Puro Cuento
Sobre una roca, con cada uno de los dedos de sus pies descalzos fijados en ella, el Mamo observa el paisaje que le brinda la naturaleza con su verde olivo, los árboles, las montañas, praderas y ríos. Con su traje típico ancestral, radiante en su sencillez, cruza en cada uno de sus hombros la mochila donde guarda las hojas de coca, y en la otra, las pertenencias necesarias para el día. Los cabellos sueltos, caen sobre la espalda, brillan con la luz nutriente del sol en conexión con las redes de la vida. La altivez de la mirada contempla el éxtasis del paisaje al sentir el aire de la cordillera sobre su rostro, con la musicalidad de las aves, el sonido del agua, el movimiento de los animales y las plantas que se nutren de las sales sagradas de la tierra.
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- Por Gloria Bernal Acevedo
Se despidieron en el aeropuerto con lágrimas urgentes. Prometiendo escribirse y extrañarse por los próximos doce meses.
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- Por Oswaldo Estrada
Esta fue la segunda vez que me contrató. El trabajo no es difícil si la conciencia me deja seguir adelante. No hubiera sido muy distinto trabajar como taxista o con un Uber, pero no es lo mismo. Ella me contactó muy temprano por la mañana. Le gusta levantarse y saludar al sol, costumbre que quizás leyó en algún libro de autoayuda o le copió a alguien que usa su espiritualidad como una moda pasajera.
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- Por Marcos Pico Rentería
Tres días, no amanece, tampoco has regresado. Pensé que habías vuelto a tu rutinario juego de abandonarme y reaparecer en cualquier momento... Eres todo un dilema meteorológico en mi vida. Al menos, te entiendo, me entiendes; el néctar es eterno, a pesar de los cuerpos en fuga; en la huida, el escape de las diosas en celo. Sí, también te gustaba oír mis tonterías, mientras te estirabas acariciando mis talones.
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- Por Ana María Fuster Lavín
¡Oh, muerte, si pudieras negarte a los cobardes y ofrecerte solo como la recompensa al valor!
Lucano, Farsalia
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- Por Araceli Otameni
La casa anegada
Óscar Osorio
Relatos
Programa Editorial Universidad del Valle, Cali, Colombia
Páginas 100
2018
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- Por Óscar Osorio
Un sueño es una escritura, y hay muchas escrituras que sólo son sueños.
Umberto Eco.
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- Por Milcíades Arévalo
Pienso ahora, ya después de dos años de haber atestiguado lo que aquí voy a narrar, que si bien sigo sin ser un hombre de fe, caería por insensato si siguiera siendo el mismo escéptico que era antes de que esa pareja llegara hasta este lado del Llano en una burra. Me era necesario este escepticismo obsesivo para mantener la cordura, pues de otro modo el terror me habría perforado las sienes, ya que el cementerio junto con el que se había instalado este caserío se encontraba a unos diez pasos desde la puerta de mi casa. Brizaban en la llanura las corrientes de agosto, y el árbol seco que se encontraba en medio del cementerio crujía con el viento nocturno. Su sombra, proyectada por la luna, se escurría entre mi habitación a través de la ventana. Fue por estos días de calor y viento que llegó la pareja joven que, pensé, venía persiguiendo delirios de oro.
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- Por Santiago Vesga
Hasta la muerte, eso es lo que dijo, que me querría hasta la muerte, y yo la creí, renegando de los consejos de mis próximos, para quienes el amor acaba por menguar y con el tiempo se rinde al cansancio y a la sensación de muerte. Con ella nunca fue así; desde que nos conocimos, desafiábamos el hastío, la monotonía, se nos quedaban cortas las horas del día, de noche leíamos y nos amábamos entre líneas, todo en nosotros crecía, todo se desarrollaba, también la sensación de muerte, pero no de final, solo de muerte, como si ésta fuera a dar paso a otra cosa, a algo más intenso incluso que llevara a mi compañera a renovar su juramento. Así fue haciendo ambas cosas, quererme y matarme, sin aspavientos ni alardes, ella era así, me lo contaba siempre todo; ‘los detalles, amor, es lo que marca la diferencia entre una vida mediocre, obsesiva o feliz’, y ella me lo contaba todo feliz y obsesivamente. Por eso me extrañó que esto – su amor hasta la muerte – me lo anunciara sin detalles, como si fuera algo que ya estuviera decidido o previsto, como si ya hubiera sucedido y tan solo tuviera que hacerse realidad y materializarse, algo de lo cual yo acababa de enterarme: me querría siempre, hasta la muerte, pero ahora protocolariamente. Uno no se puede morir así, sin detalles, como tampoco puede amar así, sin más, como si se tratara de un amor de turno.
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- Por Miguel Rodríguez