Mini Relato
Vivía Guarico en lo más alto de las montañas y desesperada por el frío, un amanecer emprendió el camino hacia la cueva próxima al volcán donde vivía Maleiwa, el dios con cara de perro, el único ser que conocía el fuego y lo guardaba entre sus pies gigantes y llenos de barro.
Las versiones sobre este punto suelen discrepar. Pero en general, siempre se opta por decir que Guarico logró distraer a Maleiwa mostrándole sus pechos. De ese modo algo se paralizó dentro del dios, una centella golpeó sus huesos, un temblor subió entre sus piernas como un río de sangre y lava.
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- Por Juan Carlos Méndez Guédez
Para algunos, la noche quedará como un momento de crepitación, como un olor dulce, igual al de las aguas de un río cuando se agitan.
Para otros como un salto llameante.
Ninguno de los jóvenes que esa noche conversaba alrededor de la fogata comprenderá
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- Por Juan Carlos Méndez Guédez
Fue la más extraña de las hormigas. Conocía su destino, su oficio, su misterio entregado a la belleza.
Pero se negó a cumplir su tarea y decidió quedarse para siempre en lo más profundo del hormiguero.
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- Por Juan Carlos Méndez Guédez
Defecatio matutina, bona tamquam medicina.
Defecatio meridiana, neque bona neque sana.
Defecatio vespertina ducit hominem ad ruinam.
Proverbio Latino
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- Por Ben Clark y José del Río Mons
Diana mira el cielo de su habitación y decide abrazarse. No hay lagartos ni tortugas. Ignora, por unos segundos, al cuerpo femenino a su lado. Coloca las palmas de las manos sobre sus hombros, tuerce las piernas para enroscarse, oprime los muslos con el fervor de una trenza. Reconoce ese momento. Se da cuenta de que una vez, cuando era chica, se
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- Por Yolanda Arroyo Pizarro
In Memoriam
1948- 2018 †
La mujer limpia el espejo al fondo del ascensor: utiliza una especie de limpiaparabrisa manual y salpica la superficie con un rociador. La puerta silenciosa se abre. La luz indica el piso 3. Un señor entra y presiona el botón del piso 8 mientras saluda: "Buen día".
La mujer interrumpe su labor y responde. El hombre sin mirarla dice: "No quiero
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- Por Roberto Burgos Cantor
Estoy entre un charco de sangre. No puedo más. Chorros calientes me escurren por el cuello: hilos húmedos y pegajosos van bajando por mi cara. Huele a sangre. Estoy tirado entre un charco caliente. Me estoy desangrando. Me destrocé la cara al caer contra las piedras. El indio Pedro. No recuerdo bien, no recuerdo nada. El indio Pedro me quiso obligar... Estoy mal. Estoy mal, estoy solo, abandonado en este camino de herradura por donde no transita nadie. Los niños me están esperando en casa. Petra, te compré el mercadito que querías. Lo solté allá atrás porque no me alcanzaban las fuerzas. Si alguien viene, encontrará primero el costal con las papas y el maíz y un poco más adelante, la bolsa de plástico con los cuadernos y los lápices... mañana ellos entran a la escuela. Les compré los útiles. Me estoy desangrando tirado en este camino solitario. Me van a encontrar muerto con la cara enterrada en el pedregal.
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- Por Gloria Serpa-Flórez de Kolbe
Tego se hizo unos huevos revueltos, pero cuando finalmente se sentó a la mesa y miró el plato, descubrió que era incapaz de comérselos.
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- Por Samanta Schweblin
ANUNCIOS CLASIFICADOS
HIJO, TENGO QUE CONFESARTE ALGO
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- Por Miguel Gomes
Mónica se levantó un poco antes y se dirigió a la cocina para colar el café. Diez minutos después Andrés hizo lo propio, pero él se encaminó hacia el acuario para alimentar los peces (así habían hecho las cosas todas las mañanas durante los últimos siete años). En cuanto a ropa, ella estaba con el baby-doll negro que en otros tiempos había
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- Por Alejandro José López Cáceres
La ceremonia para condecorar al veterano era fastuosa, y con razón. El Señor Presidente dijo en su alocución que aquel hombre representaba no sólo el honor del país, sino también el orgullo de
la República. La segunda intervención corrió por cuenta del Brigadier General a cuyas
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- Por Alejandro José López Cáceres
...y así, en esa quietud noctura, en el mismo fantasmal ritmo con que se disipa la niebla sobre las aguas del Ronde, en esa misma lentitud majestuosa se desliza una barca guiada por un imperceptible remo. El único detalle que revela su presencia, es el farol de aceite que pende de la proa. El encapuchado, que clava su largo remo en el légamo de la orilla, parece estar de pié y
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- Por Claudio Cifuentes-Aldunate
El camión pasó veloz, la caja crujía sobre el eje, las cadenas chocaban contra la tapa trasera y las ruedas dejaban marcas en el asfalto por una pérdida de aceite.
Dejé de escuchar las risas. Una opresión en medio del pecho, una entrada ínfima de aire, un lazo cerrándose alrededor de mi garganta y la imagen de las niñas un rato antes,
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- Por Noemí Fernández Cabanillas