Humo y fuego

francisco angeles 250El único avión que he perdido en toda en mi vida fue el que iba a llevarme por primera vez a Nueva York. Llegué al aeropuerto y me dijeron que el vuelo estaba cancelado, viajaba desde Miami en Tower Air, cuando reservé el pasaje la chica de la agencia me lo advirtió, esa línea es una porquería, dijo en español y con acento caribeño, lo dijo así, es una porquería, mejor váyase en American, que también es mala pero no una porquería como la otra, Tower Air es la peor porquería que surca los cielos de este país, dijo, como de memoria, pero mi presupuesto era escaso, tenía veinte años, si el avión sufría un accidente mi muerte iba a tener cierto encanto y cierta épica y cierta gloria, un final romántico para clausurar dos décadas vividas intensamente, aunque en realidad no tanto, por eso iba a Nueva York, a torcer un poco el destino y que la vida empezara al fin a suceder en serio, esa misma noche iría a emborracharme al Village y me terminaría levantando a alguna poeta joven a quien le haría recitar sus mejores versos en inglés y en español y en todas las lenguas, verso a verso le haría comprender qué significa realmente la poesía, no sería difícil hacerla sucumbir al encanto de mi inglés sin vocabulario, inglés reducido al gesto y a un par de palabras, I' am a fucking writer, le diría, una poeta joven pero no tanto, veinticinco o veintisiete años, lo suficiente para resultar decadente y misteriosa, nos tomaríamos un par de bourbons en un rincón del bar y le metería mano entre sorbo y sorbo, esa era la verdadera experiencia neoyorquina, mucho más en esta ciudad todavía custodiada por las Torres Gemelas, aún no las derriban, pero ya falta muy poco, puedo escuchar la cuenta regresiva en la cabeza, me había comprado una camiseta con el perfil del Empire State estampado en negro y un sombrerito gris con cierto estilo, como para evidenciar mi innegable espíritu artístico, pocas cosas tan agradables como sentirse alguien que en realidad no eres, y entonces pensé que tal vez Tower Air era realmente una porquería y un ala se iba a desprender del fuselaje poco después de despegar, yo miraría por la ventanilla entre incrédulo y excitado y me echaría a reír, nada mejor que morirse en el avión en el que viajas por primera vez a Nueva York , toda una lección de vida, juntas tu plata, te compras tu guía Michelin, imprimes mapas y los estudias al detalle, sueñas que te mueves por SoHo desenvuelto y espontáneo, satisfecho contigo mismo, y de pronto el avión se precipita a tierra, nunca llegarás a Nueva York, miras por la ventanilla y piensas que nadie será indiferente a tu historia, una comprobación adicional de que los sueños son materia difusa, nunca serán realidad, ya lo demostraron las utopías del siglo veinte, todo terminó jodido, humo y fuego, pero nada de eso me importa, estamos por empezar el siglo 21, tengo veinte años y me largo a Nueva York, pero el avión se viene en picada, me imagino los titulares de los periódicos de Lima, un peruano iba en el avión, dice el subtítulo, al costado aparece mi foto del DNI, cabeza rapada, argolla en la oreja izquierda, mirada fija, intensa, desafiante, como si desde el momento en que el empleado de la RENIEC me tomó la foto yo hubiese intuido que un par de años más tarde esa imagen iba a aparecer en las primeras planas de todos los periódicos, cónsul peruano confirma que compatriota iba a bordo del avión siniestrado, dice El Comercio, joven estudiante que quería ser escritor, mis amigos dirían que me iba a Nueva York para escribir, uno de ellos mira la cámara y dice: Francisco pensaba que el Central Park podía inspirarlo, decía que iba a sentarse en los jardines, la espalda apoyada contra el tronco de un árbol, cigarro en la boca, lapicero y cuaderno entre las manos y se iba a poner a escribir su novela, que trata justamente de alguien que quiere irse a Nueva York pero no lo consigue, Francisco nos contaba que no sabía cómo justificar por qué el personaje de su novela nunca llegaba a Nueva York, no podía ser visa ni plata, quería algo menos previsible, y mira cómo son las cosas, cómo es la vida de contradictoria, que al final la realidad le completó la novela con la solución menos verosímil, diría alguno de mis amigos en sus declaraciones para Panorama o La Revista Dominical, pensaba que el viaje iba a ayudarlo a escribir su novela y mira cómo terminó, ese es el destino de lo escritores, agregaría con enfática seriedad otro amigo, un poeta, que se había mantenido silencioso y le dio una pitada al pucho antes de soltar la frase con que se cerraba el reportaje, ese es el destino de los escritores, repitió, no más que humo y fuego, pero yo llegué diez minutos tarde al aeropuerto y no me dejaron pasar, la chica tenía razón, una porquería de aerolínea, me puse a pelear con el tipo que recibía los equipajes, lo puteaba en español sin sentirme en desventaja, eso me gusta de Miami, si no te entienden no es tu culpa, pero el tipo se mantenía serio y decidido, y mientras tanto llegaban otros pasajeros, a todos les dijeron que era demasiado tarde, vuelvan al día siguiente, todos se marcharon sin decir nada, me pareció raro, en Perú eso sería imposible, qué clase de gente se va sin reclamar, mínimo un par de carajos y un manazo al counter aunque sea para no sentirse mal, pero aquí nadie dice nada, mejor me largo, cabizbajo, frustrado, yo que pensaba ir a Times Square y pararme al frente y abrirle los brazos a la vida, como quien posa para la foto, yo que pensaba lanzar un grito muy fuerte para sentir que estoy vivo, yo que pensaba ponerme de rodillas y pegar la cara contra el suelo y lamer cada centímetro de las pistas de la Quinta Avenida y avanzar hasta Harlem a puro lengüetazo para comprobar que la realidad es material y el presente no solo un concepto o una vaga intuición, han cancelado el vuelo, pero yo todavía no me entero de nada, las cosas están a punto de cambiar pero yo no me entero de nada, y entonces salgo del aeropuerto pensando que tengo un día más antes del desengaño, una noche más, la última, antes de que la realidad, la verdadera realidad, termine definitivamente por imponerse.

 

austin texas 375Francisco Ángeles
Perú (1977). Escritor. Actualmente reside en Estados Unidos, donde estudia un doctorado en Estudios Hispánicos en University of Pennsylvania. Fue director de Porta 9. Es coeditor de la revista literaria El Hablador. En Lee por gusto tuvo a su cargo la sección “El rescate”. En el 2008 publicó su primera novela La línea en medio del cielo y en el 2014 presentó su nueva novela Austin, Texas 1979.

 

 

 

"Humo y fuego" enviado a Aurora Boreal® por Francisco Ángeles. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Francisco Ángeles. Foto Francisco Ángeles © Alessa D.L.

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