Ensayo
Pocos son los críticos los que se interesaron en el personaje secundario del Mudo que aparece por única vez en la primera novela de Javier Vásconez editada en 1996, El viajero de Praga. El Mudo es un personaje enigmático que se caracteriza, entre otras cosas, por su silencio verbal, de ahí su apodo. Y el título de la última novela del escritor, Hoteles del silencio (2016) acabó por convencernos de la importancia del tema del silencio, inseparable de la noción de invisibilidad de la que que ya hemos tratado en otra investigación nuestra. (1) Lo que no se ve o no se oye tiene una importancia particular en los textos de Javier Vásconez: las figuras del inmigrado clandestino, condenado al silencio de los hoteles sórdidos, del espía que se mueve con sigilo o de los idiotas que viven en rincones perdidos del páramo y no se expresan sino desatando molestas carcajadas pueblan sus novelas y cuentos. El propio autor se comparó a menudo, en las entrevistas que concedió, al topo (2) que cava en la oscuridad de la tierra o al espía (3) que lo observa todo en silencio.
El personaje del Mudo presenta mucho interés para entender e interpretar la novela: es como un doble del protagonista del Viajero de Praga, el famoso doctor Kronz. Es tan misterioso como otro gemelo de Kronz, un tal Lowell, quien acosa al protagonista a lo largo de la novela y le permite al final enfrentar su destino. Pero el Mudo se diferencia de Lowell en la medida en que no es un extranjero al país de la “línea imaginaria”. Vive en el valle de Los Chillos en donde se sitúa la casa de campo alquilada por el doctor Kronz. Igual que el país al que llega el médico nómada y despistado, el Mudo no tiene verdadero nombre o por lo menos el narrador lo silencia. La ausencia de mayúscula al apodo, tal como viene escrito en la edición de 2010 de la novela (4), “mudo”, a diferencia del Lobo por ejemplo, le quita más importancia aún al personaje, aunque veremos que su breve relación con Kronz les cambia la vida a los dos. Su apodo le viene de su discapacidad que le impide expresarse verbalmente aunque consigue entablar una curiosa relación con el checo. Estudiaremos en este artículo la importancia de este personaje en el relato, su dimensión simbólica y las consecuencias de su encuentro con el protagonista. La relación que van entablando los dos es ambivalente, entre atracción y repulsión por parte del médico quien parece atraído por la incapacidad del Mudo para comunicar con los demás. Es un rasgo que comparte con él y que les va uniendo brevemente durante su estancia veraniega.
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- Por Anne-Claudine Morel
Ponencia completa de la escritora argentina Rosalba Campra, realizada durante el V Festival de Literatura en español de Copenhague, el día viernes 29 de septiembre de 2017 en las instalaciones de la Universidad de Copenhague.
Una anécdota: un congreso internacional, hace unos años. Conversación con colegas conocidos en ese momento. Presentaciones. Una profesora de los Estados Unidos, cuando le preguntan “ ¿Tú de dónde eres?” responde: ”Soy americana”. Me lo preguntan a mí, mi contestación es: “Yo también”. Ella se da vuelta, y corrige: “No, tú no eres americana. Tú eres argentina”.
Recordando esta negación me pregunto aquí qué significa hablar hoy de “Latinoamérica” y si implica acaso (o no) alguna responsabilidad el definirse como “latinoamericano”. Me lo pregunto a partir de mi elección del término “América Latina”, en el título del primer libro que, hace muchos años ya, dediqué a estos problemas: una elección no solo léxica sino conceptual (1). Tomo esa anécdota como un punto de partida para las reflexiones que siguen: sobre los nombres, el objeto que designan, el itinerario recorrido entre el siglo XX y XXI, el replanteo de la identidad... ¡No puedo prometer que sean una respuesta al título que he propuesto para esta conversación!
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- Por Rosalba Campra
Mangroven - Manglares
(Edición bilingüe español-alemán)
Tomás González
Traductores: Karina Theurer, Peter Schultze-Kraft y Gert Loschütz
Portada: Pintura de Armando Williams (Perú)
Editorial: Edition 8, Zúrich, Suiza
ISBN: 978-3-85990-257-2
Páginas: 221
Año: 2015
En sus últimas horas de vida, antes de su ejecución –bebiéndose la copa de cicuta–, le quitan a Sócrates los grilletes de las piernas. El filósofo se sienta, se frota la pierna y cavila: «¡Qué curioso! Hasta hace un momento me dolía la pierna a causa del grillete y paso seguido experimento esta sensación placentera tras haber sido liberado del grillete. Parece que ambas sensaciones –la placentera y la desagradable– no deseasen convivir simultáneamente entre los hombres, pero que, cuando a la una se la persigue y se la atrapa, se está obligado siempre a llevarse a la otra, como si estuviesen las dos sensaciones unidas a una misma cabeza.» Esto sería un tema para Esopo, dice Sócrates, «escribir sobre cómo el Dios quiso ponerle fin a la lucha de lo antagónico y cómo al no lograrlo ató las dos cabezas juntas así que cuando lo uno se va donde alguien, lo opuesto llega fijo.»
No sé si Esopo logró desarrollar algo de este pensamiento socrático. En todo caso y en este aspecto propondría a un autor contemporáneo, el novelista colombiano Tomás González, nacido en 1950, como ejecutor testamentario de Sócrates aunque tal vez él mismo no haya leído el Fedón de Platón. En toda la obra de González podemos observar, como un Leitmotiv, su visión de la convivencia de los opuestos, su convicción de que la luz y la sombra van juntas, de que lo hermoso y lo horrible son las dos caras de la misma medalla, de que la muerte es parte de la vida. En su novela Los caballitos del diablo Tomás González acuñó el término «la espinosa belleza del mundo» para definir ese estar acoplado de lo antagónico y así seguir con la tradición de un William Blake, quien manifestaba que «sin contraposiciones no hay avance: atracción y repulsión, sensatez y energía, amor y odio son necesarios para la existencia humana.» (Matrimonio del cielo y el infierno, 1790).
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- Por Peter Schultze-Kraft
En 2018 la querella parece haber sido sustituida por la convivencia. Se entiende la mimesis como estudio diacrónico, no como tema a debatir, ni siquiera como premisa estética o de teoría literaria. La antigua pregunta del crítico sobre si la novela, cuento, poema o drama se basa en “hechos reales”, parece haber quedado como una referencia menor, un detalle para algunos historiadores –neopositivistas, neomarxistas…-- que observan el texto como documento, no como obra de arte. Quizás porque la mayoría de tales “científicos sociales” carecen de sensibilidad artística, padecen un índice muy bajo de pensamiento por imágenes, de intuiciones. Ni siquiera los críticos que atiborran sus estudios con reflexiones filosóficas, lingüísticas o sociológicas, le dedican espacio a ese cotejo entre realidad y ficción. Tal vez sólo los “multiculturalistas” –otra demagogia política-- pierden demasiados párrafos en situar bordes, fronteras cuyos muros son obsoletos.
Bien se sabe que desde Aristóteles, al menos desde que diese a conocer su Arte poética y su Retórica en el siglo IV a.C., viene revoloteando y aterrizando la pregunta de si el arte imita la vida o si el fenómeno también ocurre a la inversa, si la “realidad” copia a la “ficción”, bajo la paradoja de que la “ficción” es una privilegiada forma de “realidad”. Cada una de las teorías estéticas del realismo ha ido por la senda del “reflejo”, mecánico o dialéctico, negando a la vez posibles autonomías imaginativas, zonas de la fantasía poética donde la metáfora continuada prevalece sobre el lejano o pobre leitmotiv.
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- Por José Prats Sariol
"Porque hoy se vive de un modo
parcial y parcialmente mezclado con
otros seres humanos..."
El hombre sin atributos, Robert Musil
Hace exactamente un año, una tardecita como la de hoy, me enteré de la existencia de Hubert Von Henryk: a eso de las 16:00 me entró un mail de una amiga, grandísima directora de cine, que me contaba que en la vastedad de la pampa vivía un viejito alemán que había escrito un manual visionario y poético para el FB. Como La Ilíada, comentaba, se había convertido en un clásico, en un modelo de otros miles sin que ninguno alcanzara su visión y su riqueza. El mail venía con un link a YouTube donde se veía a Hubert sentado en su mecedora hablando a cámara con el jardín de su casa pampeana de fondo. El pedazo de jardín que se veía a espaldas de Hubert era casi un calco del que veía yo desde la ventana de mi casa en Pinamar; los mismos verdes, las mismas sombras, el telón de fondo perfecto para lo que contaría Hubert de su amado manual. Pasé un rato mágico escuchando su dulce acento bávaro con cadencias del hoch Deutsch mientras atardecía despacio y allá lejos la oscuridad devoraba el mar. Le haría una entrevista. Tendría que buscar un intérprete porque yo no hablaba alemán.
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- Por Pablo Urbanyi
El reservado, vulnerable Lichtenberg, oculto tras la perfecta máscara del aforismo, escribió en uno de sus cuadernos : «Autobiografía: no olvidar que una vez escribí la pregunta: ¿Qué es la aurora boreal? , la deposité en el granero de Graupner con esta dirección: A un ángel, y lleno de timidez volví a la mañana siguiente en busca de mi recado. ¡Oh, si hubiera habido un bromista que lo contestara!»
Se refiere así Lichtenberg a ese tiempo en el que, antes de que la razón entrase con bisturí en todos sus sueños y pareciera apoderarse de todo, la infinita capacidad de creer que era su infancia le permitía confiar de igual modo en las voces y en los ecos de esas voces, en las figuras y en sus sombras.
Cuando la razón finalmente llega y parece instalarse para siempre en nuestros sueños, estos mensajes encuentran otros «graneros», igualmente cargados de poder, inesperados buzones que se abren en la ranura de un armario, en el cajón medio abierto de un aparador.
En uno de sus internamientos en el manicomio -como relata en su extraordinario libro «El hombre jazmín»- la escritora Unica Zürn, segura de que se va a celebrar una fiesta, escribe mensajes a los poetas que ama en hojas de papel blanco; los enrolla y los hace volar desde la ventana «como pájaros blancos, emisarios de su transfiguración». Otro día, en el que la ventana está cerrada, invita a un poeta a visitarla; ata el mensaje con un cordón y lo deposita en el recipiente en el que la enfermera de noche guarda su instrumental. «Eso no es un buzón», le dice la enfermera, y ella no contesta: «sabe que aquella carta ya ha llegado a la otra tierra y la están leyendo.» Esa otra tierra que podría incluso ser la del mundo de los muertos.
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- Por Menchu Gutiérrez
Frase de Roland Barthes en Lo Neutro.
Curso del Collège de France, 1978.
Siglo XXI Editores, México, 2004.
Pag. 107. Le neutre: notes de cours au
Collège de France, 1977-1978
Seuil, Paris, 2002. p. 89.
Para Gerardo Fernández Fe
Fue Roland Barthes quien acuñó la mordaz, ingeniosa frase que cuelgo como título. El célebre estudioso de la retórica clásica logró caracterizar el fenómeno, resumir el virus. Ahora el cosquilleo narcisista, originalmente referido a sus colegas parisinos, se ha convertido en burla intemporal, a un costado de la revista Tel Quel, que leímos en sus últimos quince años de existencia. A pesar de que la traducción literal de la popular expresión francesa sería Sin cambios. Cuando en realidad buscábamos cambios.
Como parece estar de moda la literatura sobre lo que el mismo escritor está escribiendo, viene muy a cuento la satírica frase de Roland Barthes. En esta dirección no muy risueña –dentro de la que se enzarza el cosquilleo narcisista— un amplio grupo de lectores especulamos que vivimos en una “época tautológica”, caracterizada porque una rosa es una rosa, pero sin la belleza del énfasis expresivo.
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- Por José Prats Sariol
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- Por Víctor Montoya
El nuevo ensayísmo de Fernando Aínsa
El ensayista y escritor Fernando Aínsa sigue aportando nuevos títulos a su ya extensa e intensa bibliografía sobre la literatura hispanoamericana. Gran conocedor de todos los periodos de la historia y de la literatura del Nuevo Mundo, Aínsa ha dado cuenta de una curiosidad sin fisuras que le ha llevado a trazar un número considerable de líneas de investigación. El cotejo de todo ese material dado a la imprenta a lo largo de las últimas décadas, permite al lector establecer tres grandes ejes temáticos. El primero de ellos centra su atención en los espacios literarios y su incidencia mítica. Títulos ya clásicos de su producción como Los buscadores de la Utopía (1977), De la Edad de Oro a El Dorado (1992), La reconstrucción de la utopía (1998) o Espacios del imaginario latinoamericano. Propuestas de geopoética (2002) trazan las estrechas relaciones que mantienen los arquetipos míticos con la ficción latinoamericana desde los primeros cronistas de Indias y la exploración de ese mundo indómito. La segunda gran preocupación de Aínsa ha sido la búsqueda de la identidad americana, su delimitación y trazado a través de la literatura, el pensamiento y el arte, la fijación de unas señas de identidad, esencialmente mestizas, cuyos arcanos se remontan a los textos fundacionales de la gesta americana. Su título más emblemático es sin duda Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa (1986), pero esta preocupación es un tema transversal en libros como Pasarelas. Letras de dos mundos (2002), en sus ensayos sobre la narrativa de Juan Carlos Onetti (Las trampas de Onetti, 1970) o sobre literatura uruguaya, como Tiempo reconquistado. Siete ensayos sobre literatura uruguaya (1977). Su tercera línea de investigación es una consecuencia de las dos anteriores: la preocupación por el canon literario, donde el lúcido pensador parece sentirse especialmente cómodo. Libros como Del canon a la periferia. Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya (2002) o su Narrativa hispanoamericana del siglo XX. Del espacio vivido al espacio del texto (2003) dan buena cuenta de ello, aunando en una perfecta conjunción estas tres líneas de investigación que han marcado su trayectoria a lo largo de más de medio siglo de lecturas incansables.
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- Por José Manuel Camacho Delgado
El 14 de febrero de 2013 terminé este ensayo y lo envié a Colombia. Se suponía que haría parte de un libro con testimonios de mujeres colombianas poetas o escritoras; a grandes rasgos, se trataba de un libro sobre cómo el acceder al espacio literario nacional se nos ha dificultado –o no– a las mujeres, por el hecho de ser mujeres.
A pesar de la buena voluntad y la persistencia de quienes desean editarlos, no todos los libros proyectados logran convertirse en libros reales. Hoy he elegido publicar este ensayo en la revista Aurora Boreal® en su versión digital, en recuerdo de Helena Araujo Albrecht, escritora, crítica literaria, y colombiana que no temió nunca ser ni decirse feminista.
Helena murió hace un mes, el 2 de febrero en Suiza, su segunda patria: una patria que le resultó mucho más amable que la propia; en la que pudo criar a sus hijas, ganarse la vida decorosamente, forjar su propio destino como mujer y como intelectual, y morir de su propia muerte.
Helena nos ha dejado a todas las personas que tuvimos el privilegio de conocerla y de quererla enriquecidas, 'arropadas' por su amor, término utilizado aquí en España, donde vivo. La extrañaré y la querré mientras viva. Y como tengo solo palabras para señalar el trazo luminoso que dejara su vida en mi vida, le dedico este escrito a su risa y a su mirada, siempre volcadas con entusiasmo sobre el acontecer literario de Colombia, ese país que ella amó y del que es parte.
Además de haberle hecho a este texto la revisión cursoria necesaria al momento de publicar, no le he cambiado nada, ni la dedicatoria de entonces, ni las fechas. Le he agregado una nota pie de página al final.
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- Por Por Anabel Torres
Henry David Thoreau (1817-1862) es ese hombre que a los diecinueve años, en la ceremonia de recepción de su diploma de bachillerato en letras, proclama en voz alta: « Este curioso mundo en el que vivimos es más maravilloso que útil. Ahí está, no tanto para que lo utilicemos, como para que lo gocemos y admiremos. El orden de las cosas debería ser invertido: el séptimo día debería ser para el hombre el del trabajo, en el que se gane el pan con el sudor de la frente, y los seis restantes su domingo consagrados a lo que le gusta, así como a su alma...» (Bazalgette, 31).
Y un año antes, en 1835, escribía: «Nuestro indio es mucho más hombre que el habitante de las grandes ciudades. Vive como hombre, piensa como hombre, muere como hombre... El segundo es instruido, sin duda. La instrucción es una invención del arte, pero no es esencial a la perfección: es incapaz de educar...» (Bazalgette, 30).
Esas dos citas nos revelan a Thoreau por entero. Su vida será una explicitación, una ramificación en profundidad de esas convicciones primigénias, juveniles. Resulta difícil encontrar un caso de integridad similar, una terquedad y obsesividad ética parecidas, y tan bien formuladas.
Thoreau es un ejemplo destacado de desadaptación lograda. Alguien que «vivirá la paradoja», tal como lo anota uno de sus biógrafos, «de pasar cuarenta años de aventuras en el reducido perímetro de un villorrio. Catorce volúmenes (1) de un Diario íntimo, cinco o seis libros inmortales demuestran el éxito de la opción.» (Regis Michaud, 108).
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- Por Freddy Téllez
1.
Juventud y rebeldía no han sido siempre ideas afines. Una panorámica mirada a la historia nos permitiría avizorar que durante los periodos políticamente más convulsos -sobre todo durante las guerras-, quienes ejercen el poder prefieren diluir la noción de juventud en beneficio de otros motivos que favorezcan la manipulación de sus gentes.
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- Por Alejandro José López Cáceres
Breve artículo sobre el XVI Capulí, Vallejo y su tierra, una conferencia celebrada en mayo de 2015 en Perú.
El XVI Encuentro Internacional Itinerante, Capulí, Vallejo y su tierra se celebró en Perú del 19 al 24 de mayo de este año. Después de la primera jornada en la casona de la Universidad de San Marcos en Lima, que incluyó la inauguración del evento en la Capilla de la Virgen de Loreto por parte de los doctores Danilo Sánchez Lihón, Mara L. García y Bernardino Ramírez Bautista, una sesión de lectura literaria y otra de trabajos académicos y críticos, nos desplazamos hacia Trujillo, Huamachuco y Santiago de Chuco, ciudad natal de César Vallejo.
Si bien este camino de Santiago de Chuco se inició en Lima y otras ciudades de Perú, para muchos comenzó en Andorra, Hungría, México, Inglaterra, Colombia, Brasil, España, Francia, Estados Unidos, Argentina, Escocia, Venezuela, Uruguay y Chile. En el Centro de Estudios Vallejianos de la Universidad Nacional de Trujillo hubo una ceremonia de bienvenida y distinciones. Al final el poeta Andrés Echevarría le entregó al Dr. César Alva Lescano, Presidente del Centro, un ejemplar de su edición fascimilar de Cartas de César Vallejo a Pablo Abril de Vivero, publicada por la Biblioteca Nacional de Uruguay. Los actos académicos en la universidad estuvieron acompañados por una feria del libro junto al paraninfo, en la que por fin pude hacerme a un ejemplar en español de César Vallejo Una biografía literaria de Stephen Hart. De la universidad fuimos al antiguo hotel “El Arco”, donde Vallejo vivió y escribió Los heraldos negros, después al colegio Nacional San Juan, donde entre sus alumnos del primer año de primaria tuvo a Ciro Alegría.
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- Por José Cardona-López