-Sonofabich -repito y trato de memorizar las dos expresiones clave.
-Muy bien -me dicen los dos a la vez, riendo descontroladamente. Lo cierto es que no los entiendo y pienso que tal vez se estén burlando de mí.
Al final de la jornada decido llevarme varios de ellos que salieron defectuosos: The Wild One, Picnic, Elvis, Spartacus. Son muchos, pero me figuro que mejor estarán conmigo que en el basurero. Pienso colgarlos en la habitación. El enigmático cartel del SÍ y el NO ocultará la desconchada pared que conduce al baño.
Vuelvo a la residencia Covadonga pensando en lo monótono que ha resultado pasar el día botando carteles defectuosos en la enorme cesta de plástico, pero me consuela haberme podido llevar varios de ellos. Entro en la residencia. Supongo que es ahora mi casa, aunque mi nueva vida es muy diferente a la anterior, llena de olores y ruido.
Entro en la habitación. Todo está en su lugar. Más monotonía. Decido colgar uno de los carteles que me llevé. "No me los robé", me digo sin convicción porque, eso sí, no le pedí permiso a Mr. Smith.
Escucho pasos. Supongo que es el Padre verificando que no haya ninguna novedad con las cañerías, porque según él en Montreal explotan a causa del frío, lo que causa grandes estragos. Toca a la puerta levemente.
Escondo los carteles debajo de la cama y me siento en la silla del escritorio para hacerle creer que estoy estudiando.
-Entre.
Parece ebrio y su tono es cordial:
-Hola, hijo mío; pasaba para comentarte que eres uno de los mejores chicos que ha compartido el nido aquí conmigo. Fui a la imprenta y allí me han dicho que eres muy trabajador y sobre todo muy amable. Me siento orgulloso de haberte seleccionado, y bueno, me he tomado la libertad de comprarte un detallito.
Hay algo asqueroso en su sonrisa, especialmente en la gota de saliva que se balancea permanentemente de su labio inferior. Me entrega un paquete envuelto en papel navideño aunque no estamos en diciembre todavía.
-Ábrelo, qué esperas; no seas tímido.
Lo abro lentamente porque sospecho que hay algo que no marcha bien. Es un traje de baño marca "Speedo", de esos que los atletas se ponen en las olimpíadas. Es rojo y blanco y con una hoja de arce muy roja en el centro. Pienso en Adán y Eva. Lo examino fugazmente, sin saber qué decir.
-Como hay una piscina por aquí cerca, pensé que te gustaría ir a ella después del trabajo para relajarte un poco. ¿No te gusta?
-Sí, sí, mucho -le respondo confuso. Digo entre dientes "dat is guanderful" y trato de sonreír pero lo que me sale es una mueca de disgusto. El Padre me pide, sonrojado:
-Pruébatelo para ver cómo te queda.
Hace un gesto con la cabeza como para indicarme que debo hacerlo. Me da la espalda aparentando concederme un momento de privacidad. No me convence. Me digo: "cálmate, Humbertico", recordando la voz de mamá. Cruzo los brazos sobre el pecho. El Padre observa descaradamente mi cuerpo. Sonríe.
-No se te ve nada mal, ¿te aprieta mucho?
-¿Y para qué quiere saber eso? -le respondo ásperamente.
Silencio. Abre la puerta, me mira y dice en inglés:
-Son of a bitch.