Caleidoscopio

museo rayo 250In memoriam K.

 

Inmóvil sobre la pulida mesa de caoba negra, el cilíndrico caleidoscopio toscamente rematado semejaba al papiro enrollado que sólo al ser abierto revela el misterio del mensaje en el escrito o la blancura de la superficie aún inusada. Así se guardaba en el extremo de su círculo opaco la figura multicolor, tan fugaz que un ligero movimiento la borraría para siempre, de los cristales dispersos que el azar había querido formaran la figura de un escarabajo de corta cabeza y ovalado cuerpo.

La decoración del cuarto, en extremo cuidada, situaba la pequeña mesa sobre la que descansaba el caleidoscopio bajo la única ventana que este tenía y que se mantenía negligentemente entreabierta a pesar de la baja temperatura del exterior que con el declinar del día, ya casi noche, había descendido notablemente.

Era este el cuarto llamado de las muñecas, ya que una escogida colección de ellas llenaba casi por completo las altas vitrinas colocadas para tal acomodo sobre las paredes laterales. A ambos lados de la puerta dos candelabros de cinco velas apagadas aguardaban la luz que con la noche, ya casi cerrada, había huido de la estancia por la misma ventana que frente a ellos había llegado con el amanecer.

En el centro del cuarto, sobre la gruesa alfombra de finos arabescos, un sillón pacientemente tallado sobre dura caoba negra, tapizado en igual tela de seda a la que se extendía por techo y paredes, parecía presidir majestuoso la desierta estancia.

Llegó con la noche el abandono que la oscuridad parece conferir invariablemente a los objetos. Lentamente fue acostumbrándose la oscuridad a sí misma y entre ella, como diminutos puntos luminosos, las aristas de las vitrinas y los ojos de vidrio de las muñecas semejaron inquietante fuegos fatuos diseminados por el cuarto en el que por la ventana entreabierta, se iba filtrando la baja temperatura del exterior.

Daba esta ventana a un jardín, ahora seco bajo los rigores del invierno, en un lado del cual un invernadero acogía como un seguro cofre plantas y flores de las más extrañas y bellas especies. En el jardín todo el rigor de la fría noche comenzaba a sentirse bajo la tremenda helada que paulatinamente iba cayendo sobre arbustos y secas yerbas.

El mercurio del termómetro colocado junto a la puerta del invernadero, estalló tres horas después comprimido en su origen bajo la última marca de la escala situada en treinta grados bajo cero.

Debió ser sobre esa hora cuando el cuarto de las muñecas pareció comenzar a tomar vida.

Los diminutos puntos luminosos de las aristas de las vitrinas iniciaron una especie de danza desacompasada al son de una desolada música que los estantes de cristal producían en su a modo de herido crujir.

Resquebrajadas como por una maldición se desmoronaron las vitrinas, arrastrando en su caída en tremenda y ruidosa percusión a las muñecas que quedaron esparcidas por el suelo del cuarto como bellos cadáveres tras cruel y sangrienta batalla.

Apenas hecho el silencio algo semejando un débil eco se dejó oír bajo la entreabierta ventana: el caleidoscopio se había rajado en dos… sobre el negro caoba de la pulida mesa quedó la figura inequívoca y multicolor de un escarabajo.

Los débiles puntos de luz de los ojos de las muñecas, agrandados por el resplandor que se desprendía del escarabajo, parecieron dilatar aún más sus pupilas cuando el insecto distendió sus alas iniciando así, pero las muñecas no lo sabían, no podían saberlo, su vuelo de destrucción y muerte. Como un stuka en busca de su presa planeó en rectos vuelos inundando el cuarto con su monótono y amenazante zumbido. Luego, como de improviso, descendió sobre la cabeza inocente y sonrosada de una atractiva muñeca de la época victoriana. Los pequeños golpes, con que empezó a taladrar la cara alrededor de los ojos, sustituyeron al incesante zumbido del vuelo y fueron el inicio de lo que algún tiempo después constituiría el gran tesoro del escarabajo: un cúmulo de ojos de vidrio sobre la pequeña mesa de caoba negra.

Las débiles luces del amanecer comenzaban a adueñarse con timidez del cuarto cuando el insecto escapó de este por la ventana cuyos cristales transparentes habían sucumbido ante el azote implacable del frío. Sobrevoló el jardín, el invernadero muerto, los campos blancos, las casas inmóviles, los caminos vacíos. Nada se movía, nada parecía tener poder para moverse, excepto aquel escarabajo multicolor como venido del fondo de algún extraño sueño que voló a enorme velocidad hasta abandonar la Tierra y su atmósfera letal, más allá de la luna y las atrayentes órbitas de otros satélites y planetas, el vuelo fijo, el timón en su rumbo perfecto, la idea sin vuelta, hasta depositar en el núcleo del rey Sol, su dueño y señor, el pequeño tesoro de ojos de cristal fríos cómo el hielo que estremecieron por un instante al gran astro: era ese el último recuerdo del planeta de los hombres.

 

jose alias 251José Alias
La Nava, Sierra de Gredos, España, 1959. Narrador y poeta, actor, dibujante/fotógrafo. Ha publicado los poemarios: India el viaje (imaginario fotográfico alrededor de un poema). Tres décadas Tres poemarios 33 fotografías (edición bilingüe español/inglés). Frágiles evidencias (reeditado en 2016 en Dinamarca por Ed. Aurora Boreal®) y Grafías del agua (ambos con fotografías originales). La bionovela Julio y Carol, Crónica de una amistad. (Ed. Mirada Malva). Libro enriquecido con cartas facsimilares de Julio Cortázar y Carol y fotos inéditas, que muestra un particular e irrepetible retrato de la vida cotidiana del enormísimo cronopio y su última mujer Carol Dunlop; los autonautas de la cosmopista. Un asunto provisional (Dharmajazz Ed.017) novela comic ilustrada con dibujos del autor y bso musical de diversos artistas. Su poemario Entretanto verá la luz en el próximo otoño. Ha colaborado de 2006 a 2013 en la revista Cuadernos de Budismo (edición cuatrimestral). En 2015 figuró como poeta invitado en la revista anual colombiana Luna Nueva que ilustra en su totalidad con su trabajo fotográfico. En octubre 2016 fue el artista español invitado al Festival de la Imagen y la palabra en la Universidad Central del Valle, Tuluá, Colombia, donde impartió charlas y talleres que se extendieron a las universidades de Pereira y Cali. Sus textos figuran en diversas revistas especializadas cómo la española Ómnibus, la danesa Aurora Boreal®, la mexicana Avispero o las colombianas Corónica o Literarialidad.

 

El relato "Caleidoscopio" enviado a  Aurora Boreal® por José Alias. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de José Alias. Foto José Alias cortesía © José Alias. Foto Museo Omar rayo de Roldanillo, Colombia cortesía © José Alias. El relato hace parte de Relatos distópicos, cuentos del futuro imperfecto.

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones