Ensayo
Contra Samuel Johnson
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- Por José Prats Sariol
Aguda reflexión sobre el libro Allende el mar de Óscar Osorio
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- Por Fernando Cruz Kronfly
Introducción al libro Así en la lengua como en la pluma. Cuentos de Armando Romero (Antología personal) publicado por la Editorial Aurora Boreal® en abril de 2017.
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- Por Armando Romero
Disfrutar de los nuevos retos literarios
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- Por José Prats Sariol
El más común es con la bibliografía. No fallan en estar al día, saber exactamente cómo citar un artículo, revista, libro… Un día que suele cambiar según estés en Chicago, Berlín o Madrid. Nunca se equivocan en una coma, abreviatura, mayúscula, cursiva, referencia dentro de cita…
Y desde luego que les encanta corregirte, así ejercen una suerte de venganza filológica. Me ocurrió el pasado año con un ensayo. No fue ni la primera ni la última vez que un meticuloso supo hallar tres o cuatro detalles erróneos en el modo en que yo cumplía con las normas para citar.
Generalmente son ensayistas frustrados, bibliotecarios que equivocaron sus senderos profesionales, víctimas de escasas oportunidades de trabajo o de su propio ego, desbocado mientras han leído a Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Luis Cernuda; donde los infectados observaron que muy pocas veces incluían en sus ensayos una referencia bibliográfica. Y casi ninguna cita bajo las “estrictas” normas de la academia, tan “estrictas” que suelen modificarlas de congreso en congreso.
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- Por José Prats Sariol
Cualquier abordaje textual de la temática de la sexualidad en la narrativa de Mario Vargas Llosa, merece una mención del comportamiento erótico como "lugar preferencial en las manifestaciones conflictivas del ser humano". Verdad, si obras tempranas suyas, como La Ciudad y los Perros, implican una incidencia autobiográfica en el género "de aprendizaje", obras posteriores, como Los Cuadernos de Don Rigoberto, aluden a lo que llamara Bataille la parte maudite, implicando "la intrafusión de objetivismo y fabulación que conduce de la realidad concreta a la realidad ficticia, donde lo imaginario se conmuta en objetividad, los fantasmas en certitudes y lo inhabitual en banalidad"(l). Novela histórica, testimonial, realista, La Fiesta del Chivo, elude tanto la una como la otra clasificación, aportando al rol de la protagonista principal una idiosincrasia poco frecuente en las heroínas varguianas (2). Y... ¿cómo negarlo? aludiendo a vivencias en que la mitología y la tradición religiosa crean elementos propicios a suscitar ecos intertextuaies. Así, además de tomar en cuenta la referencialidad histórico-espacial de la obra, se le puede evocar en función del patrón genérico y literario que implica.
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- Por Helena Araújo
del 30 de octubre al 3 de noviembre
¿El cara o cruz en la elección presidencial de Estados Unidos?
¡Qué diferencia abismal entre el candidato republicano en las elecciones de 1956, que vi recién llegado a Nueva York, a mis 23 años, a fines de octubre en un mitin en el Madison Square Garden, el prestigioso general Eisenhower, y el actual presidente y candidato en estas elecciones!: el desaprensivo especulador de bienes raíces y actor de un “Reality Show” televisivo, en el cual ha convertido su gobernación del país y que tiene metido en el bolsillo al partido republicano, como si se tratara de los pasajeros de un avión secuestrado, como he leído decir a alguien.
Han pasado 64 años desde aquel mitin en Nueva York. ¿Qué se hizo del progreso? No creo que oyera ninguna palabra fuera de tono o insultos del, tan dignificado, Eisenhower contra su contrincante, el liberal Stevenson. Aparecía en el estrado, con su aureola de haber derrotado al fascismo, lo cual hiciera brillar tanto a la Democracia norteamericana por el mundo, aún con sus defectos, mientras que ahora, y si Trump llegara a triunfar, la llevaría a un aberrante culto autocrático de su persona. Viéndose perder, se ha lanzado en una alocada cabalgata de mítines en la última semana - 14 planeados, entre el sábado y el lunes-, ante sus idolatradas multitudes clamando “We love you” (en el 56, lo que se decía era “I like Ike”) apretados entre si y, la mayoría, sin máscaras, mientras la pandemia hace explosión por todo el país. El viernes se dio el número mayor de contagiados, 90.000. Son millones sus seguidores, una gran coalición, iniciada cuando Obama fue elegido como el primer presidente afro-americano (recordemos que Trump lanzó toda una campaña diciendo que Obama no había nacido en Estados Unidos), en su mayor parte hombres y mujeres blancos, sin educación universitaria, y que se han visto, o se creen, desplazados por la globalización y las nuevas tendencias demográficas del país de una diversidad étnica y cultural. La candidata a la vicepresidencia, Kamala Harris, de ascendencia africana e india, sería un ejemplo de esta nueva realidad. A pesar de su gran número, tal retrógrada coalición es una fuerza menguante en el país.
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- Por Víctor Fuentes
22 de septiembre, 2020.
Retomo hoy el Diario, tiempo ha abandonado, ¿pues para que bracear dentro de esta Contrarreforma --¿paralela a la de España en el siglo XVI?, del America First de la era Trump, con sus inmundas aguas abocadas al sumidero.
Y lo hago con mi pequeño homenaje a la grandiosa Ruth Bader Ginsburg, fallecida a mi misma edad, resplandeciente ícono ¿y uno de los últimos? de una América liberal-social. Hoy también se cumple el 75 aniversario de la ONU.
Ah!, aquel año de 1956, cuando anodino prófugo, un cero sin sombrero entre las encopetadas multitudes de Manhattan, devine ciudadano de las Naciones Unidas, al entrar en el suntuoso edificio, junto al East River, cantado por Lorca, a trabajar de dependiente en su Librería. Allí, junto a tarjetas postales y pesados textos documentales de sus distintas organizaciones, vendía la Carta de las Naciones Unidas, diminuta cartilla, ¿a unos 50 centavos?, que miles de visitantes compraban con el aleteo de que aquellas páginas, en las que se llamaba a la paz y la seguridad mundial, y extendía los derechos humanos a todos los habitantes del planeta sin distinción de raza, sexo, idioma o religión se hicieran realidad. Pero, ¡Ay!, hoy, siete décadas después de su fundación, el Secretario General de la ONU, el portugués, António Guterres, clama, ¿a oídos sordos?, sobre la calamitosa situación mundial en que nos hallamos:
“Tenemos un deficit de soluciones multilaterales. La calamidad climática acecha. La biodiversidad está colapsada. La pobreza crece de nuevo. El odio se expande. Las tensiones geopolíticas escalan. Las armas nucleares siguen en un alerta de gatillo sensible. Las tecnologías han abierto nuevas oportunidades, pero también nuevas amenazas. La pandemia de la Covid 19 ha dejado al descubierto las fragilidades del mundo…
Ante este acabose, me acojo al trabajo en que estoy metido en estos meses una antología Aún. Cien, iluminadores, poemas de la vejez (de Juan Ramón Jiménez a Ida Vitale), y al tema que abordo hoy: la luz, por encima de las sombras y tinieblas de la ancianidad y del mundo en que vivimos, y que ya destella hasta en los títulos de los poemarios, tales como Fustigada Luz, de Alberti, o Otoño y otras luces, de Ángel González. Y evoco, como antídoto a la oscuridad que nos rodea, estos versos a la luz. Los últimos publicados por Ángel González en vida, del libro mencionado: “Aquella luz que iluminaba todo / lo que en nuestro deseo se encendía / ¿no volverá brillar? Y estos otros del grandioso Espacio de Juan Ramón Jiménez, al final de su primer Fragmento: “Amor, contigo y con la luz todo se hace, y lo que hace el amor no acaba nunca”. En el segundo fragmento, canta: “Dulce como esta luz era el amor”. Y salgo a respirar.
Víctor Fuentes salió prófugo de la España franquista en 1954, y se considera parte del segundo exilio español. Anduvo por varios países europeos, con una permanencia de dos años en Inglaterra y, posteriormente, varios meses en Venezuela. Vive en Estados Unidos desde el otoño de 1956. En la Universidad de Nueva York, retomó sus estudios y se doctoró en lenguas romances en 1964. Desde 1965 ha sido profesor en la Universidad de California, Santa Bárbara, donde continua como profesor emérito, desde el 2003. Ha publicado números estudios sobre literatura española del siglo XIX y XX y sobre cine, y cine y literatura. Entre sus libros destacan: La marcha al pueblo en las letras españolas 1917-1936 (1980 y 2006), Buñuel en México (1993) y La mirada de Buñuel: cine, literatura y vida (2005). Ha publicado ediciones críticas de La Regenta y Misericordia (Akal). Bajo el heterónimo Floreal Hernández es personaje la novela Morir en Isla Vista, parte de una trilogía memorialista, cuyos otros dos libros, ya bajo su nombre, son: Bio-Grafia americana (publicado en el 2008, por la Fundación Jorge Guillén) y Memorias del segundo exilio español (1954-2010) . Su última publicación es Buñuel, del surrealismo al terrorismo, (Editorial Renacimiento, Colección Los Cuatro Vientos, 2013). Acaba de publicar sus libros, California Hispano-Mexicana. Una nueva narración histórico-cultural, y la novela To Die in the USA. A fictional memories of a Spanish exile". Sus dos últimos libros publicados por Visor: Antonio Machado para el siglo XXI. Nueva trilla de su poesía, persona y pensamiento (2018) y Galdós, cien años después y en el presente. Ensayos actualizadores (2018), celebrando el centenario de su fallecimiento en 2020. Notas de un Diario pre-póstumo: 2020 enviado a Aurora Boreal® por el escritor y crítico Víctor Fuentes. Foto Víctor Fuentes©Isaac Hernández.
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- Por Víctor Fuentes
No creo que George Santayana y mucho menos su inolvidable alter ego Oliver Alden –genialmente modelado en su única novela: The Last Puritan--, se dejarían enturbiar hoy por la enredada red de redes. El tumulto cibernético no evita valorar los poemas escritos por cubanos que confluyen desde cuatro generaciones.
Ni en aquel culterano Boston donde Santayana impartía clases de filosofía o en este salón de Harvard; ni en La Habana de Alejo Carpentier o en el Madrid de Gastón Baquero; hay suficiente tumulto para que los catastrofistas logren despedirnos de la poesía. Las corrientes temáticas y estilísticas suelen distinguirse a pesar del masivo tumulto, similar en cualquier otra nación de habla hispana, en cualquier otra lengua.
El alboroto producido por la multitud de poetas con acceso a publicar, no pasa de ser un fenómeno soso y zonzo. Los críticos literarios más cáusticos hablan de que se pasó de lo deplorable a lo mediocre. La proporción de mentecateces por poema no es mayor que en otras épocas; lo que sucede es que hoy nos enteramos enseguida de casi el cupo de simplezas y tonterías, al punto de que huimos despavoridos ante tanta trivialidad, sobre todo en el espacio virtual.
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- Por José Prats Sariol
Thanksgiving, 22 al 25 de noviembre de 2018.
Retomando el Diario Póstumo
Con esa alegría inesperada del que encuentra a un amigo que hacía años se había dejado de ver, te tomo fraternal Diario, tras más de dos años sin dar el uno con el otro, este domingo 25 de noviembre.
Ayer sábado me dio pena al ver en televisión que en el partido entre el Atlético de Madrid y el Barcelona, y cuando parecía que el equipo madrileño, tras tantos años sin hacerlo, iba a ganar con el golazo de Costa ya terminando el tan reñido partido, mi gozo en el pozo, pues en los últimos minutos, con un gran pase de Messi, el Barcelona lo empató. Al tratarse de un juego, a pesar de los millones que va en ello, tal pena, como la que yo sentí se pasa pronto, aunque a algún forofo le cueste un ataque al corazón al perder su equipo en un partido decisivo o los partidarios de ambos equipos se enfrenten a golpes, o, por la violencia, se tenga que suspender indefinidamente, en Argentina, la tan esperada gran final entre el Boca Junior y el River Plate, como ha ocurrido este fin de semana.…”Para, para, ¿qué tiene eso que ver con un Diario Intimo?". “Ah, disculpa, se me olvidaba tal contenido pues, la verdad, he vuelto a abrazarme al Diario, ya que me he encontrado en soledad, estos soleados días de Acción de Gracia, diciéndome a mi mismo, gracias, gracias, gracias. Pero, para no dejar mal a tal Diario, añado esto”:
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- Por Víctor Fuentes
A inicios de 2017 un buen amigo y colaborador de Aurora Boereal® nos sugirió que abrieramos una encuesta sobre quién era el crítico literario vivo más relevante en 2017. Debemos confesar que en Aurora Boreal® la idea siempre nos ha fascinado. Sin pensarlo dos veces nos lanzamos a la tarea y convocamos la encuesta entre más de 130 autores, académicos y colaboradores. Recibimos sólo 32 respuestas directas a la pregunta y otras, cerca de unas 60 respuestas donde nadie quería mojarse. Finalmente hemos decidido publicar algunas de las respuestas tal y como nos llegaron, y abandonar el proyecto, dejarlo de lado, tal vez concluyendo que el gremio tiene demasiados intereses en juego y que con seguridad nos hemos equivocado en algo al formular la pregunta para tomar el pulso de tan relevante tema.
Autor
Harold Bloom. Me enseñó a leer a Shakespeare y a los poetas románticos ingleses. Gracias a él supe algo de dónde se encuentra la sabiduría. Pocos hoy escriben crítica literaria –en serio, quiero decir— sin su eficaz instrumental de análisis: canón, agón, clinamen, tessera, dislectura, interpretación desplazada, des-aprehensión... Los simpatizantes de la fenomenología no cesamos de admirar su sagacidad y audacia exegéticas al deslindar los escritos fuertes. Añado su valentía contra el multiculturalismo: versión intelectual del populismo político, canto de la demagogia y lloriqueo de la mediocridad. Y sus burlas a los deconstructivistas –la criptología francesa y afrancesada-- que aún infectan la Academia.
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- Por Aurora Boreal®
Inédita
En exclusiva para Aurora Boreal®
Porque casi no se pagan. Porque pocos las leen. Porque las asociaciones de bombos mutuos las han desprestigiado. Porque las editoriales las han convertido en publicidad. Porque muchos diarios han perdido el mierdómetro y publican reseñas horrendas. Porque las universidades no privilegian textos valorativos tan breves. Porque Twitter, Facebook, chateos y textos electrónicos las han hecho obsoletas…
Un poco de cada causa anterior, quizás en otro orden. Lo cierto es que las reseñas –y en general la crítica— anda a la zaga de la creación literaria, sea o no de ficción: poemas, novelas, cuentos, crónicas, tragedias, ensayos… El crítico en 2017 no sólo puede ser el clásico aguafiestas del que se burlaban en el siglo XIX y en casi todo el siglo pasado; sino una rara ave, especie en extinción, bicho extraño a los actuales recintos de la literatura.
Escasas reseñas en cualquier lengua. De escasa calidad, por lo general, hasta en revistas y semanarios poderosos, de largo –más bien antiguo-- prestigio. Escasas firmas reconocidas. Escasez de alicientes para los creadores, que ven cómo sus libros pasan inadvertidos, instantáneamente olvidados tras la noche de su presentación, con el consuelo de convertirse en long sellers, por el aquello de que el futuro aguanta cualquier pegatina. Escaso circuito para que interactúe el clásico trío emisor-mensaje-receptor. Y para colmo: escasa protección del reseñador, que suele recibir bombones y caramelos deletéreos.
Al casi velorio de la reseña asisten diversos invitados, no siempre dolientes o plañideras. Los más cómicos –hasta cuando se vuelven patéticos— son aquellos autores cuyos respectivos egos tienen pedestales de granito. No resisten la más mínima objeción a sus textos. Ven detrás de ellas sórdidos complots contra sus personas. Cada objeción es sufrida como lanzada por una bruja transalpina, vampiresa de novela gótica. Exigen los calificativos más sublimes, entre los cuales dos o tres “genial”, dos o tres “imperecedero”, dos o tres “incomparable”, arman la melosa melodía que danza en sus oídos. No compararlos con los más sólidos valores del canon, no exaltar su sorprendente originalidad o no asegurar que perdurarán para siempre jamás, son ofensas capaces de engrifarlos. Confunden reseña con panegírico. Hasta lloran de emoción cuando escuchan o leen que son el cogollito de la élite. Darían más risa si no fueran tantos, si no fueran tan burdos, si no albergaran tanto resentimiento ante los que no reconocen su excepcionalidad.
Detrás de los simpáticos ególatras –donde se incluyen muchos académicos de la lengua española-- se mueve una variopinta comparsa. La forman multiculturalistas y multigenéricos y multiraciales y multigeneracionales y siempre multi de algo. De algo donde los valores artísticos y estéticos suelen aparecer subordinados a un credo o doctrina, a una condición o característica exógena a las literarias. Sólo aplauden, en consecuencia, reseñas lastradas por lo que pregonan. Y si no empiezan por exaltar tales “méritos”, sencillamente las consideran deficientes, imperfectas. Impropias de lo que aún llaman “intelectual orgánico”, entre otras premisas neohegelianas, provenientes de la desvencijada estética marxista y las otras filiales deterministas.
Me consta –he padecido en cuartilla propia— los malos humores con los que han reaccionado algunos autores que he tenido el mal tino de reseñar. Omito nombres, aunque no soy culpable de que algún avezado lector adivine de quiénes trato. Al parecer, ahora que busco los ejemplos, este fenómeno suele abundar más entre poetas. Quizás se deba a que la susceptibilidad es proporcional al atiborramiento de autores, que como se sabe ni siquiera suelen leerse entre ellos, porque de no ser así las ediciones –que no suelen pasar de los quinientos ejemplares-- se agotarían, no dormirían en los abochornados closets o sin que nadie las marcara en sus sitios webs.
Tres muestras para no caer en otro atiborramiento: Un cuaderno de poemas que al comentarlo dije que la exiliada newyorquina es una poetisa, femenino de poeta, como lo es actriz y no actor, heroína y no héroe; otro cuaderno cuyo autor mexicano es gay, pero no lo mencioné porque no creo que tal inclinación o actuación o predilección otorgue talento, y porque para aquellos poemas es una información irrelevante, lejana al mediano talento del conocido homosexual; y por último un cuaderno de poemas donde el cubano reside en Cuba y no se me ocurrió ofrecer ese dato periférico, poco significativo para la tranquila valoración sin virus político.
No me quejo, me gusta personificar al crítico literario. Pero hay que tener una fuerte vocación para no abandonar la escritura de reseñas, dejárselas al viento, como soñaba León Felipe para sus poemas.
“¿Serás masoquista?” –una vez me preguntó burlón un amigo colombiano, tras leer unos comentarios donde la rabiosa envidia al libro y al autor que yo valoraba competía con una ignorancia insondable, digna de una telenovela mexicana; con un odio hacia mí por recomendar su lectura que parecía sacado del pavoroso Gabinete del doctor Caligari; comentarios desde luego que escondidos en el anonimato, fea palabra no atajada por publicaciones temerosas de perder clientela y no estar a la altura de la tan falsa –por demagoga e inducida-- moda interactiva.
Tantas reticencias tal vez expliquen por qué muchos periodistas del sector cultural han abandonado la escritura de reseñas para devenir entrevistadores. La entrevista les ahorra trabajo y conflictos. Muchas veces salen del apuro hasta sin leerse la obra o conocer medianamente al autor. Un poeta cubano le sugirió a un crítico que preparaba todo un libro de conversaciones con él, que tenían que dividir los derechos de autor por lo menos a partes iguales. Y tenía razón, tacañerías aparte. La grabadora le ganaba a las horas-nalgas de la investigación y estudio, de la redacción.
No es común encontrar entrevistas donde se disfrute un diálogo crítico, una conversación chispeante donde el entrevistador pinche al autor con sus puntos de vista, productos de su lectura atenta y no de un prontuario que se repite con la misma haraganería que las malas reseñas. Mediocridad y prisa, junto a cicatera remuneración –y la subsecuente baja exigencia--, son los cómplices del bodrio. Un bodrio que indigesta las actuales publicaciones de habla hispana, casi sin excepción.
En 2017, cuando celebramos que La Casa Verde cumple cincuenta años de haber recibido el entonces prestigioso y primer Premio Rómulo Gallegos, he tenido el enojoso privilegio de empezar a leer varias reseñas que sencillamente indican que las informaciones y juicios son de tijera y goma de pegar, no de la lectura –y menos relectura-- de la que consideramos mejor novela de Mario Vargas Llosa. Diarios prestigiosos en otras secciones, resbalan aquí con reseñas indignas de su público, sea en Barcelona o Miami o Puebla.
De ahí la defensa contra lecturas fútiles, inanes. Por encima de que ahora lo “moderno” parece ser no tener convicciones, no defender opiniones argumentadas; a favor de un relativismo donde la masificación –con su aporte comercial— está determinando la solicitud de reseñas, las prioridades en las ferias del libro. La trivialización como forma evidente del analfabetismo funcional colorea hasta programas de literatura en la enseñanza media de muchos países, según puede constatarse en la relación de obras literarias que incluyen. Novelas sin substancia de la pretenciosa Isabel Allende o supuestos poemas cochinos de Pedro Juan Gutiérrez y sus jóvenes epígonos cubanos --que harían reír a Charles Bokowski y jamás conseguirían una Black Sparrow Press--; parecen nublar las entendederas de entusiastas articulistas.
¿Por qué apenas se escriben reseñas literarias?, es una pregunta que puede complementarse: ¿Por qué se escriben reseñas sin un mínimo de profesionalismo? Lo evidente es que son pocas y suelen ser malas, ásperos adjetivos que arman mi opinión. Una opinión tal vez provisional, aunque ya no entro a beber al Bar Esperanza.
Lo armo a partir del conocido chiste francés: Un famoso crítico parisino recibe la invitación de un poeta a cenar en el excepcional La Tour d’Argent, esquina opuesta al Pont de Sally, sobre el Sena. Por supuesto que acepta. En las dos semanas siguientes se suceden las invitaciones: L’Olympia, Opera Bastille, Moulin Rouge, Lido… A los postres en el exclusivo Epicure, mientras el camarero abría la oportuna botella de champán, el poeta le comenta que acababa de salir su último cuaderno de poemas. El crítico, tras un breve sorbo, le dice que enseguida lo había leído. El poeta se decide a lanzarse a fondo: “Pero usted no le ha escrito ninguna reseña”. El crítico apura la copa, la llena de nuevo. Responde: “Caramba, hay un equívoco. Yo pensaba que sus atenciones eran por mi silencio”.
¿Serán del silencio las mejores reseñas? ¿Existe alguna que por casualidad no responda a ritos sociales o compromisos amistosos? ¿Es que tal vez los avances electrónicos las han hecho obsoletas, aunque el pobre crítico tenga que apurar un café con un pastelito de guayaba, en alguna esquina de Madrid o Bogotá, de Ciudad de México; apenas un croissant en París con aguacero y sin euros?
Sin embargo, esta misma mañana empezaré a escribir –a gusto— unas tres o cuatro páginas para leer en la presentación de un libro de poemas. Tales textos de introducción, prólogos o notas de contracubierta, son las que a veces convierto en reseñas. ¿Seré masoquista? ¿Funciona como si fuera un vicio que por edulcorarlo disfrazo de vocación crítica? Quizás se deba a un refrán que dice: “Perro huevero, aunque le quemen el hocico”. O no. Más sencillo: son aquellas reseñas de Jorge Luis Borges y Octavio Paz las que me atan al oficio, con las que juego a lograr un pequeño desvío llamado clinamen, acentos y guiños, tributos que me proporcionan un placer inefable cuando los escribo.
Porque hay un placer cuando se trabaja en una reseña o recensión que parte de apuntes al texto, subrayados en el volumen o pantalla, colorines para destacar o denostar, búsquedas de referencias o de otros libros, verificaciones de citas y autores, redacción de la primera versión, tachaduras y añadidos, alertas para no confundir opiniones con evidencias, preguntas a la sintaxis, dudas sobre la amenidad, ocurrencias previas a la versión no definitiva porque esa no existe –los tips están en Google--, sino que se manda a la publicación correspondiente para salir de ella o porque se venció el plazo o llegó la fecha de la presentación, que en algunos países llaman bautizo y en otros lanzamiento.
Sin embargo –autores empecinados, contratados o fortuitos incluidos--, lo cierto es que apenas se escriben reseñas en proporción justa a los libros que se publican. Apuesto que ni una por cada diez libros de ficción y ensayo… De ahí también se deriva que encontrarse una polémica entre comentaristas de un autor o libro –tan beneficiosa para mover los mares literarios-- es tan insólito como enterarse de que un nuevo cuaderno de poemas se ha agotado; salvo cuando se trata del descubrimiento de un inédito perteneciente a un poeta canónico: Un Heberto Padilla que hubiera olvidado en su natal Puerta de Golpe una libreta con poemas manuscritos; un Juan Gelman que tradujo pero mandó a su nieta los últimos poemas de su heterónimo Sidney West…
El prefijo Re y el sustantivo Seña, exhiben varios significados. Cuando se juntan doblan la apuesta de identidad. Las señales repetidas –claro está— dependen del centro emisor y del objeto cuya independencia siempre está modulada, en crisis, investida de nuevas contingencias… La cierta provisionalidad, sin embargo, no debe amedrentarnos, apostamos siempre a que la re-seña acierte hoy y deje algo para mañana. Ahí radica el placer del juego valorativo, que paga la factura. Tal vez si insistiéramos en ese placer hallaríamos más reseñadores, aunque el horno de estos tiempos se empeña en romper cualquier calma, no está --¿cuándo lo ha estado?— para galleticas exegéticas de obras de arte literario.
En Aventura, otoño y 2017
José Prats Sariol
La Habana, 1946. Hizo estudios de literatura en la Universidad de La Habana con una tesis sobre José Lezama Lima. Es crítico literario, novelista, ensayista y catedrático universitario. Actualmente es profesor principal de literatura en la Arizona State University. De José Prats Sariol (La Habana, 1946) dijo José Lezama Lima: “Armado de un sentido crítico que colma en la balanza la trenza de la lechuza y el arcoíris del sunsún”, para caracterizar su internacionalmente reconocida obra. A sus novelas Mariel, Lila y Guanabo gay, se suman varios libros de cuentos, en el 2013 publica su libro de cuentos Por si o por no en Editorial Aurora Boreal®. Ha publicado también libros de crítica literaria: Por la poesía cubana, Criticar al crítico, Estudios de poesía cubana, Pellicer río de voces, No leas poesía y Lezama Lima o el azar concurrente; se enriquecieron en 2016 con dos nuevos títulos: Leer por gusto y Erritas agridulces. En el 2016 también apareció Sangre en Níjar (cuentos) y en 2017 publicará su nueva novela Pobre corazón.
Material enviado a Aurora Boreal® por José Prats Sariol. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de José Prats Sariol. Foto José Prats Sariol © José Prats Sariol. Carátula La Casa Verde © y foto de Ángel Rama tomados de internet.
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- Por José Prats Sariol
22 de marzo, 2017. Cumpliendo 84 años.
RETRATO, DESDE EL LECHO
Cabeza y Rostro. Breve colina nevada, con picoteo de aves ligeras. Acantilado frontal, con inclinado pináculo narigudo, emitiendo sus soplos entrecortados, y separando orbitas de otrora lagunas negras, ahora, semi-secas y de orillas arenosas. Más abajo el marchito jardín de los labios, con el interior tatareo de una amarillenta sierra-lima, y asomada la mermada barbilla quijotesca.
Torax y bajo vientre. (colgantes). Páramo granulado, con el tic-tac en stacatto de la máquina-corazón. “¿Mi hora?”. No temas, todavía ofreces una blanca, oronda redondez sanchopanzesca. “Ah, sí, ¿pero no ves el caño de mi amor-sexo mudo?”.
Extremidades (al aire). En cruz los brazos, o con las manos entrecruzadas como férreas esposas. Bajo los sobacos ya no llevas los nidos de antaño. Pero tus rodillas, todavía son como rocas del Peñón de Gibraltar, y tu pies-peces nadan, saltando, en el Estrecho.
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- Por Víctor Fuentes