro de iguales derechos para los ciudadanos colombianos. Pero el más importante es el tercer nivel, o sea el alcance internacional de la novela, gracias (sobre todo) a la presencia de la guerra de Corea, que describe la explotación de los afrocolombianos llevada a cabo por el “primer mundo” (Antonio D.Tillis, Manuel Zapata Olivella and the “darkening” of Latin America literature, Missouri, University of Missouri, 2005, p. 62).

eleonora_maleani_003ELEONORA MELANI (Prato, Italia, 1981). Se licenció en Filología hispánica en la Universidad de Florencia con un trabajo sobre la autora uruguaya Teresa Porzecanski y en la misma facultad consiguió la especialización en "Estudios sobre las dos Américas". Es colaboradora de la revista romana «Fili d'aquilone», del Centro Studi Jorge Eielson de Florencia y de la Revista Aurora Boreal de Dinamarca. La familia protagonista, que tiene a la Cotena como matriarca, es la representación de África en Colombia, después de la diáspora. Manuel Zapata Olivella, con su prosa, permitió a los negros expresarse y hablar, siempre los eligió como protagonistas. De esta manera, escribiendo, traza un retrato de injusticia de un rincón del mundo, además de un cuadro de diferentes formas culturales. El realismo social encuentra un nicho definido en la primera mitad de la trayectoria del artista y sugiere la línea para entender toda la obra. Máximo de Chambacú y su conocimiento de la sociedad, su cultura adquirida en los estudios, es el elemento clave que cambia el aspecto de la historia, aunque no es el personaje más importante de la novela. En efecto, el pueblo de Chambacú cambia por él, aprende y sigue sus huellas para llegar a la libertad que sus ideas permitieron intuir. Pues la educación desempeña un papel fundamental dado que en este “corral de negros” el pueblo sigue a un hombre de cultura (aunque autodidacta) superior a la media.
Zapata Olivella no omite el papel de la mujer, tan importante para la familia y esto es un detalle que revela el interés antropológico del escritor, que examina familias capitaneadas por la madre, la cual asume todas las responsabilidades, ya sea viuda, ya  tenga marido. Este modelo puede remontarse a los ejemplos de las familias africanas, que fueron exportadas a América. Las mujeres, aunque desesperadas (como la Rafaela de En Chimá nace un santo, 1963, que muere al ver la mutilación del cuerpo de su hijo Domingo) se muestran como pilares de la familia, fuertes y enérgicas. La Cotena siempre está preocupada por Máximo, cuyo conocimiento la ilumina hasta que ella pierde su hostilidad (compartida por todo el mundo en Chambacú) hacia Inge, la sueca que se muda al pueblo por amor a José Raquel. Ella es blanca, del norte de Europa y parece no tener nada en común con los habitantes de Chambacú; sin embargo, se queda fascinada por la cultura de Máximo y se dedica a alfabetizar a la población. La muerte de Máximo, que despierta al pueblo, no se describe con un tono muy dramático, sino como un evento de la vida, que permite el nacimiento de una nueva vida, la de Chambacú, ahora más vivo que nunca. Lo mismo pasó cuando, al morir Domingo, surgió una Chimá más insolente, cuyos habitantes estaban dispuestos a sacrificar sus vidas en nombre del santo. Zapata Olivella caracteriza sus personajes con una psicología fuerte. De hecho, el lector siente empatía con algunas voces de la historia, aunque sean negativas y sin virtud. Por ejemplo, José Raquel de Chambacú es un hombre egoísta y presumido, pero también irresoluto, que se ha casado con Inge sólo para mostrar a los demás su estatus social privilegiado. El hecho de que una mujer blanca perteneciente a uno de los países más desarrollados de Europa le hubiera seguido, representaba un importante cambio de imagen y mayor respeto. Inge, al principio con una actitud pasiva y callada, que tenía dificultad en aprender el raro español que se hablaba en Chambacú, es el espantajo de José Raquel que, al final, se destruye a sí mismo y su matrimonio. Es un personaje que suscita rabia y lástima por su ridiculez, su prejuicio del que sale la necesidad de juntarse con una mujer europea, para afirmar y mantener su posición socio-política en el pueblo. Los personajes de la historia están tratados con caracteres humanos y esto ilustra la fuerza de toda la producción de Zapata Olivella. José Raquel estuvo lejos de su casa por su participación en la guerra de Corea; se le podría utilizar a él también como “facilitador” del pueblo, pero no tiene nada que pueda ser útil para un mejoramiento social ni para la libertad. Las violencias de la guerra por las que se jacta, lo han cambiado y por esto cae en el infierno de sí mismo. José Raquel fue el único que se ofreció a combatir en Corea por dos años y las descripciones que hace de las heridas que ha curado son espeluznantes, sobre todo porque lo cuenta con gran lujo de detalles y se complace en éstos. José Raquel está muy contento de haber participado en esta guerra, de la que obtuvo ganancias. No se avergüenza cuando cuenta haber ganado gracias al comercio de documentos de los moribundos. Se daban por desaparecidos y los que lograban llegar a los documentos obtenían una indemnización por parte del estado americano: un negocio sórdido. José Raquel se esconde detrás de la justificación de que lo hacían todos: «Éramos los que menos ganábamos pese a que corríamos más riesgos»  (Manuel Zapata Olivella, Chambacú, corral de negros, Medellín, Bedout, 1977, p. 60. De ahora en adelante todas las citas corresponden a esta edición). Ha ganado gracias al mezquino mecanismo bélico. Se presenta como un hombre sin escrúpulos ni valor, perteneciente a la mentalidad de la guerra, esperando que los moribundos expiren lo antes posible, para ganar más. Por consiguiente, se había comprado una moto y se fue a Suecia, donde se casó con la blanquísima Inge. La moto y la mujer blanca testimonian que la guerra le había permitido obtener dos resultados que todo el mundo le envidiaba.  En otras obras, anteriores a Zapata Olivella, es posible encontrar personajes que sacan ventajas de la guerra: Brecht, en 1939, en la obra teatral Madre Coraje y sus hijos (ambientada entre 1624-1636 cuando el ejército sueco avanzó hacia Polonia) muestra a la protagonista Anne Fierling como una mujer escindida: madre valiente porque nunca se rinde, pero también una traficante y cómplice de la guerra. Al final de la obra, cuando ya le han matado a sus tres hijos, sigue afirmando que la guerra es un buen lugar para hacer buenos negocios. En la obra de Brecht, la guerra es el tema central, que cambia la vida de Anne y le cambia su pensamiento. El mismo autor afirmó que la guerra destruye las virtudes humanas y lleva a las personas honradas a rebajarse buscando buenos negocios. La mujer podrá sobrevivir por su cinismo, su pérdida de inocencia y su mentalidad de “pequeña capitalista”. La violencia de la guerra, la corrupción, condenan todos los buenos sentimientos. José Raquel ya no era un hombre bueno, despreciaba cada ideal, no le importaba a quién hería y sólo le importaba pasarla bien. En cambio la Cotena pensaba que José Raquel todavía era un hombre bueno, hasta que se enteró de lo que había hecho en Corea y de su visitas al postríbulo de Chambacú. El pueblo lo admira, José se siente omnipotente y poco le importa lo que su madre y su mujer piensen de él: «No llore mi niña. Ya me imagino cómo debe sentirse en este infierno. Mi hijo no debió traerla aquí» (p. 63). La Cotena le da fuerzas y la ayuda a introducirse en Chambacú, mientras que José Raquel la parquea allí, tal como ha hecho con su moto. Para José Raquel, la moto e Inge tienen el mismo significado: son símbolos de superioridad social (la mujer blanca que representa el deseo de blanqueamiento del protagonista) y de riqueza (la moto, que su madre llama “bicicleta”).
zapata_002Chambacú era un pueblo de negros, una isla abandonada, pobre, miserable. De todas formas cada habitante le estaba muy apegado y luchará para defenderlo de la voluntad de dominio externo. «José Raquel miró con orgullo los rostros asombrados», los regalos que entrega a su familia saben a Corea, por su modernidad y sorprenden a sus parientes. José Raquel les trajo una radio, y así podían escucharla en su casa, en vez de escuchar la de la casa de al lado. Esto es un signo de evolución, progreso, pero la Cotena no queda tan seducida por estas riquezas: «sabía lo que significaba una radio en casa» (p. 78), pero no adivina el horrible secreto que el hijo guarda en el fondo de la maleta. Las fotos donde sonríe junto a otros militares al lado de cabezas de coreanos decapitados, hacen percibir a la madre que «no le devolvían a su hijo sino a un monstruo» (p. 80). Esta imagen evoca las fotos sacadas hace pocos años en la cárcel de Abu Mazen, Iraq, por los soldados americanos. Fotos vergonzosas que escandalizaron al mundo por las torturas de los prisioneros de guerra, inmortalizados al lado de americanos sonrientes y complacidos en su atrocidad. El desprecio del respeto y de la dignidad, el gusto por infligir una pena que no sea humana: todo esto pasa en la guerra y todo el mundo puede imaginarlo, pero lo que más ofende e indigna es la foto que concreta hasta qué punto la maldad y el sadismo pueden llegar. La Cotena tira las fotos al fuego: ha entendido que los regalos cubren algo más grande y devorador, que puede absorber también a las personas buenas. La Cotena define a José Raquel como un sinvergüenza y defenderá a la blanca Inge, que al principio había apodado “gringa”. Inge era un antojo: «¡Todos queremos probar el plato ajeno! ¡Eso es todo!» (p. 61) había explicado al pueblo. Así que había vuelto a juntarse con las prostitutas negras, las Rudesindas, las únicas que lo satisfacían.
Esta novela se basa también en Máximo, redentor de pobres, encarcelado 14 veces por sus ideas antigubernamentales y su cultura, y al final logra organizar al pueblo sacándolo de su ignorancia. No soporta la falta de conocimiento y se enfada por esto, como se puede ver en el episodio en que Dominguito, herido por la espuela envenenada de un gallo, tendría que amputarse una pierna porque se le ha gangrenado. La Cotena (cuyo marido había muerto por una herida en un muslo, causada por una espuela envenenada), se opone a los médicos y pide ayuda al hechicero del pueblo. Con remedios rústicos y brutales, quema el veneno que había gangrenado la pierna y éste recupera su movilidad. A pesar del éxito de esta intervención, un hombre de cultura como Máximo no acepta los métodos de los curanderos, que en Chambacú predominan. Sus ideas revolucionarias, que enseñan al pueblo sus derechos, lo acercan a una figura mesiánica y, por su proximidad al pueblo y su oposición a los poderosos, será asesinado. Los que hacen preguntas y presentan un cuadro de la situación de pobreza, son un peligro para los que quieren mantener al pueblo bajo el yugo de la ignorancia. El conocimiento restituye la libertad y esto es lo que Máximo transmite a sus paisanos. Hay jóvenes que le siguen desde el principio, como Atilio que, por apoyar la lucha de Máximo será reclutado para ir a Corea y morirá. Su madre inculpará a la Cotena por la muerte de su único hijo.
La misma Inge se queda cautivada con Máximo y da clases en la escuela de la maestra Domitila. Inge es como Máximo: «No se resignan a compartir la agonía de Chambacú», por esto se comprometen a que todos estén mejor, con la conciencia de su tipo de vida. Con Máximo, Zapata Olivella habla también de la raza africana de la que descienden él y Chambacú. Ya cuando describe su cuerpo, que la Cotena observa y comenta se refiere a su piel «no tan negra como sus otros hijos. ¿Sería porque nunca trabajó al sol? Pero era fuerte. Su vigor le venía del padre y de los abuelos esclavos» (p. 8). Cuando está con Inge le cuenta los orígenes de Chambacú:

No es ocasional que Chambacú, corral de negros, haya nacido al pie de las murallas. Nuestros antepasados fueron traídos aquí para construírlas. Los barcos negreros llegaban atestados de esclavos provenientes de toda Africa. Mandingas, yolofos, minas, carabalíes, fiafaras, yorubas, más de cuarenta tribus. Para diferenciarlos marcaban las espaldas y pechos con hierros candentes (p. 121).

El doloroso e infame pasado del comercio negrero toma cuerpo en las palabras de Máximo, el único que recuerda la historia porque la ha estudiado y ha podido entender la realidad presente. Es imposible pensar en Máximo sin sus libros: «si no hubiera sido por ellos no le perseguirían» (p. 9). En esta novela no hay un protagonista, todos son necesarios para el desarrollo de la trama, que cuenta con la diversidad de personalidades. Cabe arriesgar una confrontación José Raquel/Máximo: el holgazán egoísta e inseguro contra el culto y facilitador del pueblo. El primero que pasa sus días bebiendo, fumando marihuana y fornicando, y el otro que está listo para morir por defender sus ideas. Otras dos parejas antitéticas son la de Inge/Clotilde y la de Inge/Cotena: la sueca llena de cultura que en muy poco tiempo se adapta a las dificultades de la tierra y trabaja para la familia que siente como suya, contra la joven cuñada, resignada, con un hijo que no logra cuidar. Inge y la suegra se parecen mucho: las dos entenderán que José Raquel se está autodestruyendo. Hacia el final de la novela, se hace sargento del ejército colombiano y a favor del gobierno, sin mostrar ningún escrúpulo en el plan de vida que le comunica a Inge, o sea dejar esa isla para vivir en Manga («donde viven las gringas» había dicho la Cotena). «Te compraré vestidos, radio y… podría ser que hasta un automóvil. Entra y saca tus maletas. No necesitas despedirte» (p. 142). Éste es el momento en que los esposos se despiden, porque Inge no quiere alejarse de Chambacú: «Ahora no podría vivir sin el calor de los pobres». Logra superar su soledad y entender lo que desea, quiere empeñarse en mejorar la vida de los desgraciados. Para José Raquel éstas son “pendejadas” de Máximo, pero para Inge es  toda su vida.

La importancia del conocimiento: un parangón platónico


El conocimiento es como la luz y la luz se percibe con los ojos abiertos. Máximo siempre los tuvo, «mijo siempre quiso mirar mucho» y sigue teniéndolos después de la muerte, porque sus párpados no se cierran. Este parangón recuerda un mito presente en la filosofía de Platón: el de la caverna, que se volvió el más famoso del platonismo. El mito ilustra un grupo de esclavos (los hombres comunes) encadenados en el fondo de una caverna (nuestro mundo) donde ven las sombras de estatuillas que se mueven (la imagen superficial de la realidad) sin lograr ver a quién pertenecen esas sombras porque están encadenados. Los esclavos piensan que estas sombras son la única realidad que existe. En este mito Platón supone la liberación de uno de estos esclavos, que se da cuenta de que las sombras no son la realidad, sino que fuera de la caverna, las estatuillas son imitaciones de cosas reales, visibles a la luz del sol. Al principio esta luz lo encandila y lo ciega, ya que sus ojos están acostumbrados a la obscuridad y sólo más tarde podrá distinguir las cosas reales, en su autenticidad y plenitud. Si quisiera hacer a sus compañeros partícipes de este descubrimiento, una vez regresado a la caverna, tendría sus ojos cegados por la obscuridad, ya no podría distinguir las sombras y, por esto, los demás se burlarían de él. Su intento de liberarlos y de convencerlos de que se equivocan, llevaría a los esclavos a asesinarlo. La simbología de este mito es muy vasta y se puede aplicar a diferentes situaciones, como la función que Máximo tiene en Chambacú. Él y su pueblo son como los esclavos de la caverna, atados con cadenas (impuestas por la voluntad de otros) y sólo pueden contemplar ese nivel de la realidad, que a los poderosos sirve para seguir aprovechándose de su ignorancia. Máximo ha logrado liberarse de la ignorancia que lo encadena a esa mentalidad y realidad. La salida de la caverna es el principio de los estudios de Máximo y en el mito platónico representa el logro del nivel más alto de la filosofía (o sea cuando el ex esclavo sostiene la mirada del sol y admira las cosas reales). La vuelta del esclavo a la caverna, su primera morada, muestra que el hombre, que se ha vuelto filósofo, no se encierra en una torre de marfil, sino que quiere enseñar a sus compañeros lo que ha descubierto: la verdad. Igualmente Máximo transmite a su pueblo lo que ha estudiado, elaborado, así como las conclusiones a las que ha llegado. Los que se oponen a esta novedad creen que el ex esclavo Máximo está loco, ya que están llenos de prejuicios, miedo y tradiciones ancestrales. Es muy difícil poner en tela de juicio nuestros conocimientos y darnos cuenta que hemos creído en falsedades.
La Cotena quema los libros de Máximo (ésto recuerda la hoguera de los libros en Alemania, cuando Hitler llegó al poder) porque tiene miedo de que su hijo vuelva a la cárcel. Éstas son todas resistencias simbólicas al conocimiento de la realidad que, para quien despierta a un pueblo, puede significar la muerte. Más adelante en la historia es importante la conversación que madre e hijo tienen cuando Máximo regresa a su casa: «Júrame que has dejado esas ideas locas de salvar al mundo» (p. 97). La mujer no cree en estas veleidades. Pone en guardia también a Medialuna, el hijo boxeador que parece interesarse en los libros del hermano. La Cotena toma partido contra el contenido de los libros porque teme por la vida de sus hijos. Las ideas de Máximo suscitan curiosidad también en personas a las que nunca les había interesado la historia o la cultura. Habrá quien abandone la lucha, cuando tenga que dedicarse a la familia, como Camilo, el boxeador amigo de Medialuna:

- […] tendremos que vivir juntos por nuestro hijo.
-¡Sí negra! Ahora, por él, más que nunca debo pelear (p. 129).


No serán los prosélitos de Máximo los que decretarán su muerte, sino los que querían que el conocimiento de los negros de Chambacú se quedara en un nivel bajo y vulgar. Lo asesinan y en el mito platónico, la matanza del filósofo se refiere al destino que le tocó a Sócrates, maestro de Platón. El mito de la caverna comprende el concepto de política de la filosofía: el uso del conocimiento que el estudioso ha adquirido, para entender y fundar una comunidad feliz y justa. El filósofo vuelve a su caverna para reconsiderar el mundo humano después de su descubrimiento. Permite a la comunidad gozar de lo que ha visto fuera de este mundo común. El alejamiento de Chambacú (la caverna) fue para Máximo no sólo de tipo físico, sino mental, favorecido por los libros que le habían permitido conocer la verdad de las injusticias sufridas y lo absurdo de las pretensiones de los enemigos del pueblo. Después de esta abstracción tendrá que acostumbrarse otra vez a la obscuridad de la caverna y reconocerá lo que ha estudiado, tratando de plantear una lucha social que llevará a un estado ficticio, de gente adormecida que se contendía en el poder para defender sus privilegios en Chambacú. Este mito se encuentra en La República de Platón, uno de los textos más importantes de la filosofía política occidental, que ha dado lugar a interpretaciones tanto de izquierda como de derecha. Muchos la han leído casi como un primer esbozo del idealismo socialista. No faltaron también otros tipos de lectura, como las de “derecha” o de los nazifascistas. Quizás una lectura de “izquierda” de este mito platónico se adapte más a la novela de Zapata Olivella. Máximo trastorna el pueblo con sus ideas de cambios globales, que asustan por su carga innovadora y su posibilidad de mejorar la situación del país. Máximo muere por sus convicciones, como muchos personajes de la historia a quienes les ha tocado este ingrato destino, empezando por Jesús y Sócrates, hombres muy diferentes y lejanos, pero afines en el mensaje que querían transmitir al mundo. Eran todos maestros en el arte de hablar, fascinantes para algunos, molestos para otros, por su valor para denunciar abusos e injusticias. Dejaron discípulos al morir y de hecho, el final de la novela es ejemplar: Zapata Olivella pasa de la descripción del velorio de Máximo a la entrada de Dominguito que se va a la escuela; ésta es una novedad porque nunca había querido ir, prefiriendo la pelea de gallos. «Ya llevo las semillas de aguacate» (p. 155), cuyo zumo era necesario para sacar una tinta útil para las pancartas o para escribir sobre los muros. Máximo podía descansar en paz: había abierto los ojos a muchos que, al entenderlo, estaban siguiendo su lucha.


La familia de Máximo y José Raquel

zapata_003La familia protagonista es muy variada: además de José Raquel y Máximo, están Medialuna y Críspulo. Los dos son luchadores: Medialuna un boxeador y Críspulo un gallero entregado a la pelea de gallos, pasión heredada de su padre (que por esto ha muerto) y transmitida al nieto Dominguito. La pelea de gallos, todavía difundida en América Latina, funciona con pequeños cuchillos atados a las patas de los gallos, que son muy diferentes de los nuestros y de una raza más agresiva. Puede pasar que los amos mojen los cuchillos en veneno, antes de echar los gallos a la arena, para ganar. Ésta es la triste anécdota que le pasa a Dominguito, herido por un gallo cuya espuela estaba envenenada. A la Cotena le repugna esta manera de ganarse la vida y se desespera por la suerte que le ha tocado con sus hijos: un redentor de pobres, un boxeador, un gallero, un vicioso y una mujer soltera. La Cotena es muy piadosa: reza a la Virgen del Monte Carmelo a la que encomienda el alma de Máximo, aunque él nunca ha creído mucho en las oraciones. Enciende una vela a la Virgencita de la Candelaria para proteger a Medialuna del reclutamiento. Cuando ve las fotos de la guerra, intima a José Raquel para que se vaya a la Iglesia. «Mijo, tienes que ir hoy mismo a confesarte» (p. 81), pensando que una simple confesión iba a ser suficiente para un arrepentimiento.
En Chambacú hay dos personajes más: el perro Mauretania y la tía Petronila, hermana de la matriarca Cotena. Mauretania (nombre de una república del Africa occidental, ex colonia francesa, independiente en 1958) forma parte de la familia de la Cotena y puede percibir cuando su amo, Medialuna, vuelve a casa, por esto empieza a gañir y ladrar: «Los animales saben más que nosotros. Escuchan conversaciones a muchos kilómetros de distancia» (p. 82). También en la novela romántica Cumandá (1879), el autor ecuatoriano Juan León Mera inserta un perro para dar ánimos a la chica que huye en la selva y en la desolación,  se revela la única figura querida, que le transmite cariño antes de morir. Petronila siempre había vivido sola y Zapata Olivella deja varias interpretaciones de los motivos por la ausencia de un hombre. Para algunos era estéril y “adoptó” al nieto José Raquel como si fuera su hijo, porque la Cotena tuvo un parto muy difícil y le costó trabajo reponerse. Así que José Raquel vivió sus primeros días de vida con la tía Petronila y la Cotena aceptó que la hermana se sintiera su madre. El niño se reveló muy hábil en manejar a las dos madres: creció más rápido que sus hermanos, ya que se alimentaba en dos casas y siempre se preocupaba de que su tía no se sintiera a disgusto. Cuando José Raquel regresa de la guerra, la Cotena sufre al verlo tan cambiado pero logra ser muy severa con él, en cambio Petronila parece sufrir de manera más pasiva y no reprende al chico, a pesar de su mal comportamiento. Se angustia y va a casa del curandero Boni para que lea los posos de café. Ve que José Raquel está comprometido en el consumo de marihuana y Petronila está acabada: «Quería leer por sí misma el mal» (p. 102). Se queda aún más desolada cuando se entera que José Raquel no puede engendrar porque en la guerra se quedó estéril: «La perseguía la maldición de la soledad» (p. 103). La soledad aliviada años atrás con la infancia que José Raquel, ya adulto y lleno de vicios, se habría profundizado aún más, una vez que se vio negada la posibilidad de llegar a ser abuela. Petronila sólo tiene a Mauretania esperándola, el único amor que le queda. Probablemente Petronila se muere por su estado de exclusión y falta de cariño. Zapata Olivella no precisa si se suicida o si se muere por causas naturales: será Mauretania quien llamará la atención. Se muere tal como había vivido: sola y en silencio. Existe un paralelo entre la situación de Petronila y la de Andrea, hermana de Domingo de En Chimá nace un santo: las dos solteras y sin hijos, llenas de amor hacia un pariente cercano, el hermano Domingo y el nieto José Raquel. Sus muertes son muy parecidas, ya que siguen la muerte de la persona a la que querían, como si la misión de su existencia se hubiera extinguido.
Chambacú, en su soledad y aislamiento, puede remitir al Macondo de García Márquez, enterrado en las entrañas de la selva colombiana y coloreado con las historias de la familia Buendía. No se quiere crear un parangón entre las dos novelas, sino sólo encontrar una relación entre los dos lugares autosuficientes, sumergidos en la naturaleza exuberante y lejos de la “civilización”. Aparte esto no es posible un paralelismo entre la obra maestra del realismo mágico y la novela de Zapata Olivella: los temas son muy distintos, aunque ocurren en dos pueblos igualmente aislados y en el mismo período, los años Sesenta (1967 para García Márquez y 1963 para Zapata Olivella). En Zapata Olivella aparece el intento (siempre logrado por García Márquez) de explicar acontecimientos singulares como si fueran la normalidad y como si representaran a la América Latina. García Márquez con Macondo y la saga de los Buendía ha mostrado cómo el realismo es inadecuado al ambiente suramericano. Este aspecto no está presente en Zapata Olivella, que le da a su obra un corte decididamente realista.
En las novelas de Zapata Olivella el énfasis que se da a los personajes pasa de la perspectiva de la víctima al triunfo: toda su producción se concentra en los miserables. La literatura afrocolombiana no es un simple ejercicio intelectual o psicológico, ni se reduce a un interés de tipo comercial: Zapata Olivella es el ejemplo de cuánto está interesada la literatura en lo social y en el área de expansión cultural de los personajes. En En Chimá nace un santo, el autor enseña diferentes tipos de educación e instrucción: Berrocal es el cura máximo, que da por descontada la ignorancia de los habitantes del país, ya que no cree en la santidad de Domingo; al otro lado está el pueblo airado, que empieza una guerrilla urbana. La literatura de Zapata Olivella está fuera de la principal corriente de literatura afrocolombiana, porque no son muchos los escritores que eligen a los negros como protagonistas de sus historias. Sólo los países caribeños focalizaron su interés en los negros y en los problemas étnico-raciales. Fueron muchos los autores que se inspiraron en Zapata Olivella y Guillén, que subrayaron sin pudor su relación con las culturas africanas del mundo. Las obras con claras y directas referencias raciales no son las únicas que están interesadas en el problema de la etnia, por esto sucede que un simple acto de escritura creativa, favorece la identificación con la raza. Por eso la ausencia de caracterizaciones raciales lleva a que el bagaje de conocimientos sea europeo o simplemente de origen blanco.
Martin Lewis sostuvo que hablar de raza negra no es poner especial acento en la pobreza de los pueblos, sino aludir a su piel negra, que levanta el problema del explotación económica y social. En América Latina todos los autores afroamericanos se reconocen como parte de una gran familia: la de los que han sufrido la trata de esclavos. La formación de parejas de hombres negros y mujeres blancas, como pasa con José Raquel e Inge, es un tema constante en la literatura afroamericana, a menudo junto con el deseo de blanqueamiento y la insensata, inexplicable atracción hacia el amo (blanco). Este tema está presente en la autora cubana Nancy Morejón, que escribió poesías de amor para su amo (como Amo a mi amo) sin dejar la ironía y el sarcasmo, maldiciendo su corazón, culpable de sentir amor. Su poesía toma en consideración también la disparidad entre pudientes y no pudientes y a menudo en los pobres nace una admiración hacia los que más tienen y los controlan. En las obras de Zapata Olivella no todos los caracteres descritos son negativos, el autor celebra la negritud, el ser negro y baja a diferentes niveles de naturaleza socio-económica, según la región. No se habla solo de una herencia negativa adquirida con los atropellos del período esclavista. Cada personaje en Chambacú se enfrenta a esta temática: Medialuna y Críspulo eligen dos actividades para llegar con facilidad a una rentabilidad que asegure las necesidades para sí y su familia, ya que no tienen hijos ni mujer. Medialuna en el boxeo y Críspulo con los gallos: dos maneras imprevisibles de ganar y que no garantizan una segura remuneración. Todo se fundamenta en las esperanzas que se vuelven certezas mientras se confía en capacidades (y reflejos para Medialuna) o en la agresividad de los gallos (Críspulo). También éste es un signo de negritud, son dos actividades que hablan de negros, sobre todo la pelea de gallos, que se puede encontrar en muchos patios y pequeñas arenas de América Latina. Los dos hermanos son como dos esclavos del destino: esta palabra se repite mucho en el árbol genealógico de cada familia afroamericana. Parece que este sometimiento se reitere en los siglos: aquí no es el colono quien pone el yugo al negro, sino que es éste el esclavo del “alea”, la casualidad. Medialuna volverá a casa agonizante y la pasión de gallos acercará Domingo a la muerte. Medialuna y Críspulo no conocen alternativas posibles en Chambacú, un auténtico gueto, porque su comunidad está marginada y en los externos sólo encuentran un interés imperialísta. Toma cuerpo, de nuevo, el espectro del colonialismo del hombre occidental, que actúa para reivindicar los territorios (y José Raquel será su cómplice). La negritud en Zapata Olivella se vive tanto en el pasado como en el presente, cuando es meta de renovación de los protagonistas. Chambacú, corral de negros se puede considerar una de las obras más conmovedoras, explicativas e importantes de la negritud y seguramente una de las más conocidas de Zapata Olivella. Hace falta recordar que esta novela sigue la espiral de la violencia y del hambre, con el detalle que se encuentra dentro de un contexto de negritud. Es aquí que se puede tocar el vivo problema del negro y las dificultades de su vida dentro de un país, del que el mundo occidental quería aprovecharse. Contando la historia de esta familia y de este pequeño pueblo, Zapata Olivella ha mostrado la universalidad del tema del negro, ya que ésta podría ser la historia de muchos otros pueblos de la costa colombiana donde se encuentran las comunidades de negros. Al comienzo hicimos referencia al ensayo de Captain-Hidalgo por lo que es la negritud la que asegura universalidad a la literatura de este autor. Chambacú, corral de negros es la demostración.

Bibliografía

Manuel Zapata Olivella, Chambacú, corral de negros (1963), Medellín, Bedout, 1977.

Yvonne Captain-Hidalgo, The culture of fiction in the works of Manuel Zapata Olivella, University of Missouri Press, 1993.

Antonio D.Tillis, Manuel Zapata Olivella and the “darkening” of latin american literature, Missouri, University of Missouri, 2005.

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www.andesmissouri.edu/andes/Cronicas/EDW_Zapata.html.

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