Misceláneas
Seguro que el título que vine a elegir les recuerda a Galeano, queriendo ser de barro y de silencio en un mundo de plástico y de ruido. Leía ese poema hace unos días y pensaba en lo ausentes de silencio que están nuestros niños. No sé si les pasa, pero cuando los míos llegan a casa me hablan a gritos, como si no los escuchara, como si tuvieran que seguir compitiendo por una onda sonora que cargara con sus agravios del día.
En el ámbito del ecologismo, por ejemplo, también se habla con preocupación de la contaminación sonora como un elemento que si bien no tiene un efecto sobre el medioambiente, sí lo tiene sobre las personas, llegando a veces a crear problemas de salud pública que van desde la pérdida de audición hasta altos niveles de irritabilidad y estrés. Estos, no es un secreto, afectan a las relaciones interpersonales reduciendo las actitudes solidarias y empáticas y por tanto dejando en suspenso comportamientos éticos.
Todo esto me lleva a reflexionar sobre la saturación mediática que envuelve el proceso de aprendizaje de lectura en los más pequeños. Las grandes corporaciones del entretenimiento (a las que no dignificaré mencionando aquí) empaquetan imagen, música, movimiento y textos en circuitos de retroalimentación diseñados para crear la impresión de multiplicidad y profundidad en las historias. Sin embargo se cuenta siempre lo mismo e incluso cuando se adaptan clásicos, estos se reducen a un esqueleto fácilmente reconocible y altamente reproducible.
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- Por Sacramento Roselló-Martínez