Puro Cuento
Anoche, a la hora en que acostumbraba acostarse, murió la abuela Clara. El reloj indiferente se atrevió con sus diez campanadas.
El mundo de la abuela Clara siempre transcurría en un patio lleno de plantas donde solían germinar sus sueños, para cada otoño barrerlos y dejarlos en un rincón, esperando que pasara la vida. Ella pudo salir de allí solo porque tío Enrique la inmortalizó en una novela. Escribió "El despojo", un clásico de la literatura. Todos sabíamos que los personajes de la novela eran la Abuela Clara y tía Eugenia.
Tía Eugenia, con sus trenzas apretadas alrededor de su cabeza, sus cuellos altos y esa línea fina que salía de su boca hasta casi perderse en los comienzos del cuello. Tía Eugenia tenía los ojos llenos de rencor, no me gustaba mirarla. Ella se vestía con la humillación de los vencidos. De quien guarda todas sus cicatrices ocultas en sus vestidos oscuros.
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- Por Cecilia Vetti
¡Qué falsa la realidad, si es fulera!
Daniel Giribaldi
– Usted fue testigo presencial de los acontecimientos de mayo.
– Presencial es demasiado decir. Estuve en el bar como tantos otros, pero había un mundo de gente adentro y en la calle era mucho peor, como se puede imaginar. De modo que no espere de mí un relato pormenorizado, porque no estoy dispuesto a hacerlo ni en condiciones para ello, además ya ha pasado mucho tiempo
– Usted sabe, empero, que su testimonio podría servir para condenar a algún culpable o para salvar a algún inocente de una condena injusta.
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- Por Ubaldo Pérez
I. El carcelero (Primera descripción de un poeta)
Me preguntas adónde ir. ¿Y justamente de mí pretendes saberlo? No soy más que un carcelero ¿no comprendes? Claro, tu pregunta no carece de todo fundamento: no es poco lo que me debes. Aunque no recuerdo qua hayas reparado antes en mi existencia. He estado siempre ahí y cada vez que pasabas a mi lado parecías ignorarme. Ahora que quieres conocer tu camino me tomas en cuenta y te acercas para averiguarlo. Mas en ningún momento he dejado de ser un pobre carcelero. ¿Te resulta difícil de entender? ¿O estás intentando adularme? ¿Por qué hacerme precisamente a mí y no a otro esa pregunta? ¿De dónde podría yo obtener un saber menos estrecho que el tuyo? Por cierto: te he dado techo, pan y cobijo; pero sólo tengo cadenas en mis palabras. "¡Adónde ir!" ¡Menuda pregunta! Adonde quieras, hombre, adonde quieras. Nuestra cárcel no tiene límites.
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- Por Ubaldo Pérez
A Martín Soto Climent, por la evidencia de la razón áurea
–Piero della Francesca nació en 1415. El día en que él murió, emergía en el horizonte un mundo nuevo: era el 12 de octubre de 1492...
Competente, persuasiva, la guía enhebra fechas, transformándolas en proyecto de la Providencia (o de la Historia, según). Reminiscencias, posteridades, otras fechas, simbolismos. Tanta es su profesionalidad, que resuena genuino el entusiasmo con que explaya el acostumbrado parlamento sobre la Madonna del Parto de Piero della Francesca.
De pie como en un escenario en el que dos ángeles simétricos, vestido el uno de verde y con las alas rojas, el otro de rojo y con las alas verdes, descorren un cortinado, esa Madonna exhibe su vientre de comba pronunciada. Y sonríe.
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- Por Rosalba Campra
El coche llegó a su destino. Al pasar por el frente del Edén vieron allí estacionado el brilloso e imponente Mercedes Benz, regalo a una profunda amistad. El coche dobló por el costado del edificio y paró frente al pequeño boulevard de la fuente. Los pasajeros permanecieron unos segundos sin moverse, en silencio. Pareció que el tiempo se había detenido de pronto para ellos.
Habían venido desde la costa, en un punto confidencial a ochocientos kilómetros de la capital, trazado en secreto de antemano, y luego de bordear el Rio Grande de Punilla al este de la ciudad, el auto que los recibiera había continuado por la elevación entre los dos cerros, El Cuadrado y La Banderita, en el cordón montañoso de Sierras Chicas. El hermoso paisaje, familiar para casi todos los visitantes, estaba empedrado de recuerdos de tiempos mejores antes del desastre total.
Al cabo de unos segundos, los hombres y la mujer salieron a la fresca tarde primaveral de La Falda. Dos de los hombres asieron al tercero por ambos brazos. Era ya menester ayudarlo a andar. El padecimiento de Parkinson pareció haber acelerado su proceso por el estrés de las últimas semanas y durante el difícil vuelo del Arado hacia territorio neutral, bajo el esporádico fuego anti-aéreo. Luego, el encierro obligatorio bajo el mar durante el largo viaje, en proa al Atlántico Sur, había cobrado un poco más de la salud quebrantada del visitante.
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- Por Eduardo Frank
Mis manos ensangrentadas. No recuerdo qué ocurrió. Son las siete de la mañana. Me miro al espejo de una habitación que no es la mía; una cama con las sábanas revueltas y ensangrentadas. Un cuerpo de hombre desnudo de voz, de nombre, de futuro. ¿Quién es? ¿Acaso importa si está vivo o muerto? ¿Acaso alguien sabe quién soy? Desconocer es la mejor forma de salvarse de los fantasmas y sus dolores. Me acecha la presencia de ese hombre en una cama cualquiera, también el papá de Laura, mi compañera de clases. En sexto grado, me tocó con sus dedos la vagina, diciendo que lo nuestro era especial. Todos somos especiales también nos recalca la directora de la escuela.
Lavo mis manos. Me visto con mi falda a cuadros, una blusa blanca de botones, mi chaleco y los mocasines negros. Cojo mi mochila. Cierro la puerta, bajo las escaleras. No pienso, solo fluyo. Camino tres o cuatro cuadras hasta llegar a la escuela. Voy al comedor escolar y cojo una cajita de cereal y un vaso de leche. Me siento en el piso a esperar a mi amiga Mita. Llega siempre y comparto con ella la leche, le acaricio el cuello, me mira sonriente y me pasa su cuerpo entre las piernas. Cuando suena el timbre, maúlla y se va. Luego Mita me espera de regreso a casa.
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- Por Ana María Fuster Lavín
Para Valentina, eterna compañera de viaje.
Para Santiago, mi amigo por siempre.
Para Marthica & María del Rosario, guevaristas a su manera.
Casi todo el mundo cree saber, es más, asegura, cuándo nació. Yo, no. Según mi madre, nací el 14 de mayo de 1928, tauro, o sea, audaz y obstinado, y no el 14 de junio, géminis, es decir, sumiso y mediocre. En otras palabras, mi madre, mi querida Celia, había mentido... bueno, che, había tenido que mentir, porque el día de su boda con mi padre, llamado como yo y de apellidos Guevara Lynch (lo que nos emparenta con los irlandeses y más atrás con los celtas), estaba en el tercer mes de embarazo. Y por eso fue que inmediatamente después de su matrimonio ellos se alejaron de Buenos Aires a refugiarse en la remota selva de Misiones, el mismo lugar en el que vivió y se mató Horacio Quiroga. Allí, mientras mi padre se dedicaba al cultivo de la yerba mate, Celia vivió el embarazo lejos de los ojos escrutadores de la sociedad porteña.
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- Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento
Encaramarse a las altas cumbres.
Surgir desde San Pedro de Atacama bajo un cielo estrellado.
El todo terreno se bamboleaba, mientras la joven indígena nos relataba historias de amor entre los volcanes Licancabur y Kimal.
Apenas amanecía, intenso frío de invierno boliviano. Íbamos en dirección al Salar de Tara, cruzando extensiones escarchadas. Nos detuvimos a desayunar en los humedales de la tagua cornuda, junto a los impolutos espejos de agua, donde se reflejan los nevados.
En medio de extensos arenales, buscamos a tientas el impreciso desvío, hasta encontrar la huella hacia Los Monjes de la Pakana. Colosales rocas golpeadas por el viento del altiplano, que durante milenios las fueron esculpiendo, en medio de interminables cascajos.
Avanzamos entre obeliscos naturales de roca, hasta la efigie de Neruda, donde el viento susurraba sus poemas.
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- Por Theodoro Elssaca
Inédito
A Mario González
In memoriam
PRIMERA PARTE
La mujer y el hombre van en el bus, confundidos con los otros pasajeros. Pero se ve que es una pareja de extranjeros. Gordos, grandes, voluminosos y orondos tienen el aire de estar ya jubilados. En un momento dado, por molestarlos, porque ve que se asustan fácilmente, el conductor se hace el borracho. La pareja está muy asustada, la gente ríe. La mujer obliga a su marido a reaccionar y éste hace que el chofer se detenga, duerma un poco mientras le pasa la rasca. La gente ríe, divertida. Pero se cansan de esperar. Protestan. El chofer hace como si acabara de despertar, fresco, y continúan el viaje.
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- Por Gabriel Uribe