Poesía - Juan Leyva

juan leyvaJuan Leyva nació en la ciudad de México en 1960. Ha publicado poesía, artículos sobre literatura, crónicas de viaje y traducciones en distintas revistas y diarios nacionales. Entre sus libros se encuentran Música nocturna (UAP, 1993); El ritmo de la libertad, la poesía en las ciudades: Tablada, López Velarde, Leduc (Destiempos, 2011); y Voz popular, saberes no oficiales: humor, protesta, disidencia y organización desde la escuela, la calle y los márgenes (UNAM/Bonilla Artigas, 2016).

 

sopa de mitilón

 

ni florida ni en mayo
bien antes en noviembre y sin jardines
a milenios distancia del ggersominu
y los trofeos vanos de la guerra
en el duermeneón que serrucha huesos y formaciones miofíbricas
en proteína ricas antiveganas
a la salud de tóxicos forzudos
y por insanos
                         sanos más
no era
            digo
no alcanzaba a llegar ni a estación
cuando de todos modos redes y niebla
entre la madrugada y la noche
no a la hora del lobo
sino de pescadores y faenas

 

y luego en el umbral de mercaderes:
¡válgame diotima!
¿qué en algunas ocasiones no nos habíamos visto?
(¡de raspa por las calles detractoras!)
y todo va de rojo a partir de los labios segundos
y rojas las mejillas
de abajo
y mitilo respiro diotima
mitilo y mitilón saboreo
con este insomnio
de ninguna manera imputable a gatos…

 

¿dónde quedó la anatomía
de aquella deleitosa de espuma y ojos negros?
por ella solamente nariz
                                              (pobre proust:
te imaginarás que no sabía a madalena)

 

iba a recorrer aquellos surcos en torno a prominencias de escala mayor
iba digo que son me explico diotima
tus avenidas de canela y arias
de lavanda y de heno

 

…pero tus dedos darda
tu voz de larga lluvia
                                      ¡qué cura!
campeona de oratoria
                                       dueña y felaz
como las noches de tus ojos
y de tu cabellera en las olas

tocaron
              ─me dijiste
pero no iba a abrir
                                 ojigrande
cuando no había nada en qué pensar
aparte de ese negro de tus ojos
y ese rojo rojo de tu

 

por alegrías

 

debo de haberme muerto
porque ya sólo así
podrías volver a verme
(¿lo recuerdas?)
pero soñé contigo

 

habías abandonado a tu marido cuarto
que se quejaba a insultos
(como epígono enésimo de catulo
con bonis y lizaldes formados por legiones)
y sin haber leído a marx
                                           el groucho (julius henry)
apegado a sus trajes
pero ni remotamente a carne efímera

 

increíble soñar…
hacía años y años que no te recordaba:
nos vi en aquel descanso de la escalera
en la cabaña tuya
de la que me corriste
                                        en ese paraíso
con pasajes sutiles al infierno
y alguna que otra puerta
que era mejor no abrir
(para mejor decir: ni verla)

 

en aquella escalera
beso tras beso
entera tú
con un vestido blanco de seda
que recuerdo muy bien yacente
en diferentes ángulos de la casa
y en diferentes ángulos saliente
de tus verdades encarnadas

 

caricia tras caricia
una embestida aquí y otra allá
a gatas tú por los peldaños
con tu culo de arte
llenísima de ti
sitiada en tu epidermis
por un vaso no ahogante sino ahogado
de ti pero por ti…

 

aquello es lo más cerca de lo divino
que pudiera soñar el evangelio
incluidas las pecas
que paladeaba yo
como una copa de estrellas

 

yegua de oro:
eras como un café por las mañanas frescas de mayo
manantial
espuma que besaba adentro y afuera
con sus lenguas de higo y su saliva
sabor jazmín
                         tabaco
                                       leña y menta…

 

y apenas me corriste yacimos
entre flores y pájaros
y tu mano en mi pecho y tu cabello
y aquella tu dulzura con pimienta

               

y nos reímos gata
tomados de la mano
después de aquel almuerzo que preparaste
(a contrapelo de la costumbre)
y cómo nos reímos:
contigo fui feliz incluso al despedirme

 

Material enviado a Aurora Boreal® por Antonio Moreno. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Antonio Moreno y Juan Leyva. Fotografía de Juan Leyva © Juan Leyva.

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