El silencio de la muerte

ese_silencio_011Son cinco personajes y cinco voces las que comprenden este relato o novela corta de Roberto Burgos Cantor llamada Ese silencio.

El tiempo de cada uno es un tiempo mítico, atravesado por los recuerdos y las desventuras, por el amor y las pasiones, de un pueblo litoral de nombre Puerto Escondido. La nínfula, María de los Ángeles; su padre y madre, Ascanio y Escolástica; su hombre, el Médico, y Encarnación, la sirvienta. Esas cinco voces componen este relato polifónico que muchos catalogan de poético -solo por estar bellamente escrito- pero que a mi me parece es una calificación carente de interés. Ese silencio es un relato ambicioso en la mejor tradición de escritores como William Faulkner.

Roberto Burgos Cantor, Colombia 1948. Autor de la novela La ceiba de la memoria, recientemente Premio Casa de las Américas de La Habana (Cuba), y finalista del Premio Rómulo Gallegos de este año.Además ha publicado Quiero es cantar, El patio de los vientos perdidos, Lo Amador, Señas particulares, Ella siempre es lo que será, Ese silencio.

Se trata, insisto, no sólo de un cúmulo de imágenes depuradas y de frases elocuentes con un fondo terriblemente desolador y dolorido. No creo que Ese silencio sea una historia de amor, sino todo lo contrario. Es un cuento de desamor, de desarraigo, inscrito en una geografía afligida y asolada por una violencia sempiterna que, como el mar, ha comenzado a devorarse la esperanza.

María de los Ángeles, apenas una niña de doce años, es arrancada de la casa paterna por las promesas de amor del Médico, un hombre mucho mayor; un errabundo, enamoradizo, gentil, y silencioso personaje. Ella termina teniendo un hijo para darse cuenta de que él, sin haberle prometido nunca nada, será el mismo hombre cansado que llega a visitarla de vez en cuando, como lo hace con las decenas de queridas regadas por las sabanas y las costas de ese caribe. Y como no hay promesas, ella se cansará de las omisiones y de la repetición de una vida llana. Por su parte, Ascanio y Escolástica, sus padres, reviven la historia del destierro de muchos que por la violencia han tenido que partir de esos pueblos iguales, en otro tiempo apacibles, donde alguna vez existió la calma. María regresará y los tres partirán hacia la ciudad, como los millones de habitantes de un país que han tenido que dejarlo todo atrás.

Esas voces, pienso, son tristes, como nacidas de la tierra misma. Parecen, gracias a un ritmo y a una estructura impecables, los cantos fúnebres de esas cantaoras resignadas a decir y hablar del dolor, un dolor, se me ocurre, de un caribe que a los habitantes de las tierras frías se nos antoja exótico y grandilocuente. Y no lo es. Se cuela en las páginas de Ese silencio una sensación de desamparo que sigue vibrando cuando se cierra el libro. De olvido, en todo caso.

El silencio de la muerte enviado a Aurora Boreal® por NTC. Artículo publicado originalmente en EL ESPECTADOR Opinión el 9 de diciembre dec 2010 http://www.elespectador.com/columna-239605-el-silencio-de-muerte

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