Cacerolazo

maria fernanda ampuero 001Una mujer camina por Florida.
Mira un suelo que está cubierto de papeles de todos los colores y tamaños. Podría ser hermoso.
Ella recoge uno. Tiene marcas de pisadas. Lo lee y se lo guarda en el bolsillo. Se detiene. Mira al cielo. Amenaza lluvia. Avanza.
Una mujer sola camina por Florida, dobla por Perón donde ya no pisa asfalto sino papel.
La mujer piensa en un hombre. Un hombre que no está en Florida ni en Perón ni en San Martín. En un hombre que está a un millón de años luz y cuya voz, la de alguien que no quiere despertar a quien duerme a su lado, está aún viajando por la galaxia horas después de cerrar el teléfono.
Un ruido bestial la aleja de la cabina.


Cientos de cadenas chocan contra puertas de hierro, contra ellas mismas, contra cristales. Todo estalla o suena como si estallara. Ollas que golpean ollas, tubos que destrozan vidrieras, rejas que responden a los palazos con alaridos de metal.
Y gritos. Gritos a través de altavoces, de micrófonos, gritos atroces de mil gargantas enfurecidas.
La ciudad es una guerra.

 María Fernanda Ampuero. (Ecuador, 1976). Es escritora y periodista. Sus crónicas se publican en las revistas Gatopardo, Internazionale, Quimera, SoHo, entre otras. Ha sido traducida al gallego, portugués, inglés e italiano. Es autora del libro Lo que aprendí en la peluquería (Quito, 2011) y está próximo a lanzarse Permiso de Residencia, crónicas de la migración ecuatoriana a España. Forma parte de las antologías Todos los Juguetes: nuevo cuento ecuatoriano (Quito, 2011), Historias de Hospital (Córdoba, 2011), Dios mío (Madrid, 2011). En 2010 recibió la beca ETC para escribir La Señora Lola, una obra de teatro e inmigración que se llevó a las tablas en Madrid. En 2005 recibió el primer premio del concurso Mujer, Imagen y Testimonio por Veinte reflexiones de una emigrante. En 2012 fue nombrada una de los Cien Latinos más destacados de España y ese mismo año recibió el premio de la Organización Internacional de las Migraciones para la Mejor Crónica sobre Migración.

La mujer piensa que debería correr, buscar un taxi y largarse de ahí, del centro, del país, de todo.
Pero se queda.
Se queda alelada, viendo, porque ahora ve. Ve a los que empuñan las cadenas, las ollas, los tubos, los altavoces. Ríos de personas que salen de Reconquista, de 25 de Mayo, que se unen a otros ríos y forman un mar fuera de sí.
Una mujer extranjera está de pie, de espaldas a la ciudad vacía y sucia. El viento hace volar papeles pisoteados de todos los colores y tamaños. Mira a los que vienen hacia ella y ve sus caras. En cada una de ellas descubre odio, desconsuelo, terror a lo que va a venir. Escucha las furiosas, impotentes, consignas. Han perdido como en un mal giro de ruleta, pero acá no hubo casino ni apuesta. Han perdido sin jugar.
Los papeles, los alaridos, los vidrios que estallan, las rejas que revientan. Todo es inútil, ella lo sabe. Lo que les quitaron no volverá porque ya es de otros.
Pero sentirán que han hecho algo. Que no se han quedado en sus casas llorando frente al noticiero. Han venido de barrios y de villas a gritar, a azotar puertas, a estrellar cacerola contra cacerola, barras contra vidrieras, a estrellar sus putas cabezas si es necesario contra la sede del banco que les jodió la vida para aplacar esa voz que les dice te fuiste a la mierda, loco. Te engañaron como a un gil.
A sentir que están perdidos, pero no solos. A mirarse en las caras ciegas de ira de los otros estafados.
Que se vayan todos, gritan. Hijos de puta, vociferan.
Ella se les une.
Tengo esta misma cara, piensa. Y avanza con ellos al abismo de la tarde.
Empieza a llover.

Cacerolazo enviaso a Aurora Boreal® por María Fernanda Ampuero. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de María Fernanda Ampuero. Foto María Fernanda Ampuero © María Fernanda Ampuero.

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