Piedad Bonnett - Poesía

piedad bonnett 250Piedad Bonnett: Licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, profesora en esta Universidad desde 1981. Tiene una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado ocho libros de poemas. Con el primero de ellos recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano Octavio Paz, con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, en 1994, y con Explicaciones no pedidas el premio Casa de América de poesía americana (2011) y el Premio Honorífico de Poesía de Casa de las Américas, Cuba (2014). En 2012 recibió el premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval de Aguascalientes, México, por el aporte de su obra a la lengua castellana. Tiene además cuatro antologías, además, de seis obras de teatro montadas por el Teatro Libre, y cinco novelas: Después de todo (2001), Para otros es el cielo (2004), Siempre fue invierno (2007), El prestigio de la belleza (2010 y de un libro de memorias sobre la muerte de su hijo, Lo que no tiene nombre. Poemas suyos han sido traducidos al francés, al inglés, al italiano, al griego, al portugués y al sueco. En 2018 apareció su quinta novela Donde nadie me espere.

 

Selección de poemas por Piedad Bonnett

 

Oración

Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.

 

Los hombres tristes
no bailan en pareja

Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.
Hasta sus frentes pensativas bajan
las nubes
y se rompen en fina lluvia opaca.
Las flores agonizan
en los jardines de los hombres tristes.
Sus precipicios tientan a la muerte.
En cambio,
las mujeres que en una mujer hay
nacen a un tiempo todas
ante los ojos tristes de los tristes.
La mujer-cántaro abre otra vez su vientre
y le ofrece su leche redentora.
La mujer-niña besa fervorosa
sus manos paternales de viudo desolado.
La de andar silencioso por la casa
lustra sus horas negras y remienda
los agujeros todos de su pecho.
Otra hay que al triste presta sus dos manos
como si fueran alas.
Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas.
No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.

 

Las cicatrices

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas

 

Vigilante

Pinté un perro para que cuidara mi puerta,
un perro triste y feroz al mismo tiempo
que disuadiera a cualquier atacante.
Pero cuando fui a colgar el perro en mi puerta
vi que no había puerta, ni ventanas.
Pasé mi mano por la pared rugosa buscando una grieta,
tal vez un agujero. Comprendí que yo era la pared,
que iba a morir sin aire,
que la única grieta estaba en mis adentros
y que por los agujeros de mis ojos
miraba un perro triste,
triste y feroz al mismo tiempo.

 

En el borde

Lo terrible es el borde, no el abismo.
En el borde
hay un ángel de luz del lado izquierdo,
un largo río oscuro del derecho
y un estruendo de trenes que abandonan los rieles
y van hacia el silencio.
Todo
cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Y sólo desde el borde se ve la luz primera
el blanco -blanco
que nos crece en el pecho.
Nunca somos más hombres
que cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.
Nunca estamos más solos.
Nunca somos más huérfanos.

 

La maleta

En la casa todo seguía igual, hasta las flores
-ahora un poco marchitas-. Pero en las escaleras
nuestros pasos sonaron
distinto. Como golpes muy suaves
en un cuenco vacío.
Pusimos la maleta en un rincón
donde no nos mirara
con sus ojos tan tristes.
Pesaba esa maleta, tan vacía.
Volvíamos a todas nuestras cosas,
a la manta de fieltro, a las pantuflas, al pocillo
de mis tardes de té.
Quizá tendríamos que habernos abrazado.
Pero mientras en aquel cuarto anochecía
todo lo que pudimos darnos fue silencio.

 

Material enviado a Aurora Boreal® por Piedad Bonnet. Publicado originalmente en el Especial Autores Colombianos de Aurora Boreal® - Número 23-24, Mayo / Septiembre 2018. Publicado con autorización de Piedad Bonnet. Fotografía Piedad Bonnet © Oscar Monsalve.

Para descargar el Especial Autores Colombianos de Aurora Boreal® - Número 23-24, Mayo / Septiembre 2018 pulse aquí.

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