Una novela gótica

consuelo_trivino_020Consuelo Triviño Anzola.
Una Isla en la Luna.
Cieza, Murcia, Alfaqueque ediciones.
2009.
217 páginas.

En esta novela lunar se retrata un microcosmos de la sociedad en la Colombia de los sesenta y setenta; las casas de la luna las recorren los jóvenes y adultos en sus experiencias para la vida, en sus búsquedas e ilusiones.

La constitución de tipos humanos, hombres y mujeres, resulta convincente, como sumatoria compleja de caracteres, situaciones de clase, tipos sicológicos, ambientes sociales y calles y parques que se caminan en la Bogotá de la época.

Ricardo Sánchez Ángel Doctor en Historia. Profesor Universidad Nacional de Colombia

ricardo_sanchez_angel_001Vamos a reconocer a Sergio León Gómez el intelectual y escritor parásito, hijo de hacendados del Valle del Cauca en sus poses, fragmentos literarios y evocaciones sobre sus frustraciones como escritor, en que la novela de su propia vida es la que la autora nos cuenta. Pero, lo vamos a reconocer como un representante en la imaginación literaria del verosímil escritor que simulaba cultura, cosmopolitismo y originalidad. Acogido por los periódicos y los círculos sociales y de crítica, presidido por Karl Blume, el alemán que ejerce el pontificado de la crítica y de la enseñanza universitaria.

Época de aspiraciones revolucionaria, de rebeldías de género, de búsqueda de la libertad en la juventud. Aura, otro personaje que vive su novela nos recuerda las muchachas en flor, ávidas de aprender, amando en las vidas peligrosas de los traficantes, de los estafadores profesorales como Napo el antropólogo, de los hippies gringos, de los escenarios de la sociedad consumista y criminal. De las jóvenes manipuladoras como Tere, la hija de papi y mami.

La Bogotá en transición hacia la urbe de masas, con sus asomos y remedos de modernidad, con una modernización empujada como copia metropolitana, propicia la destrucción de valores tradicionales al ritmo de una nueva economía.

Años de furor desatado por la marihuana, la cocaína, el LSD y el alcoholismo. Las rumbas permanentes donde muchachos y muchachas caen en las redes de los malandrines y vividores. Los viajes de heroína y LSD de los cuales no hubo retorno, en que la Mona Linda es un ejemplo. Es la historia de vida que Ana cuenta en la novela, en su crónica periodística para la revista AL DÍA sobre Mary Louise Sheppard.

Entre las varias historias de vida, biografías paralelas que alimentan el corpus de la obra, hay otra igualmente trágica, la de Aura, quien no volverá después de ser violada en un parque.

Personajes noctámbulos que viven la calle como casa y espacio libre, para acompañar sus soledades, buscando los vicios y las fantasías que la noche propicia. Esta novela lunar, la casona de la sesenta y dos, donde vive León Gómez es el lugar del vampiro, dándole a la novela la alegoría gótica, que impulsa los desplazamientos. Porque, ¿Quién es Sergio León Gómez sino un drácula del trópico, en su castillo herrumbroso de la calle sesenta y dos, oficiando sus orgías sadomasoquistas, de droga y alcohol?.

Una Isla en la Luna es también una novela familiar. De Aura y sobretodo de León Gómez. Ausencia del padre y crisis de los valores que sustentan la función familiar. La saga del escritor - bueno, 37 años ya es adulto - comienza en las haciendas esclavistas del Valle del Cauca, en que el padre ejerce como déspota, sobre la honra de las esclavas bellas, preñándolas como lo hacían y lo hacen sus familiares. La hija será la amante del hijo terrateniente y así sucesivamente.

Consuelo Triviño asume la historia de los vencidos en la voz de Mara, la descendiente negra quien recupera la tradición oral:


Mara ocultaba celosamente su herencia y no la hubiera compartido de no haberla convencido de que mi intención era preservarla en la memoria, ser el guardián de su legado y ofrecérselo a otros, para que no despareciera con ella, en caso de que falleciera antes que yo. Sus recuerdos viajaban hasta la noche oscura, de allí venían ecos de amargas leyendas, quejas del alma, latigazos que aún la atormentaban en sus pesadillas y tierras de ensueño. La madre le describía esos paisajes mientras la arrullaba en su regazo: amplias llanuras, fuentes cristalinas, sonido de tambores, hondos quejidos, leche y miel. Esos sonidos que reproducía en sus cantos, esos olores y esos sabores que trasladaba a sus recetas, eran imagen de la felicidad. Mara soñaba a menudo que se encontraba en un lugar donde no había crecido y de donde venían la esperanza y la nostalgia. De su abuela Mandala heredó esa añoranza de la tierra perdida. Varias generaciones de mujeres alimentarían ese sueño para sanar sus heridas. En las noches, al acabar las faenas de la casa, repetían la historia de Digya raptada por un blanco de ojos azules y barbas de mazorca. (Pág. 155-156).

Consuelo Triviño es doctora en filología románica por la Universidad Complutense de Madrid. Reside en España, donde ha sido profesora de literatura hispanoamericana. Actualmente está vinculada al Instituto Cervantes, a la vez que colabora con la crítica de libros del suplemento cultural «ABCD las Artes y de las Letras», del diario ABC. Obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional de Libro de Cuentos de la Universidad del Tolima con Cuantos cuentos cuento (1977) y fue finalista del Premio Nacional de
Novela Eduardo Caballero Calderón (1997). Ha publicado Siete relatos (cuentos), El ojo en la aguja (cuentos), Prohibido salir a la calle (novela), La semilla de la ira (novela histórica), La casa imposible (cuentos), Una isla en la luna (novela) además de libros de ensayo sobre autores españoles e hispanoamericanos, como José María Vargas Vila, Germán Arciniegas, Pompeyo Gener y José Martí, entre otros.
consuelo_trivio_010Y con esta voz también recupera las gestas del cimarronismo, del Palenque, de las resistencias expresadas en la superioridad de las costumbres de la cocina, la musa, el erotismo, la música, el cuerpo y el baile. Pero también en la rebeldía que renace en las huelgas de los trabajadores azucareros y que se repiten con osadía y dignidad.

Recuerdos que se transmiten de generación en generación; fusión entre leyenda e historia aparecen en la novela ante la presencia decisiva de Mara en la casona de la calle sesenta y dos como criada y amante de Sergio León Gómez. En que este, como su padre, se convierte en esclavo de su sierva, en esa dialéctica de amar, dominar y ser dominado para que opere el reconocimiento.

Mara como hechicera, con sus embrujos, brebajes, hierbas y conocimiento de la suerte, se instala en un mundo donde prima el alcoholismo, la droga y la literatura. Mara como sacerdotisa que inicia a Aura en lesbos y ejerce su libertad rebelde.

Una maraña de relaciones complejizan la narración, desplazan la historia a un ciclo largo y muestran las culturas que son marginadas con una potencia apabullante. En esta novela todas y todos pierden, la única ganadora es Mara y con ella sus gentes y sus deseos.

El arquitecto con esposa e hija y éxito profesional, quien ejerce de narrador de estas historias de vida, se debate en la impotencia ante un amor furtivo y amistoso pero imposible con Aura. Es un personaje que destila paternalismo y morbo, un actor patético de su propia mediocridad.

Novela de tono moral, de crítica social, ironía, de educación sentimental, con lenguaje artístico que le da su expresión formal correspondiente, que reitera las cualidades de artista literaria de Consuelo Triviño.

 

Artículo enviado a Aurora Boreal® por cortesía del Doctor en Historia Ricardo Sánchez Ángel. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Ricardo Sánchez Ángel. Publicado originalmente en Revista Izquierda No 19, Febrero de 2012 · Bogotá, Colombia. Foto Ricardo Sánchez Ángel © Ricardo Sánchez Ánge. Foto  Consuelo Triviño © Consuelo Triviño.

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