Ensayo
Un reconocido blog cubano reproduce dos “poemas” (sic). ¿Qué pasa con la poesía cubana? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de separar las “explosiones biográficas” de los caminos de la poesía?
Cinco centavos era dinero, pero poquito. Hoy la frase ha desaparecido: nada está a dos por cinco centavos del gaseoso peso cubano, salvo los poetas en los blogs. Una patada y debajo del sitio web brotan cuatro, en ocasiones hasta siete.
Borges previó la inundación, aunque la bufonada era de André Gide: “¿Qué hacer por los poetas jóvenes?” “¡Disuadirlos!” ─ contestó.
También se cuenta que uno de ellos le entregó su cuaderno. Borges le preguntó el título. “Con la patria adentro”.
“¡Qué incómodo!” ─ respondió acongojado.
Dentro y fuera de Cuba, con o sin la patria adentro, hay una epidemia de “voces”, en cualquier género literario. La Academia tampoco se salva del torrente. Tampoco se libró de la lengua luciferina de Borges: “¿Cultura universitaria? Oxímoron”.
El oxímoron ─ la “combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido” ─ cae como un silencio sonoro en el ciberespacio, aunque también sobre papel, lo mismo en Miami que en Holguín, en Pinar del Río que en Madrid o Ciudad de México.
Esta semana de noviembre he recibido invitaciones “poéticas” (sic) en cinco blogs, cuatro correos y una revista de abolengo. Juro que salvo un poema, el resto son homenajes a las agudezas de Borges. Y el legible, por cierto, no en la revista Unión.
En el blog que motiva estas líneas se reproducen dos textos ─ imposible llamarles poemas ─ de una “escritora” que como por arte de trivialidad, ornada de cierta aura comercial, ha alcanzado que su nombre suene.
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- Por José Prats Sariol
En los últimos decenios el género memorialístico ha cobrado auge y prestigio con la aparición de textos autobiográficos de escritores tan notorios como Vargas Llosa, El pez en el agua (1993), Alfredo Bryce Echenique, Permiso para vivir (Antimemorias) (1993) y Permiso para sentir (Antimemorias II)(2005), José Donoso, Conjeturas sobre la memoria de mi tribu (1996), o Gabriel García Márquez, Vivir para contarla (2002), por nombrar solo algunos. Pues bien, en lo que sigue la intención es proponer que Rubén Darío, además de ser el fundador de un nuevo lenguaje poético en castellano, abre una veta en la escritura autobiográfica contemporánea en las letras hispanas. En concreto, la cuestión que esta contribución pretende perseguir es la autorrepresentación del autor en relación con el poder estatal. Para este fin se incluirá alguna referencia a La ciudad letrada de Ángel Rama y a Teoría de la vanguardia de Peter Bürger.
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- Por Julio Jensen
Inédito
1
No sabría explicarlo a satisfacción. Dedico mis días al infatigable sortilegio de interpretar las letras que otros han escrito y al extravagante oficio de trazar las mías propias. Sospecho que en el primer asunto es inevitable incurrir en frecuentes tergiversaciones y que, en el segundo, resulta casi imposible juntar dos palabras con acierto y armonía. Y sin embargo ―a vicio de insistir―, me corren ya tantos años en estas inquisiciones que han terminado convirtiéndose en mi destino. Soy muy consciente de lo que significa haber crecido entre libros, en una casa donde siempre se honró la literatura; pero esta mezcla de alborozo y de recóndito martirio que me produce el ejercicio de las letras tiene para mí el valor de una inclinación misteriosa. ¿Por qué me duele tanto esto que al mismo tiempo me gratifica y me embriaga? Quizá ni debería planteármelo y seguramente jamás llegaré a comprenderlo. Sé que ha habido autores declaradamente felices con su vocación, de modo que se permitieron agudezas contra “las agonías de la creación” ―así lo hizo E. M. Forster―. Hay otros que fueron verdaderos ascetas de la escritura y que pregonaron su padecimiento tanto como les fue posible ―ése es el caso del gran Flaubert―. Desde luego, jamás podría alinearme en ninguno de estos bandos, junto a escritores tan admirables. Ambos signos me atraviesan.
Dicho esto, no descarto la opción de proseguir hacia una afirmación categórica. La cualidad primera de una obra literaria es la sinceridad. No hay pericia técnica ni destreza estructural capaz de redimir un embuste de su infame condición. Todo lo contrario: cuanto más se insista en encubrirlo, más evidente será un truco; cuanto más se procure maquillarlo, más chapucero se hará el artificio. A lo largo de los siglos, la literatura ha estado ligada a la revelación, a la iluminación de las más profundas regiones del alma; allí radica su trasfondo místico, allí su perdurabilidad. Y dado que hay aspectos de la naturaleza humana que sólo pueden inquirirse literariamente, resulta imperativo para el escritor adentrarse en esos abismos, tener el coraje de honrar su propio talento apelando a toda su capacidad para ser sincero. Los demás caminos tienen apenas el valor de lo accesorio, de lo anecdótico. Sabemos que nuestro tiempo, sin embargo, ha convertido la tergiversación en su distintivo primordial; por esta ruta ha hecho del éxito, precisamente, el mayor de sus fetiches. De esta suerte, poco importa ya que una obra sea reveladora; basta con que tenga la capacidad de entretener, de recrear masivamente. Con el autor pasa otro tanto: lo fundamental ahora es que sea públicamente un escritor. Aunque no escriba.
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- Por Alejandro José López
En el Prefacio de Cantos de vida y esperanza, Rubén Darío (l867-1916), escribe unas palabras enigmáticas, llenas de una oscura profecía, que todavía nos asombra, interroga, “Yo no soy un poeta para muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas”. A cien años de su muerte, estas palabras nos persiguen y acusan. Estoy releyendo esas palabras de Darío, palabras que he marcado en amarillo, y que saltan de la página “Yo no soy un poeta para muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas.”
¿Cuál era la idea de muchedumbres en Darío? Muchedumbre, al menos yo, la asocio con el pueblo, con la gente de la calle, los mercados, los taxistas, la muchedumbre, gente pobre, muchedumbre que viven en su pobreza de cada día. ¿Un poeta para muchedumbres? Las estadísticas, a pesar de ciertos avances en la educación de Latinoamérica, siguen siendo alarmantes, la cantidad de gente que no sabe leer ni escribir, es tristemente, impresionante.
¿Visionaba Darío a esa muchedumbre iletrada, pero que algún día, por la honestidad de los gobernantes tendría pan y letra, pan y palabra? Más y más el pueblo se ha quedado sin pan y sin palabra y la honestidad de los gobernantes nunca se ha realizado. En el tiempo de Darío la situación del pueblo, de la muchedumbre, no era mejor que ahora. El mismo se quejaba del ambiente cultural del tiempo en que le tocó nacer, y sin embargo, hay en su profecía un optimismo que encontramos en algunas de sus poesías, un optimismo no tan sólo por la mejora económica de Latinoamérica, sino por un avance en la educación y la cultura. Las estadísticas de los analfabetos en esos países que cantara Rubén, nos golpean y levantan su dedo acusador.
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- Por Horacio Peña
Paradiso
José Lezama Lima
Ilustrador carátula Fajad Jamis
Páginas 616
1966
Arrogante certeza: Una vez le preguntaron a Lezama: “¿Para quién escribe?” Respondió: «En un himno atribuido a Orfeo se dice: ‘Sólo hablo para aquellos que están en la obligación de escucharme’. Que esa sentencia órfica nos acompañe siempre”.
Su única novela --¿iniciática?, sí, pero mucho más— ejemplifica esa selectiva obligación. Cincuenta años después de la edición príncipe –Ed. Unión, La Habana, 1966— se comprueba que es la novela contemporánea de habla hispana más mencionada y menos leída. Tal es mi experiencia. Cientos de diletantes la mencionan junto a su manierista autor para prestigiarse, pero en cuanto se les pregunta qué opinan de Oppiano cuando un portero cuenta que fue a llevarle un heliotropo a Proserpina o sobre su hermana Inaca Eco tras el ciclón; Foción nadando en la boca de la bahía habanera o acerca del epicureísta almuerzo de Rialta en el Capítulo VII..., cambian a engurruñarse cinco segundos con raras ofrendas y gestos para mudos.
Un enjambre apenas ha leído el erótico Capítulo VIII. Otro una reseña sobre la censura que sufrió entonces por parte de la dictadura “machista” y “casta”; capaz de sacar Paradiso de las librerías –como hizo--, ante la acusación de que se trataba de una obra contrarrevolucionaria y homosexual, decadente y extranjerizante, pornográfica e ininteligible.
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- Por José Prats Sariol
EL POEMA: ¿ÚLTIMO ANIMAL VISIBLE DE LO INVISIBLE?
El primer poema de Valente es una referencia a Quevedo. Se llama "Serán ceniza..." y en él el poeta "cruz[a] un desierto y su secreta / desolación sin nombre. El corazón / tiene la sequedad de la piedra / y los estallidos nocturnos / de su materia o de su nada." Comprueba que "hay una luz remota, sin embargo" y sabe que no está solo: tienta cuanto ama, lo levanta hacia el cielo "y aunque sea ceniza lo proclam[a]: ceniza" (Punto cero, p.13) 1. El lector en el umbral de la obra interpretará quizá la luz remota que brilla en el poema como el fulgor de la esperanza que guía al poeta hacia la salida del desierto, de la desolación, del sin nombre, de los estallidos de la noche. El lector se sentirá también tentado de completar el verso de Quevedo: "Serán ceniza, más tendrán sentido". No le faltará razón al lector, pero, interpretando el poema de manera tan precisa, acaso limitará o cerrará precisamente el sentido de esta poesía o su intención: los poemas de la obra se van a configurar paradójicamente como la travesía de un desierto o de una noche, de muchas noches y desiertos en espera (o esperanza: es lo mismo) de que nos abran la salida a la noche y al desierto, fuentes de todo mirar y de todo decir.
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- Por Américo Ferrari
Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón
Albalucía Ángel
Novela
Primera lectura: 1981
Tenía 17 años cuando leí Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón de Albalucía Ángel. Seis años antes la novela había sido premiada y publicada, y sometida a una censura vergonzosa. “Pereirana desvilorada gana el premio Vivencias”, fue el titular con el que se inició la arremetida feroz de una crítica vocinglera, tendenciosa, malintencionada y, sobre todo, incapaz. Yo era un adolescente nostálgico e inquieto perdido en las novedades de esta ciudad que aún me resultaba desmesurada y era también, como esos primeros lectores de La pájara, un lector incapaz. Recuerdo mi esfuerzo por superar, párrafo a párrafo, las 325 páginas de la edición de Plaza y Janés. Leía la novela con apatía y a ratos con rabia. Muchas veces dejé el libro en el entrepaño con intención de olvidarlo, pero lo volvía a tomar horas después y persistía, contra mi propia decisión, en su lectura. Me apabullaba mi torpeza de lector: no era capaz de completar el argumento, no lograba discriminar una historia de otra, no podía reconocer las voces, no era capaz de conectar los tiempos, no entendía los referentes, no comprendía nada. Pero algo me hacía avanzar por sobre mi propia incomprensión: reconocía en esos retazos de historias las historias que me contaban en la infancia los viejos del pueblo; revivía en la historia de los Araque y su gesta colonizadora, la historia de mis ancestros y el viaje épico que los llevó a la fundación de Caicedonia; encontraba en la infancia usurpada de Ana mi propio despojo; los estudiantes levantados contra el gobierno de Rojas Pinilla y asesinados por la dictadura eran los estudiantes levantados contra el estatuto de seguridad de Turbay y asesinados por el régimen; los asesinos de Valeria y torturadores de Lorenzo eran los temibles agentes del DAS (Departamento Administraivos de Seguirdad) que seguían torturando y asesinando con absoluta impunidad. Mi persistencia en esa primera lectura, lo entendí luego, se debía a que reconocía en esas historias de La pájara los fragmentos de un país que nos habían heredado las generaciones anteriores, el mismo país que yo habitaba en ese atribulado año de 1981. Aunque mi comprensión de la novela fue pobre en extremo, me reconocí en ella.
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- Por Óscar Osorio
Resumen de la presentación de Esther Andradi durante el Festival de Literatura de Copenhague, 2015.
Esther Andradi: Argentina. Escritora, nacida en Ataliva, un pequeño pueblo de la pampa santafesina residió en diferentes países. Actualmente vive en Berlín y Buenos Aires. Ha publicado testimonio, cuento, microficción, ensayo, poesía y novela. Sus relatos figuran en numerosas antologías en diversos idiomas. Sus crónicas circulan en diferentes medios de América Latina y Europa. Autora de las novelas Berlín es un cuento, Sobre Vivientes, y Tanta Vida, ha compilado, entre otras, la antología Vivir en otra lengua.
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- Por Esther Andradi
Resumen de la presentación de Consuelo Triviño durante el Festival de Literatura de Copenhague de 2015
Consuelo Triviño Anzola
Colombia. Narradora y ensayista, ha publicado Siete relatos (cuentos), Prohibido salir a la calle (novela), El ojo en la aguja (cuentos), La casa imposible (cuentos), La semilla de la ira (novela inspirada en el célebre polemista José María Vargas Vila), Una isla en la luna (novela), Letra herida (cuentos) y Extravíos y desvaríos (cuentos). La crítica más exigente ha valorado la alta calidad de su prosa y la tersa escritura en la que sostiene su prestigio.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
En este cuento breve, se encuentran las principales características que hacen del escritor de Rayuela uno de los grandes maestros de la literatura latinoamericana y mundial.
Son muchos los aspectos literarios en los que podríamos reparar a la hora de acordarnos de Julio Cortázar, nos podríamos detener en la importancia que tuvo como novelista y en lo que significó su novela dentro de la literatura latinoamericana, en sus ensayos de carácter social, en su poesía y hasta en su función como docente. Abordaré, en cambio, un cuento que apareció publicado en el año 1964 y que forma parte de la segunda edición del libro Final del juego, editado por la Editorial Sudamericana, se trata del cuento "Continuidad de los parques".
La elección de este cuento breve, se basa fundamentalmente en que en él podemos encontrar las principales características que hacen del escritor de Rayuela uno de los grandes maestros de la literatura latinoamericana y mundial. En las escasas líneas que comprende el cuento está el maestro de la narración breve, el autor que rompió los moldes, cánones y estereotipos de la literatura imperante en su época, está la transgresión temporal y discursiva, como así también el corte exquisitamente discreto entre lo real y lo fantástico.
El tema central del cuento es la continuidad que se establece entre dos mundos de ficción. El primer mundo, al que podríamos llamar ficción primaria, y que corresponde a la realidad de un hombre que está leyendo una novela, termina por comunicarse con un segundo mundo ficcional correspondiente a los acontecimientos que suceden en la novela que está leyendo. El lugar donde van a converger los mundos es precisamente en los parques, el del lector de la novela (ficción primaria) y el del bosque de la cabaña de los amantes (ficción secundaria), que terminarán fundiéndose, fusionándose, continuándose. De manera que ya en el título del cuento está presente el tema central de la narración.
En cuanto a la estructura externa o formal del relato vemos que está dividido en dos párrafos, que de alguna manera se corresponden con el contenido temático de los mismos. Si bien internamente hay tres momentos en el relato, los dos primeros aparecen juntos en el primer párrafo y el último momento estaría comprendido totalmente en el último párrafo.
El primer momento del relato se centra en lo que llamaré ficción primaria y comprende la presentación del hombre lector y el mundo que lo rodea. Dentro del mismo gran primer párrafo también encontramos el segundo momento, al que llamaré ficción secundaria, y cuyo centro de interés son los acontecimientos de la novela que el personaje lector está leyendo. Por último, en el tercer momento, correspondiente al último párrafo, encontramos el elemento fantástico del relato, la fusión de las dos ficciones.
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- Por Fernando Chelle
"Para Jorge Kattán,tan admirador de Sivlia Pinal"
El tema de las fuentes en arte y literatura está algo sobrepasado, pues además de no verse lo mucho creativo que se añade al retomarlas, se abusó de ver en su uso sombras del plagio, a lo cual Luis Buñuel, que tanto se valió de fuentes literarias en su cine, salía al paso con la frase de que “en arte lo que no es tradición es plagio”. En mis libros sobre su obra, he dado cuenta de innumerables –de lo que hoy llamamos— intertextualidades en su cine provenientes de la literatura española, francesa, inglesa, rusa, norteamericana e hispanoamericana. Entre las que se me escaparon, descubro, ahora, una nueva, implícita, en su Simón del desierto y el poema del colombiano Guillermo Valencia, “Palemón, el estilita”, ambos basados la vida de san Simeón, estilita.
Simón de desierto se concibió como parte de una película de tres episodios, filmado el primero por Buñuel y seguido de otros a ser realizados por directores europeos de nota, y con Silvia Pinal, de protagonista. El proyecto falló, parece ser, porque los dos directores, uno de ellos Fellini, quisieron que sus esposas los protagonizaran. Quedo, en un corto de 44 minutos, pero muy celebrado por la crítica y el público. Su Simón, en alto de una columna, y manteniéndose firme, por años, con un solo pie en el suelo, tenía ya su antecedente poético en el Palemón, del poema de Guillermo Valencia. De él, leíamos: “antiquísima columna de granito / se ha buscado en el desierto por mansión, y en un pie sobre la Stela, ha pasado muchos días”. Hay que suponer que Buñuel, gran lector, ávidamente interesado en los “santos del desierto”, podría conocer el poema del modernista colombiano, recogido en la famosa Antología de Federico de Onis, Antología de poesía española e hispanoamericana (1892-1932), que, posiblemente, comentara con su gran amigo Federico García Lorca en Madrid, y por las fechas en que se publicó la antología. El tema, por remitir a la misma historia, es muy parecido, desde su columna, ambos estilitas, enflaquecidos sin casi comer, predican a la multitud de fieles que se apiñan en lo alto de la columna. Escenas de la película de Buñuel, evocan esta del poema:
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- Por Víctor Fuentes
La literatura es una premonición,
uno escribe sobre su futuro.
Anne-Marie Berglund.
Desde su debut la poeta sueca Anne-Marie Berglund ha llamado la atención por su original universo poético. Una voz propia y particular en la literatura moderna de Suecia.
Anne-Marie Berglund nació en 1952 en Finlandia de padres sueco-finlandeses que se trasladaron a Suecia cuando tenía cuatro años. Los bosques suecos fueron el ambiente donde creció la poeta, pero ya desde joven tenía un anhelo de liberarse de los lazos familiares y del triste ambiente de la casa. En su juventud vivió dos años en Francia donde empezó a escribir y durante toda su vida ha vuelto a este país. De hecho, muchos de sus cuentos se desarrollan en París, ciudad que indudablemente le ha dado mucha inspiración.
Berglund debutó en 1977 con el libro de poemas Luftberusningen (La embriaguez del aire) el cual llamó mucho la atención por la fuerza y sensualidad de su lenguaje poético y por su estilo audaz y auto revelador. Los críticos suecos la han comparado con la gran poeta modernista finlandesa Edith Södergran (1892-1923), entre otras cosas por la pasión común por Nietzsche y por su visión dionisíaca.
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- Por Viveca Tallgren
Pablo Montoya ganó la XIX Edición del Premio Rómulo Gallegos con su novela Tríptico de la Infamia, (2014).
No es nada temerario afirmar que una buena parte de las novelas colombianas que hoy triunfan en el escenario de las grandes editoriales naufragan en una suerte de frivolidad sentimental, en un espectáculo altisonante de la violencia y en propuestas narrativas que buscan afanosamente su aprobación comercial. Novelas, pues este es el género impuesto en el gusto colectivo, que intentan penetrar en los fenómenos típicamente nacionales a través de inquietudes tal vez válidas, pero resueltas en la escritura de manera ligera, sensacionalista, poco audaz. ¿Qué pasaría si alguien, apoyado en los principios de la exigencia estética y no en los del mutuo elogio o en las presiones venidas de los consorcios editoriales, se dedicara a escribir una recopilación de ensayos críticos sobre las novelas más exitosas de los últimos años? Por encima de las cifras de ventas que ofrecen algunas de ellas (piénsese, por ejemplo, en Rosario Tijeras (1999) de Jorge Franco, en Satanás (2002) de Mario Mendoza, en Angosta (2004) de Héctor Abad Faciolince, en Necrópolis (2009) de Santiago Gamboa, en Tres ataúdes Blancos (2010) de Antonio Ungar, en 35 muertos (2011) de Sergio Alvárez, en El ruido de las cosas al caer (2011) de Juan Gabriel Vásquez y en La luz difícil (2011) de Tomás González), se encontraría con problemas de construcción de personajes, con tramas más audiovisuales que literarias, con triviales atmósferas telenovelescas, con tratamientos narrativos frágiles, con complejidades estructurales exiguas, con adjetivaciones torpes, con el lugar común como si este fuese realmente el héroe de sus historias narradas, con críticas sociales que se empañan con un erotismo ramplón, con influencias literarias manidas y un facilismo evidente para resolver sus intrigas. Hallaría, por supuesto, pasajes que develan un buen oficio narrativo en autores que hoy se declaran, por fin, escritores profesionales en un país que sigue siendo avaro ante esta clase de categoría. Así como Hernando Téllez, a propósito del panorama literario de la primera mitad del siglo XX, que prefería la poesía e ignoraba los otros géneros, decía que en Colombia "hay un montón de versos pero muy pocos poemas".1 Hoy podríamos afirmar que ante el papel glamuroso de la novela hay muchas páginas escritas, sólo pasajes interesantes y no obras logradas.
- Detalles
- Por Pablo Montoya