Eliseo Diego - Domingos de poesía

Eliseo Diego (Cuba, 1920-México, 1994), poeta, autor de cuentos, traductor y ensayista, cofundador de la mítica revista Orígenes. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1986 por el conjunto de su obra y el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 1993. En todos sus libros de poesía está presente la magia verbal con la que aborda algunos de sus temas: el tiempo y la memoria, el espacio y la temporalidad, la fugacidad o la muerte de todo aquello que tiene ente, y, en definitiva, aquello que está relacionado con la condición humana. Eliseo Diego encuentra inspiración tanto en lo más insignificante como en lo más trascendental de la vida, dando forma a unos poemas cuyo alcance es universal.

LA BARAJA

Salta el rey, y los bastos cerrados
lo acometen brutales. Los oros

van huyendo en la vasta llanura.
Y ha caído la sota funesta

junto al buen caballero. La parda
extensión se ilumina, destella

con el rojo de infancia, y el verde
memorable y veraz, y los hondos,
los soñados azules de infierno.

La batalla creciente deslumbra
en espadas, penachos, banderas
crepitantes o justas. Y vuelven,

y regresan los bastos, las copas
taciturnas, los oros veloces,

y derriban al rey. Han caído
con el rey el silencio y el polvo
en la mansa extensión de madera.

               (Por los extraños pueblos, 1958)

 

 

CASACA DE PÚRPURA

tan pobre herencia

Perrault

No tienes otro amigo. Tú
no tienes nada, no

tienes más, tú
no tienes otro amigo.
              Sólo

un gato.

                   Sus orejas
veloces, breves,
nocturnas.

                       Su casaca
de púrpura.
                         Magnífico.

 

 

NUNCA LE VE LA CARA

Dice la vieja: está la muerte
muy cerca, y nunca
le veo la cara.

Dice la vieja: charla
y charla, y me recuerda
un tul, una canción

lejana.
             Pero nunca,
dice la vieja, nunca
le veo la cara.

                           Me recuerda
un tul, una canción lejana.

 

 

LA VIEJA EN EL BOSQUE

Dice el Adelantado: entre la lluvia
veo a la muerte que viene
y se sienta en el bosque. Se ha tapado
con el manto la cara.

                                      ¿Viene
de Castilla esta vieja, la pobre, viene
de mi pueblo? El papagayo
grita cubierto de sangre, y quisiera
consolarla.

                     Dios nos guarde.

 

 

TESOROS

Un laúd, un bastón,
              unas monedas,
un ánfora, un abrigo,

una espada, un baúl,
              unas hebillas,
un caracol, un lienzo,
              una pelota.

               (El oscuro esplendor, 1966)

 

 

LA CORTINA

      La cortina es como la serpiente de mar, y la penumbra de la estancia como el agua,
densa en las cavernas del abismo.

     Y la honda felpa, recia en sus pliegues de púrpura, es como su
piel lustrosa, como su piel lustrosa y regia. Y su inmovilidad es como la quietud de la gran serpiente.

     Y cuando la cortina se mueve apenas, es como la serpiente de mar, cuando desdeña
la inquietud de las aguas, al paso de alguna otra bestia.

     La cortina es la serpiente de mar, y la penumbra el agua del abismo.

 

 

CANGREJOS

     Miles de cangrejos, torpes y repugnantemente livianos, van llenando el camino.

     Miles de cangrejos, mudos y groseramente metálicos, agitándose como la demencia.

     Miles de cangrejos, simples y espantosamente vivos, burlándose uniformes de la suerte.

     Miles de cangrejos.

 

 

VERSIONES

     La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las
casas y que uno jamás se detiene a ver.

     La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos consuela
la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre,
el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.

     La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a
un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.

     La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo,
con un poco de terror.

 

CON UN GESTO

     El gato mira con sus ojos de oro, pero no dice nada.

     El perro, en cambio, aúlla incansable.

     La muerte acaricia al gato y le concede siete dones.

     Al perro lo enloquece con un gesto.

 

 

EN FIGURA DE POBRE

     Viene la muerte, en figura de pobre, y pide una caridad por Dios.

     Se le da la caridad, y la muerte escupe la moneda y se pone a maldecir.

     Larga, infinitamente, la muerte se pone a maldecir.

 

 

BUFÓN

     «Córteme usted esta barba, señor barbero», dice la muerte, «córteme usted esta
barba».

     «Córteme usted este pelo», dice la muerte, «córteme usted este pelo».

     «Péineme usted como nunca, señor», dice la muerte, «péineme usted
como nunca».

«Y con grosera recidumbre la muerte rompe a reír»

               (Versiones, 1970)

 

 

HERALDO

Hacia el bosque galopa, precedido
por el eco remoto de la trompa.
¿Qué noticia traerá —la capa al viento—
capaz de conmover las soledades?

Quién lo manda o a quién —no lo sabemos,
ni de dónde vendrá. Pero nos basta
ver que cruza los páramos vacíos
un heraldo veloz hacia la sombra.

               [Este poema se transcribe sin el grabado que aparece encima del título, en el cual
               figura un heraldo sobre su caballo]

 

 

LAS HERRAMIENTAS TODAS DEL HOMBRE

Éstas son todas las herramientas de este mundo.
Las herramientas todas que el hombre hizo
para afianzarse bien en este mundo.

Éstas son las navajas de filo exacto con que se afeita al tiempo.

Y éstas tijeras para cortar los paños,
para cortar los hipogrifos y las flores
y cortar las máscaras y todas las tramas y, en fin
para cortar la vida misma del hombre, que es un hilo.

Éstas son las sierras y serruchos —también cuchillos, sin duda, pero imaginados
de tal modo que los propios defectos del borde sirvan al propósito.

Y ésta es una cuchara que alude a los principios y a las postrimerías y en resumen
al incalificable desvalimiento del hombre.

Éste es un fuelle para atizar el fuego
que sirve para animar al hierro
que sirve para hacer el hacha
con que se siega la generosa testa del hombre.

Éste es un compás que mide la belleza justa
para que no rebose y quiebre y le deshaga el humilde corazón al hombre.

Y ésta es una paleta de albañil con que se allegan los materiales necesarios
para que sea feliz y se resguarde de todo daño.

Éstas son unas pesas, llaves, cortaplumas y anteojos
(si es que lo son, que no se sabe)
que en realidad no sirven para nada sino para establecer
de una vez para siempre la sólida posición del hombre.

Éstas son unas gafas que se han de usar para mirar
si se ha hecho ya lo imaginable, lo previsible, simple e imposible
para tratar de asegurar las herramientas todas del hombre.

Y éste, en fin, es el mortero al que fiamos el menjurje
con que uniremos los pedazos, trizas, minucias y despojos
si es que a las últimas y a tiempo, si es que a las tontas y a las locas, si es que
              a ciegas y al fin
no aprendemos a usar, amansar, dulcificar y manejar
las herramientas todas del hombre.

               [Este poema se transcribe sin los grabados que representan los objetos mencionados, los
               cuales aparecen intercalados entre los versos]

 

 

RIESGOS DEL EQUILIBRISTA

Allá va el equilibrista, imaginando
las venturas y prodigios del aire.
No es como nosotros, el equilibrista,
sino que más bien su naturalidad comienza
donde termina la naturalidad del aire:
allí es donde su imaginación inaugura los festejos
el otro espacio en que se vive de milagro
y cada movimiento está lleno de sentido y belleza.

Si bien lo miramos qué hace el equilibrista
sino caminar lo mismo que nosotros
por un trillo que es el suyo propio:
qué importa que ese sendero esté volado
sobre un imperioso abismo si ese abismo
arde con los diminutos amarillos y violetas,
azules y rojos y sepias y morados
de los sombrerillos y las gorras y los venturosos
pañuelos de encaje.

                                     Lo que verdaderamente importa
es que cada paso del ensimismado equilibrista
puede muy bien ser el último de modo
que son la medida y el ritmo los que guían
esos pasos.

                     La voluntad también de aventurarse
por lo que no es ya sino un hilo de vida
sin más esperanza de permanencia
que el ir y venir de ayer a luego,
es sin duda otra distinción apreciable.

Sin contar que todo lo hace por una gloria tan efímera
que la misma indiferencia del aire
es por contraste más estable, y que no gana
para vivir de los sustos y quebrantos. El equilibrio
ha de ser a no dudarlo recompensa
tal que no la imaginamos.

                                               ¡ADELANTE!
decimos al equilibrista, retirándonos
al respaldo suficiente de la silla
y la misericordiosa tierra: nosotros
pagamos a tiempo las entradas y de aquí no nos vamos.

               [Este poema se transcribe sin los dos grabados que aparecen al principio y al final
               del mismo. En el primero figura un equilibrista. En el segundo un par de sombreros
               de época, uno de mujer, otro de hombre]

               (Muestrario del mundo o libro de las maravillas de Boloña, 1968)

 

 

LA CASA ABANDONADA

Hacia el final de la escalera
te has dado vuelta: en el vacío de abajo
el viento solitario hace
las veces de trajín, y la penumbra
está sucia de olvido. Pero arriba,
en el piso de arriba, el cúmulo
de inútil sueño aguarda. ¿Vas
a entrar en él, a sumergirte? Con la mano
puesta en el balaustre, acariciándolo
te quedas. Poco a poco,
no vas así a bajar la vista: escucha el torvo
zumbido de la mosca que se afana
contra el ciego cristal: hay alguien
en el primer peldaño. Espera.
                                                      Mira:
tú estás en el primer peldaño. Lívido
te estás mirando a ti con toda el alma
como si fuese para siempre.
                                                   Y ya
no estás arriba, ni
tampoco abajo.
                            Zumba
sola por fin la torva prisionera.

 

 

ARQUEOLOGÍA

Dirán entonces: aquí estuvo
la sala, y más allá,
donde encontramos los fragmentos
de levísimo barro, el sitio
del calor y la dicha.
                                   Luego

vendrá una pausa, mientras
el viento alisa los hierbajos
inconsolables; pero
ni un soplo habrá que les evoque
la risa, el buenas tardes,
                                            el adiós.

 

 

LA TRAPECISTA

Vuelve, se va, salta volando
la transparencia que no es;
              levísima,
blanquísima, querida,
copito no de nieve, de vivir;

vuelve, se va, toca la orilla
de ya no más; blanquísima,
levísima, minúscula
gracia de porque sí;
              no se nos vaya,
              no,

              a caer!

 

 

DAGUERROTIPO DE UNA DESCONOCIDA

Esa muchacha que en el daguerrotipo está mirándonos,
que no sabemos quién fue ni como se llamaba;
esa muchacha tan deliciosamente fresca bajo su blusa de encajes,
frágil con el temblor del pájaro que una vez hemos tenido en la mano;
el óvalo de cuya cara nos hiere de belleza,
las líneas de cuyas manos dibujan la esperanza o la ternura;
esa muchacha está en peligro, ya ven, y no se da ni cuenta.
El día se le está yendo como el aroma escapa de la rosa,
el nombre se le está yendo como está yéndose la música, no se da cuenta.
Sólo un instante más y ya no podremos ampararla, no podremos;
el rumor de su falda se ocultará en la sombra de los márgenes;
ligera se habrá ido como si no tuviese un cuidado en el mundo
y en su lugar habrá cosas sin alma que el polvo aquieta
                          con la punta de sus dedos.
No estará la muchacha, la perfección, la gloria de la luz, sino su imagen
manchada ya, tocada ya, dañada, como por una mosca, por la fecha.
Es demasiado joven para el odio del tiempo.

 

 

TESTAMENTO

Habiendo llegado al tiempo en que
la penumbra ya no me consuela más
y me apocan los presagios pequeños;

habiendo llegado a este tiempo;

y como las heces del café
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas;

habiendo llegado a este tiempo;

y perdida ya toda esperanza de
algún merecido ascenso, de
ver el manar sereno de la sombra;

y no poseyendo más que este tiempo;

no poseyendo más, en fin,
que mi memoria de las noches y
su vibrante delicadeza enorme;

no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;

decido hacer mi testamento.
Es
este: les dejo

el tiempo, todo el tiempo.

               (Los días de tu vida, 1977)

 

 

FRENTE AL ESPEJO

En un abrir y cerrar de ojos
ya no estarás en donde estabas:
un triste viejo está mirándote
con qué terror desde tu cara.

Mirándote ávido y mirándote
mientras la luz te da en su cara:
en un abrir y cerrar de ojos,
ni tú, ni él, ni nada.

 

 

FRANÇOIS VILLON

¿En dónde están las nieves, dime,
las de aquel año en que escribías
tú de las nieves de otros años?
Pasan las nubes, qué sombrías.

Las reinas no sé dónde han ido
ni adónde el hambre que tenías:
pero las nieves de aquel año
caen en tus versos
                                 —frías, frías.

 

 

CARROLL Y ALICIA

Alicia va por el espejo,
tú quedas con tu libro, a solas,
Las maravillas del espejo,
¿doblan quizás las de la sombra?

No vuelve Alicia ni hay ya nadie,
sólo quedó tu libro, ahora,
¿Estás allá también, o duermes
muy, muy adentro de la sombra?

               (A través de mi espejo, 1982)

 

 

EL TIEMPO Y SU PASO

Negra, precisa, delicada, allí quedó la hormiga presa en el ámbar y, a la vuelta de veinte
millones de años, está aquí ahora como un trocito congelado de qué tiempo
increíblemente remoto.
     Pero, ¿tiempo? ¿Era aquel un tiempo? ¿Quién escuchó entonces su paso, en el soplo
de qué brisa inconcebible, a través de los enormes helechos, de las impasibles coníferas,
del silencio?
     Un azar difícil si no extremo llevó la criatura al ámbar, el ámbar a
la imagen impresa, la imagen a tus ojos, para que fuese tuya el ansia de escuchar aquel rumor soplando
entre las impasibles coníferas, en lo inmóvil —allá por lo oculto del tiempo.

 

 

FANTASMAGORÍAS

Desde muy joven —lo confieso—, me han gustado los fantasmas. Me apasionaban las
historias de sus desventuras.
     Hoy —lo confieso—, aproximándose la hora de convertirme en uno, ya no me gustan
tanto.

               (Libro de quizás y de quién sabe, 1989)

 

 

COMIENZA UN LUNES

La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, el abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.

               (Cuatro de oros, 1991)

 

 

eliseo diego 350Eliseo Diego (Cuba, 1920-México, 1994), poeta, autor de cuentos, traductor y ensayista, cofundador de la mítica revista Orígenes. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1986 por el conjunto de su obra y el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 1993. En todos sus libros de poesía está presente la magia verbal con la que aborda algunos de sus temas: el tiempo y la memoria, el espacio y la temporalidad, la fugacidad o la muerte de todo aquello que tiene ente, y, en definitiva, aquello que está relacionado con la condición humana. Eliseo Diego encuentra inspiración tanto en lo más insignificante como en lo más trascendental de la vida, dando forma a unos poemas cuyo alcance es universal. 

 

Material de consulta:
Muestrario del mundo o libro de las maravillas de Boloña. Madrid: Visor, 1978; Poesía. La Habana: Editorial letras cubanas, 1983; Entre la dicha y la tiniebla. México: FCE, 1986; La sed de lo perdido. Antología. México: Ediciones del equilibrista, 1993, Poemas. Barcelona: Debolsillo, 2000; Nombrar las cosas. La Habana: UNEAC, 1973; Obra poética. La Habana: Ediciones Unión, 2001; Obra Poética. México: FCE/Ediciones del Equilibrista, 2003; Eliseo Diego. Madrid: El País, 2008.

 

 

"Domingos de poesía" es una idea original del poeta Sergio Laignelet, colaborador de Aurora Boreal®. Se publica semanalmente. Toda la selección y cura de los materiales por Sergio Laignelet.

sergio laignelet 250

Sobre Sergio Laignelet
Bogotá, 1969. Poeta colombiano residente en Madrid, editor, corrector de estilo y ortotipográfico de publicaciones educativas y culturales. Libros publicados: That's all Folks! (poemas animados). Madrid, 2017; Cuentos sin hadas. Canarias, 2010; Carnaval (plaquette). Bogotá, 2007; Malas Lenguas. Bogotá, 2005. Ediciones bilingües de CSH: Danés: Omvendte eventyr. H. Krarup trad. Copenhague, 2017; Francés: Contes á l’envers. R. Durand trad. Toulon, 2015, y Colomiers, 2017 (además, poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, sueco, finés, polaco y japonés). Antología editada: Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos. Madrid, 2013.

Poemas de Eliseo Diego. Selección de poemas: Sergio Laignelet. Material enviado a Aurora Boreal® por Sergio Laignelet. Fotografías y poemas publicados con autorización de ©Herederos de Eliseo Diego. Fotografía Sergio Laignelet © Lorenzo Hernández.

Para leer más Domingos de poesía pulse aquí.

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones