Elevamos sueños

pablo urbanayi 251

Inédito

I

K tuvo un sueño. Como lo consideraba digno, decidió elevarlo. Para hacerlo, se dirigió a la Empresa especializada.
Al entrar al edificio, el guarda enguantado se llevó la mano a la visera y entrechocó sus tacos. Se sintió homenajeado.
La recepcionista le preguntó:
–Su nombre y apellido, por favor.
–K de Ka. ¿Alguna otra información?
–No, gracias. Con la red social de Facebook, la información se completa automáticamente, incluso su línea de crédito. Y ahora para orientarlo, por favor dígame qué tipo de sueño quiere elevar.
–Perdón, no comprendo.
–Claro, tipo o clase: un sueño ligero, pesado, circular, cuadrado. De eso depende el tipo de ascensor y la oficina en la que tiene que apersonarse.
–¿Apersonarme? Eso suena un poco policial.
La recepcionista se sacudió graciosamente, sonrió y dijo medio en broma:
–Una vez que se presente y se decida, el fallo será inapelable.
K pensó.
–Bueno, no estoy muy seguro del tipo de sueño. Quisiera soñarlo otra vez.
Nueva sonrisa.
–En la democracia y la libertad, todos debemos tener una segunda oportunidad. Hágalo y vuelva.

 

II

 

Feliz por un tratamiento tan amable y entusiasmado por las virtudes de la democracia y la libertad, esa noche se acostó lleno de esperanzas, soñó, soñó y soñó miles de sueños como un niño pero el que buscaba no volvió y para peor, cuando se despertó, no se acordaba de ninguno. Un fenómeno nuevo que se repitió durante una semana. ¿Habré soñado? Empezó a dudar de las virtudes que lo entusiasmaron, lo que es decir del sentido de la existencia. Una crisis que exigía una terapia profunda.
Como no era tonto, era de los que estaba seguros de que no lo era, así se lo aseguraban los comentarios de su página en Facebook que alimentaban su autoestima, entre ir a visitar a un (o una, en esta materia no tenía preferencias sexuales) psicólogo o psicoanalista freudiano, o lacaniano, o rogeriano, o gestáltico, o existencialista, o humanista, o cualquiera de los cincuenta ista o ano que daban vuelta por el mercado, optó por lo más simple y sensato: tomó el ascensor , bajó hasta la PB (antes de abandonarlo, lo acarició, le dio unos taps taps y le dijo: "Gracias compañero por el grandioso servicio prestado") y salió a la calle para meterse en una librería de usados y comprar tres o cuatro libros de autoayuda sobre los sueños, su interpretación para jugar a la lotería, no soñar en vano, cómo soñar y lograr sus sueños.
De regreso en su departamento, se tiró en el sofá con uno de los libros. Lo abrió, pasó las hojas y al ver el dibujo de un gran bostezo, se durmió en el acto.
Esta vez, si no exactamente igual que el que se había olvidado, pudo recordar uno similar.
Se encaminó hacia la oficina.

 

III

 

Sorpresa, la recepcionista era rubia.
–Perdón, no sé si no me equivoqué, ¿esta es la empresa "Elevamos Sueños"?
–Exactamente, ¿no leyó la placa de bronce a la entrada?
–Afuera hay mucha niebla, lo siento. Además, como ya estuve, no pensé que me pudiera equivocar. Como la recepcionista anterior no está, creí que...
–Soy la misma.
–¿La misma? Ah, se tiñó el pelo.
–Digamos que me actualicé y me puse al día con los tiempos que corren.
–Vaya sorpresa. Bien, no sé si se acuerda de mí. Estuve hace unos días y...
–Lo recuerdo perfectamente. Apenas entró, la cámara de televisión lo identificó y retrajo la foto de su visita anterior: el señor K. Y dice aquí que usted no se acordaba bien del tipo de sueño que había tenido. ¿Y bien?
K se rascó la nuca:
–La verdad, con tantas vueltas se me borroneó un poco, pero estoy seguro de que era más alto que ancho, alto y largo, larguísimo, diría que se perdía entre las nubes.
La recepcionista tecleó y consultó en la pantalla:
–Segundo piso, oficina, 206. Entre sin golpear.

 

IV

 

Entró. Oficina aerodinámica. Tres ventanales de utilería que parecían dar a la calle. En el medio, un escritorio, sillas, detrás, un Chief Executive Officer (CEO) según el cartelito con letras doradas a un costado del teclado de la computadora, saco y corbata, con una barba que no se sabe si están mal recortadas o todavía no maduraron y una sonrisa momificada.
Se oyó un:
–Bienvenido señor K. Por favor, tome asiento.
K se sentó.
–No le pregunto en qué puedo ayudarlo sino cómo. ¿Qué es lo que quiere hacer con su sueño largo?
–Bueno, lo que ustedes hacen y en lo que se especializan: elevarlo.
–Así es, nos especializamos en elevaciones. ¿Dónde, cómo y hasta que altura quiere elevarlo?
–Perdón, no comprendo.
–Claro, si en el Palacio de Nerón V o en alguna otra parte. Si en un ascensor de cristal o uno estándar. Y la altura. Todo lo que asciende tiene que converger, en este caso hacia el precio. Exactamente, ¿qué longitud tiene su sueño?
–¿Longitud? La verdad, no se lo puedo decir exactamente, pero es largo.
–Mi muy apreciado señor, aclaremos: somos una empresa honesta que además de elevar sueños, lo esencial de nuestra tarea, oficiamos de mecenas. Es nuestra modesta intención es crear nuevos Virgilios y Horacios que darán a luz pequeñas grandes obras geniales.
–Perdón de nuevo, ¿eso que tiene que ver con elevar mi sueño?
–Eso se llama información para que sepa quiénes somos. Además de mecenas, somos benefactores. Si careciera de dinero para que elevemos su sueño, cosa que no parece por su vestimenta digna, igual lo invito a participar en nuestro concurso "Elevamos sueños". Y si usted resulta un nuevo Virgilio revelado, un elegido por el Gran Jurado formado por personajes de calibre que por ósmosis garantizan la calidad del creador y su creación, se lo coronará con laureles en la sala principal del palacio de Nerón V, en presencia de la corte en pleno y la asistencia del Rey, el Gran Cazador. Y usted será un verdadero adorno, un diamante de la misma corte. Y lo mejor, se le elevará el sueño gratis. Piénselo.
–Lo voy a pensar.
–Y para que vea hasta donde llega nuestra bondadosa beneficencia, si elige el servicio de elevación sin participar, al salir, pídale a la secretaria un Gift Certificate Surprise que le será útil para cuando sepa la longitud exacta de su sueño y contrate un ascensor para elevarlo. ¿Alguna otra pregunta?
Pensó unos segundos:
–La historia se repite, ¿cómo hago para soñar la longitud exacta?
–Mi estimado señor, tenemos un respeto absoluto y sagrado por la vida privada. Tanto, que ni siquiera guardamos los números de las tarjetas de crédito. ¿Algo más?
No hubo nada más.

 

V

 

Llegó a su departamento con el Gift Certificate Surprise cuyo monto ignoraba y solo podría conocer cuando lo raspara a la contratación del ascensor. Según la letra chica del certificado, rasparlo antes equivalía a perderlo.
Para tomar la altura de su sueño se iba a dormir con un metro. Pero el sueño soñado se demoraba o cometía errores. Luego de un festín en el que se había comido medio lechón, soñó con piedras. Tendría que haber llevado una balanza. Sin embargo, la bondad humana no tiene límites. Se le apareció el ejecutivo con la barba blanca, una aureola, traje y corbata níveos:
–Amigo, tenga cuidado, usted tiene un sueño de los llamados pesados. Para elevar esas piedras va a necesitar un montacargas que le costará una fortuna y será imposible evitar un trabajo grosero.
Después de todo, como soñar no cuesta nada, soñó y soñó hasta que todo convergió, sueño, longitud, metro, medida y memoria.

 

VI

 

Llegó a la Empresa. ¡Horror! Una cola larga y larga de andrajosos, tullidos con muletas, ciego conduciendo a ciegos, madres con bebés famélicos, sucios, obstruían la entrada. El guarda se paseaba por la vereda con las manos detrás de la espalda. En la puerta de entrada, dos guardias con guantes de goma, vigilaban y regulaban el paso desordenado y atropellado de los que estaban en la cola. Se oían insultos de los que ni las madres se salvaban.
Le negaron la entrada:
–¡¡Perdón!!, hoy los únicos privilegiados son los pobres. Vuelva otro día.
Extrañado, un poco confundido, se dirigió al guardia que ya conocía:
–Buenos días.
Se llevó la mano a la visera:
–Que los tenga usted.
–Si fuera tan amable, ¿me podría decir qué ocurre?
–Hoy es el día en que la empresa se ocupa de los pobres, una gran obra de beneficencia, el día de la esperanza.
–¿Reparten comida?
–Oh, no, algo mucho más importante: elevan sus sueños.
Se rió:
–¿Y cómo los elevan?
–Hombre, con el ascensor, ¿cómo va a ser?
–¡¿A tantos?!
–Si son muchos como hoy, la cuota se reduce y se les acorta la altura de la elevación para que todos tengan su oportunidad. Antes de la famosa crisis prácticamente no había pobres, más bien desafortunados, de esos que podían decir con orgullo "Pobre pero limpio" y se los elevaba a 1 metro. Pero luego de la crisis se multiplicaron como los panes y los peces, se volvieron descuidados y sucios, sin orgullo, y fueron bajando a 50 centímetros, y ahora son tantos que apenas se los eleva a 9,9 milímetros.
– ¿Y cuánto tardan en subir a tantos?
–No tengo idea. Sé que los anotan en una lista de espera que ya formarían volúmenes si no fuera por la base de datos de la computadora. Según los estudiosos y los escritores, aquí nació el dicho: "Más larga que esperanza de pobre".
K miró la longitud de la cola.
–¿Y cuándo van a terminar con ellos?
–Nunca se sabe, o nunca. A veces se quedan después del cierre esperando no sé qué.
Suspiró:
–Creo que es mejor que vuelva otro día.
–Es lo más aconsejable.
–Hasta mañana entonces.
Ya se había alejado unos metros cuando el guardia se dio un golpe en la frente:
–Señor, señor... mañana es el día... Bah, no me oye y no está en la descripción de mi trabajo correr detrás.

 

VII

 

Le dio gracias al Señor de las Alturas el haberle inspirado la idea de anotar las medidas de su sueño. Con los sucesos del día anterior, la frustración, los nervios, se le habían borroneado.
El papel con los números en su bolsillo, allá fue. Frente a la entrada de la Empresa, otra vez la misma escena. Pero no, no exactamente la misma. La gente estaba bien vestida y el guardia se paseaba con un uniforme que parecía de gala y guantes blancos cruzados detrás de la espalda. En la puerta había uno solo, también con un uniforme vistoso. Como el orden y la disciplina eran ejemplares, cada vez que entraba alguien, se limitaba a inclinarse con el antebrazo sobre su pecho.
Cuando quiso entrar, el guardia lo detuvo con voz cantarina:
–Poor faavooor, para conservar el orden y la armonía, ¿sería tan amable de ponerse en la cola?
K se encaminó hacia el que se paseaba:
–Ya estoy un poco cansado de dar vueltas, ¿me podría explicar qué ocurre ahora?
–Ayer corrí con la lengua afuera para avisarle, pero usted ya había desaparecido. Hoy es día de visitas a la exhibición. Hay una reproducción del Palacio de Nerón V, una réplica de cristal del ascensor que se instaló allí y que se puede tocar plinc plinc por un euro que se destinará al Ejército de Salvación y su banquete de Navidad para los pobres. Además se puede ver la maqueta de un futuro ascensor fantástico que está en proceso de estudio e investigación. Es una maravilla. Cuando esté terminado, no sólo elevará sueños, sino que lo podrá llevar hacia la derecha, la izquierda, adelante y atrás.
–¿Y eso para qué? Me parece una tontería.
El guardia sacó pecho:
–Pero señor, eso es dudar del talento de la Empresa. Es, en la democracia, por la libertad del cliente que una vez viendo todas las posibilidades, para subir, elegirá el camino que más le guste y más placentero le resulte. Si hace la cola, adentro los ingenieros le explicarán mucho mejor sus ventajas y el estado de los estudios.
Suspiró.
–Gracias por la sugerencia, volveré mañana si no es que hay otra cola.
Amplia sonrisa:
–Vuelva tranquilo. El CEO lo podrá atender rápidamente. De esos tenemos muchos.

 

VIII

 

La misma oficina, los mismos ventanales de utilería, el mismo CEO con la misma barba.
–Buenos días señor K. Tome asiento. ¿Lo pensó?
–Sí, y elijo un contrato directo.
–Magnífico. Para el bien de la salud del alma, hay que evitar las loterías o las prebendas involuntarias por más bien intencionadas que sean. Su sueño, ¿sigue siendo largo y tiene sus medidas exactas?
–Es el mismo y tengo sus medidas.
–Démelas, por favor.
K sacó el papel y se las dictó. Apenas terminó de dictar, el CEO, después de oprimir la última tecla, se escuchó un cantito, el tableteo de fichas que se acomodaban.
–Interesante. Ahora completemos los datos. ¿Qué altura quiere alcanzar?
–La mayor posible.
–¿Quiere viajar en un ascensor de cristal o en no común? Su crédito da para mucho.
–De cristal.
–¿Desea ir solo o con un conductor? Tenemos un joven dinámico, una bella dama, un escritor maduro, y un académico que la verdad sea dicha, como todo letrado, es un personaje medio confuso y no sé si con él el ascensor va a arrancar alguna vez. Le aclaro que todos son alegres y por elevar sueños, siempre sonríen. A veces lloran donde nadie los ve, pero apenas los miran, se les estiran las sonrisas en fotos muertas.
–¿Es difícil conducir el ascensor? –preguntó K.
–En absoluto, como el de cualquier edificio. Y diría que más simple. Aprieta el botón Ascender y como está programado, en un viaje hacia el infinito, lo llevará exactamente a la altura en que figurará en el contrato.
–En ese caso prefiero ir solo. Lo que sí no entiendo es por qué tengo que ir yo si lo que ustedes elevan son sueños.
El CEO lo miró con lástima.
–Muy señor mío, el sueño está en su cabeza. Ahora, si me lo pone aquí, sobre el escritorio, es otra cosa. Ah, y antes de que me olvide, ¿trajo el Gift Certificate Surprise?
K se lo alcanzó. El CEO lo raspó y:
–¡Fantástico! Enhorabuena. Nada menos que 3 euros. Créame, es la cifra más alta que vi en muchos años. Imagínese. La elevación le va a salir 2.997 euros, en vez de 3 mil. ¿Paga al contado, cheque o Visa? También le podemos ofrecer crédito.
–Prefiero al contado.
–Hombre despierto. Déjemelo y el contrato estará listo el día de la ascensión en el Palacio Nerón V. Se le informará del día y la hora.
–Y el año. A ver si me pasa como con los pobres y su lista de espera.
–Je je je, qué gracioso es usted. No se preocupe. Vaya tranquilo.

 

IX

 

Y le informaron la fecha y la hora del gran día el Palacio de Nerón V. El contrato estaba listo para la firma pero hubo algunos mal entendidos. En el contrato no figuraba si en el ascensor debía o no debía haber alfombra roja. Sí, el ascensor era de un cristal fulgurante y llegó programado desde el subsuelo: tipo de sueño, velocidad y altura por longitud. Pero tenía un solo botón: Ascender. Parecía realmente un viaje al infinito.
Contento, ansioso, K lo aceptó todo. Para su protección, así le dijeron, firmó un papel en blanco por si la Empresa se había olvidado de algún detalle.
Por fin todo convergió.
No, no era necesario un traje especial ni espacial, la elevación del sueño, según la medida programada, no sería hasta la falta de oxígeno en las alturas.
Desde el subsuelo, a través de hueco por el que había aparecido el ascensor, subió un murmullo sordo que fue aumentando de volumen hasta desgajarse en gritos cada vez más fuertes y se escucharon algunas frases como "Es injusto", "¿Para qué nos convocaron?", "Hace años que estamos en la lista", "¡Basta!", "¡Rompan todo!", "¡A por ellos!".
K, frente a la puerta del ascensor, sorprendido, se quedó paralizado. Súbitamente, manos enguantadas lo atraparon del brazo, y "¡Rápido, rápido, antes de que lleguen, ¡entre!", lo empujaron en el ascensor cuyas puertas se cerraron.
Mareado, no supo qué hacer. Escuchó: "¡Apriete el botón!"
Apretó, un salto violento, un golpe y silencio: se encontró entre las nubes.
Hermoso, plácidamente, parecía flotar mientras a velocidad vertiginosa seguía subiendo, hacia la soledad más absoluta. Si el silencio puede ahondarse, eso es lo que ocurría. La caja de cristal seguía subiendo: súbita angustia. Ansiedad. Buscó: el botón Descender no existía. Desesperado, apretaba el único y sólo conseguía aumentar la velocidad.
La frase surgió de algún rincón oscuro de su mente y confirmó su poder. La última palabra era diferente. En vez de "Todo lo que asciende tiene que converger", decía "Todo lo que asciende tiene que descender, descender, descender....".
Una frenada tan brusca que levitó; el descenso fue tan rápido que le resultó difícil afirmarse . Otra angustia: destrozarse al tocar el suelo.
Sin embargo, no. Pasó por el techo, por el salón de Nerón V, por el hueco, y un acolchado amortiguó el golpe.
Sano y salvo le dio las gracias y felicitó al ascensor. El líquido rojo hubiera oscurecido el interior si no hubiera habido una poderosa lámpara alógena.
Lamentó la rotura de uno de los costados. Una muleta había atravesado el cristal.

 

Elevamos sueños emviado a Aurora Boreal® por Pablo Pablo Urbanyi. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Pablo Urbanyi. Foto Pablo Urbanyi © Mafalda Urbanyi.

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